jueves, 24 de noviembre de 2011

ENTRADA 59

Miércoles 23 Noviembre. 03.45 Horas.

De madrugada nos despertaron los gritos de Igor. Estaba teniendo sueños febriles. Deliraba gritando, parecía que buscaba algo y no lo encontraba, produciéndole una sensación de ansiedad que iba incrementando por momentos. Al tocarle le notamos tremendamente caliente. Su temperatura corporal era excesivamente alta. Bea nos dijo que comenzó a encontrarse mal por mañana y que por eso no se ofreció voluntario para entrar en el supermercado.

Le abrí los ojos. Sus pupilas estaban inusualmente dilatadas. Las venillas de los globos oculares se habían hinchado. Miré a Merche con cara de preocupación.

-Me temo que se ha infectado.-Dije decaído.

-¡¡No puede ser!! - Bea gritó y se agachó a su lado.

"¿Pero cómo?" Me pregunté. Que supiéramos no habían tenido contacto con infectados. Supuestamente, cuando se quedaron atrapados en el supermercado del pueblo, no les atacaron y consiguieron huir sin problemas. "¿O no?" Me dije mirando a Bea.

-Bea.-Dije.- ¿Cómo escapasteis del supermercado?- Ella me miró asustada.- Sergio dijo que prendieron fuego al local cuando estabais dentro.

Rompió a llorar. Se quitó la camiseta, quedándose solo con el sujetador. Su cuerpo estaba lleno de pequeños cortes. Todos habían cicatrizado de manera extraña. Las costras que se formaron en cada uno de ellos parecían podridas, algunas rezumaban algo de pus anaranjado. Hizo lo mismo con Igor. Al igual que ella, su cuerpo estaba lleno de pequeñas heridas mal curadas, tenía mucha más cantidad.

-Nos cogieron dentro del supermercado.-Comenzó a contar su historia.-Vimos como se llevaban a Sergio. Lo arrastraban por la calle, parecía muerto. Estábamos realmente asustados. Nos llevaron a uno de los chalets cercanos. La piscina estaba llena de cadáveres, había muchísima sangre.- El recuerdo de lo que les sucedió le provocada temblores.- No nos dijeron nada. Nos desnudaron y comenzaron a hacernos cortes con varias navajas. Después de eso nos colgaron de unos ganchos y nos introdujeron en la piscina. La sangre y los cuerpos nos golpeaban por todos lados. No sé cuánto tiempo nos tuvieron allí metidos. Ambos nos desmayamos por el olor y el dolor producido por los cortes. Cuando despertamos estábamos tirados en el fondo de la piscina sobre todos los cadáveres. No había nadie. Nos vestimos y salimos corriendo. Estábamos convencidos de huir. No queríamos volver y ser un peligro para vosotros. Recordamos lo que nos contó Merche la noche que nos encontraron. Lo que habían vivido con la madre de Elena. Pero cuando saltamos el muro os oímos al otro lado y vimos que estabais en peligro. No pudimos evitar ayudaros.

El silencio reinó durante mucho tiempo. Estábamos tratando de digerir esa horrible historia. Íbamos a perder a dos miembros de la familia.

-Cof, cof.-Igor recuperó el sentido un momento.-Dejadnos... ir.-Dijo sin casi fuerzas.-Dejadnos... ir.

-Estábamos planeando marcharnos esta noche.-Continuó Bea.-Pero cuando he ido a despertarle estaba así.

La decisión estaba clara pero era difícil de llevar a cabo. Las hermanas se negaban a dejarles solos en el exterior pero a la vez sabían que allí serian un peligro mayor para nosotros. Además sería peor tener que matarlos a sangre fría. Tras un par de horas, en las que Igor se recuperó un poco y ya se mantenía en pie, Bea tomó la decisión y habló con su familia.

Dejamos a las cuatro hermanas y a su madre un rato a solas. Todas lloraban y se abrazaban. Igor se despidió de todas y Gonzalo y yo le ayudamos a salir a la calle.

-Tampoco es que nos hayamos conocido mucho.-Comenzó a decir mientras miraba el cielo estrellado.-Pero sois muy buena gente. Creo que nos habríamos llevado muy bien.

-No lo dudes.-Dijo Gonzalo.

Yo no pude decir nada. Desde que empezó esta mierda he tenido que dejar a mucha gente atrás, he tenido que matar a demasiada gente. La rabia y la impotencia me consumían y no me dejaban hablar. Recordé a mis padres y sentí mucha desesperanza. No sabía nada de ellos desde hace mucho tiempo. Tampoco sabía la suerte de mi hermana. Me sentí egoísta y cobarde por no haber insistido más e ir a buscarles quisieran o no. no pude evitar derramar algunas lágrimas. Gonzalo me miró. Después de diez años, como cuñados, sabia reconocer mi estado de ánimo. No dijo nada. Igor se preguntó que tal estaría su Madre. Vivía en Madrid y tampoco sabía nada de ella desde que había estallado la infección. Nos encontramos todos pensando en ese momento en la gente que conocíamos y en nuestros familiares, en la suerte que habrían corrido esos días.

La familia de Merche salió por la puerta del supermercado. No lloraban pero estaban tremendamente tristes. Bea se acercó a nosotros. Abrazó a Gonzalo y después a mí.

-Cuida de Merche.-Me dijo al oído.- Espero que os vaya bien.

Tras un rato de nuevos abrazos y alguna lágrima más. Igor y Bea se perdieron en la oscuridad. Cuando casi no les veíamos comenzaron a correr, se dirigieron hacia el pueblo del que habíamos huido. Por la carretera, no querían ocultarse, ya no.

Nadie pudo dormir más aquella noche.

1 comentario:

  1. Hola Borja. Creo que ha sido mala idea dejar ir a Igor y Bea... Dos balas hubiera sido lo más " humanitario ".

    Sigo enganchado a tu relato. Espero que puedas leer mi comentario en cuanto tengas una conexión a Internet. Tened cuidado, vale ?

    Juanky

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