miércoles, 26 de octubre de 2011

ENTRADA 38

La mañana del viernes comenzó con una tremenda tormenta, a lo largo de la noche se fueron sucediendo los chaparrones pero al amanecer el día continuó sumido en la oscuridad bajo nubarrones negros, neblina y un manto de agua que no permitía ver con claridad.

Elena aún dormía dentro del coche, las perritas se habían despertado hace unas horas y estaban correteando por la pista del polideportivo. Merche y yo estábamos en las gradas, mirando, a través de los ventanales, el aguacero.

-¿Qué hacemos?-Pregunté a Merche.- Deberíamos continuar.

-Sí.-Respondió Merche tranquilamente.-Pero con esta lluvia me parece peligroso salir de aquí con el coche. No tenemos ni idea de cómo estará la carretera.

Vimos como se iba formando un fuerte arroyo de agua que bajaba por la ladera del monte, que llegaba a la carretera, inundándola y dejando a su paso una cantidad tremenda de barro y rocas.

-La verdad es que sí.-Merche tenía toda la razón.-Si nos encontramos con algo de eso en la carretera puede ser muy peligroso.

A media mañana, Elena se despertó, bajamos juntos hasta el coche para estar con ella. Cuando nos vio preguntó por su padre.

-Papá se ha ido a buscar ayuda con mamá.-Le dijo Merche.-Han dicho que nos encargáramos de ti y te quedases tranquila con nosotros.

La niña miró a Merche, con cara de cansada, y se abrazó a ella, no sé si se acordaría de lo que vivió hace unas horas pero no dijo nada. Los tres nos levantamos, fuimos a un lavabo que había bajo las gradas, dentro del cuarto de mantenimiento, a lavarnos un poco, por la noche no reparamos en esa pequeña habitación, pero, con la tenue luz que la mañana nos daba, pudimos saber de su existencia. Menos mal, no queríamos tener que volver a los vestuarios, habíamos dejado los cuerpos allí, encerrados y desde luego no queríamos que Elena viera a sus padres así.

Al medio día, la lluvia amainaba poco a poco, nos preparamos un par de latas de comida para los tres, Elena nos sorprendió con una pequeña bolsa de comida para perros que guardaban en su coche, "era de Luna, nuestra perrita" seguramente Manuel y Maria ni se acordaban de que la tenían, estarían demasiado preocupados por salvar a sus hijas y un saco de comida para perro no era importante. Yuko y Boni dieron cuenta de la nueva comida, les costó un poco, normal, después de degustar las latas de comida precocinada de sus dueños, el pienso era comida para chuchos pero, viendo que no conseguirán nada, se resignaron a comerlo.

Por la tarde, por fin, la lluvia dejó de caer y el día comenzaba a despejarse poco a poco. Pudimos ver, a través de los ventanales, que teníamos un pequeño supermercado en frente del polideportivo. Tras hacer un recuento rápido de la comida que nos quedaba, estaba claro que era necesario echarle un ojo por si hubiera restos que pudiéramos coger, si no hicimos las cuentas mal, no tendríamos comida en diez días y, teniendo en cuenta lo que estábamos tardando en llegar a casa de la familia de Merche, ese dato era preocupante.

-Me acerco yo con la pistola y tú me cubres desde los ventanales con el G36.-Le propuse a Merche.-Podemos hacer un banco de tiro para que no tengas mucho retroceso.

-Vale, pero ten mucho cuidado.

Y así lo hicimos, en el momento en el que la tarde comenzaba a menguar su luz, salí del polideportivo por el pequeño hueco que abrimos en la puerta corredera. Una vez en la calle, estuve pidiendo, no sé a quién, que por favor ese día fuera tranquilo y no tuviera que enfrentarme a nada ni a nadie.

Llegué a la carretera, coches abandonados aquí y allí la poblaban, había mas de los que creí ver el día anterior. Avancé rápidamente para cruzarla en el menor tiempo posible y me acurruqué detrás de una parada de autobús a unos veinte metros del supermercado. Antes de continuar, miré hacia el polideportivo, ver a Merche apuntando hacia mí con el G36 me dio bastante seguridad, habíamos quedado que, sí ella veía algo fuera de lo normal, me avisaría con destellos continuos de la linterna. Tras esperar unos minutos y sentir que todo estaba totalmente tranquilo me acerqué a la puerta del supermercado. La verja de seguridad estaba echada, afortunadamente no era de persiana, sino de esas que se extienden de un lado a otro y solo estaba asegurada con un candado. Apunté con la pistola al candado, como hacen en las películas, me tapé la cara y apreté el gatillo. Lo único que conseguí fue hacer ruido. Mi disparo había alcanzado al candado pero no lo había roto, solo tenía una abolladura en el centro. "Bueno, dispararé a uno de los brazos" pensé y volví a repetir la operación, esta vez conseguí arrancar un pequeño trozo del candado y abollarlo un poco más, pero no lo suficiente como para abrirlo. "Joder, como nos mienten en las películas" con ese pensamiento en la cabeza volví a disparar y por fin el candado cayó al suelo. "Tres disparos a conciencia cuando en las películas disparan a lo loco y lo consiguen a la primera, en fin" tiré de la verja lo suficiente como para dejar la puerta descubierta. La empujé pero estaba cerrada, con dos empujones mas comprobé que no era de muy buena calidad y, con decisión, lancé un fuerte golpe con el pie sobre el cierre que saltó por los aires abriendo la puerta de par en par.

Dentro del supermercado, Merche me tendría que avisar por el Walkie, así que lo encendí y comprobé que estábamos en la misma frecuencia.

-¿Merche?-Hablé hacia el Walkie.- ¿Estás ahí, me oyes?

-Sí.-Respondió.-Qué bruto eres.

-¿Por?-Pregunté sorprendido.

-Menos mal que querías ir con cuidado, he oído los golpes desde aquí.-Me dijo con un tono entre enfadado y alegre.

-Joder, es que no es tan fácil como en las películas.-Dije.-Maldito Eastwood y sus pelis del oeste.

-Deja de hacer el bobo y date prisa.-Su tono era desenfadado pero firme.

Tras la breve conversación con Merche me adentré en el supermercado. Increíblemente estaba totalmente ordenado, nadie había pasado por allí, las estanterías no estaban repletas pero algo quedaba, tenía toda la pinta de que, antes de irse todo a la mierda, la gente compró lo que pudo y el dueño no repuso las existencias. Quitando los productos caducados, pude hacerme con varios sobres de preparado de sopa, once latas de lentejas, de nuevo la gente no veía la utilidad de la comida enlatada, un par de botellas de agua, toallitas higiénicas, tres chocolatinas y un huevo Kinder, para Elena.

Pasé a la trastienda, estaba más oscuro y tuve que encender la linterna. El desorden aquí era un poco más predominante, se notaba que habían estado buscando nerviosamente entre los archivos, cuadernos y cajones del escritorio. Una caja fuerte en la pared, abierta totalmente, daba a entender que los dueños no querían dejarse nada importante atrás, ya fuera dinero, papeles de los seguros, escrituras, a saber si realmente servirían de algo en la situación a la que habíamos llegado. Rebusqué un poco y, para mi sorpresa, no se habían llevado todo lo realmente importante. Una escopeta de dos cañones descansaba en el fondo de un pequeño armario, acompañada de una caja de veinticinco cartuchos, la suerte nos sonreía un poco, entre los que teníamos en el coche y estos sumábamos unos cuantos cartuchos de escopeta. Tener un arma más, con potencia de fuego, era todo un chollo, sobre todo porque el G36 dejaría de ser útil en cuanto gastáramos el cargador que nos quedaba.
Volví hacia la parte delantera del supermercado, echando un vistazo a mí alrededor por si daba con alguna sorpresa más.

-¿Va todo bien?-Escuché la voz de Merche por el Walkie.

-Sí, sí, he conseguido bastantes cosillas-respondí-quedan algunas que podríamos usar pero no tengo sitio en la mochila.

-Déjalo, si las necesitamos iremos de nuevo.-Me dijo Merche.

-Vale, ya salgo.

Salí del supermercado, cerré la puerta y la verja tratando de dejarlas lo mejor posible, para que no pareciera que había pasado por allí. Me costó un poco dejar la puerta bien colocada, estaba un poco desencajada del marco por el golpe que había recibido. Comprobé que lo tenía todo encima antes de volver al polideportivo. Cogí el Walkie para apagarlo.

-Hooola.-Una voz chulesca sonó en el altavoz.-Os estamos viendooo.

"Joder, mierda" pensaba mientras corría como un loco hacia el polideportivo. Merche me esperaba con la puerta entreabierta y con el G36 en la mano, exigiéndome que me diera prisa en entrar.

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