sábado, 24 de septiembre de 2011

ENTRADA 18

Lo de ayer fue algo impresionante. Aún no me quito de la cabeza el autobús estrellándose contra una masa de coches y personas provocando una auténtica masacre. Los grupos de enajenados atacando como locos a otras personas en muchas calles, matándolos y torturándolos sádicamente mientras disfrutaban extasiados de sus actos.

No sabemos nada de los Guardias Civiles que había en la puerta vigilando, ni siquiera tenemos otra pareja custodiándonos. Nos dejaron en casa y, en cuanto entramos por la puerta, el coche de la Guardia Civil desapareció por la calle a toda velocidad. A pesar de lo grave que parece la situación, las televisiones no le dan más importancia que la de protestas violentas focalizadas en barrios obreros, siguiendo con su programación normal. Además los telediarios se centran más en crisis económicas, revueltas en países orientales y las noticias que se suceden últimamente.

A las doce de la mañana me ha llamado Juan desde los laboratorios, había mucho ruido de fondo.

-¿Borja, qué tal estás? - me preguntó.

-Uf, acojonado, ayer me pasó algo impresionante – comencé a contarle.

-Lo sé, me lo han reportado esta mañana unos agentes de la Guardia Civil – me cortó, dejándome totalmente sorprendido. – Tienes que venir. No, tenéis que venir – se corrigió. – a los laboratorios.

-¿Pero no será peligroso? – le pregunté preocupado. – No sabemos cómo está la situación.

-No te preocupes, vais a venir en helicóptero. Debéis ir a la finca que tenéis al lado de la estación de tren, os esperara allí. Tenéis quince minutos.

-Pero… - me había colgado ya.

Avisé a Merche y le conté lo que me había dicho Juan. Después de discutir si sería prudente o no, preparamos a las perritas para salir. Cerramos la casa a cal y canto, como cuando nos vamos de vacaciones, cogí la pistola y nos metimos en el coche que tenemos en el garaje. Al salir a la calle el panorama era como irreal, la gente paseando normalmente, coches pasando de vez en cuando como siempre y mucha calma, como en un sábado normal. “Claro, si no han ido a Madrid no saben qué ha pasado, ¿pero cómo demonios no pueden enterarse?” El viaje hasta la estación fue de lo más normal; aparcamos en el parking adyacente y nos metimos en el helicóptero bajo la sorprendidísima mirada de los que allí estaban paseando o esperando al tren.

En treinta minutos llegamos al helipuerto del laboratorio, había bastante gente alrededor del edificio, incluso vi varias tanquetas del ejercito y bastantes grupos de militares. Al aterrizar nos escoltaron cuatro soldados hasta la puerta de entrada al edificio desde la azotea.

-Bajen al piso diez por estas mismas escaleras, allí les esperan un par de doctores y su compañero. – me dijo el sargento que tenía a mi lado. – No va a necesitar la pistola allí abajo. Por favor, démela, se la devolveré cuando suban.

Al salir de las escaleras en el piso diez, la planta era como un hormiguero, estaba llena de científicos, militares, policía y personas civiles.

-Borja – me chillaron desde la parte derecha de la sala. – por aquí.

Juan estaba situado en la puerta de una sala agitando la mano para que le viéramos. Nos dirigimos los cuatro hacia allí. En el trayecto hacia la sala me fui fijando en la gente que había allí; los civiles parecían familiares de los trabajadores de los laboratorios, había más perros e incluso gatos y todo el mundo estaba visiblemente asustado. Con cada grupo de familiares y trabajadores había un militar y un científico que parecía realizar unas pruebas mientras apuntaba rápidamente en su cuaderno.

-Por fin estáis aquí, y habéis traído a vuestras perras – dijo Juan sonriendo mientras acariciaba a Boni y a Yuko. – Bien, se me olvidó decirte que si tenias perro o gato lo trajeras – se incorporó y me tendió la mano – me alegro de que estéis bien, lo de ayer ha tenido que ser horrible.

-No lo sabes bien, ¿Qué demonios pasa? – Pregunté muy intrigado - ¿Tiene que ver con lo que se hace aquí?

-Lamentablemente, sí – respondió resignado – pero ahora tenemos cosas importantes que hacer.

Nos invitó a entrar en la sala desde la que nos había llamado. Dentro había un soldado, un científico y un joven auxiliar de laboratorio.

-Pasen por favor – nos invitó el científico, al que pude identificar como el doctor Montero, el jefe de la investigación – quítense las chaquetas, tenemos que hacerles unos análisis de sangre.

-Podría explicarnos antes a qué viene todo esto – ya me estaba poniendo nervioso.

-No se preocupe, en cuanto hagamos los análisis y las pruebas necesarias se lo contaré – sonrió mientras preparaba unas agujas – usted ha sido importante para la empresa y su trabajo ha sido muy bien valorado, debería sentirse aliviado de estar aquí.

-Sinceramente, sin tener ni idea de por qué, no puedo ni pensar en sentirme aliviado y menos seguro – le dije mientras me sentaba en frente suyo.

-Lógico, la mente humana es sensible al miedo y el desconocimiento, nos traumatiza y no nos deja pensar con claridad – me respondió mientras me ponía el vial para sacar sangre – dígale a su mujer que se prepare y que deje a los perros en aquella mesa, ahora entrará un veterinario.

Después de pincharnos nos hizo una serie de preguntas sobre nuestro estado de salud y sobre lo sucedido ayer, le preocupaba sobre todo si habíamos entrado en contacto con los sujetos. En ese momento entró el veterinario que pinchó a las perras para sacarlas un poco de sangre.

-Verán, lo que sucedió ayer se debió a la triste fuga de diez sujetos de nuestros laboratorios.- comenzó a contarnos la historia – ayer; día veintitrés, a las cuatro y cincuenta de la mañana hubo un corte de luz y el generador de emergencia no funcionó correctamente, eso produjo que las celdas de contención se quedasen abiertas y estos sujetos consiguieran salir. – Entregó los cuatro botes de sangre a un auxiliar que esperaba en una esquina – a las ocho de la mañana llegaron al centro de Madrid, supuestamente desorientados y realizaron el primer ataque – el auxiliar salió de la sala después de recibir una serie de ordenes del doctor. – Sobre las diez, las fuerzas de contención del laboratorio localizaron a cinco de esos sujetos cerca del puente de Ventas, dos de ellos estaban muertos, uno estaba agonizando y los dos restantes estaban cubiertos de sangre golpeándose a sí mismos con unos barrotes que encontraron en la calle.

-Pero cómo demonios puede pasar eso un viernes de septiembre y sin que nadie se entere o le parezca raro – pregunté sorprendido – Ventas está hasta arriba de gente en día laboral y diez personas vestidas con batas tienen que llamar la atención a la fuerza.

-Efectivamente, pero estos sujetos no estaban vestidos con las batas, habían asaltado una tienda y estaban vestidos normalmente. Sepa que son perfectamente conscientes, son personas, digamos, normales. – Prosiguió – Sigamos. Esos diez sujetos habían sido inyectados la noche anterior con una de las variantes del compuesto EB1.3.1, el último que se está desarrollando con base de Ebola, ¿sabe lo que es el Ebola? – Me preguntó - ¿Sí? Continúo entonces. Este compuesto es una mezcla de Ebola con una serie de elementos como esteroides anabolizantes, estricnina y varios compuestos que no vienen al caso. En fin, que estoy divagando. El efecto conseguido con este virus es una rápida propagación por el cuerpo y absorción por parte de las células que provocan una descarga hiperdesarrollando los músculos, la resistencia y la actividad neuronal.

-¿Pero el Ebola no provoca muchísima fiebre y problemas sanguíneos como hemorragias? – pregunté con lo poco que sabía del virus.

-Efectivamente, pero eso se palia con más elementos como coagulantes, antibióticos controlados y algunos más. – me respondió agradado por ver que le seguía a pesar de mi cara de asombro – lo que queremos del Ebola es su capacidad de contagio. Con un sólo soldado “contagiado” podemos tener un grupo de veinte a treinta soldados afectados por el virus en poco tiempo y por tanto el gasto es menor. Además, si se mezcla sangre de un herido con otro soldado podemos dejar operativo al primero hasta que llegue al hospital y no será una carga para el grupo. Básicamente se trata de conseguir un compuesto que sea barato de producir, tenga amplio espectro y sus efectos sean los deseados en situaciones de combate, es decir, menos cansancio, más fuerza y resistencia, menos actividad neuronal para evitar la duda, el arrepentimiento y todos los estados anímicos que puedan evitar que un soldado lleve a cabo su obligación en situaciones extremas de combate, así como inhibidor de dolor y cansancio.

-Entonces están tratando de dopar “legalmente” a los soldados para que no “sufran” en situaciones de combate. – afirmé.

-Efectivamente. Este proyecto esta abalado por el pentágono, la OTAN y Naciones Unidas. – Continuó – se trata de reducir el estrés de guerra de los soldados y que las operaciones lleven menos tiempo tratando de paliar las bajas humanas.

-¿Pero entonces? – Pregunté – ¿qué pasa con los sujetos, como ustedes los llaman, porque algunos tienen alucinaciones? ¿Es más, los de ayer, qué demonios les llevo a hacer esas atrocidades?

-Verá, el virus está en pruebas como usted sabe, y aún tenemos que paliar los efectos secundarios más agresivos – dijo algo desolado, parecía que este tema le frustraba bastante – alucinaciones, violencia extrema, ansia por la sangre, funcionamiento neuronal muy limitado, desarrollo hipertrofiado de la musculatura, reacciones alérgicas graves, hemorragias… y así un sinfín de reacciones adversas - se le veía perdido en sus pensamientos, su cara se volvió muy cansada y unas enormes ojeras asomaron por sus ojos – como no lo consigamos en unos meses, se acabó…

-Perdone pero me está perdiendo – le dije saturado de tanta información – ¿por qué demonios me cuenta todo esto? Ni siquiera me ha terminado de contar lo que paso ayer.

-Es cierto, pero ya sabe como acabó – me cortó sin más – además, están aquí para no tener que sufrir un contagio.

Me quedé totalmente alucinado, tenía enfrente a un hombre que estaba trabajando en un proyecto, que podríamos enmarcar dentro de la guerra biología, que empezó a contarme una historia, pasó por otra y ni siquiera terminó de contar alguna de ellas. En ese momento el auxiliar entró en la sala con una sonrisa y le entregó unos sobres al doctor.

-Bien, bien – dijo el doctor – me alegro de ver estos resultados. Por favor aguarden aquí al práctico, les van a vacunar contra todos los compuestos que estamos desarrollando. Es por su seguridad.

-¿Cómo que vacunarnos? – Pregunté totalmente descolocado – ¿hay una cura para esto?

-No, no hay cura, hay prevención. Una vez contagiado, si en veinticuatro horas no se actúa no hay vuelta atrás – me informó el doctor – pero estamos vacunando a todos los trabajadores sanos, a sus familiares y sus mascotas, perros y gatos nada más, para evitarles pasar por esto – miró su reloj y su móvil – ahora si me disculpan, mi familia acaba de llegar.

El doctor Montero abandonó la habitación por la misma puerta por la que habíamos entrado. Nuestras caras debían de ser un poema porque Juan soltó una carcajada.

-Es mejor que no sepáis todo lo que pasa – nos dijo mientras nos pinchaban las vacunas – las cosas que se hacen aquí no son buenas y saber más de la cuenta te lleva a estar encerrado – dijo mientras se señalaba – sin poder hacer nada más que esperar.

Le noté visiblemente triste y fatigado. En pocos minutos los cuatro estábamos vacunados, la verdad es que dolía bastante.

-¿Pero esto es algo general o es puntual? ¿Va a pasar más? – preguntó Merche

-No sabría qué decirte – respondió Juan – en todo el mundo hay laboratorios como este y en todos han tenido problemas, vosotros vivisteis uno en Londres hace poco.

-¿Y qué paso allí? - pregunte rápidamente.

-Pues Inglaterra está cerrada al mundo, no dejan salir ni entrar a nadie – nos lo contaba con toda tranquilidad, era muy inquietante.

-Pero en las noticias no dicen nada de nada – afirmó Merche – es imposible que esto pase desapercibido. Hace unos días sí que comentaron una serie de altercados.

-¿Has visto todo lo que hay fuera? – respondió Juan – El pentágono, la OTAN, Naciones Unidas, todos los grandes organismos están en el ajo, todos están controlando la información. Lo de hace unos días se ha vendido como altercados entre minorías, como lo que paso en Londres hace poco y para la sociedad es algo ya controlado. Cuando esto explote de verdad lo único que se puede hacer es tratar de sobrevivir.

Sus palabras eran muy perturbadoras. "Tratar de sobrevivir" suena a película, ¿a qué nos enfrentamos, zombis, personas, infectados? Los protagonistas de películas me vienen a la cabeza.

-Esto no es una película, está pasando de verdad, pero lo que más debería preocuparos es lo que ellos – dijo señalando a los científicos y militares – decidan hacer para contenerlo. Es más peligroso el ser humano “sano” que una persona asustada, violenta y abandonada. – La conversación término en un silencio – es mejor que os vayáis a casa y os leáis estos libros – nos dijo, tras un minuto pensativo, tendiéndonos una serie de libros sobre supervivencia, ataques biológicos y demás lectura militar – tomaros unos ibuprofenos en casa, es posible que las vacunas os den fiebre esta noche.

A las nueve de la noche el helicóptero nos dejó en el mismo sitio donde nos había recogido, no había nadie en la calle, raro para ser un sábado. Cogimos el coche y nos fuimos a casa.

Cómo resumir este día, tengo la sensación de que la humanidad ha llegado al tope de maldad posible. El final de la historia humana está cerca y creo que vamos todos a desaparecer.

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