jueves, 3 de noviembre de 2011

ENTRADA 48

Un fuerte estruendo nos ha despertado a todos por la mañana. Luis Javier y yo hemos salido al jardín para comprobar la procedencia del sonido. El origen estaba en Villalba. Una enorme columna de humo se elevaba, imponente, sobre las copas de los árboles. Tenía toda la pinta de que el Planetocio estaba ardiendo por completo. Nuevos estruendos nos han confirmado que los depósitos de combustible de la gasolinera o los generadores, que el ejército usaba para proporcionar luz al centro comercial, estaban volando por los aires. Las explosiones se sucedían constantemente, acompañadas de un resplandor anaranjado y crecientes columnas de humo negro.

Estábamos bastante preocupados. No teníamos ni idea de hacia dónde se dirigían los infectados. Nuestra huida fue tan frenética que no nos paramos a comprobar si nos seguían, sobre todo los dos que corrieron detrás nuestro. Pensábamos que, poniendo tierra de por medio, debíamos haberlos despistado. Pero era inevitable sentir el temor de estar siendo observados en ese momento.

Volvimos a entrar en el garaje. Merche estaba preparando las últimas mochilas. Elena jugaba con las perras en el salón. Luis Javier aprovechó para lavarse un poco. Yo traté de entrar en alguna página de noticias pero no funcionaba casi ninguna de ellas. Las pocas que tenían información estaban tremendamente desactualizadas. Me parece increíble que aún pueda conectarme a internet. Los teléfonos siguen dando señales pero cada vez con más cantidad de ruido y es imposible contactar con alguien.

Al medio día comimos algo y planeamos cómo íbamos a continuar. La mejor opción era tomar el camino más directo desde nuestra posición. Si por un casual nos encontrábamos con algún obstáculo que no nos permita continuar en el coche, iríamos andando. Teníamos localizados varios lugares donde poder parar en caso de ser necesario.

Con el Humvee en la puerta, estábamos convencidos de que ese iba a ser el vehículo que usaríamos, pero Luis Javier nos dio la mala noticia. El depósito estaba casi seco, no llegaríamos muy lejos, por lo que el BMW se convirtió en nuestro medio de transporte.

A media tarde habíamos terminado de cargar todo el material en el maletero del todoterreno. Entre todos, quitamos las ramas que lo cubrían y Merche se preparó para arrancarlo.

-¡¡Señor Laita!! - Una voz conocida sonó en el exterior de la parcela, al otro lado de la valla de la casa. - Salga de ahí, maldito.

-Coño.- Dijo Luis Javier.- Es el Coronel.

Nos acercamos a la valla y, apartando las enredaderas que estaban creciendo junto a las arizonicas, nos abrimos un hueco por el que mirar. Efectivamente, era el Coronel. Estaba en la torreta de un Humvee, acompañado de otros cuatro soldados. Un segundo Humvee se situaba a la derecha de la casa, dentro de la urbanización, con otros cinco hombres, casi todos civiles. En la entrada de la colonia, un camión militar esperaba con una docena de civiles. Todos estaban tremendamente agotados, con las ropas sucias. Algunos tenían vendas en la cabeza o los brazos. Multitud de manchas de sangre en la ropa, acartonada, dejaban patente que todos y cada uno de ellos habían salido del centro comercial.

-Sé que no me lo ha contado todo.-Gritó el Coronel.-Usted sólo, con su familia, sin rumbo y no queriendo ayuda de los militares. No es una historia muy creíble.-Su tono era tremendamente amenazador.-Sus putos laboratorios seguro que tenían algún as en la manga para un caso como este. ¿Por qué vacunar a sus empleados y dejarlos morir en la calle? No me lo creo.-Hizo una pausa.-¡¡¡Señor Laita!!! Salga aquí.

Nosotros preocupándonos por los infectados y ahora teníamos en nuestras puertas a un Coronel, totalmente cabreado, que quería obligarme a contarle todo lo que sabía. Estoy seguro de que si se enteraba de que existía un punto seguro, especial, en la pedriza, no dudaría en atacarlo, aunque fueran pocos para hacerlo.

-¿Qué hacemos?- Preguntó Merche.

-Ten cuidado con la decisión que tomes.-Dijo Luis Javier detrás de ella.-Ese tío ha ejecutado a cantidad de gente solo por sospechar que podrían ser un problema. Es un peligro, se muestra muy amable pero es un auténtico hijo de puta.

-Me lo dices o me lo cuentas.-Respondí.- Empiezo a pensar que, el muy cabron, nos dejó escapar para poder seguirnos. Todo era puro teatro.

-No me obligue a mandar a mis hombres.-El Coronel comenzaba a inquietarse.-Si entramos no daremos cuartel. Con mantenerle vivo a usted me vale pero, si salen ahora, no mataré a nadie.

-¿Y si le matamos? - Propuso Luis Javier.- Es tan fácil como dispararle desde aquí.

-No creo que sea buena idea.-Respondió Merche.-Todos los demás se nos echarán encima. Sin nadie que les mande, harían lo que quisieran y seguramente nos matarían.

La situación era bastante delicada. Si salíamos, acabaríamos todos prisioneros de ese maldito Coronel. Sin la seguridad de continuar con vida si se le cruzaban los cables. No podríamos ir a casa de la familia de Merche. Tampoco nos dejarían entrar en el punto seguro, provocando un enfrentamiento entre los defensores y estos atacantes, poniéndonos a nosotros de por medio. Acabaría muy mal.

-Contad cuantos tíos armados hay fuera.-Les dije a Merche y a Luis Javier.-Todos los que serian peligrosos en caso de salir. Elena.- Continué, dirigiéndome a la pequeña.- Coge a Boni y a Yuko y metete en el coche, en el asiento trasero. Túmbate en el suelo y tapate con una de las mantas que hay en el maletero, ¿vale?

-¿Qué pretendes? - Me preguntó Merche. - No sé quien me da más miedo.- Sonreía. Sabía que mis ideas eran tremendas, pero, hasta ese momento, nos habían sacado de varios apuros.

-Básicamente, vamos a salir cagando leches de aquí.-Comencé a contarles el plan.-Voy a darle conversación a ese cretino. Cuando sepáis cuantos hay, meteos en el coche.-Me dirigí a Luis Javier.- He visto que tienes dos granadas, ¿no?

-Sí.-Respondió.- Y varias bengalas.

-Genial. Cuando sepamos cuantos hay ahí fuera.-Continué.-Vamos a hacerle creer que salimos. En ese momento, cuando la puerta automática comience a abrirse, quiero que lances las granadas. Una contra el Humvee del Coronel y otra contra el que está a la derecha.-Me dirigí a Merche.-Tu lanza las bengalas hacia la entrada, para asustar a los del camión. Creo que son casi todos civiles. No nos harán nada si están asustados.

-Joder, menudo plan.-La cara de Luis Javier era un poema.-Estas como una puta cabra.

-Es posible.-Dije sonriendo.-Pero no pienso rendirme a ese soplapollas.-Continué contándoles el plan.-Una vez que salgamos, tenemos que ir, lo más rápido posible, hacia el cementerio. Si tenemos problemas, nos metemos en el campo sin dudarlo, aunque haya que llevarse por delante alguna puerta metálica. Si nos siguen, trataremos de darles esquinazo. Dispararemos solo si es necesario. ¿De acuerdo? -Pregunté. Necesitaba que me confirmaran que me seguirían en esa locura de plan.

-Por supuesto.-Dijo Merche sin dudar.

-No creo que haya muchas más opciones.-Respondió Luis Javier.- Así que, vamos a darles duro.

-Bien. Merche, tu conduces.-Le dije sonriendo.

-Vale.

Merche y Luis Javier se pegaron a la valla, comenzaron a contar.

-Coronel.-Comencé el espectáculo.-Tiene que prometerme que no nos hará nada. Tengo la sensación de que usted no es muy fiable.

-Maldito idiota.-Gritó en respuesta.- Valore su situación y piense dos veces sus palabras. Le he dicho que no les mataré si salen, tirando las armas. Tiene mucho que contarme.

-No le entregaré las armas, Coronel.-Tenía que ponerle nervioso.- No permitiré que nos deje desarmados. ¿Nos defenderá en caso de ser atacados? No seremos sus prisioneros. Debería tratarnos bien.

-¿Pero qué demonios está diciendo? - Estaba consiguiendo mi objetivo.- Me interesa usted.

-Verá. Sé donde podemos estar seguros. Pero todos. - Continué. - Hay un lugar donde nos acogerán. Comida, camas, agua. Todo lo que necesitamos para sobrevivir.

-Buen chico. - Dijo. - Salgan ahora mismo, entreguen las armas y valoraremos su situación.

-Coronel. Creo que no me ha oído.- Respondí.- No le voy a entregar las armas. Ustedes vienen con nosotros, no al revés. Mandamos nosotros.

Merche y Luis Javier pasaron a mi lado.

-He contado dos a la derecha.- Dijo Merche.-Otros dos con el Coronel.

-Hay uno en la entrada.-Completó Luis Javier.-Confirmo lo que ha dicho ella.

-Eso nos da un total de unos cinco peligrosos.-Comenté.-Ok, id al coche. Vamos a empezar.

Cuando los dos estuvieron dentro del BMW, continúe la conversación.

-Coronel. Espero que tenga en cuenta mis peticiones.- Trataba de liarle.- Si confirma que nos dejará con vida y hará lo que yo le pida, saldremos enseguida.

-Maldito.- Le notaba dubitativo. - De acuerdo, salga aquí y llegaremos a un acuerdo. Pero no trate de engañarme. Les mataré a todos si me la juega.

"Perfecto" Pensé. El Coronel ordenó a los dos soldados de su Humvee que se prepararán para nuestra salida. Ambos se colgaron el G36 al hombro y se acercaron a la puerta. Los otros se prepararon. Uno de ellos apuntaba hacia la entrada, los otros no se movieron. Seguramente debido al cansancio.

-Muy bien.-Informé.- Vamos a salir.

Me acerqué a la puerta y apreté el botón de apertura. Ésta comenzó a abrirse lentamente. Corrí hacia el coche. Cogí el G36 y un bate. Luis Javier tenía las granadas preparadas. Merche encendió una de las bengalas.

-¡¡Ahora!! - Grité.

Ambos lanzaron, a la vez, la granada y la bengala respectivamente. Merche arrancó el coche y pisó el acelerador. Bajé la ventanilla y saqué parte del cuerpo, con el bate de baseball en la mano. La puerta terminó de abrirse.

-Malditos desgraciados.-Gritó el Coronel.

La granada explotó a su derecha. Se golpeó la cabeza contra una de las placas de metal que hacían de protección en la torreta haciéndole caer en el interior del vehículo. Uno de los soldados salió despedido y chocó contra el lateral del Humvee, cayendo muerto al lado de la rueda.

El factor sorpresa había funcionado. Luis Javier lanzó la segunda granada contra el otro vehículo. Los cinco ocupantes se echaron al suelo. La explosión se llevó por delante a dos de ellos, que perdieron parte de sus extremidades y se retorcían en el suelo. Los otros tres quedaron atontados. Cuando llegamos a la entrada de la parcela, los dos soldados que se habían acercado, estaban desorientados. No se esperaban ese ataque. Uno de ellos miraba hacia el Humvee del Coronel. El otro trataba de hacerse con el G36 de su espalda. Al pasar a su lado, le golpeé, con toda la fuerza que pude, en la cabeza. Su cuello se retorció de tal manera que acabó roto, giró sobre sí mismo y cayó al suelo fulminado. El primero saltó hacia atrás, golpeándose con el muro y quedó sentado en la acera, con una asombrosa cara de pánico.

-Vamos.-Grité.-Salgamos de aquí.

Merche salió a la carretera a toda velocidad. Los ocupantes del camión habían saltado de él, aterrados. Corrían en todas direcciones buscando un lugar donde ocultarse. Cuando pasamos a su lado, Luis Javier, lanzó una ráfaga, con su G36, al aire para acojonarlos un poco más.

Enfilamos la carretera, la rotonda se situaba frente de nosotros, totalmente despejada.

-Nos están siguiendo.- Dijo Merche mirando por el retrovisor.

Efectivamente, los dos Humvees salieron de la urbanización tras un tremendo derrape. Desde las torretas, dos soldados, disparaban sus fusiles de asalto. En uno de ellos, el Coronel gesticulaba con odio.

-Elena, agáchate y no se te ocurra levantarte.-Ordenó Merche a la pequeña.

-Toma, ponte esto.-Luis Javier le tendía su casco a Merche.-Lo he ajustado al máximo, es de kevlar. Si atraviesa algún disparo el cristal, esto lo parará.

Era una magnífica idea. Merche tenía que conducir y no podía preocuparse de esconderse de los disparos. Llegamos a la rotonda. La cogimos a toda velocidad, casi acabamos por la salida que no era de la inercia. Uno de los Humvees perseguidores la cogió en dirección contraria, imagino que tratando de cortarnos el paso. No sin problemas, Merche retomó el control y consiguió dirigirnos por la carretera que debíamos coger.

- Dispara por tu ventana a esos cabrones. -Grité.

Luis Javier comenzó a disparar por su ventana contra el vehículo que teníamos casi en paralelo. El soldado que iba en la torreta cayó de la torreta al interior del Humvee, le había conseguido acertar a pesar del movimiento. Un segundo soldado asomó y comenzó a disparar.

-Mierda.-Gritó metiéndose en el coche.

Le habían alcanzado en el brazo. Eso provocó que soltara el G36, no pudo sostenerlo. Le habían desgarrado los músculos y se le escapó de las manos.

-¡¡Agarraos!!-Nos advirtió Merche.

Tuvo que meterse por el campo adyacente a la carretera. Varios coches accidentados cortaban el paso, haciendo imposible continuar por ella. Tras esquivarlos, dando varios tumbos y saltos, consiguió volver al asfalto. Uno de los Humvees perseguidores salió por el lado contrario y al volver a la carretera se situó en paralelo a nosotros. La imagen me recordó muchísimo a la persecución que vivimos cuando salimos de Guadarrama. El soldado que conducía el vehículo trataba de echarnos de la carretera. El segundo Humvee se situó a nuestras espaldas, empujándonos.

-Joder.-Merche estaba esforzándose al máximo.-La cosa esta jodida.

-Aguanta.-Grité.

Me asomé de la misma manera que en la primera persecución y descargué varios disparos contra el vehículo que teníamos al lado. No conseguí acertarle a ninguno de sus ocupantes, pero nos valió para que se despegaran de nosotros y se situaran a nuestra espalda, junto al otro perseguidor.

Subimos la carretera, estábamos llegando a la siguiente rotonda. Merche bajó un poco la velocidad. La curva que debíamos tomar era mucho más pronunciada y estaba muy mal peraltada. Antes del caos, vimos cantidad de coches de chavales que volcaban en esa rotonda por cogerla demasiado deprisa.

-Pero qué coño.-Dijo Merche.

Un enorme tráiler apareció a nuestra derecha, iba a toda velocidad, daba la sensación de que trataba de cortarnos el paso en la rotonda.

-Acelera.-Le dije a Merche.- Aunque sea por dirección contraria.

Merche dio un tremendo acelerón y pasamos por delante del tráiler, dejándolo atrás, por unos milímetros. Este se llevó por delante uno de los Humvees, convirtiéndolo en un amasijo de hierros y sangre. Había destrozado, literalmente, a todos los ocupantes. El tráiler volcó, deslizándose por encima de la rotonda y quedó cruzado en la carretera. Pudimos oír como el otro Humvee se estrellaba contra el contenedor de carga. Merche paró en seco. Necesitaba darse un momento para tranquilizarse y retomar el control.

Unas siluetas conocidas salieron de la cabina, tambaleándose. Eran las personas que nos atacaron en Guadarrama.

-Joder, son los tíos que había en la colina mientras nos atacaban en el polideportivo.-Merche los reconoció.

Ambos salieron torpemente, con escopetas en las manos. Uno de ellos cayó al suelo tras escucharse un disparo de pistola. Al otro lado, el Coronel y otro soldado, únicos supervivientes del accidente, habían salido de su vehículo y dispararon contra ellos. El hombre que quedó en pie levantó su escopeta y disparó. Un gritó sonó al otro lado y un golpe contra el contenedor de carga confirmó que había alcanzado a uno de nuestros perseguidores.

En ese momento la radio de Luis Javier sonó.

-Soldado Reguera, soldado Reguera.-Era la maldita voz del Coronel.- Ayúdeme. Mátelos y venga a ayudarme. Estoy herido.

Un nuevo disparo sonó. La comunicación se cortó.

-Maldito.-Le dije a Luis Javier.- Tu le has llevado hasta nosotros.

Trató de sacar la pistola pero le lancé un puñetazo sobre la herida del brazo. Cogí su pistola y le apunté.

-Debería matarte aquí mismo.-Le amenacé, lleno de rabia.

-No por favor.-Suplicó.- Sólo cumplía órdenes.

Abrí la puerta y salí del coche. El hombre del tráiler me vio y trató de dispararme. No había recargado la escopeta. Rápidamente trato de hacerlo. Sin dudarlo, le dispare seis tiros con la pistola. Cayó hacia nuestro lado, muerto.

-Sal del coche, cabronazo.-Le dije a Luis Javier mientras tiraba de él.

Le dejé en el suelo. Le observé.

-Da gracias por haberme ayudado a escapar.-Le amenacé.- Y por llevarme con Merche. Pero aquí se acaba tu camino con nosotros.

Le apunté con la pistola y le disparé. Un grito de dolor salió de su boca. Le destrocé el pie derecho de un disparo.

-No te voy a matar.-Le dije.-Pero no te lo voy a poner fácil.

Le quité los dos cargadores de g36 que llevaba, la ración de comida y el botiquín. Me subí al coche y Merche arrancó. Le pedí a Merche que parara antes de llegar al pueblo. Debíamos descansar antes de enfrentarnos a una zona poblada. Sin saber qué íbamos a encontrarnos no sería demasiado inteligente estar cansados y sin recargar las armas.

Entramos en una de las últimas fincas antes de entrar en el pueblo. La casa estaba a unos treinta metros de la entrada, rodeada de arboles. No nos costó mucho. Montamos un pequeño campamento. Elena se durmió enseguida, estaba realmente agotada. La pobre recibió un pisotón de Luis Javier. Seguramente no se había dado cuenta ya que estaba en el suelo tapada. Las perritas estaban algo nerviosas e igualmente cansadas.

Menuda mierda de mundo. No solo nos tenemos que preocupar por unos locos homicidas. Los infectados son peligrosos, pero, estos días, los sanos han sido, de lejos, mucho más peligrosos. Da igual. Todos son enemigos.

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