lunes, 12 de diciembre de 2011

ENTRADA 66

La Pedriza Parte II

Dejamos la mayor parte de nuestras cosas atrás. Durante más de tres horas las luces rojas no se movieron de su sitio pero casi llegada la cuarta hora de vigilancia, cuando la noche cayó definitivamente sobre nosotros, comenzamos a sentir que la mayoría de ellos se estaban acercando poco a poco.

Por un momento dejamos de verlos. No sé si fue por el cansancio que sentíamos todos pero ninguno los vimos aproximarse. En pocos minutos tres siluetas negras se lanzaron contra el caballo que nos quedaba. Lo habíamos dejado en el lugar donde estaba el campamento. Nosotros nos movimos unos metros hasta llegar al siguiente grupo de arboles. Lo arrancaron del árbol y se lo llevaron a rastras chillando y golpeándolo. Fue alucinante ver como el caballo viejo se revolvía en vano mientras sus captores lo machacan a palos y golpes hasta matarlo.

A los quince minutos unos pulmones y un corazón cayeron a nuestro lado, acompañados de siniestras carcajadas.

-Si queréis vivir un poco más deberíais entregarnos a uno de vosotros.-Gritó una voz con sorna.

Gonzalo, Merche y yo nos quedamos vigilando las luces mientras Ana, Laura, la madre de Merche y Elena con las perritas se alejaron unos metros más.

-Mierda, ¿qué coño hacemos? - Gonzalo estaba muy nervioso.

-Ni idea. - Dijo Merche.

-El punto seguro está a unos kilómetros en esa dirección. Lo único que nos queda es avanzar hacia allí cómo podamos.-Respondí.

La única opción que teníamos era esperar la ayuda de los militares del punto seguro. Aunque no teníamos con nosotros al cien por cien que nos fueran a ayudar.

-Merche, Gonzalo.-Dije.-Id con las chicas. Id avanzando. Yo me quedo en retaguardia.
Ambos me miraron con cara de preocupación. Pensaban que era un suicidio separarse demasiado. Le di la radio a Merche para que la llevara y fuera comunicándose con los del punto seguro.

-No pares de llamarles.-Le dije.-Hasta que se harten. Hay que hacer que salgan a por nosotros.

Las luces rojas comenzaron a avanzar lentamente. Debieron pasar muchas horas. La tenue luz de la mañana se iba acercando a pesar de los nubarrones grisáceos que dominaban el cielo. La lluvia y la niebla dominaban a ras de tierra.

El grupo comenzó a avanzar rápidamente. Me quedé a unos metros de ellos. Por fin pude ver a algunos de nuestros perseguidores. Pude contar por lo menos a diez de ellos. Debía de haber más de una treintena hostigándonos. Me levanté de mi sitio y corrí por el mismo camino que habían tomado Merche, Gonzalo y los demás.

-Jajaja. Eres mío.-Me gritó una voz a mi derecha.

Una cabeza asomó entre los arbustos y trató de saltar sobre mí. Se quedó enganchado en una de las ramas y cayó de espaldas al suelo. Me acerqué a él rápidamente y le disparé en la cabeza. La agitación que eso provocó fue tremenda. Los gritos se multiplicaron, las carcajadas aumentaron, se estaban excitando con la posibilidad de una cacería y de que las presas dieran guerra. Las ramas de los arbustos y de los arboles comenzaron a menearse violentamente a mi alrededor. Dos nuevos atacantes se lanzaron sobre mí. El primero de ellos me empujó, sin quererlo descargué una ráfaga del fusil de asalto con tanta fortuna que le atravesó dos veces la cabeza y el cuello. El segundo fue a saltar sobre mí mientras estaba en el suelo pero una ráfaga desde unos arbustos acabó con él.

-Vamos Borja.-Gonzalo había acudido en mi ayuda.

El revuelo se multiplicaba por momentos. Corrimos y llegamos a una explanada. Vimos al otro lado que las chicas se ocultaban entre unos arbustos y Merche se colocaba con el fusil para dar cobertura.

-No lo pensemos.-Nos dijimos.-¡¡Aaaaah!!

Nos lanzamos chillando por la explanada. Hasta ocho infectados salieron de diversos puntos para atacarnos. La carrera fue un caos. Desde lejos Merche disparó un par de ráfagas. Uno de los atacantes cayó a nuestros pies. Tuve que saltarlo para no tropezarme.

-Cuidado.-Grité.

Gonzalo iba un par de metros delante de mí. Un infectado me adelantó y se lanzó contra él. Gonzalo saltó en el momento justo en el que el atacante trató de placarle las piernas. Cuando cayó al suelo disparé un tiro contra su cuello. Seguimos corriendo como posesos. Frente a nosotros se encontraba un árbol caído. Gonzalo lo bordeó, le quedaba en mejor posición para hacerlo. Le escuché gritar y disparar varias veces. Yo llegué al árbol y dos infectados se lanzaron desde atrás contra mí. Me arrojé por debajo de las ramas y me deslicé como un jugador de baseball llegando a una de las bases. Sentí como uno de los infectados se estrellaba contra el árbol y emitía un agudo chillido de dolor. El otro infectado cayó al otro lado del árbol. Acabé a sus pies. Me agarró del cuello y me levantó como si fuera de papel. El tío debía medir por lo menos dos metros y era un puñetero armario. Comencé a darle patadas en el estomago pero no sintió nada. Agarré el fusil y lo apunté contra sus piernas. Descargué varias ráfagas que le cortaron una de ellas. Los dos caímos. Conseguí mantener el equilibrio. El infectado trató de agarrarme pero me alejé lo suficiente.

-¡¡Borja!! ¡¡Espabila!!- Gonzalo me gritó casi llegando a la posición de las chicas.

Esquivé el último intento del mostrenco por cogerme y continué mi carrera. Conté uno más. Justo cuando llegaba a la altura de la posición donde me esperaban los demás me giré violentamente, tropecé y disparé sin pensar. El infectado no se lo esperó y se "comió" los dos disparos que le lancé a bocajarro contra su boca la cual saltó por los aires dejando un espacio vacío sobre sus hombros.

-Dios, dios, dios.- Grité, invadido por la adrenalina.

Al otro lado de la explanada aparecieron multitud de infectados.

-Vamos, vamos, vamos.-Gritamos todos.

Como si de una película de terror se tratase, la niebla comenzó a caer sobre nosotros. Nos dio la ventaja de ocultarnos pero también nos desorientó. Los gritos se oían por todos lados. Dejamos de correr y avanzamos más cautelosamente. Los ruidos de ramas rompiéndose o arboles agitándose nos ponía en guardia en todas direcciones. De la niebla apareció una sombra que agarró a Elena y trató de salir corriendo. Merche reaccionó rápidamente y disparó contra las piernas del infectado. Elena cayó al suelo junto con la bolsa en la que llevaba a Yuko. Me acerqué y paré a Merche.

-No malgastes munición.-Le dije.

Le pedí a Ana, la madre de Merche, el machete desbrozador y descargué con fuerza un golpe contra las cervicales del infectado que se retorcía de dolor tratando de incorporarse. No le maté pero le dejé parapléjico. Gritó y trató de moverse pero fue en vano. Ni un solo musculo le hizo caso. Un nuevo atacante salió de las sombras.

-Cuidado.-Gritó Ana, la hermana de Merche.

Sin pensarlo clavó el cuchillo que llevaba en el estomago del infectado. Este la agarró dolorido. La madre cogió una piedra y la estrelló contra la cabeza del atacante abriendo un enorme hueco por el que comenzó a salir el cerebro y la sangre.
Estábamos agotados. La visión era cada vez peor. La niebla se cerraba por momentos sobre nosotros y la oscuridad invadió cada rincón de la montaña. Nos movíamos juntos, unos de la mano de otros para no separarnos. La noche llegó.

-¿Qué hacemos? - Preguntó Gonzalo.

Nos habíamos agazapado entre varios árboles y matorrales. La visión era nula y éramos incapaces de saber dónde estábamos. Sentíamos como a nuestro alrededor se movían y agolpaban una gran cantidad de infectados. No sabíamos el porqué pero nos habían dejado de atacar haría unos veinte minutos aunque nos hostigaban constantemente. De vez en cuando pasaba una silueta corriendo a nuestro lado golpeando los troncos de los árboles y chillando violentamente. Estábamos totalmente a oscuras. Debieron pasar varias horas cuando empezamos a ver luces a nuestro alrededor. Los infectados comenzaron a encender hogueras. El frío era muy intenso y estábamos helados. Al parecer ellos también lo notaban y se agolpaban alrededor de los fuegos. Los canticos, gritos y chillidos no dejaron de oírse, de hecho estaba convencido de que se iban intensificando poco a poco con cada hoguera encendida.

-He contado veinte lucecillas.-Me dijo Merche a mi lado.

Apenas la veía, sentía que estaba a mi lado. La tenue luz que llegaba hasta nosotros a través de la nieva le iluminó un poco la cara. Tenía las mejillas marrones debido al barro y el agua. Sus ojos mostraban un cansancio extremo. El pelo, cortado antes de salir del pueblo, estaba acartonado en mechones serpenteantes decorados con pequeñas piedrecillas. Mi aspecto no debía de ser mucho mejor.

-Yo no he contado ninguna.-Le dije.-Estoy esperando que se acerquen.

-Llevan tiempo allí parados.-Continuó Merche.-Hace rato que ni siquiera se acercan como antes.

-Ya.-Respondí.-Estoy muy preocupado. No sé si nos hemos desviado del camino. No sé cuántos infectados hay. No sé si lo conseguiremos.

Merche me cogió la mano y se acurrucó a mi lado. Elena dormía cerca de nosotros. Ana y Gonzalo estaban abrazados y parecía que ella se había quedado también dormida. Laura y la madre de Merche estaban enfrente nuestro, ambas con los ojos cerrados tratando de descansar.

-¿Qué hora es? - Preguntó Merche.

-No tengo ni idea.-Respondí.-Es Gonzalo el que tiene reloj pero no quiero molestarle.

-¿Qué día es hoy? - Volvió a preguntar Merche.

-Pues...-Me quedé un momento pensativo.-La verdad es que no lo sé. ¿Cuántas noches hemos pasado fuera?

-No sé.-Respondió Merche.-Dos o tres ¿No?

Pensé que seguramente mirando los apuntes del diario daría con el día en el que estábamos pero recordé que no había podido escribir los últimos sucesos. Debimos quedarnos dormidos.

Me desperté sobresaltado. Estuve soñando toda la noche con la situación que vivimos. Me noté muy cansado, seguramente apenas habría podido conciliar el sueño más de una hora seguida. El olor de los restos de hogueras llegaba hasta nosotros. La niebla seguía sobre la montaña y el frío se mantenía intenso. En algunos puntos se podían distinguir, todavía, los bailoteos de las llamas. Los canticos, gritos y chillidos habían cesado. "Ellos tendrán que dormir también" Pensé.

-Merche.-Dije muy bajito tratando de despertarla.-Despierta. Vamos a levantar a los demás y nos ponemos en camino otra vez.

-¿Qué dices? - Respondió algo adormecida.- ¿Estás loco? Nos van a matar.

-Creo que están durmiendo.-Le dije.- Estarán infectados pero siguen siendo "humanos", necesitan descansar y después de pasarse toda la noche de juerga estarán cansados.

Merche me miro incrédula. La idea de continuar con todo lo que nos rodeaba le asustaba muchísimo.

-No nos queda otra opción.-Le dije.-Eso o esperar a que vengan.

Ella sabía que era nuestra única salida. No nos íbamos a quedar allí parados esperando que nos atacaran y nos mataran. Teníamos que luchar. Después de todo lo que habíamos pasado no podíamos rendirnos.

Fuimos despertando a todos poco a poco y en silencio. Con cuidado preparamos las pocas cosas que nos quedaban. Nos ajustamos las armas; cuchillos, fusiles, palos. Y nos reunimos antes de salir.

-¿Hacia dónde vamos? - Preguntó Gonzalo.

-La mayoría de las hogueras estaban en aquella dirección.-Dijo Merche señalando a la zona por la que supuestamente habíamos llegado.

-Bien, esta claro entonces.-Dije.-Vamos en la dirección contraria.

Comenzamos a andar en silencio. Avanzábamos despacio para hacer el menor ruido posible y poder comprobar el suelo para no pisar ramas u hojas que pudieran desvelar nuestra situación. De vez en cuando oíamos chascar las hogueras que nos rodeaban. Nos quedábamos parados en el sitio escuchando y comprobando que no hubiera más ruido o movimiento que ese. Habíamos recorrido unos treinta metros cuando nos encontramos con el primer problema. Frente a nosotros se despejó la niebla un poco y vimos un pequeño campamento. Tres hogueras separadas por unos diez metros cada una reposaban rodeadas de una veintena de bultos. Una de ellas aun tenía el fuego avivado, las otras dos eran un hilillo de humo que se unía a la niebla unos metros por encima de la tierra.

-Mierda.-Escuché la voz de Gonzalo a mi espalda.

-Tranquilos.-Dije.-Despacio y sin hacer ruido. No podemos volver atrás ni rodearlos, perderíamos mucho tiempo.

Era una locura pero era muy posible que hubiera más grupos como este o más numerosos en otros puntos, rodeándonos. Volver atrás suponía perder tiempo.

-Merche, coge a Elena en brazos y a las perritas y pasa tu primero.-Le dije.-Gonzalo y yo nos quedamos para cubriros desde aquí. Después vosotras tres en fila india.

Se prepararon todas para pasar. Nos fuimos hacia la derecha del campamento. Estaba flaqueado por un muro de piedra y no parecía haber ningún bulto apoyado contra él. Por un momento valoramos la posibilidad de pasar al otro lado pero el estado de las piedras y la humedad lo hacía muy complicado.

Merche cogió a Elena en brazos. Ésta llevaba a las dos perras encima con sus mochilas. Yuko gimoteaba débilmente. Boni asomaba la cabeza por un rasgado de su mochila y gruñía de vez en cuando.

-Chist.-Le decía Merche a la perra.-Cállate.

Algunos cuerpos se movían de vez en cuando acurrucándose o colocándose en otra posición. Las cuatro comenzaron a avanzar. Las mirábamos con los ojos como platos. La tensión se notaba en cada uno de nosotros. Le dije a Merche que se fuera unos veinte metros más allá del campamento, tras un árbol caído sobre el muro de piedra. El tiempo pasó lentísimo. Paso a paso fue avanzando pasando a escasos dos metros de algunos infectados. Afortunadamente Merche no tuvo ningún problema para cruzar. Cuando dejó el campamento atrás aceleró el paso para llegar al árbol lo antes posible.

-Venga.-Dijo Gonzalo.-Ahora vosotras. Tened cuidado.

Laura, Ana y la madre de las chicas comenzaron a andar por el mismo camino que había seguido Merche. Al igual que ella las tres avanzaban poco a poco. Varios infectados se movieron a la vez y se pusieron muy nerviosas. Gonzalo trataba de calmarlas con gestos desde donde estábamos pero no sirvió de nada. Comenzaron a correr hacia el árbol. Laura pisó sin querer una rama que estaba atrapada entre las piedras del muro. El sonido de esta resquebrajándose nos dejó helados. Las chicas llegaron hasta el árbol y se escondieron. Gonzalo y yo nos tiramos al suelo y simulamos formar parte del campamento. Un par de infectados se levantaron. Miraron a su alrededor y se preguntaron uno a otro si habían escuchado el ruido.

-Joder.- Decía Gonzalo por lo bajo.-Nos van a pillar.

-No te muevas,-le dije- no hagas nada a no ser que este claro que nos han pillado.

Ambos infectados se incorporaron. Se desperezaron.

-Arg, ya no puedo dormir.-Dijo uno de ellos.- ¿Cómo estarán nuestras presas? -
Preguntó mirando hacia el lugar donde se suponía que estábamos.

-¿Por qué cojones tenemos que esperar? - Respondió el otro mientras bostezaba y se rascaba el pelo. - Quiero matarles ya.

-Ya oíste al jefe.- Le increpó el primero.- Aquel que los toque antes que él correrá peor suerte que las presas.

-Qué asco.-Se resignó el segundo.

-Quiero mear.-Dijo el primero.-De paso voy a buscar algo para comer.

Ambos se alejaron del campamento en dirección contraria a nosotros. En pocos segundos se perdieron en la niebla. "La niebla se está levantando" Caí en ese momento. La luz era cada vez más clara y se veía más terreno. Le hice una señal a Gonzalo y nos levantamos para cruzar el campamento y reunirnos con las chicas.

-Tenemos que darnos prisa.-Le dije a Gonzalo cuando me junté con él.-La niebla se está dispersando y verán que no estamos allí.

Procedimos de la misma manera que las chicas antes que nosotros. Pegados al muro fuimos avanzando lo más silenciosamente posible. Vigilábamos cada uno de los cuerpos que teníamos enfrente de nosotros. Clavé la vista en el cuerpo que tenía a menos de dos metros de mí. Tenía los ojos abiertos y me miraba asombrado.

-Joder.-Dije lo más bajo que pude.

Me lancé sobre su cabeza en el momento en el que trató de incorporarse y gritar. Le rodeé el cuello con los brazos apretando su cara contra mi estomago con toda la fuerza que pude. El infectado se revolvió violentamente. Sentí como Gonzalo tiró de mí para alejarnos de los cuerpos que teníamos al lado y evitar que recibieran una patada que los despertase. Debajo mío el infectado comenzó a golpearme. Era increíble la fuerza con la que me asestaba cada uno de sus puñetazos. Tenía que contenerme el dolor y mantenerme aferrado a él. Gonzalo sacó un machete y lo hundió en el estomago de nuestro enemigo. Repitió el proceso tres veces más hasta que el cuerpo dejó de moverse. Me separé poco a poco de él. La cara mostraba los ojos y la boca abiertos. La sangre manaba por las comisuras y caía al suelo.

-Vamos.-Gonzalo me golpeó el brazo.

Nos levantamos los dos y corrimos hacia las chicas. Los gritos a nuestras espaldas comenzaron a sonar en todas direcciones.

-Mierda.-Dijo Merche.-Ya se han enterado de nuestra huida.

La niebla era casi nula. Veíamos perfectamente el hervidero de infectados que había alrededor de nuestro antiguo campamento. Corrían como locos de aquí a allá. Golpeándose unos a otros. Luchando entre ellos.

-Parece que se están culpando los unos a otros de nuestra huida.-Dijo Ana, la hermana de Merche.

-Tenemos que aprovechar la confusión para huir.-Dijo Gonzalo.

Nos pusimos en marcha. Apoyados por el árbol caído saltamos al otro lado del muro de piedra y corrimos lo más rápido que nos permitían nuestras piernas. Ocultándonos entre los arbustos. Tratando de dejar a nuestras espaldas la mayor cantidad de vegetación posible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario