domingo, 2 de octubre de 2011

ENTRADA 28

Seguimos con vida, la verdad es que después de lo que hemos pasado hoy es algo que resultaría sorprendente a cualquiera. Menos mal que ayer estuvo el ejército por aquí y por lo que hemos visto hoy ha hecho una tremenda limpieza, no creo que queden demasiados infectados en la zona. En el parque que hay al lado del Mercadona hay una enorme hoguera donde parece que han quemado varios cuerpos.

En fin, a las 7.00 estábamos preparados para salir, volvimos a vestirnos de negro con la cara pintada, nos armamos con la pistola Merche y yo cogí un cuchillo de cocina. La calle estaba totalmente desierta y se notaba una tremenda tranquilidad en el ambiente.

Arrancamos el coche para poder llegar a la calle principal, fuimos con mucho cuidado y tratando de controlar los acelerones para no meter demasiado ruido. Cuando llegamos al final de la calle, en dirección contraria por cierto, vimos el primer lugar de combates, los pocos árboles que había estaban destrozados por los disparos y seguramente por el impacto de alguna granada. Se podían ver múltiples charcos de sangre reseca en el suelo, cantidad de casquillos y cargadores vacios, así como palos, palas, estacas y todo tipo de arma contundente casera que uno se pueda imaginar. De uno de los charcos más grandes arrancaban las huellas de un camión en dirección al Mercadona, por el cumulo de mierda, de girones e incluso trozos de carne que las hurracas y cuervos comían, tenía toda la pinta de que allí habían montado los cuerpos muertos para bajarlos al parque.

Cuando dejamos atrás ese primer punto, apagamos el coche y lo dejamos caer por la cuesta, ambos nos agachamos dentro para evitar ser vistos, yo conducía asomándome de vez en cuando para ver que seguíamos bajando recto y no había nada por delante. Al llegar al Mercadona empecé a frenar poco a poco, el coche estaba apagado así que las luces no se encendían, teníamos que hacer un giro de noventa grados y no quería que tuviéramos problemas por la velocidad aunque suponía tener que arrancar el coche para poder enfilar el garaje del supermercado, así que cuando llegamos a su altura paramos totalmente y nos quedamos un rato a la espera, escuchando, mirando y vigilando las calles. Tras veinte minutos arranque el coche y lo tome rápidamente la cuesta del garaje, esta tiene dos tramos, uno en subida y después la bajada al subterráneo así que en cuanto sorteamos la cuesta en contra volví a apagar el coche y dejarlo caer, entramos directamente al garaje y por la inercia conseguimos llegar hasta la puerta de entrada al super. Me baje del coche y Merche tomo el volante, unos pocos empujones y dejamos el coche metido en la entrada, enfilando la salida, con el maletero abierto para poder entrar de un salto.

El sótano del Mercadona consta de un almacén, el cual estaba cerrado a cal y canto, dos baños, los ascensores y las escaleras. Dejamos delante de la puerta del almacén todos los carros que encontramos para poner difícil salir de él en caso de que alguien se hubiera metido dentro, en total unos dieciséis carros menos uno que nos dejamos para cargar todo lo que pudiéramos. Sorprendentemente el ascensor funcionaba, así que decimos usarlo, yo subí por las escaleras con la pistola y Merche esperaría a que la avisara para subir. Cuando llegue arriba el supermercado estaba oscuro, las cajas y carros estaba destrozados y tirados por todos lados, había mucho material desperdigado por el suelo. Avise a Merche. Al poco apareció el ascensor y ella con el carro, bloqueamos el ascensor con un trozo de plástico de una caja evitando que se cerrase.

Nos metimos en el supermercado por la caja que hay enfrente de los ascensores, fuimos retirando poco a poco las cosas que nos bloqueaban y nos dirigimos al final de los pasillos. Allí es donde están las latas de caducidad alta. Según íbamos pasando estantes y pasillos, mirábamos por si hubiera algo que nos valiera y que no estuviese pisado o abierto, de aquí y allí cogíamos algunas cosas en fecha o que llevaran pocos días caducadas, unos bollos, algo de pan, galletas, mermelada, pastas, sopas, conseguimos algo de jamón y queso, pates. Cogíamos cantidades normales, nada de llenar el carro a lo loco, si teníamos que correr lo íbamos a intentar con el carro. Por fin llegamos al final del pasillo, es curioso que la gente no cuenta con las latas de caducidad alta en estos casos, siempre tiran por lo fresco o que conocen, es cierto que las latas no tienen un sabor tremendo pero ayudan y mucho. Pudimos hacernos con dos cajas completas de albóndigas, unas veinte latas, una caja de lentejas con diez latas, cuatro latas de raviolis, siete de cocido y algunas de judías. Recordamos que el chocolate estaba al lado de las latas, no pudimos evitar coger unas cuantas tabletas. Pasamos hacia el pasillo de la leche para coger un par de bolsas de leche en polvo, aprovechamos y también nos hicimos con cuatro garrafas de agua.

- ¿Que mas tenemos o debemos coger? – pregunté.

- No sé, está muy tranquilo, si quieres nos separamos y miramos rápidamente que nos puede faltar de los pasillos de al lado. – respondió Merche.

- Muy bien, pero con cuidado, llévate la pistola y grita si necesitas algo. – le dije mientras dejábamos el carro “aparcado”.
Merche se fue hacia el pasillo de droguería, imagino que para coger vendas, tiritas, alcohol y cosas de higiene que pudiéramos necesitar. Yo me dirigí al pasillo de la comida para animales, las perritas se merecían algo rico para ellas.

- ¡¡¡Wuoooo, jajajaja, una presa!!! – oí de repente en la entrada. – es mía, es mía.

- ¡¡¡No, no, es para mí, a esta la mato yo!!! – respondió otra voz. Los chillidos se introdujeron en el supermercado y lamentablemente en dirección a Merche.

- ¡¡¡Borja!!! – grito Merche antes de que la placaran.

Se oyó como ella y uno de sus perseguidores se golpearon contra una de las estanterías. Corrieron tan rápido que no le dio tiempo de reaccionar y dispararles.

- ¡¡¡Ayuda!!! – gritaba Merche desesperada.

- Jaja, nos vamos a divertir – decía animado uno de los infectados.

Me dirijí corriendo silenciosamente hacia ellos, estaban tan enajenados y centrados en Merche que no se habían percatado de mi presencia, saqué el cuchillo y cargué contra el que se mantuvo de pie en frente de ellos. Le introduje el cuchillo en el costado por la espalda y con furia lo empujé hacia arriba hasta que volvió a salir a la altura del cuello. La sorpresa invadió al que tenia a Merche contra el suelo, le había dado un par de puñetazos en el estomago y ella se retorcía de dolor.

- Hijo de puta – chilló mientras se abalanzaba sobre mí.

Fui a preparar el cuchillo para defenderme pero se me resbalo de las manos por culpa de la cantidad de sangre que tenia encima.

- Mierda, mierda – solté mientras me placaba el infectado.

Comenzamos a golpearnos mutuamente, él tenía bastante más fuerza que yo y me estaba agotando cada vez más. Cuando ya lo veía todo perdido y comenzaba a notar que me quedaba poca energía note como el infectado cayó sobre mí de un plumazo. Cuando lo aparte vi el cuchillo clavado en su cabeza y a Merche detrás de él.

- ¿Estás bien? – me preguntó.

- Uf, sí – respondí – algo magullado pero bien, ¿y tú?.

- Me duele el estomago pero estoy bien. - me dijó mientras se ponia la mano en la tripa.

Nos levantamos y nos fuimos a por el carro.

- ¿Lo dejamos ya, no? – le pregunté a Merche.

- Por supuesto. – Me respondió.

- Vamos a la farmacia, de eso no podemos olvidarnos. – le dije. – ¿Te sientes con fuerzas?

- No, pero no pienso salir de casa en unos días. – Me respondió.

Bajamos todo al coche, lo cargamos y salimos del Mercadona. El garaje seguía despejado, afortunadamente, no sé cómo afrontaríamos otro ataque. Bajamos con el coche arrancado hasta la farmacia, estaba cerrada.

- ¿Destrozamos el cristal o vamos al ambulatorio? – dudamos los dos a la vez.

Decidimos tratar de entrar, me fui a la parte de atrás en busca de piedras o algo contundente. Avance por el pasillo y me encontré con el cuerpo sin vida de un soldado tirado entre unos arbustos, parecía que los dos infectados lo habían arrastrado hasta allí, no tenía otra explicación, el ejército no podría haberlo dejado allí. Me acerque a verle y me encontré con que tenía un G36 colgado del hombro, los infectados no lo habían cogido, parecía que la suerte nos daba un poco la cara, un fusil de asalto es algo que no se tiene todos los días. Me hice también con una navaja, tres cargadores y una radio. Cuando me disponía a volver oi un golpe tremendo y cristales rotos, corrí hasta la farmacia y vi que Merche había tirado contra el cristal un extintor.

- Menos mal que los cristales son una mierda – me dijo con una sonrisa en la boca.

- Mira lo que he encontrado – le respondí mientras le enseñaba el fusil. –
Creo que nos ha tocado un poco de suerte después de lo del Mercadona.

Ambos nos sonreímos y nos metimos en la farmacia, yo cogí todas las cajas de insulina que pude encontrar, dando igual la marca, me hice también con unas cuantas cajas de antibióticos y analgésicos. Merche apareció con una bolsa con sus medicinas y con bastante material para curar heridas.

- Yo creo que ya tenemos más que suficiente – me dijo.

- Sí, además tengo ganas de volver, quiero sentirme seguro y aquí no lo estoy en absoluto. – respondí mientras me dirigía hacia la puerta.

- ¡¡¡Malditos cabrones!!! – nos chillo una voz desde la calle. – Habéis matado a mis compañeros.

- Joder, había uno más – le dije a Merche.

- Pues ya puedes estrenar el cacharro ese – me respondió señalando al G36 que tenía colgado del hombro.

Me coloque detrás del mostrador y apunte hacia el agujero del cristal. En poco tiempo un cuerpo asomó y comenzó a chillar como loco, por acto reflejo apreté el gatillo y salieron tres balas del rifle, dos de ellas le impactaron en el pecho, lanzándolo hacia atrás, y otra rompió el cristal que quedaba, solo he disparado escopetas, un rifle de asalto es muy distinto.

- ¡¡¡Mierda, coño, como duele!!! – maldijo desde fuera.

Me lance rápidamente hacia el cristal, recordando los resultados de pruebas que habíamos leído hace poco, un infectado podría levantarse tan tranquilo después de recibir esos impactos. Cuando llegue al cristal el tío estaba tratando de levantarse pero volviendo a caerse, parecía que una bala le había atravesado y le había alcanzado en la columna. Me acerque a él.

- Maldito hijo de puta, te matare, te descuartizare – me gritaba poseído y con los ojos inyectados en sangre.

Le puse el fusil en la boca y disparé. La cabeza le saltó en miles de pedazos y cayó redondo en un charco de sangre. Por un momento me quedé alucinado de lo que acababa de hacer, pero después de tener que vivirlo varias veces la cosa estaba clara, o ellos o nosotros.

- Vámonos de aquí – me ordeno Merche mientras me agarraba del brazo.

Llegamos a casa y nos tiramos en el sofá con todas las cosas alrededor. Luego lo colocaríamos, estábamos totalmente agotados y doloridos. Me he despertado hace poco, Merche sigue durmiendo y yo he aprovechado para escribir esto. La verdad, es duro matar gente, pero está claro que cuando nos vemos en problemas no dudamos en hacerlo. Lo único que pienso “ellos no nos habrían dado ninguna oportunidad”.

2 comentarios:

  1. Solo una cosa...

    Creo que las luces de freno se encienden sí o sí aunque no tengas no la llave metida en el contacto...

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  2. No, sin contacto la bateria no suministra electricidad.

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