lunes, 12 de diciembre de 2011

ENTRADA 63

Miércoles 30 Noviembre

No sé qué ha pasado con las notas que tomé el martes. Decidimos salir del refugio ese día hiciera el tiempo que hiciera para continuar avanzando. El frío nos ha estado acompañando todos los días. Las lloviznas matinales han sido continuas. Afortunadamente las tardes han estado despejadas y hemos podido coger algo de calor.

La verdad es que no han pasado demasiadas cosas el día que salimos. Avanzamos bajo la lluvia durante unas horas. El camino estaba embarrado y los charcos abundaban.

Tras cinco horas andando vimos por fin el castillo de Manzanares. Estábamos en lo alto de una pequeña colina. Nos pareció tremendamente extraño. El pueblo estaba intacto. Totalmente abandonado, no había ninguna señal de vida. Desde donde nos encontrábamos se veía también el picadero al que queríamos llegar.

Encendí el GPS que le quité a uno de los soldados muertos. Tras diez minutos esperando por fin obtuve la señal de un par de satélites. Introduje las coordenadas del punto seguro. Desde nuestra posición teníamos que avanzar en diagonal dejando el pueblo a nuestra derecha unos cinco kilómetros. Después ir hacia el norte otros cuatro kilómetros y llegaríamos a la zona donde se encontraba el punto seguro. EL GPS nos trazó una ruta por varios caminos rurales.

-¿Vamos a seguir ese camino? – Preguntó la madre de Merche.

-Sí.- Respondí.- No pienso arriesgarme a perdernos por el monte.

Tras marcar la posición en el mapa militar para no tener que depender de las señales del GPS nos pusimos en marcha hacia el picadero.

-Creo que hay dos caballos en la pista trasera.-Dijo Merche afinando la vista.

Aceleramos el paso. Las nubes taparon el cielo azul oscuro de la tarde. Queríamos estar a cubierto lo antes posible. Estábamos empapados por las lloviznas de la mañana, si seguíamos así mucho tiempo seguramente alguno caería enfermo y eso sería fatal.

Llegamos por fin a la puerta del picadero. Este quedaba a varios metros de la primera rotonda del pueblo. La puerta estaba cerrada y tuvimos que saltarla. Dentro la mayoría de las cuadras estaban vacías o con un animal muerto. Fuera encontramos tres caballos. Habían sobrevivido gracias a las hierbas que crecían en la pista y los frutos de los arboles que decoraban uno de los laterales dejando caer sus ramas sobre la arena.

Encontramos una zona de bar dentro del edificio. Una pequeña chimenea decoraba el centro de la sala. Sin pensarlo la madre de Merche encendió un fuego con las últimas pastillas de encendido que nos quedaban. “Hay que secar la ropa y preparar comida caliente” Nos dijo. Nos quedamos todos en ropa interior con las mantas que llevábamos en las mochilas a modo de capa. Teníamos que secar la ropa lo antes posible. Preparamos un par de sobres de sopa caducada que nos sentó tremendamente bien. El calor de la chimenea era muy agradable. En poco tiempo nos quedamos casi todos dormidos. Es lo poco que recuerdo del martes.

El miércoles por la mañana nos levantamos y la ropa estaba seca y calentita. La habíamos colgado del metal que coronaba la chimenea. Olía un poco a restos quemados pero se agradeció lo bien que estaba. El día se había despertado despejado. Merche y yo bajamos a las cuadras a buscar las sillas y riendas. Ella montó a caballo durante varios años y yo monté un par de ellos con ella. En uno de los cuartitos encontramos el material de equitación. También encontramos pienso para caballos.

-Vamos a darles de comer.-Dijo Merche.-Si los vamos a usar como mulas de carga será mejor que estén bien alimentados.

La verdad es que a pesar de que habían tenido acceso a comida no tenían un aspecto muy vigoroso. Nos acercamos a ellos. Estaban un poco asustados pero cuando me vieron sacar la carretilla con el pienso se les pasó el miedo. Parecía que nos agradecían la comida y se acercaron a nosotros sin problemas.

-Podríamos usar este para llevar las cosas más pesadas.-Dijo Merche mientras observaba y tocada a los caballos.- Este podríamos usarlo para llevar a Elena y a Laura cuando se cansen. Aquel podríamos usarlo para explorar y avanzar más rápido.

Les pusimos las mantas para que cogieran calor. Los metimos en unas cuadras donde les habíamos puesto agua y más comida. Los caballos fueron realmente agradecidos.

-¿Cuánto tiempo crees que deberíamos esperar? -Le pregunté a Merche mientras metía a uno de los caballos en la última cuadra.

-Yo creo que en unos tres días podríamos salir.-Respondió.-Están bastante mejor de lo que parecía. En cuanto coman un par de días y beban agua estarán listos.

-Bien.-Dije.- Vamos arriba y se lo contamos a los demás.

Cuando salimos de las cuadras reparé en una pequeña habitación. Dentro había un aparato de metal muy curioso. Un cilindro metálico de unos cien litros de capacidad colgaba del techo. A los lados había restos de madera quemada. Parecían hoguerillas que calentaban el metal. Tras un tubo de unos veinte centímetros colgaba una pera de ducha.

-No me lo puedo creer.-Le dije a Merche mientras me subía a un taburete.-Creo que vamos a poder ducharnos.

-¿Qué dices?-Dijo Merche con tono alegre.

-El depósito está lleno de agua, está un poco sucia pero hay por lo menos cien litros.-Le conté.-Encendiendo fuego a ambos lados tendremos agua caliente.

Estábamos contentísimos. Una ducha caliente, por fin. Subimos a contárselo a los demás. Hicimos un sorteo para establecer el orden de ducha. Me tocó el primero pero le dije a Merche que cogiera a Elena y se ducharan juntas las primeras. Tras ellas le tocó a Ana que le dijo a Gonzalo que se ducharan juntos y así usar menos agua. Después irían Ana madre y Laura. Por último me ducharía yo y limpiaría un poco a las perritas. Decidimos que lo mejor era abrir un poco el grifo y mojarse el cuerpo un poco. Enjabonarse y después con otro poco de agua terminar la ducha.

-Déjame la navaja.-Me dijo Merche antes de bajar a ducharse.

-¿Qué vas a hacer?-Pregunté.

-Voy a cortarme el pelo a melena.-Respondió.

Merche tenía el pelo bastante largo y estaba realmente sucio. Pensó que en lugar de gastar agua a lo tonto lo mejor seria dejárselo más corto. Hasta ese momento habíamos tenido la suerte de tener depósitos de agua abundantes pero desde el último supermercado el aseo se había complicado. Ana y Laura hicieron lo mismo en su turno de ducha. La madre de Merche ya llevaba el pelo a melena.

La ducha fue como estar en la gloria. Nos olvidamos por unos minutos de los problemas que teníamos. Fue como volver a la normalidad.

Para comer preparamos los trozos de carne de vaca que nos quedaban. Dejamos algunos para la cena junto a un par de sobres de sopa. Teníamos comida para unos cinco días y teníamos que pasar tres en ese lugar.

Los caballos comidan bien y se les notó mucho mejor por la noche. Estaban más animados que hace unas horas.

Tres días más. Encendí la radio militar y busqué el canal de contacto con el punto seguro. La señal era nítida, sin ruido pero no se escuchaba a nadie. Sabía que no estábamos cerca pero transmití el código, el número de personas y nuestra posición actual. No obtuve ninguna respuesta. Lo seguiría intentando todos los días. No nos responderían pero por lo menos sabrían que estábamos por allí.

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