domingo, 9 de octubre de 2011

ENTRADA 32

Acabamos de levantarnos ahora mismo, me he puesto a escribir lo que ha pasado estos dos días a la espera de tener corriente de nuevo. Los cortes son cada vez más largos y no siguen un horario concreto.

Lo que ha pasado estos días ha sido tremendo, ya hemos decidido irnos de aquí, aun tenemos unos días antes de que las noches sean realmente frías y nuestro objetivo es la casa de la madre de Merche, está a unos 20 kilómetros de aquí así que, si todo va bien y no tenemos problemas con el coche y el camino, en unos treinta minutos deberíamos estar allí.

He conseguido hablar con mis padres por Messenger, por fin hemos coincidido, he tratado de convencerles de que se vengan con nosotros pero no lo he conseguido, me dicen que ellos están bien y que en caso de ponerse más peligroso se irían a un punto seguro de los militares. Sabían que no lo iban a conseguir pero intentaron convencernos para que no nos fuéramos ni saliéramos de casa si estábamos bien. Han hecho una especie de resistencia entre los vecinos que viven todo el año allí y han organizado la comida y la seguridad, muchos de ellos son cazadores con lo que no les faltan armas, además la urbanización está cercada con muros y verjas altas. No he podido evitar insistirles en que lo mejor sería que se vinieran con nosotros, iríamos a por ellos y, juntos, trataríamos de llegar primero a casa de la familia de Merche y después al punto seguro de los laboratorios. Se han negado rotundamente a que nos arriesguemos, prefieren que tratemos de sobrevivir, “suficiente con cuidaros vosotros, como para tener que cuidar de nosotros, hijo” me ha dicho mi padre. No he podido evitar llorar, menos mal que no me han podido ver, siempre igual, siempre lo han dicho “lo último que queremos es ser una carga”, aunque nunca lo han sido, ni lo serán. “Tranquilo, lo que tenga que ser, será y seguro que nos volveremos a ver” me escribe mi madre. “No te preocupes por nosotros, solo tened mucho cuidado y trata de avisarnos cuando estés a salvo”. “Os queremos mucho, hijo” la última frase que ha podido llegar antes de irse de nuevo la luz. Cuando ha vuelto, pasadas las horas, no estaban conectados.

He tardado unas horas más en reaccionar, el sentimiento que tengo es demasiado negativo pero debemos preocuparnos de nosotros ya. Hemos preparado todo lo que queremos llevarnos. Toda la comida, tienda de campaña, sacos, botiquines, ropa de abrigo y todo lo que pudiera servirnos. Del trastero he cogido un pequeño bidón de cinco litros para llevar gasolina. Hemos terminado de hacer todo el inventario y de prepararlo lo mejor posible: dos mochilas de “mano” con lo suficiente para sobrevivir cada uno tres o cuatro días, seis latas de comida, ropa (camisetas de manga larga, interior, calcetines), abrigo (un forro polar, guantes y gorro), pequeños botiquines (con tiritas, un kit de sutura, yodo, suero de limpieza, pinzas, vendas, esparadrapo, pastillas varias), un par de cuchillos, un saco, dos cajas de cerillas, una cuerda de escalada de unos metros, linterna con varias pilas de repuesto, alcohol etílico (para encender fuego más que nada) y varias cosas más, entra ellas un bolso pegado a la mochila con “pulpos” para llevar a una perra. El equipaje “gordo” consta de dos maletas de cordura de las motos con todo lo demás, que incluye más ropa, comida, materiales de acampada, cuerdas.

Todo esto ha sido provocado por lo vivido con el hombre que vimos hace unos días. El sábado decidimos que teníamos que hablar con él, debíamos confirmar si estaba infectado o no más que nada porque no queríamos tener ningún susto que pudiéramos evitar. Nos había visto ir a casa de la hermana de Merche y a saber si en el revuelo que se monto con los perros, nos siguió a casa o que sabe de nosotros.

El día se presento bastante oscuro, entre unas cosas y otras, salimos de casa hacia las 18.00, bajamos por la calle lateral, aquella por la que lanzamos el contenedor con los restos de los vecinos. Cuando pasamos los tres primeros edificios, nos llego un hedor tremendo, en una de las cuestas que llevan a los garajes vimos que estaba el contenedor tirado por el suelo y todos los restos esparcidos por el asfalto, tenía toda la pinta de que los perros habían estado por allí porque había miembros en lugares muy alejados y en zonas elevadas. Pero lo malo solo acababa de empezar, al llegar al edificio en el que habíamos visto al hombre, decidimos meternos por el garaje, ya que estaba abierto y ofrecía más “protección”, o eso parecía. Cuando entramos, el olor era mucho más fuerte que en la calle, la putrefacción se notaba por todos lados y era casi vomitivo.

- Enciende la linterna – me dijo Merche – se está haciendo de noche y aquí no se ve nada.

Al encenderla nos dimos cuenta de donde nos habíamos metido, era una guarida en toda regla, la entrada estaba despejada y no nos dimos cuenta hasta que estuvimos a mitad del garaje. Al fondo pudimos ver lo que parecía una enorme pila de cadáveres, esparcidos por el suelo había multitud de huesos, la gran mayoría masticados y destrozados.

- Aaaah – un lamento vino del fondo del garaje.

Merche se quedo a la altura de las escaleras y yo me adentré con la linterna. Al girar una de las esquinas vi un espectáculo horrible. Un hombre sin parte de sus piernas y sin manos se retorcía en el suelo, aun estaba vivo pero no le debía quedar mucho tiempo. Consiguió girarse hacia mí.

- Ayuda – un hilillo de voz salió de su boca, apenas audible pero ayudado por el silencio sepulcral llego a mis oídos.

- Joder – solo acerté a decir eso. – hostia puta – el miedo y la adrenalina se iban apoderando de mí.

- ¿Qué pasa? – pregunto Merche desde la puerta.

- Aquí hay un tío destrozado, pero está vivo todavía. – Le comenté.

- ¿Qué coño hacemos? – dijo Merche igual de acelerada – vámonos de aquí, que le den al viejo ese, que les den a todos.

Pero era muy tarde, la poca luz que entraba por la puerta del garaje se apagó, un gruñido resonó en el interior.

- Mierda – Salí corriendo de la esquina. – ¡¡Metete en la casa!! – grité.

En el momento que Merche abrió la puerta de las escaleras, la bestia comenzó su arrancada para atraparnos. A penas diez metros nos separaban de él.

- ¡¡Corre, corre!! – me gritaba Merche desde las escaleras.

Cuando llegue a la puerta, el perro estaba a suficiente distancia para saltar y abalanzarse sobre mí. Me agarre a la manilla de la puerta y me tire al suelo para resbalar, girar sobre mí y meterme como pude en las escaleras. Note como la puerta temblaba y se abollaba mientras el animal chocaba con ella con furia.

- ¡¡Cierra la puerta!! – decía Merche mientras cogía un extintor de la pared.

Cerré la puerta y comprobamos que ya casi no encajaba con el marco. Merche engancho la manguera del extintor en la manilla y lo encajo contra la pared, un método muy poco fiable pero que nos daría unos segundos. El perro metió la garra por el hueco que había abollado entre la puerta y el marco, no pudo abrirla en un primer momento pero el invento no aguantaría demasiado.

- Sube, vamos a salir por detrás – le dije.

Merche subió el tramo de escaleras que nos separaba de la puerta del jardín trasero.

- ¡¡Esta cerrada!! – grito mientras la pateaba desesperada.

El maldito animal estaba metiendo medio cuerpo por el hueco, en extintor comenzó a soltarse.

- ¡¡Trata de salir por el portal!! – comencé a subir las escaleras, el perro estaba atascado en la puerta que se iba convirtiendo en un amasijo de hierros y cristal, el extintor ya no hacia resistencia.

Merche subió rápidamente al portal, le dio al timbre de apertura. A la vez que llegue al descansillo Merche fue a abrir la puerta.

- ¡¡¡Dios!!! – Otro animal se lanzo contra la puerta del portal, abriéndola contra Merche que la paró como pudo mientras yo cargue contra ella para empujar y cerrarla.

El animal era otro perro, este estaba menos desarrollado pero tenía una tremenda mirada asesina, ojos purulentos y espuma en la boca. Comenzó a cargar contra la puerta. Pusimos dos macetas de cemento para tratar de hacer de tope pero las envestidas estaban destrozando la puerta por todos lados.

- No queda otra, sube para arriba. – Le dije – nos meteremos en una casa.

- Pero, ¿y si hay alguien? – me pregunto

- Mejor eso que estos dos. – respondí – los cuchillos no les van a hacer ni cosquillas, por lo menos sabemos que podemos matar personas con ellos.

- Pero también tengo la pistola.

- ¿Tú crees que podremos apuntar y disparar contra estas bestias a esta distancia? – pregunté – yo creo que antes perdemos la pistola o nos matan.

Fue suficiente, no estamos en disposición de probar nuestra puntería y nuestra suerte en esa situación. Merche subió las escaleras y me fui detrás de ella. El primer piso estaba totalmente cerrado.

- Sube a casa del tío que vimos, creo que es el tercero B – le ordene a Merche.

Cuando llegamos al descansillo del tercer piso abajo se oyeron miles de cristales rotos, hierros por todos lados y los gruñidos de los animales que comenzaron a subir las escaleras dándose empujones y golpeándose fuertemente contra las paredes.

- ¡¡¡Abra, abranos por favor!!! – gritábamos mientras golpeábamos la puerta, era el momento de comprobar si era un infectado o no. - ¡¡¡Abranos!!!

En ese momento pude ver a uno de los perros en el ultimo descansillo, se freno y comenzó a mirarnos, a estudiarnos, a comprobar si teníamos alguna escapatoria.

Merche ya desesperada sacó la pistola y comenzó a disparar. Ni una sola bala le hizo algo, todas rebotaron o se metieron en su cuerpo deforme pero sin reflejar ni una sola herida, ni un solo arañazo, ni una sola muestra de dolor.

Llegó el segundo perro al descansillo, ambos se empujaban, se mordían, parecía que se peleaban por saber quien seria el primero en elegir presa. Por fin uno se decidió, arranco desesperadamente desde el descansillo y se lanzo sobre nosotros. “Joder, hasta aquí hemos llegado”.

- ¡¡Al suelo!! – grito una voz a nuestra espalda.

Y un tremendo disparo salido por encima de nuestras cabezas, el perro se golpeo fuertemente contra la pared que tenía en su costado, se quedo totalmente atontado pero de nuevo ni una sola herida, nada de sangre.

- ¡¡Rápido, entrad!! – nos ordeno la voz mientras tiraban de nosotros.

Un segundo estruendo se oyó cuando estuvimos dentro. Esta vez sí que oímos un quejido, debía ser del animal. Tras él se cerró una pesaba puerta. Durante unos minutos se oían golpes tremendos, aullidos y ladridos llenos de rabia. Cuando nos recuperamos, vimos delante de nosotros a un hombre que nos apuntaba con una escopeta de caza enorme.

- ¿Quienes sois? - preguntó.

Fui a levantarme para hablar y me empujo con el cañón contra la pared.

- Ni un solo movimiento. - me amenazo. - como seáis unos de ellos estáis muertos.

- No, no somos de ellos, estamos sanos - le dije. - Te vimos el otro día desde la calle y queríamos comprobar que estabas bien y no estabas infectado. Queríamos descartar que fueras un peligro.

Mis palabras le hicieron gracia, la verdad es que la situación era la contraria, el era el que estaba al mando, comprobando la situación y a nosotros.

- Me parece que no lo estáis haciendo muy bien. - dijo con una sonrisa - casi acabáis muertos.

- Lo sé, ¿Cómo puedes vivir con esas cosas allí abajo? - le pregunte, mientras nuestro anfitrión parecía estar más tranquilo.

- Bueno, yo no les hago nada y ellos a mí tampoco. - respondió mientras apartaba la escopeta. -Hasta ahora.

- Sí, claro, gracias por salvarnos. - dijo Merche.

Ambos nos incorporamos y nos presentamos, el hombre dijo llamarse Luis. Cuando empezó todo, estaba reunido con su familia en uno de los bares del centro comercial, trece infectados asaltaron el centro y comenzaron a matar a todo lo que pillaron. Su mujer y su hija cayeron en manos de uno de ellos, a la mujer la hicieron todas las depravaciones imaginables mientras que a su hija la "contaminaron" con la sangre de un infectado que había muerto a manos de él mientras defendía a su familia, cuando se convirtió, la soltaron contra él, jugaron al gato y al ratón por el centro comercial mientras los demás se divertían matando a los pocos supervivientes que quedaban. Consiguió huir de allí, pero tuvo que matar a su propia hija arrojándola contra unas verjas de seguridad acabadas en punta de lanza.

Siendo la hora que era, el hombre nos ofreció dormir en su casa. No era seguro irse ahora. Pasamos la noche allí, yo no dormí demasiado, la situación era demasiado tensa, estábamos con un tío que vivía encima de dos perros mutantes que no le habían atacado.

A la mañana siguiente, el hombre nos dijo que los perros se había ido, estuvieron vigilando toda la noche por si decidíamos salir pero por la mañana, afortunadamente, un rebaño de vacas paso cerca de allí y llamo su atención.

- ¿A dónde ibais el otro día? - preguntó con naturalidad.

- A comprobar si unos familiares estaban en su casa - le dije.

- ¿Y qué tal? - trató de mostrar interés.

- Bueno, digamos que no hubo mucha suerte - respondí.

- Vaya, lo siento. - No sé porque pero no me resultaba muy creíble. - ¿Y qué tenéis pensado hacer?

- Pues nos vamos a largar de aquí, ya casi no hay comida y vamos a tratar de llegar a un punto seguro de los militares. - no pensaba decirle la verdad.

- Eso es un poco arriesgado. - continuó la conversación - quizás deberías quedaros aquí esperando ayuda.

- ¿Y si no llega? - pregunté.

- ¿Y si morís en el camino? - me devolvió la pregunta, y se marcho a mirar por la ventana.

No tenía mucho sentido. Parecía que estaba tratando de interesarse por nosotros pero en el fondo todo le era indiferente. Se puso a vigilar, esperando que pasase algo.

- ¿Esperas a alguien? - pregunto Merche, visiblemente desconfiada.

- No, hace tiempo que no espero a nadie. - dijo con la mirada perdida. - solo espero poder comer cada día.

¿Pero qué dice? este tío estaba muy mal de la cabeza, nos había salvado de la muerte pero algo le rondaba la cabeza. Estuvimos toda la mañana sentados en el salón, sin decir nada, no tenía nada de comida o eso decía, yo creo que no quería compartirla con nosotros. Merche se levanto al baño y cuando volvió me enseño una llave, "la del jardín trasero" me susurró. Iba pasando el día y no hacíamos nada, no hablábamos de nada.

- Tengo hambre. - Por fin rompió su silencio. - Voy a preparar la cena, creo que tendré para varios días.

Desapareció en la cocina, Merche y yo nos levantamos y nos pusimos a hablar y a tratar de pensar un plan para escapar.

- Nosotros nos vamos a marchar - le grité desde el salón. -Yo creo que ya no hay demasiado peligro, y si nos abres la puerta de atrás podremos llegar a casa rápidamente.

- No os podéis ir. - dijo desde la cocina mientras se acercaba - la cena estará lista en breve. - Apareció en el salón con un cuchillo enorme y un delantal lleno de sangre. - será carne muy fresca y no está que ya está podrida.

El hombre había perdido la cabeza totalmente, en su otra mano nos mostró un trozo de pierna, seguramente la del tío que había en el garaje. La lanzo al suelo y se abalando contra nosotros. Merche le esquivo y yo casi conseguí hacerlo, le agarro de un brazo y lanzo una cuchillada que esquive por poco, consiguió rajarme un poco en un costado. Comencé a revolverme y le lance un puñetazo. Merche en ese momento le rompió un jarrón en la cabeza.

- Salgamos de aquí. - gritamos a la vez.

Llegamos a la puerta y estaba cerrada. No teníamos las llaves. El hombre apareció detrás de nosotros.

- Tengo hambre, no seas pesados. - nos dijo con cara de loco - me enfado si tengo hambre.

Volvió a lanzarse contra nosotros, le esquivamos y nos metimos en la cocina, cerré la puerta y la trate de contener mientras Merche buscaba una forma de defendernos o de salir de allí. Encontramos unos cuantos cuchillos, unos sprais de limpieza y un mechero. Escuche al hombre al otro lado, cargando la escopeta.

- ¡¡Al suelo!! – grite justo en el momento en que la parte superior de la puerta saltaba por los aires. – ¡¡¡Pásame el bote de limpiador y el mechero, prepárate para tirar los cuchillos como puedas!!!

El siguiente disparo destrozo la parte baja y casi me alcanza, el hombre arrojo la escopeta al suelo y entro en la cocina. Se acercó a mí.

- Tú serás el primero – dijo mientras me agarraba del hombro.

Cuando se dispuso a clavarme el cuchillo me volví y le lance una llamarada contra la cara, esta comenzó a arder, el hombre soltó el cuchillo que me corto la pierna y comenzó a revolverse tratando de apagar el fuego que se propagaba rápidamente por su cabeza.

- ¡¡¡Ahora!!! – Le grite a Merche.

Comenzaron a volar los cuchillos, el primero le golpeo con el mango, el segundo dio en la puerta, el tercero por fin acertó en el estomago pero no llego a clavarse, el cuarto se introdujo en su pecho y el quito le corto el cuello. No sé como el tío abrió la puerta y salió corriendo chillando y soltando sangre como un cerdo degollado en una matanza. Aprovechamos ese momento para salir corriendo y abrir la puerta del jardín, mientras bajábamos trataba de cargar la escopeta. Al llegar paso lo que tenía que pasar, los dos perros aparecieron por el portal y el garaje, el primero se dio un festín con el hombre que había tenido la mala fortuna de ir directo a sus enormes dientes, el segundo pensó que nosotros seriamos el mejor plato.

- ¡¡Sal ya!! – grite a Merche mientras apuntaba al animal que subía por las escaleras. Le note algo magullado, este debió de ser el perro al que el hombre disparo dos veces.

Note como la bestia sentía algo de duda al verme con ese trasto en las manos que hace poco le había hecho tanto daño. Me dispuse a dispararle y se acurruco gimiendo, la verdad es que me dejo muy asombrado. Se dio la vuelta y se metió en el garaje. Aproveché ese momento para salir por el jardín detrás de Merche y cerrar la puerta.

Cuando llegamos a casa se lo conté a Merche y puso la misma cara de asombro, después de lo vivido con otras criaturas, no podemos comprender que uno sienta miedo al dolor, claramente estaba infectado pero su miedo era patente. ¿Sería por el instinto de los perros de no acercarse a las cosas que les provocan dolor? No tenemos ni idea. Nos vamos a marchar de aquí, las cosas están cambiando demasiado y se escapan a nuestra comprensión.

Y así hemos pasado el fin de semana, totalmente decididos en este momento a dejar la casa y tratar de llegar a casa de la madre de Merche. Tenemos que prepararnos para lo que nos espera fuera.

Madre mía, he comenzado a las 18.00 a escribir esto y por los parones de recordar lo que hemos vivido he tardado muchísimo en terminarlo.

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