domingo, 16 de octubre de 2011

ENTRADA 35

Estamos destrozados, agotados, no sé si habrá sido la mejor decisión pero por lo menos nos iremos de aquí con la tranquilidad de que no seremos perseguidos por ninguna bestia. Esta será la última entrada por algún de tiempo, esperemos que no mucho.

La noche del viernes tomamos la decisión de enfrentarnos a los dos perros que rondan la urbanización y que tienen su guarida en el garaje del psicópata que casi nos mata.

El plan es el siguiente, haremos unos pequeños cocteles molotov con los cuatro botellines de Mahou que tenemos en la nevera. Afortunadamente internet sigue funcionando y hemos podido buscar cómo preparar unos muy simples; sacaremos la gasolina y el aceite de las motos, no sabemos la cantidad que habrá pero para cuatro botellines de veinte centilitros seguro que tenemos. Con camisetas viejas haremos las mechas impregnándolas en alcohol. Con ellos pretendemos encargarnos de los perros, sobre todo del grande. Con la piel que tiene las botellas se romperán fácilmente al lanzárselas. Nuestra intención es sorprenderles en la guarida, atacarlos con los cocteles molotov tratando de cerrar la puerta del garaje, esperemos que con todo lo que tienen allí abajo se acabe incendiando rápidamente. Si no recordamos mal, la puerta del jardín trasero la dejamos cerrada con llave, nos quedan la que da al garaje y la del portal, ambas destrozadas. Esta es la parte del plan que más peligro tiene, con uno de nuestros coches, el Clio ha sido el elegido, si salen del garaje por la puerta del portal, tratar de arrollarlos, o por lo menos a uno, con la mayor fuerza posible para matarlo del golpe, salir rápidamente y atacar con la escopeta al que siga en pie disparándole todos los cartuchos posibles en la cabeza. Lo sabemos, es un plan bastante peligroso y nos vamos a jugar la vida pero el viaje va a ser largo y agotador, no queremos que nos sorprendan pudiendo haber solucionado el problema antes.

Por la mañana del sábado bajamos a sacar la gasolina y el aceite de las motos, nos ha dado una pena tremenda, dos Harleys que vamos a dejar abandonadas pero es lo que hay y no creo que disfrutásemos mucho de ellas en la situación que estamos viviendo. Hemos conseguido gasolina para los cuatro botellines, además, hemos llenado una botella y media de plástico con el resto, es súper 95 así que no nos vale para los coches con lo que las vamos a usar para a rellenar botes de cristal que lanzaremos contra los perros para que haya más combustible que pueda quemarlos.

A parte de la escopeta vamos a llevar el G36, de algo servirá la posibilidad de tener disparos a ráfagas y sesenta cartuchos. No nos gustaría quedarnos sin ellos pero hay que salir vivos y cuantas más posibilidades de defendernos, mejor.

Por la tarde hemos colocado el coche en la calle que da a la casa donde están los animales, a unos treinta metros para poder reaccionar rápidamente y pegar un buen acelerón. Merche se quedará en el coche y hará la embestida en caso de ser necesario. Yo atacaré la guarida y me esconderé cerca de las escaleras del portal para dar apoyo con el G36. Nos hemos quedado un rato en la calle mirando hacia el garaje, ambos perros están dentro, parece que tienen algo de caza para comer hoy y están tranquilos.

La noche del sábado ha sido muy larga, no hemos podido dormir mucho por los nervios de lo que nos espera, queremos hacerlo lo más pronto posible para tener luz natural y no tener que usar linternas. Durante un buen rato nos ha parecido oír a las bestias, algo lejanas, como si estuvieran dando vueltas por la urbanización.

Son las ocho de la mañana del domingo. Nos hemos preparado lo mejor posible, con ropa lo más dura que hemos encontrado; las chaquetas de las motos, botas, guantes e incluso hemos cogido los cascos. Merche no va a estamparse contra nada si no se protege por lo que se ha puesto el suyo de moto, yo me he puesto uno que tengo del ejército, de cuando jugaba al airsoft antes de todo este follón. La verdad, hay mucho material que tengo de este juego de guerra que nos está ayudando muchísimo.

Llegado el momento hemos salido de casa por la puerta principal, avanzamos por la calle vigilando todos los puntos por donde puede aparecer algo o alguien, siempre alerta. Poco a poco hemos caminado en dirección a la posición donde dejamos el coche aparcado la tarde anterior, está aparcado en la esquina con lo que no llamamos la atención desde nuestra posición.
Mucha calma, es algo que no se si agradecer o preocuparme, no me gusta la maldita ley de Murphy, siempre se dice que antes de una tempestad hay una calma extrema.

Con tranquilidad, Merche se ha montado en el coche, ajustándose todo de tal manera que no pueda sufrir demasiado cuando se estrelle con su objetivo, que esperamos que sea una de esas criaturas, cinturón, el casco, los guantes, todo preparado.

-Ten mucho cuidado, por favor – Me dice con voz temblorosa mientras baja la ventanilla.
-Si, no te preocupes, tu apunta bien cuando vayas a chocarte con el bicho – Respondo con una sonrisa tratando de calmarla un poco. - Allá voy.

Comencé a bajar la calle en dirección al garaje, apuntando con el fusil de asalto hacia la entrada y con los botellines chocando entre sí en la mochila que llevaba colgando en mi costado derecho. Cuando tuve a la vista el garaje, me pareció que algo se movía en el interior, decidí echarme un poco hacia la izquierda para perder línea de visión con el interior y que desde dentro no se viera como me iba acercando. Llegué a la altura del garaje, unos metros me separaban de la entrada, un rugido suave surgía del interior, se asemejaba mucho a un ronquido, parecía que estaban durmiendo. Respiré hondo, me ajusté la mentonera del casco, me puse las gafas y los guantes. “Llegó el momento, animo” me dije a mí mismo.

Saqué los cuatro botellines y los coloqué en el suelo, con cinta de embalar até dos de ellos dejándome otros dos a parte que lanzaría hacia los montones de huesos y material que hubiera por el garaje. Cogí los dos mecheros que tenía, los probé, “bien, funcionan los dos”, metí uno en un bolsillo y el otro lo mantuve fuera. Ajuste el G36 a mi espalda. Cuando sentí que estaba preparado me asomé a la carretera para ver a Merche, levanté el pulgar en señal de confirmación de que todo estaba listo, ella me respondió con un par de ráfagas.

Encendí las dos botellas que tenía en la mano, salí corriendo hacia la puerta del garaje, al llegar me asome para localizar los objetivos, en cuanto vi unos ojos mirándome las lance en esa dirección, el sonido de los cristales rotos resonó en el interior y una llama de fuego lo iluminó todo. La bestia del interior se revolvió, en ese momento encendí otra de las botellas y la lancé contra el montón de huesos sobre el que estaba apoyada, una nueva bola de fuego estalló en el interior prendiendo todo lo que tenía alrededor, tablones y varios cartones ardieron rápidamente. La bestia comenzó a ladrar y gruñir fuertemente, tenía bastante fuego pegado a ella y su cuerpo parecía un excelente combustible ya que se prendía con rapidez y facilidad. Cogí la cuarta botella, la encendí y mire hacia el interior buscando rápidamente contra qué lanzarla, en ese momento oí el coche arrancar y derrapar por un fuerte acelerón. “Qué pasa, no me ha parecido ver que los animales se movieran”, Merche bajaba rápidamente la calle pitando continuamente, cuando me quise dar cuenta de lo que pasaba sentí un fuerte golpe, la botella de coctel molotov se me escapó de las manos y fue a parar a una esquina del garaje, estallando y prendiendo fuego a unos muebles de cocina que había colocados en la pared.

Cuando conseguí darme la vuelta vi lo que pasaba, el perro “pequeño” me había sorprendido por la espalda, debía de estar fuera del garaje y no me había dado cuenta. Con la idea de lanzar los cocteles lo más rápido posible no valoré la posibilidad de que no estuvieran los dos animales dentro por lo que en cuanto vi algo moverse lance el ataque sin pensarlo. El perro me había lanzado un zarpazo que me alcanzó en el casco y me lanzó contra el suelo. En el momento en que el animal se dispuso a saltar sobre mí, Merche lo embistió con fuerza haciendo que su cabeza acabara en mi regazo y sus intestinos y vísceras se esparcieran por todo el coche y la calle haciendo que Merche se estrellara contra otro coche.

-¡¡¡Merche!!! – Chillé mientras me levantaba.

Cuando me dispuse a acercarme al coche, un golpe seco me distrajo, el fuego había hecho que las puertas de los muebles se soltaran y lo que vi dentro me dejo acojonado. Tres bombonas de butano estaban rodeadas de fuego, al rojo vivo. “Que no estén llenas, por favor”, pensé mientras miraba hacia el interior, el perro grande estaba tratando de levantarse, dolorido por las quemaduras pero con una mirada de ira tremenda. Cogí un par de botes con la gasolina sobrante y los arroje con fuerza contra él volviendo a generar una tremenda bola de fuego.

-¡¡Merche!! ¿Estás bien? – grite mientras me hacía con el G36. – ¡¡Responde!!

Varios chasquidos surgieron de nuevo de la esquina donde estaban las bombonas, una de ellas se estaba hinchando alarmantemente. Apunté con el fusil hacia el perro que se revolvía envuelto en llamas mientras comenzaba a avanzar hacia mí. Lance varios disparos apuntando hacia sus patas, la delantera izquierda saltó por los aires destrozada y el animal cayó de bruces contra el suelo.

-¡¡Borja!! – Por fin Merche daba señales de vida – Estoy bien pero me duele mucho un hombro. – Estaba saliendo por su propio pie del coche pero visiblemente magullada.
-¡¡¡Aléjate!!! – le grite – Lo más rápido que puedas, aquí hay varias bombonas y mucho fuego.

Vi que tenía algunas heridas en la cara, la pantalla del casco se había roto al chocar con el airbag y algunos trozos se le habían clavado. Me volví hacia el perro, avanzaba cojeando hacia mí, una nueva ráfaga salió del fusil y de nuevo una pata, esta vez de atrás, salto por los aires. Al ver que el animal volvía a caer, me giré y salí corriendo. Cogí a Merche en brazos como pude, no sin antes una fuerte queja por su parte, seguramente por el dolor del hombro y salté detrás de un coche bajo unos arbustos que había en la acera de enfrente de la casa. Dejé a Merche en el suelo “lo siento” le dije al oído antes de volver a centrarme en el garaje.

-Joder – No pude contenerme.
-¿Qué pasa? – Preguntó Merche mientras trataba de incorporarse.
-Quédate en el suelo – la ordené.

La maldita bestia había conseguido llegar hasta la puerta del garaje, casi no tenia fuego pegado en su piel, al arrastrase debía de haber apagado las llamas con el suelo, pero estaba visiblemente herido. Su mirada de odio era impresionante y nos buscaba con ansia, estaba claro que tanto humo y fuego le habían afectado y no podía oler bien.

Me incorporé decido a atacarle con el G36, en ese momento una terrible explosión salió del garaje, medio edificio salto por los aires y una enorme bola de fuego se propagó por toda la calle. Salí despedido hacia atrás y me golpee con un árbol, Merche se encogió y aguantó todos los cascotes que le cayeron encima. El edificio comenzó a derrumbarse y el animal quedo atrapado en el fuego y los escombros.

No sabría decir cuánto estuvimos inconscientes, pero cuando abrí los ojos ya era casi de noche. El olor a quemado invadía todo el lugar, al levantarme vi que el fuego se había propagado en las casas colindantes y poco a poco iba cogiendo fuerza. Un quejido me saco de mi abstracción con el fuego.

-Merche, ¿estás bien? – unas ramas de árbol le habían caído encima.
-Me duele todo, y el hombro está muy agarrotado y no puedo moverlo bien.
-Tenemos que salir de aquí, el fuego está comenzando a ser muy peligroso. – Le dije mientras la levantaba con el mayor cuidado posible.

Comenzó a levantarse una leve brisa y el fuego tomo fuerza cuando alcanzo los arboles del jardín trasero. Subimos la calle lo más rápido que pudimos. Al llegar al final nos volvimos, tres edificios eran pasto total de las llamas, los arboles parecían antorchas que propagaban el fuego a los edificios colindantes.

-Madre mía, la que hemos montado. – Dijo Merche mientras observábamos el espectáculo.
-Me temo que tenemos que irnos de aquí antes de lo planeado – pensé en alto. – No hay nadie para controlar ese fuego y toda la urbanización acabara reducida a cenizas.
-Sí, vamos a casa y nos preparamos. – Fue lo último que dijo Merche antes de desmayarse.

Cuando llegué a casa dejé a Merche en la cama, boca abajo y le levanté la camiseta. Tenía un enorme moratón en el hombro, a la altura del omoplato. Lo toqué con cuidado, no me pareció que estuviera algo roto, moví un poco la articulación y no sonó nada raro ni sentí ninguna resistencia ni rotura. Merche soltó un leve lamento. Afortunadamente era un simple golpe, más bien un golpazo pero no tenía nada roto. Le unté la espalda con una crema para golpes, le cure los cortes de la cara y la deje durmiendo. Salí al jardín trasero, la noche estaba iluminada por el resplandor del incendio que estaba unas casas más abajo. “Mañana nos tenemos que ir de aquí sin falta”, la brisa ya no se notaba, afortunadamente no había nada de viento. Fui por todo el jardín abriendo los grifos de las mangueras que hay distribuidas y dejándolas en los arboles colgadas para que fueran mojando lo más posible ramas, hojas, suelo y todo lo que pudieran para evitar un poco la propagación del fuego.

Al volver a casa Merche estaba despierta y sentada en la cama.

-¿Dónde estabas? – pregunto con cara de susto.
-Fuera, mirando el fuego y poniendo las mangueras por el jardín para que lo inunden. – respondí.
-Me he asustado, cuando me he despertado estaba sola y no respondías. – me dijo mientras unas lagrimas se le escapaban de los ojos.
-No te preocupes, no te abandonaré jamás – Respondí mientras la abrazaba. – ¿Qué tal el hombro?
-Me duele, pero no es mucho, puedo moverlo un poco.
-Mañana nos tenemos que ir de aquí, no creo que ese incendio se apague solo y estamos en peligro. – la informe de la situación y de lo que había pasado antes de desmayarse.

Nos preparamos algo de comer, dimos a las perras su ración y terminamos de guardar todo lo que teníamos y queríamos llevarnos.

Antes de irnos dejare aquí un comentario con la idea que tenemos y las novedades antes de dar la casa por cerrada. Tengo un par de cuadernos y varios bolígrafos preparados, hare el diario en papel hasta que lo pueda transcribir al ordenador y ponerlo en el blog, si es que encontramos algún sitio donde conectarnos a internet y cargar los aparatos electrónicos. Seguramente en casa de la madre de Merche podremos hacerlo, que la suerte nos acompañe y nos salga todo bien.

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