martes, 1 de noviembre de 2011

ENTRADA 43

29 de Octubre - Borja – Calabozo. Punto Seguro.

Mientras Merche y Elena registraban las tres casas que teníamos cerca de la que habíamos ocupado, yo me dirigí, en dirección contraria, hacia un conjunto de cuatro casas que no habíamos registrado aún. Éstas eran las más grandes de la urbanización, estaban situadas en una parcela enorme, que formaba una especie de lágrima. No las registramos antes porque sus muros eran muy grandes y decidimos dejarlas para un caso de extrema necesidad.

Cuando llegué a la primera de ellas, pude comprobar que, al lado de la tremenda verja que hacía las veces de puerta, donde empezaba el muro de piedra con un gran pilar, una enorme enredadera se había adueñado de él, sus ramas eran bastante gruesas y formaba un complicado entramado que permitía apoyar los pies y agarrarla con la mano para escalarla.

En pocos segundos estuve dentro del jardín. Unos metros a mi derecha pude ver una pequeña garita de vigilancia. La puerta estaba abierta. El interior se encontraba a oscuras, tenuemente iluminado por un pequeño monitor, en el que se veía la imagen de lo que seguramente sería el patio trasero. Entré, un pequeño, pero completísimo, cuadro de mandos se situaba debajo de un panel, con otros cuatro pequeños monitores. Eché un vistazo al conjunto de botones que lo formaban. Comencé a pulsarlos uno tras otro. Las luces del jardín se encendieron, la puerta del garaje se abrió y, por fin, la enorme verja comenzó a moverse hasta dejar la entrada de coches despejada.

Cuando salí de la garita, antes de entrar en la casa por el garaje, me asomé a la calle. Vi a Merche y a Elena entrar en la segunda casa que les había tocado revisar, ya solo estaban a una de nuestro garaje.

Entré en el garaje. Dos motos y tres coches me recibieron. Una preciosa BMW descansaba junto a una, mucho más preciosa, Harley Davidson Electra Glide Ultra Classic edición CVO, “lo que hace tener pasta” Pensé, “aunque ahora no le vale de nada”. A la derecha de las dos motos descansaba un BMW X5 verde, seguido de un Porsche Carrera rojo y, por último, un Mercedes CLK color negro. “Ojala encuentre las llaves de ese todoterreno” Me dije a mí mismo.

En la pared, que se encontraba a la derecha de la puerta que daba a las escaleras de subida a la casa, encontré un pequeño armario de llaves. Lo abrí, rápidamente, con la esperanza de encontrar las llaves de los vehículos en él, sería una tremenda suerte no tener que revisar la casa. Dentro del pequeño armario encontré las llaves de las dos motos y del Porsche. Cogí las llaves del deportivo y me dirigí hacia él, si no encontraba las llaves del todoterreno, éste coche nos podría servir si no conseguíamos encontrar otro. Lamentablemente, el depósito estaba totalmente vacío y el coche no arrancó.

Resignado, comencé a subir las escaleras para registrar la casa. Llegué al enorme recibidor. Un gran ventanal, colocado a lo largo del marco de la puerta, iluminaba toda la entrada. Un pequeño mueble de diseño gobernaba la entrada, pegado a la pared que se situaba paralela a la entrada. Sobre él, unos cuantos llaveros con sus respectivas llaves, se encontraban sobre un plato de cristal.

Me acerqué al mueble, rebusqué entre todas las llaves, debía de haber, por lo menos, unas quince llaves distintas. Por fin encontré lo que habíamos estado buscando, al fin me hice con las llaves del todoterreno, un reluciente escudo de BMW coronaba el centro de la llave. Era la secundaria, sin los botones del cierre centralizado, pero no podía pedir más. Bajé corriendo al garaje, el coche abrió a la primera. Entré, metí la llave en el contacto, la giré. El indicador de gasolina no se movía. “Mierda” Pensé, pero en ese momento todos los indicadores comenzaron a moverse, realizando comprobaciones, y por fin, la aguja del indicador de combustible se paró en los tres cuartos. Arranqué el coche. Escuchar el rugir de ese motor me produjo un increíble alivio. Por fin teníamos un coche, un gran coche donde poder llegar a salvo a nuestro objetivo. Un coche con el que podríamos meternos por el campo en caso de ser necesario.

Salí del garaje, me paré en la cuesta que llevaba a la entrada. Apagué el coche, cogí las llaves, por nada del mundo me iba a separar de ellas, y me acerqué a la verja.

-Salga de la casa, con las manos en alto.- Gritó una voz desde la calle.- No nos obligue a entrar.

Por un momento dudé, pensé en meterme corriendo en el coche y salir a toda velocidad llevándome, a quien fuera que me había hablado, por delante, coger a Merche y a Elena y largarnos a toda velocidad de allí. Pero el sonido de armas automáticas amartillándose me paralizó.

-Ya salgo, ya salgo, no disparen.-Dije en voz alta.

-Al suelo, échese al suelo.- Las órdenes eran cada vez más imperativas.

Un Humvee del ejército español estaba aparcado en frente de la casa. Tres soldados, o eso parecían, me esperaban en la calle. Uno de ellos me apuntaba con su G36 desde la torreta. El copiloto del vehículo me controlaba con su pistola mientras se acercaba a mí. El conductor estaba apoyado en su ventanilla con otro G36 preparado para dispararme al mínimo gesto sospechoso.

-¿Está armado? –Me preguntó el copiloto mientras me ponía la rodilla en la espalda.

-No, no.-Respondí entrecortado por la falta de aire.- No tengo ningún arma, solo pasaba por aquí buscando comida.

-Ya, ya.-Me levantó agarrándome por mi brazo derecho.- Eso se lo contarás a nuestro teniente.-Terminó mientras me ataba las manos por delante.

Con fuerza me empujó hacia el Humvee. Me llevó a la parte trasera y me metió dentro del vehículo. Miré hacia nuestro garaje con la esperanza de que Merche y Elena se hubieran dado cuenta de lo que pasaba y se hubiesen escondido.

-Vámonos.- Ordenó en copiloto.

El conductor arrancó a toda velocidad, nos dirigimos hacia la salida de la urbanización. Cogí las llaves de mi bolsillo, envueltas en un pañuelo, y las tiré por la ventana, justo cuando pasamos enfrente del garaje donde teníamos el campamento. “Espero que Merche las vea”.

Tomamos la carretera en dirección a Alpedrete, al llegar a la rotonda, giramos a la izquierda y nos dirigimos hacia Villalba. El conductor del Humvee conducía bastante rápido, pero lo hacía bastante bien. La carretera estaba totalmente despejada, todo lo contrario de lo que vimos hace días en Guadarrama o Alpedrete.

En pocos minutos llegamos al Planetocio de Villalba, giramos la rotonda y nos metimos en el garaje subterráneo del centro comercial. Abajo, vi Humvees del ejército aparcados, varios soldados patrullaban el aparcamiento. Nos acercamos hasta la entrada peatonal donde paramos.

-Salga.- Me ordenó el copiloto.

Cuando salí, una pareja de soldados, con sendos brazaletes negros en sus brazos derechos, donde se podían ver las letras PM, se acercaron a nosotros.

-¿Donde lo han encontrado?-Preguntó uno de ellos.

-En la urbanización del sector Charlie del pueblo de Alpedrete.-Respondió el soldado que me custodiaba.

-Llévelo a la zona de registro B2.1.-Ordenó el policía militar.-Que los científicos le realicen pruebas para determinar su destino. Después llévelo a la sala I1.1 para su interrogatorio.

-A la orden.

-Pero…-Comencé a decir, no me dejaron terminar.

El soldado que me custodiaba me pegó un empujón, metiéndome en la zona comercial.

-Sera mejor que no abras la boca.-Me dijo.-Te mataran sin dudarlo si eres una molestia.

-¿Qué coño es esto?-Pregunté, no esperaba respuesta pero tenía que intentarlo.

-Estás en lo que queda del punto seguro de la sierra noroeste.-Sorprendentemente me respondió.-Entre soldados, científicos, médicos y civiles, seremos unas ochenta y cinco personas.

-Veras.-Continué la conversación.- Preferiría que me dejarais donde me encontrasteis, no quiero estar en un punto de estos.

-Yo tampoco, pero son mis órdenes.-Respondió.-No podemos salir de aquí, se espera, en poco tiempo, un ataque de sujetos infectados que vienen desde Castilla y León.

-¿Qué?-Dije sorprendido.- ¿Y qué demonios hacéis aquí? Os van a destrozar.

-Posiblemente, pero nos han ordenado peinar varios pueblos para sacar a los pocos supervivientes que queden.-Continuó.- Supuestamente, en un par de días, llegaran los helicópteros y nos sacarán de aquí.

-¿Y ese “poco tiempo” para el ataque, cuánto es?-Pregunté.

No recibí respuesta. No me creía lo que oía, me habían cazado y me iban a sacar de allí sin Merche, no podía permitirlo. Además, se esperaba un ataque de infectados y, por lo que ha dicho, no hay demasiados soldados.

Llegamos a una zona donde habían colocado varios cubículos separados por biombos de tela, con camillas e instrumental hospitalario. Un médico me esperaba.

-Siéntese.- Pidió.- Le vamos a hacer unas pruebas rutinarias para establecer si es apto para quedarse o no.

-Estoy vacunado.-Dije.

-¿Perdón? – Preguntó sorprendido el doctor. Un científico asomó la cabeza.

-Que estoy vacunado contra la infección.-Dije más alto. – No me puedo infectar.

-¿Qué está diciendo? – El científico entró en la conversación. – Sólo se han vacunado personas de alto nivel pertenecientes a la organización XXXXX. ¿Cómo puede ser?

-Yo trabajaba en esa organización, nos vacunaron días después del comienzo de los disturbios en Madrid.

El científico no daba crédito a lo que oía. Le dijo algo al médico. Éste preparó una jeringuilla con la que me sacó un poco de sangre y se la entregó. A los pocos minutos, el científico, apareció de nuevo, con una cara de asombro impresionante.

-Es cierto que está vacunado.-Dijo.

-Pues claro-Dije nervioso.-Y si me hace el favor, podría pedir que me soltaran y me dejaran volver al sitio donde me encontraron. No quiero estar aquí.

-Eso no va a ser posible.-Una voz tremendamente ronca interrumpió la conversación.

Un hombre con uniforme militar, mucho mayor que la mayoría de los que allí había, apareció en el cubículo.

-Soy el Coronel Rodriguez.-Se presentó.- Estoy al mando de esta unidad.

-¿Un Coronel al mando de esto?- Pregunté extrañado. – ¿No es demasiada graduación para tan poca cosa?

-Podría ser.- Respondió.- Pero diversos acontecimientos nos han llevado a cosas poco comunes.

-Vera, coronel, como ya les he dicho a sus compinches-Comencé a hablar, quería irme de allí.-Quiero volver al lugar donde me han encontrado, no quiero estar aquí. Así que le agradecería…

-Ya le he dicho que eso no es posible.-Su tono era muy tajante. – Nadie puede abandonar el punto seguro hasta que lleguen los helicópteros.

“Joder” Pensé. La cosa no pinta bien. En ese momento, un joven soldado apareció detrás de nosotros. Su cara estaba totalmente pálida y sudaba abundantemente. Se acercó al Coronel y le susurró algo al oído.

-Llévenlo a uno de los calabozos, no quiero problemas.-Ordenó antes de marcharse.-Usted y yo hablaremos más tarde.-Me dijo.

Dos soldados aparecieron y me escoltaron hasta la zona donde habían montado los calabozos. Estaban en los locales del sótano, en la primera planta del aparcamiento.

Me metieron junto a otras dos personas. Una de ellas era un hombre mayor, muy cascado, estaba tumbado en el camastro y no se movía. Murmuraba algo ininteligible pero constante. La otra, un joven soldado, estaba lloriqueando en una esquina.

Me dejaron una manta gris, una bandeja de metal con algo de comida y agua. Cerraron la puerta y allí me quedé esa noche. Pensando en Merche y en cómo salir de allí lo antes posible. Tenía tres días para volver antes de que Merche se fuera a casa de su familia, si es que me hacía caso.

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