sábado, 29 de octubre de 2011

ENTRADA 42

Hoy hemos salido en busca de un coche cuyos dueños se hayan dejado las llaves en casa. Hace unos días encontramos varios garajes con un vehículo, pero fue imposible encontrar las llaves para encenderlos. No tenemos ni idea de cómo se hace el famoso puente que los arranca sin ellas y buscarlo en internet ha sido poco fructífero, hemos sido incapaces de repetirlo.

Además, hemos evitado acercarnos al instituto. No tenemos ganas de volver a ver ese espectáculo dantesco, sobre todo teniendo a Elena a nuestro lado.

Al mediodía, cuando estábamos en una de las casas buscando llaves de coche, un helicóptero pasó por encima de la urbanización, hizo varias pasadas e incluso se quedó en el aire, parado, durante un buen rato. No salimos de la casa hasta que se marchó.

Cuando hemos podido salir, nos hemos separado, la luz comenzaba a menguar y no queríamos estar en la calle de noche, nos habíamos dejado las linternas en la casa. Elena comenzaba a estar cansada y el juego de “busca las llaves” ya no la entretenía. Comprobaríamos tres casas más cada uno y volveríamos al garaje.

Entré en la primera, a la izquierda de la que estábamos, en dirección a nuestro campamento. Quedamos en que yo volvería por ese camino para preparar un par de cosas para cenar, adelantándole la comida a Elena que llevaba todo el día sin comer, lavarnos y acostarnos pronto. Fue idea mía, no me gusta estar mucho tiempo en la calle, sobre todo no quiero que Elena se exponga mucho al frío, no sea que vuelva a enfermar. Salvo por unas mantas, que pensé nos servirían de algo porque las noches cada vez eran más frías, en la casa no encontré nada interesante. Pasamos a la siguiente, Elena comenzaba a gimotear, tenía hambre y sus ojos lagrimeaban por el sueño. En ésta no encontré nada de nada. Por fin, entramos en la última, rompimos el cristal, de una de las ventanas traseras, con una piedra y entramos. La casa estaba perfectamente ordenada, no había demasiadas cosas, debía ser una casa que solo se usaba en verano. Entramos en el salón, la decoración era muy simple, la televisión era tremendamente antigua. El ruido de un coche, o un camión, sonaba muy ronco, nos llamó la atención, se oyó a lo lejos, pero claramente estaba dirigiéndose hacia nosotros. Le dije a Elena que guardara silencio, se escondiera en la habitación por la que habíamos entrado y, si me oía gritar, saliera corriendo hacia el garaje donde estábamos viviendo, saltando por la valla trasera. Me dirigí a la cocina, un enorme ventanal daba a la calle principal y tenía las persianas medio bajadas, con lo que tendría una visión perfecta de la calle mientras me mantenía a cubierto.

Vi pasar, a toda velocidad, uno de esos Humvees del ejército español, como los que habíamos visto a lo largo del camino estos días. Estaba lleno de barro y algo destartalado, no llevaba ametralladora en la torreta, pero un soldado estaba asomado en ella con el G36 colocado en posición de disparo. Dentro del coche pude ver que había otros dos soldados. El que iba de copiloto hablaba por un teléfono y llevaba una pistola en la mano, apoyada contra la puerta, por fuera, con el brazo casi totalmente sacado a través de la ventanilla. El conductor, al que no pude ver bien, conducía frenéticamente. La verdad es que verlos no me dio nada de seguridad, menos después de saber lo que hay en el instituto. Sonaron un par de disparos, uno de los soldados habló.

-Salga de la casa, con las manos en alto.- Gritó.- No nos obligue a entrar.

-Ya salgo, ya salgo, no disparen.-Oí la voz de Borja.

-Al suelo, échese al suelo.- Las órdenes eran cada vez más imperativas.

No sabía qué hacer, no tenía la pistola y, aunque la tuviera, me tendría que enfrentar a tres soldados armados, estaba en clara desventaja. Pero tampoco podía permitir que se llevaran a Borja.

-¿Qué demonios hago?-Pensé en voz baja, agobiadísima por la situación.

-Merche.-Oí la voz de Elena a mis espaldas.

-¿Qué haces aquí?-Le dije.-Te he dicho que esperes en la habitación.

-Es que te he oído hablar, pero como no gritabas no quería salir sola.-Respondió la pequeña.

En ese momento, el Humvee, pasó de nuevo delante de nosotras, vi como Borja estaba, con las manos atadas, en la parte de atrás. Giraron a la derecha en la salida de la urbanización, el sonido se fue alejando.

No sé qué hacer, no puedo evitar llorar, tengo que ir a por Borja. “Si en algún momento nos separamos” recordé las palabras que me dijo unas noches atrás. “Si puedes, trata de llegar a casa de tu madre, espera dos o tres días en el garaje y te vas. Actualiza esto avisándome de cuándo abandonáis el campamento.” Mierda, yo no quiero hacer este blog, quiero a Borja a mi lado, escribiendo mientras me da calor, haciéndome sentir más segura. No quiero perderle…

2 comentarios:

  1. Bueeeeenoooooooo
    Se complica la cosa...buena suerte amigos!!

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  2. Joder, tío, cada día mejora la historia. Enhorabuena!

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