miércoles, 2 de noviembre de 2011

ENTRADA 47

31 de Octubre – Borja – Garaje.

A las cuatro de la mañana las alarmas comenzaron a sonar por todo el centro comercial. Salí de la sala tres de cine, que me habían asignado para dormir, y la locura estaba totalmente desatada en el exterior. Soldados corriendo de aquí para allá, civiles gritando, llorando, buscando un lugar donde ocultarse. Un grupo de hombres bajando corriendo a la intendencia para exigir un arma y poder defenderse. El ataque había comenzado.

Me terminé de vestir a toda prisa, había dormido con parte del uniforme puesto, así que solo me faltaban las botas y la camisola. Al volver al descansillo, comencé a escuchar los primeros disparos. Me asomé a la cristalera que hay detrás de las taquillas del cine. Menudo espectáculo, enormes focos de luz iluminaban la noche. Pude ver muchísimas personas corriendo en dirección al centro comercial. Armadas con palos, palas, bates, azadas, picos e incluso espadas. Parecían poseídas, rastros rojizos se movían locamente por las zonas oscuras. Desde las barricadas que rodeaban el edificio, multitud de destellos bailaban rápidamente, intercambiando posiciones, disparando a discreción contra todo lo que estuviera al otro lado. Comenzaron a llover los cócteles Molotov por encima de las barricadas. Cientos de botellas estallaban sobre los soldados y civiles que las defendían. Una rompió sobre un civil, armado con un G36, prendió rápidamente, éste comenzó a revolverse y sus disparos se dirigieron contra tres soldados que había apostados a su lado, matándolos a todos. Varias antorchas humanas corrían a lo largo de la línea de defensa, gritando, buscando ayuda. Algunos soldados, directamente, disparaban sobre ellos, otros los echaban al suelo y trataban de apagarlos. El caos se apoderó del lugar.

Comenzaron a sonar los disparos de las tremendas MGs de los Humvees. Disparaban rápidamente, sin descanso. Un soldado comenzó a gritar a otro, que estaba apostado en una de ellas, realizando ráfagas continuas, sin descanso. Trataba de decirle que dejara descansar unos segundos la pesada ametralladora, pero el artillero estaba enajenado. En poco tiempo, el cañón estaba al rojo vivo y poco después explotó, llevándose por delante la cabeza del militar apostado en la torreta y atravesando, con cientos de fragmentos metálicos, el cuerpo del otro soldado que trataba de salvarle. El vehículo comenzó a arder.

En pocos minutos, miles de infectados estaban encima de las barricadas. Comenzaron encarnizados combates cuerpo a cuerpo. Disparos a quemarropa de los soldados, con los que conseguían quitarse de encima a los primeros atacantes, pero que no evitaban que otros tantos se lanzaran sobre ellos. Muchos habían calado las bayonetas, enormes cuchillos de combate, en los cañones de los fusiles y con ellas atravesaban, incansablemente, cabezas, cuerpos, piernas. Pero no era suficiente. Los infectados se multiplicaban, por cada uno que mataban, aparecían cuatro más.

Bajé rápidamente, en el camino me encontré con el soldado Reguera.

-¿Dónde está García? – Le pregunté

-Fuera, con los otros.-Me dijo.

-Mierda, tenemos que irnos de aquí.-Grité-¿Donde están las llaves de los Humvees?
-En la intendencia.

Ambos corrimos hacia el local. Varias personas se agolpaban en la puerta mientras se repartían los pocos G36 que quedaban y se racionaban los cargadores. La locura estaba totalmente desatada fuera. Los miembros del destacamento medico no paraban. Soldados heridos se agolpaban en los pasillos, varios cuerpos tapados con sabanas se apiñaban al fondo de uno de los locales.

-Dame las llaves de un Humvee.-Le grité a uno de los soldados.-Rápido.

El pobre muchacho no daba a basto. Los civiles le estaban quitando de las manos los cargadores que estaba tratando de guardar para los militares. Un disparo sonó a nuestras espaldas.

-Todos quietos.-La voz del Coronel resonó en el local.-La munición se entregará con prioridad a los soldados. Los civiles que ya estén armados salgan a la calle a defender la posición. Los demás, bajen al garaje.

-No pienso morir aquí, maldito cabron.-Gritó un hombre.-Me llevo a mi familia ahora mismo y no me lo vas a impedir.

Se dispuso a disparar al Coronel, pero su cabeza saltó por los aires antes de poder hacerlo. Un policía militar, que estaba al fondo del local, sacó su pistola y no dudo un segundo en apretar el gatillo.

-Por favor.-Comenzó a hablar el policía militar.-No conseguiremos nada matándonos aquí dentro. Si queremos tener alguna posibilidad debemos combatir fuera.

Varios hombres salieron corriendo a la calle con los fusiles, otros subieron con sus familias.

-Necesito las llaves de un Humvee, debo ir a por mi familia.-Le dije al Coronel.

-Cójalas, pero no creo que llegue muy lejos.-Dijo.-Vamos a morir todos aquí.

Me entregaron unas llaves. Los disparos comenzaron a sonar dentro del centro comercial.

-Nos replegamos, la situación fuera es insostenible.-Gritó un soldado desde las puertas.-Bajad los cierres. Rápido.

Cinco horas de descanso. Los golpes en las puertas eran cada vez más brutales. Algunas personas comenzaban a perder la cabeza, aterrados por el sonido de las persianas metálicas. Subí al piso de arriba para mirar por el ventanal. La visión del campo de batalla era aterradora. Cientos de cuerpos cubrían la zona. En su gran mayoría eran infectados pero también había bastantes militares y civiles. Al fondo, varios infectados se divertían torturando a los heridos y capturados. Arrancando brazos, clavándoles estacas en los miembros. Era horrible.

-Aún no han entrado por los garajes. Las cuestas están despejadas.-Me dijo el soldado Reguera.

-¿Cómo te llamas?-Le pregunté.-Se me hace raro llamarte “soldado Reguera”, preferiría llamarte por tu nombre de pila.

-Luis Javier.-Respondió.-Imagino que entre nosotros no hace falta guardar la compostura militar.

-Yo me llamo Borja.-Le extendí la mano.-Encantado.

-Lo mismo digo.

-¿García?-Pregunté.

-Se ha quedado fuera.-Dijo entristecido.-Era un buen amigo.

-Lo siento.-Dije sinceramente.-Pero nos vamos de aquí, ahora.

Bajé las escaleras rápidamente. Los soldados habían levantado varias barreras en los pasillos para tratar de ralentizar la entrada en el centro comercial. Algunos bajaban al garaje, cargados con cajas de material.

-Según creo, vamos a intentar abandonar el lugar, todos a la vez.-Me comentó Luis Javier.

Menuda locura. Por lo menos serian unos treinta Humvees saliendo al mismo tiempo, uno detrás de otro. Los primeros lo tendrían fácil, pero los últimos. Cientos de infectados se lanzarían sobre ellos. Teníamos que salir antes que nadie.

-¿Cuál es el Humvee de estas llaves?-Le pregunté enseñándole el llavero.

-Aquel.

Corrimos hacia un Humvee que había aparcado al fondo del garaje. Nos cruzamos con varias personas que trataban de hacer saltar los cristales de los vehículos. Los disparos comenzaron a sonar en las escaleras. Los infectados habían entrado en el centro comercial. Varios civiles y soldados aparecieron, corriendo despavoridos, en el garaje. La situación se volvió descontrolada. Los soldados disparaban a los civiles que trataban de entrar en sus Humvees. Por fin llegamos al nuestro.

-Espera, no te montes hasta que no confirmes que no nos mira nadie.-Le dije a Luis Javier.-Cuando entres, agáchate y cierra la puerta.

-Vale.

-¡¡Ahora!!-Grité.

Nos metimos los dos en el vehículo y cerramos las puertas. En ese momento, los primeros infectados comenzaban a entrar en el garaje. Los disparos se hicieron más numerosos. Gritos, llantos, carreras.

-Vamos, vamos, vamos.-Me gritó Luis Javier.

Le di las llaves y arrancó el vehículo. Un infectado se lanzó contra nosotros. Comenzó a golpear como loco el cristal. Estaba empapado de sangre por todo el cuerpo. Su cara era aterradora. Cargué el G36, levanté la tapa de la trampilla del techo, me asomé y le disparé a bocajarro en la cabeza. Luis Javier dio un acelerón y comenzamos a esquivar coches, Humvees y personas. Otro infectado saltó al techo del vehículo, trató de golpearme pero pude esquivarle. Le disparé y cayó al suelo. Se levantó casi al instante y comenzó a perseguirnos.

-Más rápido.-Le dije a Luis Javier.

Conseguimos enfilar la entrada y subimos la cuesta que llevaba al exterior. Cuatro infectados nos seguían. Varias explosiones sonaron en el garaje. Volví a salir por la trampilla. Apunté a los infectados. Conseguí acertarle a dos de ellos en la cabeza, cayeron redondos al suelo. Los otros dos nos siguieron durante unos metros más, hasta que conseguimos dejarlos atrás.

La visión del centro comercial era abrumadora. Un incendio se había desatado en una de las puertas principales y absorbía rápidamente todo lo que tenía alrededor. La gran cantidad de material que usaron para las barricadas era un increíble combustible que lo alimentaba sin cesar. Cientos de cuerpos se agolpaban por todos lados. Los chillidos se oían aún estando a varios metros del lugar. Miles de infectados trataban de entrar en el edificio, empujándose unos a otros. De vez en cuando salían algunos grupos, empujando a personas violentamente. Habían conseguido su botín y comenzaban a disfrutarlo. No quiero imaginarme las depravaciones que les estarían haciendo a todas aquellas personas.

-A la izquierda, a la izquierda.-Le grité a Luis Javier mientras golpeaba el techo del Humvee.

Cogimos el puente que pasa por encima de la A6. Vi la enorme muralla de coches que había levantada en la autopista. Las imagenes de días pasados me venían a la cabeza.

Continuamos a toda velocidad. Afortunadamente el camino estaba despejado y en pocos minutos llegamos a la rotonda de Navacerrada.

-Gira a la derecha y después otra vez a la derecha, en aquel desvió.-Le dije, dirigiéndole hacia la urbanización.

Por fin aparcamos en la puerta de la casa que usábamos como campamento. El X5 no estaba allí, ni me pareció verlo en la entrada de la casa. “Merche ya se ha ido” Pensé.

Entré en la casa. Las puertas estaban cerradas. Golpee la principal, no tuve respuesta. Me acerqué al garaje y golpee suavemente la puerta de metal.

-Merche.-Dije en bajo.-Merche, soy yo.

-¿Borja?-Una voz muy familiar sonó a mi derecha.-¡¡¡¡¡Borja!!!!

Merche se abalanzó sobre mí. Había salido por la puerta trasera, con la pistola en la mano, para sorprender a la persona que estaba tratando de entrar.

-¿Estás bien?- Me preguntó mientras me abrazaba y me besaba.

-Sí, sí.-Respondí.-Pero tenemos que irnos de aquí pronto. Ahora te cuento.

-Hola.-Dijo Luis Javier.

Merche se puso nerviosa y le apuntó con la pistola.

-No te preocupes.-Le dije.-Podemos confiar en él, de momento. Se llama Luis Javier, es uno de los soldados del sitio del que vengo.

No estaba muy tranquila, pero bajó la pistola. Entramos los tres al garaje. Elena se lanzó sobre mí y las perras me recibieron con la alegría que las caracteriza.

Mientras comíamos algo, le conté a Merche todo lo sucedido. Ella me contó que el coche estaba en la parte de atrás de la casa, oculto.

-¿Qué hora es? – Pregunté. Estaba totalmente desorientado en el tiempo.

-Son las nueve de la noche.-Respondió Merche.

-Descansemos. Mañana veremos cómo lo hacemos.

Estaba totalmente reventado, no podía con mi alma y quería descansar. Esperaba que no nos hubiera seguido nadie, pero me empezaba a encontrar muy débil.

Ya es día uno de Noviembre. He estado varias horas escribiendo lo que tengo en el cuaderno y colocándolo en el blog, junto a los mensajes de Merche. Demasiadas cosas han pasado. Vamos a continuar descansando y mañana nos iremos. Volvemos a estar en marcha, todos juntos.

5 comentarios:

  1. Genial!
    Quiero más, queremos más...

    PD: continúa así, enhorabuena!

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  2. Buah! increible!, los pelos como escarpias!!
    Eres más duro que Bruce Willis en Jungla de cristal!

    Estoy enganchado tío, enhorabuena!

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  3. Aqui otro seguidor !!

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  4. Otro seguidor!! Sigue así :)

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