jueves, 29 de septiembre de 2011

ENTRADA 26

Menudo día pasamos ayer, nosotros que queríamos tratar de pasar desapercibidos y vigilar los movimientos en la calle para poder bajar al Mercadona.

La noche fue muy tranquila, nos turnamos para vigilar. Mientras uno dormía, o lo intentaba, otro vigilaba unas tres horas, para que no fuera muy pesado. La idea era estar en la cocina media hora, bajar al garaje otra media hora, salir al jardín trasero y, con cuidado, situarse de tal manera que pudiéramos ver las dos calles que hay, la del contenedor de hace unas noches y la paralela que da a los jardines de otro grupo de edificios de la urbanización, estar media hora vigilando y, sobre todo, atentos a los sonidos para después volver a casa para finalizar la vigilancia en la terraza delantera. Con esto cubríamos la zona trasera, ambas zonas a la vez, la zona trasera más ampliamente y la zona delantera, en ese orden, con la ventaja de que, entre medias, tenemos acceso a las zonas opuestas a la vez.

En mi turno pocas cosas que reseñar, algunos golpes que vienen de casas colindantes pero, al estar fuera de nuestro jardín, no me preocuparon demasiado, de momento. El día que salgamos no vamos a pasar por esa calle así que veremos cómo evoluciona el tema de los golpes, por si nos pudiera llegar a afectar en un futuro. Cuando he estado en el garaje me ha parecido oír el motor de una moto sierra arrancar y cortar, pero estaba lejos así que no he podido confirmarlo. Se lo comenté a Merche para que lo tuviera en cuenta en su turno. Al salir al jardín la noche estaba bastante tranquila, los golpes de las casas colindantes ya no se oían y el ambiente estaba relajado. Me he situado detrás de unos matorrales, me he tapado con una manta oscura y me he puesto a mirar las calles y a afinar bien el oído. He escuchado algunos ladridos de perros, algún golpe lejano y poco más. Cuando me he levantado para volver me ha parecido ver una sombra cruzar la calle, era bajita y parecía estar a cuatro patas. Se lo diré a Merche para que esté alerta pero al estar la verja, aún electrificada, tendrá una defensa por delante. Desde la terraza he oído algunos ruidos más, muy lejanos, que me han parecido disparos. Lo que me ha preocupado es que hemos tenido un corte de luz, ha durado toda mi vigilancia y, en la oscuridad, me ha parecido volver a ver la misma sombra que vi detrás.

Cuando ha llegado el cambio de turno, mientras Merche se despejaba un poco, yo he echado un vistazo a todo lo que nos dejó Juan. Aún tenemos algunos libros por leer. De uno de ellos, cuando he pasado las hojas rápidamente, ha caído al suelo una nota escrita a mano. "Cuando puedas, echa un vistazo a esta página, tienes el usuario y la contraseña más abajo, te ayudara a enfrentarte con los infectados y comprender lo que les pasa."

-¿Qué es eso? - me preguntó Merche saliendo del baño.

-Parece una nota de Juan, con una página con información sobre los infectados. - Respondí dejándola encima de la mesa al lado del ordenador - luego la miramos, hay que vigilar para que el plan del Mercadona vaya bien.

En el turno de Merche he tratado de dormir, pero no he podido. A Merche le ha pasado lo mismo, me ha dicho que ha dado algunas cabezadas pero que estaba intranquila, sobro todo la hora que he pasado fuera.

Cuando ella estaba en la cocina no ha pasado absolutamente nada, salvo que la luz seguía cortada. Yo me he echado en el sofá del salón y he podido dormir unos veinte minutos. Cuando le tocaba bajar al garaje, la luz ha vuelto de repente, como tratando de dar una sensación de seguridad por tener que salir a la calle. Como yo no podía dormir la he dicho que la acompañaba, por lo menos bajar con ella y ver que se metía en el coche a vigilar, con las ventanas medio bajadas. Se me ha adelantado mientras yo dejaba a las perritas en casa, aseguraba las ventanas y cogía la escopeta. Yuko se me ha escapado y ha bajado como loca detrás de Merche.

-!!!Yuko¡¡¡ - se oyó, claramente, a Merche chillar y, cuando lo hace de esa manera, es que algo pasa.

Yuko es una gamberra y cuando sale, sobre todo al garaje, le gusta salir corriendo por la cuesta a coger una piedra, pero en esta situación es más preocupante. Bajé corriendo, pero con una pequeña sonrisa por ver que la pequeña sigue igual, a pesar de todo.

-Mierda, mierda ¡¡¡Borja!!! - oí chillar a Merche y, acto seguido, un ladrido, muy lejos de ser de Yuko. Era más profundo y enfermizo, como si le costara ladrar al perro que lo lanzó.

Aceleré el paso y, al salir al garaje, vi a Merche en una esquina, abrazada a Yuko, que estaba aterrada y trataba de revolverse para salir corriendo, en frente suyo lo que parecía un Pastor Alemán, digo parecía porque tenía el cuerpo rarísimo, muy deformado y desarrollado, con agujeros por todo el cuerpo que, en lugar de dejar ver carne, tenían forma cavernosa y porosa, como si fuera una cueva volcánica llena de polvo y mierda.

-¡¡¡¡Eh!!! - reaccioné instintivamente para tratar de atraer su atención sobre mi y se olvidara de ellas. - ¡¡¡Ven aquí!!! - Le lancé una pequeña piedra que había en el suelo.

El perro reaccionó como esperaba, pero ahora yo tenía que reaccionar, apunté con la escopeta, apreté el gatillo, y nada.

-Mierda - maldije mientras comprobaba el arma, el seguro estaba puesto.

Atiné a soltarlo y, cuando fui a colocarme la escopeta para disparar, me encontré frente a frente con las fauces del animal, que había dado un salto increíble y se abalanzaba contra mí. Instintivamente puse la escopeta entre sus tremendos colmillos y mi cabeza. Mordió con tanta fuerza y su peso era tal, que caí de espaldas, con tan mala fortuna que fue sobre el hombro herido. Un tremendo calambre, producido por el dolor, recorrió mi espalda y mi cabeza. Estoy seguro de que estuve forcejeando por unos segundos de manera inconsciente, porque no recuerdo acabar en la postura que estábamos, el perro tenía entre sus fauces lo que parecían restos de la escopeta, que por momentos iba perdiendo cada vez más trozos con cada sacudida. Yo tenía una mano en el cuello del animal, tratando de alejar los dientes de mi cara, y la otra sujetaba la escopeta, como podía, dentro de la boca.

Mientras yo forcejeaba con el animal Merche se levantó y metió a Yuko en las escaleras de casa cerrando la puerta, cogió una de las cadenas de las motos y golpeó al animal en los cuartos traseros, este tuvo un momento de sorpresa que aproveché para lanzarlo hacia un lado. Traté de incorporarme, pero el dolor era tan fuerte que no puede mantener el equilibrio, caí al suelo de nuevo y noté como el perro me lanzaba un bocado, acertando en la bota, comenzó a tirar como un poseso, le metí una patada en la cabeza que hizo que me soltara, pero, cuando se recuperó, se lanzó sobre mí. Levanté las rodillas para parar la embestida y quedé atrapado de nuevo bajo el animal, con las piernas encogidas y las manos luchando con su cabeza para evitar un mordisco.

-¡¡¿¿Qué hago, qué hago??!! - Se preguntaba Merche mirando a todos lados

-¡¡¡Coge la escopeta y clávasela!!! - fue lo único que se me ocurría, la había mordido tanto que estaba retorcida de manera que acababa en una punta redonda.

Merche cogió la escopeta y trato de clavársela al animal, que permanecía abrazado a mí, revolviéndose como un loco tratando de mordernos.

-Es imposible, tiene la piel muy dura - Me gritó Merche.

-Espera - respondí.

Moví las piernas, como pude me abracé al animal con ellas, agarré con cada mano una fila de dientes y comencé a tirar tratando de abrirle la boca, manteniéndola abierta. Noté como mis manos comenzaban a sangrar por culpa de sus afiladísimos dientes. Conseguí abrirle la boca como unos veinte centímetros, mientras le trataba de inmovilizar con las piernas.

-Ahora, clávasela en la boca lo más fuerte que puedas - Le grité a Merche con un último aliento, ya estaba empezando a agotarme seriamente.

Merche cogió un poco de carrerilla y cargó contra la boca del animal, le clavó la escopeta, casi hasta la culata. Comenzó a caerme sangre a borbotones sobre la cabeza, el perro se revolvió y cayó a un lado, unas cuantas convulsiones más y se quedó totalmente quieto.

Me incorporé como pude y noté que el estomago me dolía. Me miré y vi que tenía la camiseta destrozada, debajo asomaban unos hilillos de sangre.

-Joder, como siga así, me voy a quedar sin ropa - lo primero que me vino a la cabeza fue esa tontería.

Merche comenzó a reír y me contagió. Nos reímos un buen rato al lado del cuerpo del animal mientras veíamos cómo Yuko rascaba la puerta como loca.

-Serás capulla - le dije a la perrita mientras me miraba con cara de tristeza, por las ganas que tenia de estar con nosotros.

Abrimos la puerta y se lanzó sobre mí, saltó hacia Merche. Nos empezó a dar vueltas como loca, contentísima por estar con nosotros.

-Me da que vamos a gastar la última grapadora estéril - le dije a Merche mientras hacia un movimiento leve con el hombro.

Ella comprobó la herida y, efectivamente, de diez grapas solo quedaban tres, la herida sangraba bastante. En el estomago tenía tres pequeños agujeros, hechos por las garras del animal, afortunadamente no eran muy profundos. En las manos tenía otra serie de agujerillos con pompas de sangre.

-Esperemos que esa vacuna funcione porque sino... - le dije a Merche.

-Seguro que sí, no te preocupes. - me tranquilizó - Seriamos uno de esos infectados hace tiempo si no funcionara.

Me ayudó a levantarme y subimos las escaleras, me recosté en el sillón. Me limpió la herida y la grapó de nuevo. Estaba tan agotado que me quedé dormido después de tomarme unos analgésicos y antibióticos. Tras cuatro horas me volví a despertar, ya era de noche.

-No te preocupes, no ha pasado nada, no ha habido ningún ruido - me informó Merche - parece que estamos solos y no se ha enterado nadie.

Respiré tranquilo, Merche estuvo vigilando mientras yo dormía y la situación era muy favorable. Decidimos no vigilar por la noche y descansar un rato, por la mañana miraríamos la página que nos decía Juan.

A las nueve de la mañana nos levantamos los dos, me di una ducha, sufriendo un poco los escozores de las heridas, y las volvimos a limpiar. Ambas habían dejado de sangrar.

-Cuando vayamos a la farmacia tenemos que buscar coagulantes o geles de esos que paran las hemorragias - le dije a Merche.

-Busca en internet cómo se llaman y así vamos más directos - me respondió.

Tras un rato de descanso, arranqué el ordenador y no funcionó, nos fijamos en los pocos aparatos eléctricos que manteníamos enchufados, la luz estaba cortada de nuevo. Estuvimos así aproximadamente dos horas. Hoy sí que hemos desaparecido del mundo, no hemos vigilado, no hemos hecho ruido, no nos hemos asomado y, por supuesto, no hemos salido.

Cuando volvimos a tener corriente, entré en la web que me pasó Juan. Efectivamente pedía un usuario y una contraseña para entrar. Introduje las que me facilitó en la hoja que acompañaba a los libros.

Era otra recopilación de documentos e información sobre pruebas de virus, resultados, desarrollo y sujetos afectados. También había unos documentos con directivas de seguridad y puntos donde acudir en caso de contagio masivo, se aseguraba que en ellos se podría vivir aproximadamente cuatro años. Eran centros en plena montaña, defendidos militarmente y con suficiente espacio para unas doscientas personas cada uno. Teníamos uno en la pedriza. Comenzamos a plantearnos la idea de tratar de ir a uno de ellos.

Esta noche trasladaré alguno de los documentos al blog. Ahora voy a descansar un poco más.

1 comentario:

  1. Muy buen blog, espero que sigas escribiendo que la historia está muy interesante.

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