tag:blogger.com,1999:blog-26968767044001192832024-03-13T05:35:25.360+01:00PANDEMONHistoria de una extinción.Unknownnoreply@blogger.comBlogger69125tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-70686852527556308552012-01-08T23:11:00.005+01:002012-01-08T23:26:37.531+01:00BLOG INTERVENIDO<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/-QY5vIZ2UdC4/TwoUy82v8TI/AAAAAAAAB74/8PP0Rhj16lQ/s1600/logo.png"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 173px;" src="http://3.bp.blogspot.com/-QY5vIZ2UdC4/TwoUy82v8TI/AAAAAAAAB74/8PP0Rhj16lQ/s400/logo.png" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5695387544325189938" /></a><br /><br /><span style="font-weight:bold;">Español</span>:<br />Sección de Seguridad Laboratorios Pha. Lab. España.<br /><br />Este blog ha sido intervenido para su estudio y correspondiente evaluación de la información publicada en el mismo.<br /><br />Por el momento no se cerrará el acceso al público para su lectura, habiendo comprobado la protección de datos relevantes a este punto seguro y a los laboratorios que lo gestionan.<br /><br /><span style="font-weight:bold;">English</span>:<br />Security Department; Pha. Lab. Spain.<br /><br />This blog has been intervened for their study and appropriate evaluation of the information published herein.<br /><br />Having verified the information published about this security point and the laboratories that manage this point. For the time will not be closed to public access.Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-71871048447477237192011-12-12T23:57:00.002+01:002012-11-03T00:42:17.918+01:00ENTRADA 67La Pedriza Parte III<br /><br />Habíamos conseguido llegar a una pequeña cueva que se abría entre dos enormes rocas. Estábamos agotados y sin aliento. Los gritos y chillidos se oyen por toda la montaña. Volví a cantar el mensaje por la emisora de radio.<br /><br />-Código XXXXXX tenemos sus señales en nuestros monitores.-La misma voz de hace unos días respondía a mi mensaje.-Deben acercarse un kilometro más para poder darles apoyo.<br /><br />-¿Cómo que un kilometro más? - Grité. -Estamos rodeados de infectados y nos van a cazar.<br /><br />-Código XXXXXX deben proceder según las normas. Serán rescatados cuando se sitúen en nuestro sector.<br /><br />Era increíble. Nos tenían localizados pero no nos rescatarían hasta que estuviéramos más cerca. Estábamos desesperados. La comunicación se cortó.<br /><br />-¿De qué coño van? - La hermana de Merche estaba desesperada.<br /><br />No sabíamos qué responder. Todos alucinábamos con la situación. Entre los árboles veíamos como los infectados corrían de un lado a otro buscándonos.<br /><br />-¿Qué vamos a hacer? - Pregunto Merche.<br /><br />Teníamos una difícil decisión por delante. Estábamos desorientados y sin brújula. Según nuestro interlocutor nos encontrábamos a un kilometro de la salvación pero ¿en qué dirección? Estaba claro que debíamos seguir la misma que habíamos tomado cuando huimos del cerco pero ¿hacia arriba? ¿Todo recto? ¿Tiramos por la calle de en medio y vamos en diagonal?<br /><br />-Lo mejor va a ser eso.-Dijo Gonzalo.-Esta claro que tenemos que seguir por aquí, hagámoslo a mitad y mitad.<br /><br />-Pero eso supone correr en pendiente.-Dijo la madre de Merche.-Estamos muy cansados.<br /><br />-Creo que es la mejor, no, la única opción que tenemos.-Dijo Merche.<br /><br />-Decidido.-Zanjé la conversación.<br /><br />Nos preparamos. Bebimos un poco de agua y tomamos un pequeño bocado de comida. Decidimos quedarnos unos minutos más en esa cueva hasta que la luz fuera un poco más tenue sin llegar a caer la noche sobre la montaña. Con un poco de oscuridad tendríamos más oportunidades.<br /><br />Lo gritos y chillidos se oían a lo lejos. Las siluetas no pasaban frente a nosotros. Era el momento de seguir.<br /><br />-Vamos.-Grité.-Merche, Elena, Laura, Ana y Ana. Salid detrás de Gonzalo, yo cubro la retaguardia. No os paréis pase lo que pase.<br /><br />-¡¡Vale!! - Respondieron todos al unisonó.<br /><br />-Merche, toma.-Le tendí la radio.-Siempre que puedas da el código y pide ayuda.<br /><br />Merche se engancho la radio en el abrigo. Al otro lado de vez en cuando sonaban chasquidos de conexión y se escuchan voces distantes.<br /><br />Salimos corriendo de la cueva. Comenzamos a subir realizando una diagonal con respecto al camino que habíamos realizado antes. Pocos minutos después el cansancio hacia mella sobre nosotros. El ritmo fue bajando pero, sacando fuerzas de flaqueza, tratábamos de no parar. Merche cogió a Elena en brazos. La pequeña no podía más y el peso de Yuko le agotaba la poca energía que tenía. Ana, la hermana de Merche, y Laura comenzaron a bajar el ritmo bruscamente. Gonzalo, en la vanguardia, trataba de no tropezar con las piedras que tenía en el camino. La madre de Merche luchaba por mantenerse pegada a él pero el sobre esfuerzo que realizaba la hacía tropezar continuamente. Yo me apoyaba en cada árbol que pasaba tratando de coger un poco de impulso para continuar.<br /><br />-Seguid... seguid.-Mi voz entrecortada por la falta de aliento trataba de dar ánimos al grupo.<br /><br />Los gritos se comenzaron a oír a la altura de la cueva de la que habíamos salido. Giré la cabeza para comprobar el terreno que dejábamos atrás y vi lo inevitable. Más de una treintena de infectados se apostaban sobre las rocas y nos señalaban saltando y gritando excitados. En pocos segundos los teníamos corriendo detrás de nosotros.<br />Me pareció que ellos también estaban agotados pero no lo suficiente como para dejarlos atrás. Los golpes y empujones se sucedían entre ellos haciendo mella en sus filas obligándoles a muchos de ellos a recuperar el terreno perdido. Esas luchas fueron las que nos daban la ligera ventaja que nos separaba.<br /><br />-¡¡Continuad!! - Grité.- No miréis atrás.<br /><br />Me paré apoyado en un árbol y realicé varios disparos. Dos infectados habían despuntado del grupo y casi nos cogen antes de que me diera cuenta. Uno de ellos cayó colina abajo por la fuerza del impacto pero a unos cincuenta metros se levantó tambaleándose y continuó la persecución a trompicones. El otro, por fortuna, se quedó tirado muerto a unos metros de mí. Continué corriendo. El grupo estaba a unos setenta metros de mi posición. Los infectados nos ganaban terreno y se situaban ya a poco más de cien metros de mí.<br /><br />La lluvia comenzó a caer. Era el efecto tétrico que nos faltaba en la persecución. Alguien en las alturas debió pensar que no teníamos suficiente con el terreno blando producido por las frías mañanas del invierno. Los charcos de agua y barro, los pequeños arroyos y las hojas empapadas nos complicaron cien veces nuestra huida. Los infectados parecían regocijarse con la situación. A pesar de todo ellos tenían más resistencia y, lo más importante, nos superaban en número. Cuando los primeros se cansaban y bajaban el ritmo, los de atrás tomaban la cabeza y tiraban del grupo.<br />Volví a pararme y a realizar unos cuantos disparos más. Esta vez tres infectados de la primera línea cayeron hacia atrás tirando tras de sí a otros tantos colina abajo. Abrí una pequeña brecha que nos dio unos metros más de ventaja. Cuando arranqué de nuevo comencé a contar mentalmente los disparos que había realizado para saber cuántas balas me quedaban aproximadamente. Solo dieciocho. No era mucho.<br /><br />Entonces todo se fue a la mierda. Comencé a escuchar disparos frente a mí. Vi los destellos de los rifles de Merche y Gonzalo disparando hacia ambos lados. Los infectados nos habían adelantado o, seguramente, teníamos algunos por delante y no habíamos reparado en ellos. Traté de apurar el paso lo más que me permitían mis piernas. Tenía al grupo a unos treinta metros y vi varios cadáveres en mi camino. Se estaban enfrentando a una emboscada. Mientras subía comencé a realizar algunos disparos contra siluetas que se acercaban a ellos por sus flancos traseros. Diez balas. Por fin llegué hasta ellos. Se habían parado. La madre de Merche tenía una seria herida en la pierna. Habían transformado ramas en lanzas y una de ellas acertó en el muslo de Ana madre.<br /><br />-¿Cómo está? - Pregunté cuando me puse a su lado.<br /><br />-Mal.-Respondió Merche.-No puede andar y está muy metida... no me quiero arriesgar a sacarla.-Las lagrimas surgían de sus ojos.<br /><br />-Dejadme aquí.-Dijo la madre de Merche.-Salvaos vosotros.<br /><br />-Ni de coña.-Dijo Ana, la hermana de Merche.<br /><br />Los infectados ganaban terreno.<br /><br />-Vamos.-Dije mientras me agachaba y me colocaba a la madre de Merche a la espalda.-Tenemos que seguir.<br /><br />-Yo os cubro.-Dijo Gonzalo disparando hacia la oleada de infectados que escalaban hacia nosotros.<br /><br />Laura, Elena, Merche y yo con su madre a cuestas comenzamos a avanzar como pudimos. Merche se giraba de vez en cuando y disparaba una ráfaga para apoyar a Gonzalo.<br /><br />-Mierda.-Dijo.-Ana se ha quedado con Gonzalo.<br /><br />Giré la cabeza y vi que Ana estaba al lado de Gonzalo, con un cargador en la mano y arrojando piedras con la otra. Algún que otro infectado recibió una de ellas en su cabeza y cayó hacia atrás perdiendo unos metros de avance.<br /><br />-Sigue, sigue.-Le dije a Merche.-Ahora vendrán no te preocupes.<br /><br />Seguimos avanzando. Los gritos cada vez eran más fuertes. Gonzalo no pudo contenerlos por mucho tiempo. Se levantó de su sitio, cogió a Ana del brazo y comenzaron a correr hacia nosotros. De vez en cuando se giraba y descargaba una ráfaga contra sus perseguidores demasiado próximos a él.<br /><br />-Hijos de puta.-Gritó Gonzalo a nuestras espaldas.<br /><br />Nos giramos todos y vimos como Gonzalo hincaba la rodilla en la tierra. Una lanza le había atravesado el gemelo derecho. Se giró hacia los perseguidores y comenzó a descargar las balas que le quedaban en el cargador a discreción contra todo lo que se aproximaba a él. Un infectado le asaltó por su izquierda y le descargó un tremendo golpe con una rama de árbol en la espalda. Gonzalo se echó hacia delante gritando. Ana saltó sobre el infectado y le clavó el cuchillo desbrozador en la cabeza. La mala suerte quiso que el cuerpo cayera por la colina y se llevara consigo la única arma que tenía ella. Ana cogió un palo y se aproximó a Gonzalo. Los infectados comenzaron a rodearles. Gritaban, saltaban, de vez en cuando se acercaban a ellos y los golpeaban o empujaban.<br /><br />-¡¡Noo!!-Gritó Merche.<br /><br />Comenzó a disparar hacia el grupo de infectados que rodeaba a su hermana y su cuñado. Cuatro de ellos cayeron fulminados por tiros en la cabeza. Dos más cayeron colina abajo heridos. El arma dejó de funcionar. Ya no tenía balas.<br /><br />-Mierda, mierda, mierda.-Grité.-Quedaos aquí escondidas, no os mováis.-Le dije a la madre de Merche mientras la dejaba en el hueco del tronco de un árbol.-No hagáis ruido.<br /><br />Salí corriendo detrás de Merche. "Diez balas" Disparé contra los que se lanzaron contra ella. "Tres balas" Merche llegó hasta su hermana. Con la fuerza de la carreta estrelló la culata del fusil contra uno de los infectados que murió en el acto con medio cráneo hundido en su cerebro. El fusil voló de nuevo estrellándose contra otra cabeza. Tres disparos más le quitaron de encima a dos infectados que saltaron sobre ella a su espalda.<br /><br />-¡¡Cabrones!! - Grité cogiendo el fusil por la bocacha quemándome las manos.<br /><br />Descargué mi ataque contra uno de los infectados que se volvió hacia mí. Su mandíbula se desencajó y cayó muerto a mis pies. Sin ninguna esperanza comenzamos un combate anárquico cuerpo a cuerpo contra las decenas de infectados que llegaban constantemente a nuestra posición. Con los machetes hacíamos volar manos separadas de sus brazos. La sangre salpicaba por todos lados.<br /><br />Nos superaban. Una nueva embestida hizo que Gonzalo cayera colina abajo unos cinco metros. Lo suficiente como para que tres infectados lo cogieran en volandas y huyeran con él tratando de escapar.<br /><br />-¡¡Gonzalo!! - Gritó Ana, la hermana de Merche.<br /><br />Cuando se dispuso a seguirles, dos infectados la agarraron del pelo y las piernas y tiraron de ella colina abajo. La bajada era rapidísima y no nos dio tiempo a reaccionar.<br /><br />-¡¡Noooo!! ¡¡Noooo!!- Merche gritó desesperada.<br /><br />Los infectados nos rodearon. No teníamos sitio para blandir los machetes desbrozadores con fuerza y efectividad. Recibí un tremendo golpe en la cabeza. Caí al suelo y traté de darme la vuelta lo más rápido posible. Una nueva patada en el estomago me ayudo a ponerme boca arriba. Vi como cuatro infectados cogían a Merche y trataban de arrancarle la ropa.<br /><br />-¡¡¡Os mataré!!! - Grité lleno de ira pero sin casi poder moverme.<br /><br />Sentí como me clavaban una lanza en cada brazo. Me crucificaron en el suelo. Merche gritaba, pateaba tratando de quitarse a los atacantes de encima. Apareció Laura detrás de ellos con una piedra en las manos. Le reventó la cabeza al más próximo. Cuando trató de atacar al segundo, éste la esquivó y la golpeó tan fuerte que cayó inconsciente al suelo.<br /><br />Un infectado se aproximó a mí con una enorme piedra entre las manos. Mi visión se nublaba por momentos y apenas podía mantener los ojos abiertos. El dolor en mis brazos era cada vez más fuerte y se propagaba por todo mi cuerpo. Noté como uno de ellos movía las lanzas clavadas en mis brazos.<br /><br />A punto de desmayarme la última visión que tuve fue la cabeza del infectado desapareciendo de encima de sus hombros y dejando caer la piedra a mi lado. Un chorro de sangre cayó encima de mí y vi como el otro infectado que me torturaba caía acribillado al suelo. Antes de cerrar los ojos me giré hacia Merche. Estaba acurrucada sobre sus rodillas. Lloraba. Tenía la camiseta hecha girones. Aun mantenía los pantalones intactos. Tres cuerpos yacían a sus pies. Tras ella dos siluetas vestidas con pantalones de color Kakhi, gorras y chalecos tácticos se aproximaban disparando ordenadamente y lanzando granadas. Una voz sonó a mi lado.<br /><br />-Asegurad el perímetro.-Comenzó.-Traed los equipos de evacuación. Eliminadlos hasta dejar veinte metros de seguridad. Moveos, moveos.<br /><br />Un hombre con gorra, gafas de sol y abundante barba blanca se inclinó sobre mí.<br /><br />-Código... XXXXXX.... Siete... Personas... Ayuda.-No aguanté más. Me desmayé.Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-66181746160260670492011-12-12T23:56:00.001+01:002012-11-03T00:42:17.916+01:00ENTRADA 66La Pedriza Parte II<br /><br />Dejamos la mayor parte de nuestras cosas atrás. Durante más de tres horas las luces rojas no se movieron de su sitio pero casi llegada la cuarta hora de vigilancia, cuando la noche cayó definitivamente sobre nosotros, comenzamos a sentir que la mayoría de ellos se estaban acercando poco a poco.<br /><br />Por un momento dejamos de verlos. No sé si fue por el cansancio que sentíamos todos pero ninguno los vimos aproximarse. En pocos minutos tres siluetas negras se lanzaron contra el caballo que nos quedaba. Lo habíamos dejado en el lugar donde estaba el campamento. Nosotros nos movimos unos metros hasta llegar al siguiente grupo de arboles. Lo arrancaron del árbol y se lo llevaron a rastras chillando y golpeándolo. Fue alucinante ver como el caballo viejo se revolvía en vano mientras sus captores lo machacan a palos y golpes hasta matarlo.<br /><br />A los quince minutos unos pulmones y un corazón cayeron a nuestro lado, acompañados de siniestras carcajadas. <br /><br />-Si queréis vivir un poco más deberíais entregarnos a uno de vosotros.-Gritó una voz con sorna.<br /><br />Gonzalo, Merche y yo nos quedamos vigilando las luces mientras Ana, Laura, la madre de Merche y Elena con las perritas se alejaron unos metros más.<br /><br />-Mierda, ¿qué coño hacemos? - Gonzalo estaba muy nervioso.<br /><br />-Ni idea. - Dijo Merche.<br /><br />-El punto seguro está a unos kilómetros en esa dirección. Lo único que nos queda es avanzar hacia allí cómo podamos.-Respondí.<br /><br />La única opción que teníamos era esperar la ayuda de los militares del punto seguro. Aunque no teníamos con nosotros al cien por cien que nos fueran a ayudar.<br /><br />-Merche, Gonzalo.-Dije.-Id con las chicas. Id avanzando. Yo me quedo en retaguardia.<br />Ambos me miraron con cara de preocupación. Pensaban que era un suicidio separarse demasiado. Le di la radio a Merche para que la llevara y fuera comunicándose con los del punto seguro.<br /><br />-No pares de llamarles.-Le dije.-Hasta que se harten. Hay que hacer que salgan a por nosotros.<br /><br />Las luces rojas comenzaron a avanzar lentamente. Debieron pasar muchas horas. La tenue luz de la mañana se iba acercando a pesar de los nubarrones grisáceos que dominaban el cielo. La lluvia y la niebla dominaban a ras de tierra.<br /><br />El grupo comenzó a avanzar rápidamente. Me quedé a unos metros de ellos. Por fin pude ver a algunos de nuestros perseguidores. Pude contar por lo menos a diez de ellos. Debía de haber más de una treintena hostigándonos. Me levanté de mi sitio y corrí por el mismo camino que habían tomado Merche, Gonzalo y los demás.<br /><br />-Jajaja. Eres mío.-Me gritó una voz a mi derecha.<br /><br />Una cabeza asomó entre los arbustos y trató de saltar sobre mí. Se quedó enganchado en una de las ramas y cayó de espaldas al suelo. Me acerqué a él rápidamente y le disparé en la cabeza. La agitación que eso provocó fue tremenda. Los gritos se multiplicaron, las carcajadas aumentaron, se estaban excitando con la posibilidad de una cacería y de que las presas dieran guerra. Las ramas de los arbustos y de los arboles comenzaron a menearse violentamente a mi alrededor. Dos nuevos atacantes se lanzaron sobre mí. El primero de ellos me empujó, sin quererlo descargué una ráfaga del fusil de asalto con tanta fortuna que le atravesó dos veces la cabeza y el cuello. El segundo fue a saltar sobre mí mientras estaba en el suelo pero una ráfaga desde unos arbustos acabó con él.<br /><br />-Vamos Borja.-Gonzalo había acudido en mi ayuda.<br /><br />El revuelo se multiplicaba por momentos. Corrimos y llegamos a una explanada. Vimos al otro lado que las chicas se ocultaban entre unos arbustos y Merche se colocaba con el fusil para dar cobertura.<br /><br />-No lo pensemos.-Nos dijimos.-¡¡Aaaaah!!<br /><br />Nos lanzamos chillando por la explanada. Hasta ocho infectados salieron de diversos puntos para atacarnos. La carrera fue un caos. Desde lejos Merche disparó un par de ráfagas. Uno de los atacantes cayó a nuestros pies. Tuve que saltarlo para no tropezarme. <br /><br />-Cuidado.-Grité.<br /><br />Gonzalo iba un par de metros delante de mí. Un infectado me adelantó y se lanzó contra él. Gonzalo saltó en el momento justo en el que el atacante trató de placarle las piernas. Cuando cayó al suelo disparé un tiro contra su cuello. Seguimos corriendo como posesos. Frente a nosotros se encontraba un árbol caído. Gonzalo lo bordeó, le quedaba en mejor posición para hacerlo. Le escuché gritar y disparar varias veces. Yo llegué al árbol y dos infectados se lanzaron desde atrás contra mí. Me arrojé por debajo de las ramas y me deslicé como un jugador de baseball llegando a una de las bases. Sentí como uno de los infectados se estrellaba contra el árbol y emitía un agudo chillido de dolor. El otro infectado cayó al otro lado del árbol. Acabé a sus pies. Me agarró del cuello y me levantó como si fuera de papel. El tío debía medir por lo menos dos metros y era un puñetero armario. Comencé a darle patadas en el estomago pero no sintió nada. Agarré el fusil y lo apunté contra sus piernas. Descargué varias ráfagas que le cortaron una de ellas. Los dos caímos. Conseguí mantener el equilibrio. El infectado trató de agarrarme pero me alejé lo suficiente. <br /><br />-¡¡Borja!! ¡¡Espabila!!- Gonzalo me gritó casi llegando a la posición de las chicas.<br /><br />Esquivé el último intento del mostrenco por cogerme y continué mi carrera. Conté uno más. Justo cuando llegaba a la altura de la posición donde me esperaban los demás me giré violentamente, tropecé y disparé sin pensar. El infectado no se lo esperó y se "comió" los dos disparos que le lancé a bocajarro contra su boca la cual saltó por los aires dejando un espacio vacío sobre sus hombros.<br /><br />-Dios, dios, dios.- Grité, invadido por la adrenalina.<br /><br />Al otro lado de la explanada aparecieron multitud de infectados. <br /><br />-Vamos, vamos, vamos.-Gritamos todos.<br /><br />Como si de una película de terror se tratase, la niebla comenzó a caer sobre nosotros. Nos dio la ventaja de ocultarnos pero también nos desorientó. Los gritos se oían por todos lados. Dejamos de correr y avanzamos más cautelosamente. Los ruidos de ramas rompiéndose o arboles agitándose nos ponía en guardia en todas direcciones. De la niebla apareció una sombra que agarró a Elena y trató de salir corriendo. Merche reaccionó rápidamente y disparó contra las piernas del infectado. Elena cayó al suelo junto con la bolsa en la que llevaba a Yuko. Me acerqué y paré a Merche.<br /><br />-No malgastes munición.-Le dije.<br /><br />Le pedí a Ana, la madre de Merche, el machete desbrozador y descargué con fuerza un golpe contra las cervicales del infectado que se retorcía de dolor tratando de incorporarse. No le maté pero le dejé parapléjico. Gritó y trató de moverse pero fue en vano. Ni un solo musculo le hizo caso. Un nuevo atacante salió de las sombras.<br /><br />-Cuidado.-Gritó Ana, la hermana de Merche.<br /><br />Sin pensarlo clavó el cuchillo que llevaba en el estomago del infectado. Este la agarró dolorido. La madre cogió una piedra y la estrelló contra la cabeza del atacante abriendo un enorme hueco por el que comenzó a salir el cerebro y la sangre.<br />Estábamos agotados. La visión era cada vez peor. La niebla se cerraba por momentos sobre nosotros y la oscuridad invadió cada rincón de la montaña. Nos movíamos juntos, unos de la mano de otros para no separarnos. La noche llegó.<br /><br />-¿Qué hacemos? - Preguntó Gonzalo.<br /><br />Nos habíamos agazapado entre varios árboles y matorrales. La visión era nula y éramos incapaces de saber dónde estábamos. Sentíamos como a nuestro alrededor se movían y agolpaban una gran cantidad de infectados. No sabíamos el porqué pero nos habían dejado de atacar haría unos veinte minutos aunque nos hostigaban constantemente. De vez en cuando pasaba una silueta corriendo a nuestro lado golpeando los troncos de los árboles y chillando violentamente. Estábamos totalmente a oscuras. Debieron pasar varias horas cuando empezamos a ver luces a nuestro alrededor. Los infectados comenzaron a encender hogueras. El frío era muy intenso y estábamos helados. Al parecer ellos también lo notaban y se agolpaban alrededor de los fuegos. Los canticos, gritos y chillidos no dejaron de oírse, de hecho estaba convencido de que se iban intensificando poco a poco con cada hoguera encendida.<br /><br />-He contado veinte lucecillas.-Me dijo Merche a mi lado.<br /><br />Apenas la veía, sentía que estaba a mi lado. La tenue luz que llegaba hasta nosotros a través de la nieva le iluminó un poco la cara. Tenía las mejillas marrones debido al barro y el agua. Sus ojos mostraban un cansancio extremo. El pelo, cortado antes de salir del pueblo, estaba acartonado en mechones serpenteantes decorados con pequeñas piedrecillas. Mi aspecto no debía de ser mucho mejor.<br /><br />-Yo no he contado ninguna.-Le dije.-Estoy esperando que se acerquen.<br /><br />-Llevan tiempo allí parados.-Continuó Merche.-Hace rato que ni siquiera se acercan como antes.<br /><br />-Ya.-Respondí.-Estoy muy preocupado. No sé si nos hemos desviado del camino. No sé cuántos infectados hay. No sé si lo conseguiremos.<br /><br />Merche me cogió la mano y se acurrucó a mi lado. Elena dormía cerca de nosotros. Ana y Gonzalo estaban abrazados y parecía que ella se había quedado también dormida. Laura y la madre de Merche estaban enfrente nuestro, ambas con los ojos cerrados tratando de descansar.<br /><br />-¿Qué hora es? - Preguntó Merche.<br /><br />-No tengo ni idea.-Respondí.-Es Gonzalo el que tiene reloj pero no quiero molestarle.<br /><br />-¿Qué día es hoy? - Volvió a preguntar Merche.<br /><br />-Pues...-Me quedé un momento pensativo.-La verdad es que no lo sé. ¿Cuántas noches hemos pasado fuera?<br /><br />-No sé.-Respondió Merche.-Dos o tres ¿No?<br /><br />Pensé que seguramente mirando los apuntes del diario daría con el día en el que estábamos pero recordé que no había podido escribir los últimos sucesos. Debimos quedarnos dormidos.<br /><br />Me desperté sobresaltado. Estuve soñando toda la noche con la situación que vivimos. Me noté muy cansado, seguramente apenas habría podido conciliar el sueño más de una hora seguida. El olor de los restos de hogueras llegaba hasta nosotros. La niebla seguía sobre la montaña y el frío se mantenía intenso. En algunos puntos se podían distinguir, todavía, los bailoteos de las llamas. Los canticos, gritos y chillidos habían cesado. "Ellos tendrán que dormir también" Pensé.<br /><br />-Merche.-Dije muy bajito tratando de despertarla.-Despierta. Vamos a levantar a los demás y nos ponemos en camino otra vez.<br /><br />-¿Qué dices? - Respondió algo adormecida.- ¿Estás loco? Nos van a matar.<br /><br />-Creo que están durmiendo.-Le dije.- Estarán infectados pero siguen siendo "humanos", necesitan descansar y después de pasarse toda la noche de juerga estarán cansados.<br /><br />Merche me miro incrédula. La idea de continuar con todo lo que nos rodeaba le asustaba muchísimo.<br /><br />-No nos queda otra opción.-Le dije.-Eso o esperar a que vengan.<br /><br />Ella sabía que era nuestra única salida. No nos íbamos a quedar allí parados esperando que nos atacaran y nos mataran. Teníamos que luchar. Después de todo lo que habíamos pasado no podíamos rendirnos.<br /><br />Fuimos despertando a todos poco a poco y en silencio. Con cuidado preparamos las pocas cosas que nos quedaban. Nos ajustamos las armas; cuchillos, fusiles, palos. Y nos reunimos antes de salir.<br /><br />-¿Hacia dónde vamos? - Preguntó Gonzalo.<br /><br />-La mayoría de las hogueras estaban en aquella dirección.-Dijo Merche señalando a la zona por la que supuestamente habíamos llegado.<br /><br />-Bien, esta claro entonces.-Dije.-Vamos en la dirección contraria.<br /><br />Comenzamos a andar en silencio. Avanzábamos despacio para hacer el menor ruido posible y poder comprobar el suelo para no pisar ramas u hojas que pudieran desvelar nuestra situación. De vez en cuando oíamos chascar las hogueras que nos rodeaban. Nos quedábamos parados en el sitio escuchando y comprobando que no hubiera más ruido o movimiento que ese. Habíamos recorrido unos treinta metros cuando nos encontramos con el primer problema. Frente a nosotros se despejó la niebla un poco y vimos un pequeño campamento. Tres hogueras separadas por unos diez metros cada una reposaban rodeadas de una veintena de bultos. Una de ellas aun tenía el fuego avivado, las otras dos eran un hilillo de humo que se unía a la niebla unos metros por encima de la tierra.<br /><br />-Mierda.-Escuché la voz de Gonzalo a mi espalda.<br /><br />-Tranquilos.-Dije.-Despacio y sin hacer ruido. No podemos volver atrás ni rodearlos, perderíamos mucho tiempo.<br /><br />Era una locura pero era muy posible que hubiera más grupos como este o más numerosos en otros puntos, rodeándonos. Volver atrás suponía perder tiempo.<br /><br />-Merche, coge a Elena en brazos y a las perritas y pasa tu primero.-Le dije.-Gonzalo y yo nos quedamos para cubriros desde aquí. Después vosotras tres en fila india.<br /><br />Se prepararon todas para pasar. Nos fuimos hacia la derecha del campamento. Estaba flaqueado por un muro de piedra y no parecía haber ningún bulto apoyado contra él. Por un momento valoramos la posibilidad de pasar al otro lado pero el estado de las piedras y la humedad lo hacía muy complicado.<br /><br />Merche cogió a Elena en brazos. Ésta llevaba a las dos perras encima con sus mochilas. Yuko gimoteaba débilmente. Boni asomaba la cabeza por un rasgado de su mochila y gruñía de vez en cuando.<br /><br />-Chist.-Le decía Merche a la perra.-Cállate.<br /><br />Algunos cuerpos se movían de vez en cuando acurrucándose o colocándose en otra posición. Las cuatro comenzaron a avanzar. Las mirábamos con los ojos como platos. La tensión se notaba en cada uno de nosotros. Le dije a Merche que se fuera unos veinte metros más allá del campamento, tras un árbol caído sobre el muro de piedra. El tiempo pasó lentísimo. Paso a paso fue avanzando pasando a escasos dos metros de algunos infectados. Afortunadamente Merche no tuvo ningún problema para cruzar. Cuando dejó el campamento atrás aceleró el paso para llegar al árbol lo antes posible.<br /><br />-Venga.-Dijo Gonzalo.-Ahora vosotras. Tened cuidado.<br /><br />Laura, Ana y la madre de las chicas comenzaron a andar por el mismo camino que había seguido Merche. Al igual que ella las tres avanzaban poco a poco. Varios infectados se movieron a la vez y se pusieron muy nerviosas. Gonzalo trataba de calmarlas con gestos desde donde estábamos pero no sirvió de nada. Comenzaron a correr hacia el árbol. Laura pisó sin querer una rama que estaba atrapada entre las piedras del muro. El sonido de esta resquebrajándose nos dejó helados. Las chicas llegaron hasta el árbol y se escondieron. Gonzalo y yo nos tiramos al suelo y simulamos formar parte del campamento. Un par de infectados se levantaron. Miraron a su alrededor y se preguntaron uno a otro si habían escuchado el ruido.<br /><br />-Joder.- Decía Gonzalo por lo bajo.-Nos van a pillar.<br /><br />-No te muevas,-le dije- no hagas nada a no ser que este claro que nos han pillado.<br /><br />Ambos infectados se incorporaron. Se desperezaron.<br /><br />-Arg, ya no puedo dormir.-Dijo uno de ellos.- ¿Cómo estarán nuestras presas? - <br />Preguntó mirando hacia el lugar donde se suponía que estábamos.<br /><br />-¿Por qué cojones tenemos que esperar? - Respondió el otro mientras bostezaba y se rascaba el pelo. - Quiero matarles ya.<br /><br />-Ya oíste al jefe.- Le increpó el primero.- Aquel que los toque antes que él correrá peor suerte que las presas.<br /><br />-Qué asco.-Se resignó el segundo.<br /><br />-Quiero mear.-Dijo el primero.-De paso voy a buscar algo para comer.<br /><br />Ambos se alejaron del campamento en dirección contraria a nosotros. En pocos segundos se perdieron en la niebla. "La niebla se está levantando" Caí en ese momento. La luz era cada vez más clara y se veía más terreno. Le hice una señal a Gonzalo y nos levantamos para cruzar el campamento y reunirnos con las chicas.<br /><br />-Tenemos que darnos prisa.-Le dije a Gonzalo cuando me junté con él.-La niebla se está dispersando y verán que no estamos allí.<br /><br />Procedimos de la misma manera que las chicas antes que nosotros. Pegados al muro fuimos avanzando lo más silenciosamente posible. Vigilábamos cada uno de los cuerpos que teníamos enfrente de nosotros. Clavé la vista en el cuerpo que tenía a menos de dos metros de mí. Tenía los ojos abiertos y me miraba asombrado.<br /><br />-Joder.-Dije lo más bajo que pude.<br /><br />Me lancé sobre su cabeza en el momento en el que trató de incorporarse y gritar. Le rodeé el cuello con los brazos apretando su cara contra mi estomago con toda la fuerza que pude. El infectado se revolvió violentamente. Sentí como Gonzalo tiró de mí para alejarnos de los cuerpos que teníamos al lado y evitar que recibieran una patada que los despertase. Debajo mío el infectado comenzó a golpearme. Era increíble la fuerza con la que me asestaba cada uno de sus puñetazos. Tenía que contenerme el dolor y mantenerme aferrado a él. Gonzalo sacó un machete y lo hundió en el estomago de nuestro enemigo. Repitió el proceso tres veces más hasta que el cuerpo dejó de moverse. Me separé poco a poco de él. La cara mostraba los ojos y la boca abiertos. La sangre manaba por las comisuras y caía al suelo. <br /><br />-Vamos.-Gonzalo me golpeó el brazo.<br /><br />Nos levantamos los dos y corrimos hacia las chicas. Los gritos a nuestras espaldas comenzaron a sonar en todas direcciones.<br /><br />-Mierda.-Dijo Merche.-Ya se han enterado de nuestra huida.<br /><br />La niebla era casi nula. Veíamos perfectamente el hervidero de infectados que había alrededor de nuestro antiguo campamento. Corrían como locos de aquí a allá. Golpeándose unos a otros. Luchando entre ellos.<br /><br />-Parece que se están culpando los unos a otros de nuestra huida.-Dijo Ana, la hermana de Merche.<br /><br />-Tenemos que aprovechar la confusión para huir.-Dijo Gonzalo.<br /><br />Nos pusimos en marcha. Apoyados por el árbol caído saltamos al otro lado del muro de piedra y corrimos lo más rápido que nos permitían nuestras piernas. Ocultándonos entre los arbustos. Tratando de dejar a nuestras espaldas la mayor cantidad de vegetación posible.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-80603522652856760612011-12-12T23:55:00.001+01:002012-11-03T00:42:17.922+01:00ENTRADA 65La Pedriza Parte I<br /><br />No sabría decir cuánto tiempo tardamos ni cómo conseguimos llegar. Por lo que me dicen estuvimos cinco días a la intemperie pero no sabría contar con seguridad lo qué pasó en cada uno de esos días.<br /><br />Como habíamos decidido, el domingo por la mañana salimos del picadero. Nos habíamos preparado para el frío y llevábamos un poco de ropa; sobre todo camisetas, calcetines y ropa interior para cambiarnos. Los abrigos tendrían que aguantar se mojaran o no. Daríamos un rodeo al pueblo. Pensamos que la mejor opción, aunque nos llevara más tiempo, era bordearlo. Entrar podría suponer un peligro, a pesar de haber visto a los habitantes muertos en el granero. A pesar de la cantidad de cuerpos que encontré era imposible saber si aún quedaba gente con vida.<br /><br />Volveríamos sobre nuestros pasos para ir hacia el aparcamiento de La Pedriza que se encontraba a la entrada del pueblo. Subiríamos por esa vertiente, llena de caminos y preparada para ser una zona de paseo. Trataríamos de evitar, en la medida de lo posible, el tener que meternos campo a través. <br /><br />El día comenzó despejado con algunas nubes altas a las que no les dimos importancia. Los caballos estaban animados, seguramente el salir de aquella pista y de aquel encierro los alegró bastante. Afortunadamente no iban muy fuertes, no tiraban y obedecían las órdenes. Elena comenzó el viaje montada en el caballo más viejo. Fuera de los muros se le veía mucho más enérgico. Incluso diría que su pelo cambió de color de un marrón apagado a un rojizo intenso con varios mechones blancos. Los otros dos también mostraban un color impresionante. El caballo que llevaba la carga tenía un color grisáceo con motas blancas por todo el cuerpo. Su cabeza era de un gris más fuerte al igual que sus patas desde las rodillas. Sobre su lomo, colgando de la silla, habíamos colocado los plásticos, los bidones de agua, algunos palos de aluminio, un pico, una pala y las mantas de los caballos. El caballo sobre el que iba Laura era de color marrón claro con la crin y el final de las patas negros. Este era el más joven de los tres pero no dio ni un sólo problema. Merche, antes de salir, se pasó casi una hora dándole cuerda al caballo para que se relajara.<br /><br />En poco más de media hora llegamos hasta el aparcamiento. Encontramos muchos coches abandonados. Quizás de gente que iba al punto seguro o de gente a la que todo esto les pilló de paseo por La Pedriza. Tendríamos que estar alerta. No podíamos descartar la posibilidad de que nos encontráramos con otra gente en aquellas montañas ya fueran infectados o sanos.<br /><br />Por un momento nos quedamos parados frente al camino que íbamos a coger. Serpenteaba a lo lejos hasta perderse entre los árboles y las rocas. El inicio del viaje era al descubierto. La parte baja no estaba demasiado poblada de árboles más bien eran todo arbustos y rocas. Respiramos hondo, nos miramos unos a otros para confirmar que estábamos todos preparados. Comenzamos a andar. El camino parecía no haber sido pisado en mucho tiempo. Ni una sola huella se veía en la arena. Rocas, arbustos, ramas y algo de basura poblaban la tierra que subía frente a nosotros. En algunas zonas tuvimos que usar los machetes desbrozadores para cortar las ramas de los arboles solitarios que vivían a un lado del camino y que habían formado una barrera cortando el paso. Merche y yo abríamos el grupo. En el centro iban los tres caballos con Laura, Elena, Ana y la madre de Merche. Detrás iba Gonzalo cerrando el grupo y vigilando la retaguardia. El avance era lento pero constante. La idea de no cansarse demasiado nos rondaba la cabeza. Muchos habrían pensado en hacer una jornada brutal avanzando lo más rápido posible al principio pero nosotros queríamos reservar las fuerzas para la parte dura y para enfrentarnos a los imprevistos.<br /><br />Tras un par de horas llegamos a la zona donde la vegetación era más abundante. Las rocas se situaban a ambos lados del camino que ya había dejado de estar flanqueado por los muros de piedra.<br /><br />-Hay que ir con cuidado.-Dijo Merche.-El camino es muy poco visible por aquí.<br /><br />El camino de tierra se iba convirtiendo poco a poco en un manto verde. La vegetación lo había tomado. En tan solo dos meses de estado salvaje, sin gente ni animales pasando por el mismo lugar un día tras otro los brotes de hierba crecían libremente en cualquier esquina. Las ramas de los arboles caían sobre los restos del camino. Rocas caídas nos obligaban a rodearlas haciéndonos perder bastante tiempo en volver a identificar por donde teníamos que continuar. A cada paso que dábamos estábamos más cerca de perder el camino de vista.<br /><br />Encendí el GPS pero no conseguí obtener señales de satélites. Lo mantuve encendido por lo menos para usar la brújula y orientarnos con ayuda del mapa. Merche llevaba con ella la radio. La habíamos dejado encendida y de vez en cuando daba el mensaje por el canal que nos habían adjudicado pero sin obtener respuesta.<br /><br />-Apágala un rato.-Le dije.-Quedan dos rayas de batería y no sabemos cuánto va a durar.<br /><br />-Sí.-Respondió mientras se guardaba la radio en su mochila.- ¿Crees que vamos bien?<br /><br />-Espero que sí.-Le comenté.-El punto seguro esta hacia el noreste desde el aparcamiento. Estoy yendo en esa dirección. De momento vemos el camino. <br /><br />Supuestamente a unos dos kilómetros tenemos que encontrar una bifurcación. Deberíamos coger el camino que sube, vamos, que queda a la izquierda. Otros tres kilómetros andando y meternos campo a través unos dos kilómetros.<br /><br />-Joder.-Suspiró Merche.-Si estamos muy lejos todavía.<br /><br />Decidimos tomar un descanso. Dar de beber a los caballos, tomar algo nosotros y relajarnos un poco. El cielo estaba despejado y el sol brillaba en lo alto. Nos quedarían todavía unas cinco horas de luz.<br /><br />-¿Sabes que no llegaremos hoy, verdad? - Me dijo Gonzalo.<br /><br />-Es muy posible.-Respondí.-Hemos recorrido poco más de dos kilómetros en casi tres horas.<br /><br />-Vamos muy lentos.-Dijo Ana, la hermana de Merche.<br /><br />-Ya, pero es preferible ir así que agotarse.-Dijo Merche.<br /><br />Todos lo teníamos muy presente pero era lógico que estuviéramos preocupados por tener que pasar la noche al raso.<br /><br />-Tenemos que mantener la calma ante todo.-Dije.-No podemos agobiarnos después de todo lo que hemos pasado. Estamos muy cerca de nuestra meta. No la caguemos ahora.<br /><br />Desde donde estábamos se veía el aparcamiento y parte del pueblo. El embalse se extendía a lo lejos. Multitud de puntos decoraban las orillas y la propia agua. No quisimos pensar en lo obvio. Tras media hora volvimos a ponernos en marcha. El viento comenzó a soplar. De momento no era molesto pero sí muy frío. Las copas de los arboles danzaban sobre nosotros. El cielo comenzó a tornarse gris.<br /><br />-No me lo puedo creer.-Dijo la madre de Merche.<br /><br />Lamentablemente se estaba formando sobre nosotros una tormenta. Aún no habíamos alcanzado la bifurcación. La idea de que la habíamos pasado se asentaba en nuestras cabezas. Ya casi íbamos intuyendo el camino. El color verde predominaba sobre el amarillento de la arena. El viento se fue haciendo más fuerte por momentos. Las ramas y hojas volaban de un lado a otro.<br /><br />-Esto no va bien.-Dije mientras trataba de encontrar la bifurcación. Sentía que ya habíamos recorrido dos kilómetros y no había señal de ella.<br /><br />-Quizás deberíamos parar y acampar.-Me dijo Merche.-Montar el campamento con lluvia no será muy buena idea. Aun podemos coger un sitio seco.<br /><br />Me quedé pensativo. La idea era la más sensata que podíamos tener. Miré hacia delante.<br /><br />-Espera un momento.-Le dije a Merche.<br /><br />Salí corriendo hacia un montón de piedras que se levantaban a unos veinte metros de donde estábamos. Cuando llegué vi que una pequeña porción de arena se dirigía hacia mi izquierda para luego perderse de nuevo bajo el manto verde. Recordé que en algunos montes me pareció haber visto este tipo de montones para marcar las bifurcaciones. Llamé a Merche haciendo gestos. Todo el grupo se acercó a mi posición.<br /><br />-Creo que esta es la bifurcación.-Dije con todo de alivio.- ¿A vosotros no os suena haber visto en el monte este tipo de montones para marcar los caminos?<br /><br />Me miraron con cara de asombro. Parecía que no sabían de qué estaba hablando.<br /><br />-No sé si será verdad o no.-Por fin Gonzalo rompió el silencio.-Pero está claro que parece que por aquí pasaba un camino y es lo mejor que tenemos.<br /><br />-Vale.-Respondieron los demás al unisonó.-Seguiremos por aquí.-Dijo Ana.<br /><br />Conteníamos por ese camino durante una hora más. Miré el mapa para comprobar la dirección que tomaba el camino con respecto a las coordenadas. Teníamos que estar avanzando hacia el Norte con unos grados hacia el Este. Comprobé la brújula del GPS. Para mi sorpresa, en algún momento el aparato había obtenido la señal de algún satélite y, aunque en ese momento estaba perdida, tenía dibujado una línea sobre el camino que seguíamos.<br /><br />-Mirad.-Se lo enseñé a los demás.-Yo creo que vamos bien, ¿no?-Dije con una sonrisa.<br /><br />Las caras de alivio se dejaron ver en cada uno de nosotros. A pesar de no tener señal, el GPS mostraba la ruta óptima para llevar hasta las coordenadas que habíamos introducido y, para nuestra tranquilidad, estábamos encima de esa pequeña línea negra. Sin dudarlo un momento saqué el mapa de nuevo y con un lápiz comencé a señalar el camino que mostraba el aparato. Pulsé el botón para avanzar a la siguiente parte y para nuestra desgracia el GPS se apagó.<br /><br />-¡¡Mierda!! - Grité.-Nos falta el último kilómetro.<br /><br />Nos quedamos mirando la pantallita atontados, con la esperanza de que se encendiera. Pero no ocurrió. Pulsé varias veces el botón de encendido pero no tuvimos suerte.<br /><br />-Según eso estamos a poco más de cinco kilómetros.-Dijo Ana.<br /><br />El viento comenzó a soplar con mucha más fuerza. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre nosotros.<br /><br />-Vamos debajo de esos árboles.-Dijo Merche.-Aun está seco y podemos montar el campamento.<br /><br />Los caballos comenzaron a estar nerviosos por primera vez en todo el camino. El que llevaba Laura comenzó a levantarse sobre sus cuartos traseros nerviosamente.<br /><br />-Cuidado, cuidado.-Dijo la madre de Merche.<br /><br />Laura salió despedida hacia atrás y cayó encima de Gonzalo. El caballo se encabritó y salió al galope saltando una pila de troncos. Le oímos relinchar durante un rato hasta que se apagó a lo lejos. <br /><br />-Olvidaos de el.-Dije.-Vamos a montar un campamento.<br /><br />Gonzalo y yo comenzamos a levantar un pequeño perímetro de tierra e hicimos algunos agujeros para meter los palos de aluminio que sujetarían las mantas de los caballos sobre nosotros. Atamos las cintas de cierre a los tres arboles que rodeaban el hueco. Creamos un pequeño tejadillo bajo el árbol dejando caer los laterales de las mantas a modo de cortinillas. Con los plásticos tapamos la parte superior para que el agua no entrara e hiciera de caída hacia los laterales. Como estábamos debajo de unos árboles muy frondosos la lluvia se notó muy poco.<br /><br />Nos quedamos allí metidos. Fuera había muy poca luz. Imaginé que la noche estaba cayendo sobre nosotros. Los caballos relinchaban bajo los árboles. Los atamos uno a cada árbol para que tuvieran espacio. Merche le puso a cada uno una manta impermeable y les tapó la cabeza hasta los ojos. Dejaron de relinchar. El sonido de la lluvia contra los plásticos era constante. Al no caer directamente contra nosotros las gotas que se acumulaban en las hojas de los árboles eran más grandes.<br />Cuando me desperté la lluvia continuaba cayendo. La oscuridad dominaba el día. No nos movimos de allí. Encendí la radio y comencé a dar el mensaje. Seguimos sin obtener respuesta. Busqué el canal por el que escuché a los otros hablar. Llegué a él y la voz seguía allí dando su mensaje.<br /><br />-Código... XXXXXX... tres personas... situación desconocida... no funciona... pero... estamos en... Pedriza. Ayuda... por favor.<br /><br />"Tres personas" Si no recordé mal en el primer mensaje que escuché decía que eran cuatro. Habían perdido a uno en el camino. Volví a mi canal y comencé a cantar mi mensaje de nuevo.<br /><br />-Atención código XXXXXX.-Una voz respondió a mi llamada.- Aquí punto seguro La Pedriza.-Era claro y limpio.-Confirmado código de acceso. No les tenemos en nuestro radio de apoyo. Por favor, aproxímense más.<br /><br />-Aquí código XXXXXX.-Respondí eufórico.-Estamos atrapados en la tormenta. No tenemos muy claro la dirección qué debemos tomar. Solicitamos ayuda.<br /><br />-Atención código XXXXXX. Negativo. No podemos proceder. Deben acercarse más.<br /><br />"Joder" Pensé. No les costaba nada salir en nuestra búsqueda. Seguro que tenían los medios necesarios para ayudarnos.<br /><br />-Atención código XXXXXX. Están en zona caliente. No podemos proceder. Aproxímense más.<br /><br />¿"Zona caliente"? Qué demonios. Eso no significa nada bueno.<br /><br />-Atención código XXXXXX. Mantengan comunicación cada tres horas por su canal. <br />Cuando establezcamos su situación dentro de nuestro radio de acción procederemos a rescatarles. Corto y cierro.<br /><br />Me quedé mirando alucinado la radio.<br /><br />-¿Qué es eso de que estamos en una zona caliente? - Preguntó Laura.<br /><br />-Pues que estamos en zona peligrosa.-Respondió Gonzalo.<br /><br />La preocupación se hizo visible en nuestras caras. Yo solo podía pensar que sería debido a que en la zona había infectados. Un trueno sonó en el cielo. La tormenta comenzaba a coger fuerza cada minuto. Tuvimos que salir a asegurar con piedras las partes de las mantas que caían sobre el suelo. Los caballos estaban muy nerviosos. El resplandor de los rayos se metía entre los huecos de las mantas. Una desagradable sensación de miedo e inseguridad nos abordó a todos.<br /><br />Laura y Elena se quedaron dormidas. Merche y su hermana Ana trataban de aguantar el cansancio pero en pocos minutos se unieron al sueño de las dos pequeñas. La madre de Merche tampoco pudo aguantar y se quedó dormida en poco tiempo. Gonzalo y yo nos quedamos despiertos. Sentíamos la necesidad de vigilar el campamento.<br /><br />-¿Crees que se referían a infectados? - Me preguntó.<br /><br />-Estoy convencido.-Respondí sin dudarlo.<br /><br />-Menudo follón. Tan cerca y no vamos a poder llegar sin problemas.<br /><br />-Eso parece.-Dije.-Pero hemos salido bien de todo.<br /><br />La cara de Gonzalo no dejaba lugar a dudas. Estaba muy preocupado. La verdad es que pensar que estas a las puertas de la salvación pero que antes tienes que pasar una prueba de fuego no es una sensación muy alentadora.<br /><br />Los caballos comenzaron a relinchar insistentemente. Nos pusimos en guardia. De pronto uno de ellos coceó una de las mantas desmontando parcialmente el campamento. Las gotas que caían de los arboles comenzaron a caer entre nosotros. Las chicas se despertaron aterradas. Pensaron que estábamos siendo atacados. El caballo se revolvía violentamente. Comenzó a golpear el árbol hasta que finalmente se soltó y salió al galope hacia la oscuridad.<br /><br />-Tranquilas, tranquilas.-Gritó Gonzalo tratando de calmarlas.-Ha sido uno de los caballos.<br /><br />-¿Pero qué ha pasado? - Preguntó Merche mientras cogía a Elena y a las perritas.<br /><br />-Se ha puesto nervioso con los rayos y los truenos.-Respondí.-Y se ha soltado.<br /><br />-¿Se ha escapado? - Me preguntó de nuevo con cara de preocupación.<br /><br />-Sí.-Dije.-Sólo queda el viejo.<br /><br />Curiosamente, a pesar de estar asustadísimo, apenas se movía. De vez en cuando relinchaba pero no hacía nada en absoluto. La oscuridad no me permitió saber en qué momento del día estábamos. Estaba claro que no debía ser de noche completa porque había una ligera iluminación pero era tan mínima que podría ser de la tarde o de la temprana mañana. Una mano me agarró del hombro. Vi a Ana, la madre de Merche, agarrándome fuertemente mientras miraba aterrada hacia unos arbustos.<br /><br />-Joder.-Sólo alcancé a decir eso.<br /><br />Los malditos ojos rojos se multiplicaban a varios metros de nosotros. Estaban inmóviles pero nos vigilaban. Algunos se movían de lado a lado pero ninguno se acercaba. Los gritos comenzaron a escucharse unos detrás de otros. Las carcajadas los siguieron. Pero los ojos seguían sin acercarse.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-8189191637739097482011-12-12T23:53:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.924+01:00ENTRADA 64Sábado 3 Diciembre<br /><br />Tres días. Desde que llegamos al picadero hemos estado cuidando de los caballos para que estén sanos. Han mejorado mucho. El que eligió Merche para llevar la carga está bastante fuerte y animado. Los otros dos no se encuentran peor. El elegido para llevar a Elena y Laura es un caballo bastante mayor, muy manso y que se limita a seguir a la personas que tenga delante. No mueve una pata si no tiene un guía. <br /><br />En cuanto a nosotros. Estamos bastante descansados. No hemos tenido ni un solo problema estos días. Hemos podido ducharnos dos veces, todo un lujo. La carne de vaca que conseguimos hace días ya se agotó pero la disfrutamos muchísimo. <br />Tendríamos que empezar a usar las latas de las raciones militares.<br /><br />El tiempo, aunque era muy frío, se mantuvo seco a lo largo de los días. Salvando las nieblas que se dieron por las mañanas, creando un tremendo manto húmedo en el suelo. La verdad es que hemos estado muy bien, de momento.<br /><br />-¿Crees que mañana podremos continuar? -Le pregunté a Merche mientras miraba a los caballos corriendo por la pista.<br /><br />-Yo creo que si-Me respondió. Había vestido a un caballo y lo estaba montando alrededor de la pista. Se portaba bastante bien y respondía a las órdenes.<br /><br />La madre de Merche y Laura la observaban desde uno de los muros. En el bar, donde habíamos levantado el campamento, estaban Gonzalo y Ana mirando a través del ventanal. Elena jugaba con Yuko y con Boni en un pequeño pasillo que rodeaba la pista tras los muros.<br /><br />Aproveché ese momento para volver a comunicar nuestra posición, número de personas y código con la radio. Llevaba tres días intentándolo pero no obtuve respuesta en ninguno de mis intentos. Me dio por trastear un poco con los canales. Muchos de ellos estaban totalmente en silencio. En algunos me pareció escuchar voces pero el ruido era muy intenso. Por fin llegué a un canal, dando vuelta en el que me quedé sorprendido por lo que escuchaba.<br /><br />-Código...XXXXXXXX...cuatro...personas...según...GPS...dos... kilómetros...coordenadas...XXXX<br /><br />No supe qué hacer en ese momento. Por un instante estuve tentado de responder a esa llamada. Tendrían que ser compañeros del laboratorio pero tal y como han pasado las cosas y como está el mundo no sabía si arriesgarme. La voz volvió a sonar repitiendo de nuevo la secuencia.<br /><br />Merche se paró delante de mí con el caballo.<br /><br />-¿Vas a contestar?-Me preguntó. <br /><br />-No tengo ni idea.-Respondí.-No quiero tener problemas. Creo que no. Ya les conoceremos en el punto seguro.<br /><br />Me sonrió y continuó dando vueltas a la pista con el caballo. Noté que ella estaba también muy reacia a liarnos con más problemas con otras personas.<br />Por la noche nos reunimos todos delante del fuego por última vez. La mañana siguiente nos esperaba con un largo viaje que debíamos cubrir lo antes posible. Estábamos muy cerca de nuestro objetivo.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-23694732359711672632011-12-12T23:52:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.904+01:00ENTRADA 63Miércoles 30 Noviembre<br /><br />No sé qué ha pasado con las notas que tomé el martes. Decidimos salir del refugio ese día hiciera el tiempo que hiciera para continuar avanzando. El frío nos ha estado acompañando todos los días. Las lloviznas matinales han sido continuas. Afortunadamente las tardes han estado despejadas y hemos podido coger algo de calor.<br /><br />La verdad es que no han pasado demasiadas cosas el día que salimos. Avanzamos bajo la lluvia durante unas horas. El camino estaba embarrado y los charcos abundaban. <br /><br />Tras cinco horas andando vimos por fin el castillo de Manzanares. Estábamos en lo alto de una pequeña colina. Nos pareció tremendamente extraño. El pueblo estaba intacto. Totalmente abandonado, no había ninguna señal de vida. Desde donde nos encontrábamos se veía también el picadero al que queríamos llegar.<br /><br />Encendí el GPS que le quité a uno de los soldados muertos. Tras diez minutos esperando por fin obtuve la señal de un par de satélites. Introduje las coordenadas del punto seguro. Desde nuestra posición teníamos que avanzar en diagonal dejando el pueblo a nuestra derecha unos cinco kilómetros. Después ir hacia el norte otros cuatro kilómetros y llegaríamos a la zona donde se encontraba el punto seguro. EL GPS nos trazó una ruta por varios caminos rurales.<br /><br />-¿Vamos a seguir ese camino? – Preguntó la madre de Merche.<br /><br />-Sí.- Respondí.- No pienso arriesgarme a perdernos por el monte.<br /><br />Tras marcar la posición en el mapa militar para no tener que depender de las señales del GPS nos pusimos en marcha hacia el picadero.<br /><br />-Creo que hay dos caballos en la pista trasera.-Dijo Merche afinando la vista.<br /><br />Aceleramos el paso. Las nubes taparon el cielo azul oscuro de la tarde. Queríamos estar a cubierto lo antes posible. Estábamos empapados por las lloviznas de la mañana, si seguíamos así mucho tiempo seguramente alguno caería enfermo y eso sería fatal.<br /><br />Llegamos por fin a la puerta del picadero. Este quedaba a varios metros de la primera rotonda del pueblo. La puerta estaba cerrada y tuvimos que saltarla. Dentro la mayoría de las cuadras estaban vacías o con un animal muerto. Fuera encontramos tres caballos. Habían sobrevivido gracias a las hierbas que crecían en la pista y los frutos de los arboles que decoraban uno de los laterales dejando caer sus ramas sobre la arena.<br /><br />Encontramos una zona de bar dentro del edificio. Una pequeña chimenea decoraba el centro de la sala. Sin pensarlo la madre de Merche encendió un fuego con las últimas pastillas de encendido que nos quedaban. “Hay que secar la ropa y preparar comida caliente” Nos dijo. Nos quedamos todos en ropa interior con las mantas que llevábamos en las mochilas a modo de capa. Teníamos que secar la ropa lo antes posible. Preparamos un par de sobres de sopa caducada que nos sentó tremendamente bien. El calor de la chimenea era muy agradable. En poco tiempo nos quedamos casi todos dormidos. Es lo poco que recuerdo del martes.<br /><br />El miércoles por la mañana nos levantamos y la ropa estaba seca y calentita. La habíamos colgado del metal que coronaba la chimenea. Olía un poco a restos quemados pero se agradeció lo bien que estaba. El día se había despertado despejado. Merche y yo bajamos a las cuadras a buscar las sillas y riendas. Ella montó a caballo durante varios años y yo monté un par de ellos con ella. En uno de los cuartitos encontramos el material de equitación. También encontramos pienso para caballos.<br /><br />-Vamos a darles de comer.-Dijo Merche.-Si los vamos a usar como mulas de carga será mejor que estén bien alimentados.<br /><br />La verdad es que a pesar de que habían tenido acceso a comida no tenían un aspecto muy vigoroso. Nos acercamos a ellos. Estaban un poco asustados pero cuando me vieron sacar la carretilla con el pienso se les pasó el miedo. Parecía que nos agradecían la comida y se acercaron a nosotros sin problemas.<br /><br />-Podríamos usar este para llevar las cosas más pesadas.-Dijo Merche mientras observaba y tocada a los caballos.- Este podríamos usarlo para llevar a Elena y a Laura cuando se cansen. Aquel podríamos usarlo para explorar y avanzar más rápido.<br /><br />Les pusimos las mantas para que cogieran calor. Los metimos en unas cuadras donde les habíamos puesto agua y más comida. Los caballos fueron realmente agradecidos.<br /><br />-¿Cuánto tiempo crees que deberíamos esperar? -Le pregunté a Merche mientras metía a uno de los caballos en la última cuadra.<br /><br />-Yo creo que en unos tres días podríamos salir.-Respondió.-Están bastante mejor de lo que parecía. En cuanto coman un par de días y beban agua estarán listos.<br /><br />-Bien.-Dije.- Vamos arriba y se lo contamos a los demás.<br /><br />Cuando salimos de las cuadras reparé en una pequeña habitación. Dentro había un aparato de metal muy curioso. Un cilindro metálico de unos cien litros de capacidad colgaba del techo. A los lados había restos de madera quemada. Parecían hoguerillas que calentaban el metal. Tras un tubo de unos veinte centímetros colgaba una pera de ducha.<br /><br />-No me lo puedo creer.-Le dije a Merche mientras me subía a un taburete.-Creo que vamos a poder ducharnos.<br /><br />-¿Qué dices?-Dijo Merche con tono alegre.<br /><br />-El depósito está lleno de agua, está un poco sucia pero hay por lo menos cien litros.-Le conté.-Encendiendo fuego a ambos lados tendremos agua caliente.<br /><br />Estábamos contentísimos. Una ducha caliente, por fin. Subimos a contárselo a los demás. Hicimos un sorteo para establecer el orden de ducha. Me tocó el primero pero le dije a Merche que cogiera a Elena y se ducharan juntas las primeras. Tras ellas le tocó a Ana que le dijo a Gonzalo que se ducharan juntos y así usar menos agua. Después irían Ana madre y Laura. Por último me ducharía yo y limpiaría un poco a las perritas. Decidimos que lo mejor era abrir un poco el grifo y mojarse el cuerpo un poco. Enjabonarse y después con otro poco de agua terminar la ducha. <br /><br />-Déjame la navaja.-Me dijo Merche antes de bajar a ducharse.<br /><br />-¿Qué vas a hacer?-Pregunté.<br /><br />-Voy a cortarme el pelo a melena.-Respondió.<br /><br />Merche tenía el pelo bastante largo y estaba realmente sucio. Pensó que en lugar de gastar agua a lo tonto lo mejor seria dejárselo más corto. Hasta ese momento habíamos tenido la suerte de tener depósitos de agua abundantes pero desde el último supermercado el aseo se había complicado. Ana y Laura hicieron lo mismo en su turno de ducha. La madre de Merche ya llevaba el pelo a melena.<br /><br />La ducha fue como estar en la gloria. Nos olvidamos por unos minutos de los problemas que teníamos. Fue como volver a la normalidad.<br /><br />Para comer preparamos los trozos de carne de vaca que nos quedaban. Dejamos algunos para la cena junto a un par de sobres de sopa. Teníamos comida para unos cinco días y teníamos que pasar tres en ese lugar.<br /><br />Los caballos comidan bien y se les notó mucho mejor por la noche. Estaban más animados que hace unas horas.<br /><br />Tres días más. Encendí la radio militar y busqué el canal de contacto con el punto seguro. La señal era nítida, sin ruido pero no se escuchaba a nadie. Sabía que no estábamos cerca pero transmití el código, el número de personas y nuestra posición actual. No obtuve ninguna respuesta. Lo seguiría intentando todos los días. No nos responderían pero por lo menos sabrían que estábamos por allí.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-82643278230041619632011-12-12T23:51:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.925+01:00ENTRADA 62Lunes 28 Noviembre<br /><br />Dos días sin poder movernos. Tuvimos que quedarnos en el refugio de pastores todo el fin de semana. Las lluvias y el viento eran abundantes. Con ayuda de algunas maderas que había tiradas por el suelo conseguimos levantar un pequeño tejado. Con las pastillas de fuego que venían en las raciones militares pudimos encender un pequeño fuego dentro de un cubo de pintura hecho de metal. Conseguimos alimentarlo de varios papeles, ramas, maderas y ropa rota que decidimos usar para mantener el fuego lo más posible.<br /><br />Gonzalo y yo salimos un par de veces en busca de comida. Nos pareció oír vacas en algún lugar no muy lejano. Con una botella de plástico rellena con varios trozos de camisetas improvisamos una especie de silenciador. Sacamos la idea de una película que nos gusta bastante a los dos sobre un francotirador. Nuestra primera expedición no fue muy fructífera. Oíamos a las vacas pero el eco de la montaña y el silencio no nos dejaban establecer hacia dónde teníamos que ir. Al día siguiente decidimos ir en dirección contraria.<br /><br />Nos acercamos mucho al pueblo y pudimos ver que de algunas casas salían algunos hilillos de humo junto a pequeños destellos. ¿Supervivientes o infectados? No íbamos a quedarnos para comprobarlo. <br /><br />Para volver al campamento decidimos dar un pequeño rodeo y por fin vimos cuatro cabezas de ganado. Las vacas estaban bastante famélicas pero seguían manteniendo partes con bastante carne. Suficiente para nosotros.<br /><br />-Bueno.-Dije.-Ha llegado el momento de probar el invento.<br /><br />Ambos nos sonreímos. La idea era absurda pero en la película funcionaba. Nos acercamos poco a poco hacia las vacas. Gonzalo preparó un cuchillo y una mochila para cortar trozos de carne y poder llevárnoslos cómodamente.<br /><br />Me aposté sobre una roca y apunté con tranquilidad a través de la pequeña mira del G36. Cuando tuve al animal en el centro apreté el gatillo. Un sonido ronco salió de la bocacha. Nos dio la sensación de haber metido un ruido tremendo pero no hubo respuesta del eco. Parecía que el silenciador había funcionado. Una de las vacas cayó desplomada al suelo. Le atravesé la cabeza de lado a lado. Las otras tres salieron corriendo en dirección contraria al cuerpo. Tuve que quitar rápidamente la botella. La camiseta que había dentro comenzó a arder.<br /><br />-Date prisa.-Gritó Gonzalo que ya había comenzado a correr hacia el cuerpo.<br /><br />Salté de la piedra. Al caer me quedé unos segundos escuchando el ambiente. Estaba preocupado por el sonido que había salido al disparar. No había sido muy fuerte pero podría haberse oído. Cuando me tranquilicé corrí tras Gonzalo.<br /><br />Al llegar hasta él ya había comenzado a despedazar el cuerpo. Lo hacia rápidamente y cogiendo trozos grandes. No se paró a quitar la piel ni a limpiar la carne. Metía un trozo detrás de otro en la mochila. La sangre comenzó a acumularse en el fondo de la tela y gotear poco a poco.<br /><br />Unos gruñidos nos sacaron de nuestra labor. <br /><br />-¿Qué coño es eso? -Preguntó Gonzalo.<br /><br />-Ni idea.-Le dije.<br /><br />Me asomé por encima del cuerpo de la vaca. Miré a todos los lados posibles. Al fondo, entre unos arbustos vi varias formas.<br /><br />-Mira.-Avisé a Gonzalo señalando hacia las formas.<br /><br />Poco a poco las formas se fueron acercando. Estábamos realmente preocupados. Sólo habíamos traído un G36 y no creíamos tener muchas balas.<br /><br />-Son perros.-Dijo Gonzalo.<br /><br />Un sentimiento de terror me invadió. No estábamos preparados para enfrentarnos a unas bestias de ese calibre. Me incorporé y volví a mirar hacia los animales. Cuatro perros se acercaban hacia nosotros. Gruñían pero no tenían cara de rabia ni furia. Más bien parecían tremendamente asustados.<br /><br />-Joder.-Suspiré aliviado.-Menos mal. No son perros mutantes.<br /><br />Los perros se mantuvieron a una cierta distancia. Gruñían, se tumbaban y daban vueltas a nuestro alrededor. Estaban hambrientos. No eran muy grandes. Eran razas caseras y muy dóciles. <br /><br />-Coge un trozo más y vámonos.-Le dije a Gonzalo.-Hemos cogido suficiente como para tres días y ya casi no podemos cargar más.<br /><br />Nos incorporamos. Los perros recularon un poco desconfiados. Nos fuimos alejando de la vaca y de ellos poco a poco sin darles la espalda. Cuando estuvimos a unos cincuenta metros uno de ellos, el más pequeño, se acercó al cuerpo y comenzó a comer. Los demás nos miraban y al ver que seguíamos alejándonos se acercaron al cuerpo y se unieron al festín.<br /><br />-Mira que pensar en alimentar perros.-Me dijo Gonzalo mientras nos alejábamos cada vez más.<br /><br />-Mejor que no tengan hambre y que decidan atacarnos.-Le respondí-Lo agradeceremos.<br /><br />Gonzalo hizo un gesto de afirmación. Eran pequeños pero cada vez había más. Si no comían podrían ser un serio problema para nosotros. Sobre todo para nuestras perras y para la pequeña Elena.<br /><br />Esa noche comimos tranquilamente. La mañana del lunes siguió nublado y llovía abundantemente de vez en cuando. Decidimos darnos un día más. Amaneciese como amaneciese el martes continuaríamos nuestro camino.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-329062715890512522011-12-12T23:50:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.908+01:00ENTRADA 61Viernes 25 Noviembre. <br /><br />La mañana del viernes llegó muy rápido. Estábamos todos agotadísimos y dormimos muchísimas horas. Cuando me desperté y me di cuenta de la hora me quedé pensativo por un momento. Si habíamos podido dormir tanto era porque había tranquilidad en el exterior. En el fondo esa idea me preocupaba. Últimamente los momentos de descanso son el prólogo de una situación de extremo peligro. Lo cierto era que llevábamos varios días sin sobresaltos. Hemos tenido que abandonar a más familiares. <br /><br />Me acerqué a las puertas de entrada. El sol lucia alto en el cielo pero el frío era intenso. Se notaba que estaba llegando al invierno. Nos quedaban unos quince kilómetros para llegar a nuestro objetivo. Desde donde estábamos se veía perfectamente La Maliciosa, montaña que flanqueaba a La Pedriza por su izquierda. Una de las opciones que barajamos con Bea era llegar hasta su base y tomar La Pedriza desde ella pero la habíamos descartado por el tremendo frío que hace en la zona. La decisión final fue tomar la "línea recta". Avanzaríamos por Cerceda, El Boalo y llegaríamos hasta Manzanares. El terreno tenía muy poco desnivel y pasaríamos por varios lugares en los que refugiarnos sin necesidad de entrar en los pueblos. Aún y todo, la situación seguiría siendo muy peligrosa.<br /><br />-¿Qué haces? - La voz adormilada de Merche sonó a mis espaldas.<br /><br />-Pensar.- Respondí mientras la abrazada y besaba.<br /><br />-¿En qué?- Preguntó.<br /><br />-En todo lo que está pasando, en lo que ha pasado y en lo que pasará.-Dije mirando hacia las montañas.-Lo veo tan cerca pero a la vez tan lejos. Es preocupante. Espero que lleguemos todos los que quedamos.<br /><br />Merche no respondió. Se limitó a devolverme el abrazo y quedarse un rato en esa posición. Dentro los demás comenzaban a despertarse.<br /><br />-Vamos a comer algo y a hablar con todos.-Le dije.- Deberíamos continuar hoy que hace buen día.<br /><br />Nos metimos dentro. La noche anterior, la madre de Merche, había encontrado una bolsa de leche en polvo. Había caducado haría tres semanas pero nos arriesgamos a tomarla. Una bebida caliente que no fuera sopa sería de agradecer en ese momento. Elena, en una de sus aventuras con Yuko y Boni, había encontrado una bolsa de bollos, algo pisoteados pero en sus envoltorios. Así que nos dimos, todos, un desayuno como los de antes. Nos sentó increíblemente bien.<br /><br />-¿Cómo lo vamos a hacer? - Preguntó Gonzalo.<br /><br />-Pues iremos andando. No nos queda demasiado. Yo creo que hoy podríamos cubrir la mitad del camino para no cansarnos demasiado.-Respondí.- Si llegamos hasta Manzanares podríamos parar en el picadero que hay en las afueras y ver que tal están los caballos.<br /><br />La idea gustó bastante a todos. Poder dejar de andar y tener varios caballos para avanzar y no tener que cargar con el equipo podría decantar la balanza hacia el lado de la supervivencia.<br /><br />-Tengo una pregunta.-Dijo Ana, la hermana.- ¿Cómo nos van a dejar entrar en el refugio ese?<br /><br />La verdad es que fue una pregunta que me extrañó mucho que no me la hubieran hecho antes. Aunque es cierto que las situaciones que hemos vivido no han dado tiempo a ninguno a pensar demasiado.<br /><br />-Veréis -comencé- tenemos las coordenadas de la posición exacta del punto seguro. Esperemos que el GPS funcione por lo menos un momento para comprobar dónde se encuentra. De todos modos, en el mapa, tenemos la posición del pueblo con lo que más o menos podríamos establecer la situación del sitio a ojo.<br /><br />-Pero vagar por La Pedriza por la noche y con el frío que hace será muy peligroso.-Comentó la madre de Merche.<br /><br />-Sí. Estoy de acuerdo. Por eso tenemos que ir con cuidado y paciencia.-Respondí.- O por lo menos con la que nos permita la situación. No pretendo estar vagando por la montaña sin rumbo.<br /><br />-Vale, eso para llegar pero yo quiero saber cómo vamos a entrar.-Volvió a comentar Ana.<br /><br />-¿Recordáis que cogí una radio militar? -Continué.- Tenemos un canal privado por el que tenemos que comunicarnos cuando estemos cerca. Con un código especial que nos dieron debemos establecer contacto y saldrán a buscarnos.<br /><br />-¿Y no podemos pedir la ayuda ahora? - Preguntó Ana de nuevo.<br /><br />-No. Las instrucciones son claras. Solo actuarán si confirman que estamos dentro de su perímetro.-Respondí.-Según parece está vigilado por cámaras, radares y demás parafernalia de seguridad.<br /><br />-Pero puede ser peligroso, ¿no?- La madre de Merche temía por nuestra seguridad.- Si nos confunden con infectados nos pueden matar.<br /><br />-Ya, es un riesgo que habrá que correr.-Respondió Merche.- Pero es lo mejor que tenemos.<br /><br />Lo cierto era que estábamos frente a un viaje peligroso con un final incierto en algunos puntos. Pero Merche y yo tomamos la decisión de ir allí para estar a salvo. No obligamos a nadie a venir pero les dimos la oportunidad de hacerlo. No es que dudasen ahora de estar allí. Tenían muy claro que no estarían vivos de haberse quedado en el pueblo pero después de todo lo sucedido fue normal que tuvieran esas dudas.<br /><br />-Permaneceremos todos juntos.-Finalicé tratando de tranquilizarles.- O todos o ninguno.<br /><br />Tras la pequeña reunión delante del desayuno comenzamos todos a prepararnos. <br /><br />-Toma.-Merche me tendió una cajita de toallas húmedas para limpiar a los bebes.-Seguro que agradeces lavarte un poco.<br /><br />Lo cierto es que limpiarme un poco con esas toallitas me sentó muy bien. Llevábamos varios días sin parar y no hemos podido asearnos bien. Algo de ropa colgaba de las barandillas de la escalera. La noche anterior lavamos con espráis de limpieza en seco la poca ropa que nos quedaba. Cuando llegué arriba Gonzalo salía de uno de los vestuarios. Se había cambiado de ropa. Llevaba puestos unos pantalones del ejército y un forro polar. Ana salió tras él igualmente vestida con unos pantalones del ejercito y un chaquetón. Entré en el despacho donde estaba el ordenador que usé ayer. El sait estaba apagado y el portátil ya no se encendía. La pequeña tarjeta 3g con la que pude conectarme a internet ya no parpadeaba. Me la metí en el bolsillo por si acaso.<br /><br />En poco más de media hora estábamos todos preparados. Metimos en las mochilas todo lo que pudimos llevar de comida y agua repartiéndola equitativamente esperando no perder más de una en caso de problemas. Cada dos mochilas nos darían para comer dos días e hidratarnos tres a todos. Nos ajustamos las armas y salimos al exterior. La calma seguía reinando. Incluso se oyó algún pájaro que canturreaba a unos metros. El cielo se mantenía despejado. <br /><br />Comenzamos a andar por la carretera. Tendríamos que llegar a una de las primeras urbanizaciones antes de meternos por el camino rural. El camino más rápido era esa pequeña carretera de unos tres kilómetros. Tardamos algo más de hora y media en conseguir recorrerlos. Sobre el grupo pesó un desagradable ambiente de inseguridad. La carretera estaba llena de vehículos quemados y destrozados. Algún que otro cráter producido por alguna bomba que no llegó a su objetivo decoraba los campos colindantes. Cientos de cuerpos yacían inmóviles en las cunetas y en el interior de los coches. Multitud de cascotes y restos de edificios descansaban humeantes allá donde alcanzaba la vista. Estaba claro que Cerceda había sido objeto de una purga como la del pueblo del que veníamos.<br /><br />-Cuando lleguemos a la entrada de la urbanización tenemos que meternos e ir por la carreterilla que va hacia la derecha.- Dijo Gonzalo recordando las instrucciones de Bea.<br /><br />Nos quedaban poco más de cien metros para llegar cuando se escuchó el rugir del motor de un camión que se aproximaba por la carretera. Debía de avanzar embistiendo los coches y restos que se encontraba por el camino porque se oían multitud de golpes secos que apagaban el sonido del motor de vez en cuando.<br /><br />-Rápido.-Grité.-Todos detrás del muro.<br /><br />Comencé a mover a todos hacia un muro cercano. Se encontraba a unos diez metros de la carretera pero estaba medio tapado por varios arbustos, algo quemados, que apenas conservaban hojas verdes. Fuimos tremendamente rápidos en ocultarnos. Gonzalo, Merche y yo nos quedamos en primera línea con los fusiles de asalto preparados. Ana, Laura, Elena y la madre de las chicas se acurrucaron tras unos restos de lo que parecía el frontal de una casa aún con los marcos de las ventanas y una pequeña campanilla colgada.<br /><br />-Silencio.-Dijo Merche que oteaba la carretera por el hueco formado por las piedras en el muro.-Ya están ahí.<br /><br />En un principio todos pensamos que trataría de un camión del ejército pero lo que apareció tras la curva fue un camión mediano de obra. Del frontal colgaba una pala de buldócer con la que iban apartando los restos. Estaba decorada con alambre de espinos en los bordes y unos ojos rojos pintados sobre fondo blanco miraban amenazantes hacia el frente. En la cabina pudimos ver a dos personas. Llevaban las caras tapadas con gafas de ventisca y gorros de lana. Del cuello colgaban unas maltrechas bufandas negras. El conducto dirigía el camión con destreza tratando de esquivar, en la medida de lo posible, los restos que bloqueaban la carretera. Cuando no podía hacerlo, aceleraba bruscamente y los golpeaba hasta que quedaban apartados del camino. El copiloto iba armado con un AK47 bastante viejo y usado. El volquete había sido transformado en una fortaleza móvil. En la pequeña cornisa que quedaba sobre la cabina se había montado un puesto de vigía. Un hombre con barba rugía, desde ella, órdenes para el conductor informándole de las mejores vías para avanzar. Tras él, la cuenca del volquete estaba decorada de la misma manera que la pala frontal. El alambre de espino se extendía por todo el reborde cortándose de vez en cuando para dejar una posición de defensa desde la que los hombres y mujeres de su interior pudieran disparar o arrojar lo que tuvieran a mano contra los atacantes. Los laterales estaban decorados con calaveras y palabras como "Muerte", "Juicio Divino", "Los Únicos" y todo tipo de palabrería sensacionalista que daba a entender que ellos se creían los elegidos. Las ruedas de todo el camión estaban tapadas con planchas de acero para protegerlas de ataques.<br /><br />Cuando llegaron a una gran acumulación de coches entre los que había un camión de los supermercados Gigante, el vehículo redujo la marcha y de su parte trasera bajaron cuatro individuos. Tres hombres y una mujer corrieron hacia los coches y el camión. Rebuscaron rápidamente entre los restos de coches pero no encontraron nada de interés. Del camión bajaron dos de ellos bastante contentos.<br /><br />-Hemos conseguido algo de comida.-Gritó uno de ellos.-Esta caducada pero puede servir.<br /><br />No hubo ni una sola pelea. Los hombres entregaron la comida a otro que les esperaba en el camión. Llevaba unas enormes gafas y apuntaba, con una sonrisa en la boca, lo que le habían entregado en un cuaderno medio deshojado. Los demás volvieron a rastrear la zona. Un grito sacó a todos de su alegría. <br /><br />-Mierda.-Gritó el hombre que iba en puesto de vigía.-Los demonios se acercan. Subid, rápido.<br /><br />Los cuatro individuos dejaron lo que estaban haciendo y corrieron hasta el camión. Subieron veloces y se pusieron de nuevo en marcha. Los gritos se hacían cada vez más cercanos y fuertes. El camión no encontraba un camino despejado y se entretenía demasiado quitando los coches que estaban en el medio.<br /><br />-Date prisa.-Gritó de nuevo el hombre del puesto vigía.-Les veo al fondo. Son diez, creo.<br /><br />En la parte de atrás se afanaban en poner una serie de placas con pinchos que formaban una pequeña cúpula sobre el volquete. Varios se colocaron con sus escopetas y rifles de caza en los agujerillos que quedaban.<br /><br />-Joder.-Se oyó dentro del volquete.-¡¡Preparaos, nos cogen!!!<br /><br />En poco tiempo una docena de infectados atacaron el camión. Lanzando piedras, golpeándolo con palos y disparando algunos rifles contra las placas de metal. Del interior del vehículo comenzaron a escucharse los primeros disparos.<br /><br />-Por la izquierda, por la izquierda.-El vigía dirigía la defensa.<br /><br />El fuego del interior se concentro en el lateral izquierdo. Varios infectados cayeron fulminados por los disparos casi a bocajarro que salían desde el volquete.<br /><br />-Tened cuidado en la retaguardia.-Gritó de nuevo el hombre.-Van a...-Un infectado saltó sobre la cabina, a sus espaldas. Le agarró de la cabeza y tiró de él fuera de su puesto. Le dio un tremendo cabezazo, varios puñetazos y lo arrojó hacia la carretera.<br /><br />El hombre trató de incorporarse pero recibió una embestida que lo arrojó contra una placa de metal de las que cubría las ruedas. La mala suerte quiso que se quedara enganchado entre la placa y la rueda y comenzó a girar a la velocidad del vehículo dejando un rastro de sangre contra el asfalto y el camión. Los gritos de dolor se debían escuchar a kilómetros. Cuando la rueda avanzó un poco el destrozado cuerpo se cortó en dos al chocar contra la placa de metal.<br /><br />En el tiempo que nos fijamos en esa escena. Varios infectados habían arrojado unas piedras enormes contra el tejadillo de placas que habían formado en el camión. El peso y tamaño de las piedras hizo que una de las placas cediera y cayera en el interior. Los gritos de la gente aplastada surgían del interior.<br /><br />-Socorro.-Gritaba una voz.-Tengo la pierna atrapada. ¡¡Duele!!<br /><br />Una mujer lloraba y chillaba. Los disparos no cesaron. Dos infectados saltaron al interior del vehículo. Los golpes de las balas contra el metal sonaban como un martillo que golpeaba con fuerza. Uno de los infectados salió disparado por el hueco dejando sus sesos esparcidos por el volquete. Más gritos, más disparos. Dos individuos del camión fueron arrojados al exterior. Trataron de levantarse pero fueron cazados por otros dos infectados que comenzaron a arrancarles los brazos y piernas. Del camión volvieron a salir los disparos contra el exterior. Seguramente habían reducido a su asaltante. Por fin, el conductor encontró una vía despejada. Para desgracia nuestra era la entrada de la urbanización. Sin pensarlo se metió dentro. Los disparos perdidos hicieron que nos ocultáramos más detrás del muro. Las balas golpearon la piedra y los zumbidos nos pasaban por encima de nuestras cabezas.<br /><br />Los restos de la batalla se dejaron ver en la carretera. Tres cuerpos de los individuos del camión decoraban macabros varios puntos. Seis cuerpos de infectados en posturas imposibles descansaban a lo largo del corto camino que había recorrido el vehículo. Los disparos se seguían escuchando dentro de la urbanización.<br /><br />-¿Qué hacemos? - Preguntó Gonzalo.- Se han ido por donde tenemos que ir nosotros.<br /><br />-No se.-Miré hacia la urbanización con cara pensativa.<br /><br />-No, no, no.-Merche se olía lo que pasaba por mi cabeza.-Ese camión nos vendría muy bien pero hay demasiada gente. Infectados y no infectados, unos son peligrosos pero los otros no lo sabemos.<br /><br />-Con ese camión podríamos llegar a Manzanares sin problemas.-Les dije.<br /><br />-Si claro, pero has visto que llama la atención.-Dijo Gonzalo.-No creo que sea buena idea.<br /><br />-Pero tenemos que ir por allí.-Respondí.-La otra opción es ir por el pueblo y no sabemos lo que nos vamos a encontrar.<br /><br />La cosa se complicó. Los disparos bajaron de ritmo y se oían más lejanos.<br /><br />-Yo creo que se han ido hacia el interior de la urbanización.-Dijo Merche.-Nosotros tenemos que ir por la calle que esta nada más entrar a la derecha.<br /><br />Estaba claro a dónde quería llegar.<br /><br />-Está bien.-Dije.-Vamos lo más rápido que podamos. Si vemos problemas nos metemos en alguno de los chalets.<br /><br />Les hicimos una señal a las demás que aún permanecían ocultas. Cogimos todas las cosas y corrimos hacia la urbanización. Al llegar a la entrada nos paramos todos y me asomé. Varios cuerpos más descansaban sobre el asfalto. Vi que uno de ellos se arrastraba mal herido.<br /><br />-Creo que es uno de los del camión.-Dije.<br /><br />-Pasa de él.-Dijo Gonzalo.-Esta arrastrándose en dirección contraria a la que tenemos que coger.<br /><br />Pasamos corriendo por la entrada y nos dirigimos hacia la calle por la que teníamos que avanzar. No le quitaba ojo al cuerpo que se arrastraba tras nosotros.<br /><br />-¡¡Cuidado!!- Grité al grupo.-¡¡Agachaos!!<br /><br />El individuo reparó en nosotros y levantó una pistola hacia nuestra posición. Sin pensarlo le apunté con el G36 y descargué una ráfaga contra él. Cayó al suelo.<br /><br />-Joder.-Dije.-Espero que esto no haya llamado la atención.<br /><br />Todos se levantaron de nuevo y continuamos corriendo. Cogí a Elena en brazos. Los disparos del ataque al camión cesaron. El silencio que comenzó a rodearnos se tornó realmente preocupante e incomodo. Nos sentíamos mucho más seguros sabiendo que aún se estaban peleando. Unos gritos muy familiares resonaron en las calles. Los infectados habían ganado el combate. Lo cierto era que no parecían tan numerosos como al principio pero estaba clarísimo que estábamos en peligro.<br /><br />-Mira.-Me dijo Merche.<br /><br />Una columna de humo comenzó a elevarse por encima de los tejados de las casas. Estarían a tres o cuatro parcelas de nosotros.<br /><br />-Seguid corriendo.-Ordené a todos.-No pararemos hasta que lleguemos al camino rural.<br /><br />-Tiene que estar por aquí cerca.-Dijo Gonzalo que continuaba repasando mentalmente el plan que nos dio Bea.<br /><br />Tras varios metros, en los que apenas podíamos correr e íbamos andando lo más rápido que las piernas nos permitían, vimos la puerta de metal que separaba el camino de la urbanización. Nos sentimos aliviados. Gonzalo se adelantó y lanzó su mochila al otro lado antes de llegar. Apoyándose en un montón de piedras que había en un lateral se aupó y salto la puerta.<br /><br />-Vamos, daos prisa.-Nos alentaba desde el otro lado.<br /><br />Llegamos todos y le entregué a Elena por encima de la puerta. Gonzalo la cogió y la dejo al otro lado. Merche le dio la bolsa con Boni. Después saltaron Laura y la madre de las chicas. Ana, la hermana, comenzó a saltar. Las fuerzas le faltaban y no podía darse el impulso necesario. El maldito grito se oyó a nuestras espaldas.<br /><br />-Joder.-Dije mientras me daba la vuelta.<br /><br />Tres infectados nos miraban desde una de las calles. Sus caras mostraban incredulidad a la vez que ansias. Más víctimas en poco más de unos minutos. Les había tocado la lotería.<br /><br />-Rápido.-Grité colocándome el G36 para disparar.<br /><br />No tenía ni idea de cuantas balas quedaban en el cargador. No lo había comprobado antes de salir. El fusil perteneció a uno de los soldados que asaltaron el pueblo hace días y lo disparó varias veces.<br /><br />Los tres infectados arrancaron contra nosotros. Me dio la sensación de que eran mucho más rápidos. Se abrieron para abarcar todas nuestras vías de escape. Merche se colocó a mi lado.<br /><br />-No, no.-Le dije.-Ayuda a tu hermana a saltar.<br /><br />Disparé la primera ráfaga. Alcancé en el estomago a mi objetivo que cayó dando una voltereta hacia delante y con ese mismo impulso se volvió a poner en pie. Sangraba abundantemente y sus intestinos se iban saliendo con cada sacudida de la carrera pero no parecía importarle. "Me cago en la puta" Pensé para mí. Disparé una nueva ráfaga. Esta vez contra el que venía por mi izquierda. Le alcancé en el brazo y en el cuello. Como si de una fuente se tratara la sangre a presión que pasaba por su arteria carótida comenzó a manar de su cuello. Su carrera cada vez era más lenta. No apartaba los ojos de mí y tras unos pasos se derrumbó. Comenzó a arrastrase con sus últimas fuerzas. Gritaba desesperado, desencajado por no poder llegar hasta nosotros.<br /><br />-Borja, cuidado.-Gonzalo me alertó desde la puerta.<br /><br />Una ráfaga salió de su fusil pasando a escasos centímetros de mi cabeza dejándome medio sordo por el zumbido de las balas. Cuando me giré vi que el infectado que vino por ese lado había recorrido en pocos segundos la distancia que nos separaba y se dispuso a lanzarse sobre mí. Las balas de Gonzalo le acertaron en la cabeza haciéndola desaparecer y provocando que el cuerpo se lanzara sobre mi tirándome al suelo. <br /><br />Ana por fin consiguió saltar la puerta. Merche se lanzó hacia mí para ayudarme a levantarme. El infectado al que le había sacado las tripas se lanzó sobre ella. Con los ojos desencajados comenzó a zarandearla. Le agarró del cuello y la empezó a estrangular. Me levanté lo más rápido que pude y estrellé la culata del fusil contra su cabeza. Merche consiguió escapar de su estrangulamiento. El infectado se giró hacia mí y descargue con toda la fuerza que tenía un nuevo golpe contra su cabeza. Cuando cayó al suelo le metí la bota en los agujeros del estomago haciendo que la piel se desgarrara e introduciendo todo el pie hasta la mitad de mi espinilla en su interior. El infectado comenzó a revolverse de dolor pero me golpeaba con fuerza la pierna. Le apunté con el fusil y disparé. Me había quedado sin balas. Descargué un nuevo golpe con la culata sobre su nariz la cual se rompió en mil pedazos. Quedó inmóvil bajo mi pie. Le había incrustado los huesos en el cerebro.<br /><br />-¿Estás bien? - Le pregunté a Merche.<br /><br />-Sí.-Me respondió mientras recogía su mochila y se disponía a saltar la puerta.<br /><br />Saqué el pie del cuerpo del infectado. Me di la vuelta para saltar detrás de Merche. Me placaron con fuerza. Sentí como la sangre me corría por la cara. El infectado se levantó y me atacó de nuevo. Tenía casi todos sus intestinos colgando y la cara le sangraba abundantemente. Me golpeó con fuerza. Su sangre me salpicaba con cada movimiento. <br /><br />-¡¡Borja!! - Gritó Merche que estaba a medio camino de saltar.<br /><br />Me revolví como pude y conseguí tumbarme boca arriba. Paré los puñetazos que me lanzaba con rabia. Le clavé la rodilla en los agujeros del estomago. Parecía que eso ya no le hacía efecto. Estuvimos forcejeando un buen rato hasta que, de repente y para mi sorpresa, los ojos del infectado se quedaron en blanco y cayó como un plomo encima de mí.<br /><br />-¿Estás bien?-Merche gritaba al otro lado.-¿¿Estás bien??<br /><br />-Sí, sí.-Respondí mientras me incorporaba observando detenidamente el cuerpo del infectado.<br /><br />Recogí el fusil y me fui hacia la puerta de metal. No le quité ojo al cadáver. Estaba convencido de que iba a levantarse de nuevo. Pero allí se quedó.<br /><br />Salté la puerta y Merche me recibió con un fuerte abrazo. Les conté lo que pasó y todos pusieron la misma cara de asombro que puse yo cuando lo viví.<br /><br />-Continuemos.-Dije.-Hemos perdido mucho tiempo con todo esto.<br /><br />El camino de tierra estaba tomado por la maleza. Se notaba que hacía tiempo que no pasaban por allí los tractores ni camiones que llevaban comida al ganado de los campos. Al llegar a una intersección de caminos tomamos el que avanzaba hacia la izquierda. Seguir recto nos llevaba al pueblo y a las columnas de humo que se veían al fondo. Siguiendo ese camino llegaríamos a otra vía que nos llevaría directos al siguiente pueblo. Pasaríamos de largo y entraríamos en La Pedriza. El camino acababa en Manzanares, al lado del picadero del que hablamos unas noches atrás. Seguíamos con la idea de ver si los caballos seguían allí antes de meternos de lleno en el parque natural.<br /><br />La luz comenzaba a abandonarnos y el frío era más intenso. Nos estaba costando mucho avanzar. En una situación normal podríamos cubrir unos cuatro kilómetros en algo más de una hora. Pero esto no era normal. Ninguno estábamos con energías. Recorrimos unos tres kilómetros en casi cuatro horas. Teníamos que parar. Pasamos de largo el pequeño pueblo por el que cruzaba el camino. La madre de Merche recordaba que por la zona había un refugio. Las montañas comenzaban a imponerse ante nosotros y antiguamente había varias casetas que servían de cobertura para los pastores. Tuvimos que salir del camino unos cuantos metros hasta que dimos con una de ellas. Estaba medio derruida pero sería el mejor lugar que encontraríamos en esos momentos.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-44247680985336641162011-11-24T19:35:00.001+01:002012-11-03T00:42:17.909+01:00ENTRADA 60Eran las seis de la tarde. Hacía doce horas que Igor y Bea nos abandonaron por el bien del grupo. Ambos tuvieron la mala suerte de caer en manos de los infectados y fueron contagiados con el maldito virus.<br /><br />Los ánimos estaban por los suelos. No sé cómo lo vamos a hacer pero deberíamos abandonar el lugar lo antes posible. Me fio de que el Igor y la Bea sanos no nos ataquen pero no puedo afirmar lo mismo cuando se infecten definitivamente.<br /><br />Mientras todos descansaban abajo, subí a la planta superior. El pasillo, de unos veinte metros tenía cuatro puertas a cada lado. Dos de ellas eran vestuarios, una la cocina donde encontramos a Gonzalo y a Bea, dos eran pequeños almacenes y tres despachos. <br /><br />Entré en el primer almacén. Al fondo de la habitación había un cuadro de mandos. Parecían todos los diferenciales del edificio. Los conecté todos. No hubo respuesta. La luz no funcionaba. Seguramente los bombardeos habían destrozado todas las infraestructuras que abastecían a la sierra. El otro almacén estaba lleno de utensilios de limpieza. Los despachos eran pequeños cubículos con una mesita en el centro precedida por dos sillas para invitados. Un ordenador portátil descansaba sobre cada una de ellas. En los dos primeros los ordenadores no funcionaban. En el tercero el portátil tenía algo de batería. Estaba enchufado a un pequeño sait que ya pitaba por la falta de energía.<br /><br />Con la tranquilidad del momento aproveché para actualizar todas las entradas que me faltaban en el blog. Recordar todo lo sucedido fue muy duro pero no quiero que nada se pierda y ningún detalle se me olvide. La web del correo electrónico no funciona. Pocos sitios están activos. Parece que está llegando el apagón tecnológico. La verdad es que es lo más normal, poca gente quedará que pueda realizar el mantenimiento y mantenerlos en funcionamiento.<br /><br />Elena acababa de subir, adormilada con Yuko en brazos. Quería ver una película de Disney.<br /><br />-Pero no tengo ninguna pequeña.-Le dije.<br /><br />-Yo sí.-Me respondió mientras me tendía el DVD de Blancanieves.-Lo cogí de la casa donde vivíamos.<br /><br />La pequeña había cogido la película de la casa donde nos refugiamos en Alpedrete. Ese DVD se había convertido en su favorito desde la primera vez que se lo pusimos en el reproductor portátil. Se lo puse. A los diez minutos se quedó dormida. Cogí a las dos en brazos y bajé a dormir junto a Merche.Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-21250757399455872892011-11-24T19:25:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.903+01:00ENTRADA 59Miércoles 23 Noviembre. 03.45 Horas.<br /><br />De madrugada nos despertaron los gritos de Igor. Estaba teniendo sueños febriles. Deliraba gritando, parecía que buscaba algo y no lo encontraba, produciéndole una sensación de ansiedad que iba incrementando por momentos. Al tocarle le notamos tremendamente caliente. Su temperatura corporal era excesivamente alta. Bea nos dijo que comenzó a encontrarse mal por mañana y que por eso no se ofreció voluntario para entrar en el supermercado.<br /><br />Le abrí los ojos. Sus pupilas estaban inusualmente dilatadas. Las venillas de los globos oculares se habían hinchado. Miré a Merche con cara de preocupación.<br /><br />-Me temo que se ha infectado.-Dije decaído.<br /><br />-¡¡No puede ser!! - Bea gritó y se agachó a su lado.<br /><br />"¿Pero cómo?" Me pregunté. Que supiéramos no habían tenido contacto con infectados. Supuestamente, cuando se quedaron atrapados en el supermercado del pueblo, no les atacaron y consiguieron huir sin problemas. "¿O no?" Me dije mirando a Bea.<br /><br />-Bea.-Dije.- ¿Cómo escapasteis del supermercado?- Ella me miró asustada.- Sergio dijo que prendieron fuego al local cuando estabais dentro.<br /><br />Rompió a llorar. Se quitó la camiseta, quedándose solo con el sujetador. Su cuerpo estaba lleno de pequeños cortes. Todos habían cicatrizado de manera extraña. Las costras que se formaron en cada uno de ellos parecían podridas, algunas rezumaban algo de pus anaranjado. Hizo lo mismo con Igor. Al igual que ella, su cuerpo estaba lleno de pequeñas heridas mal curadas, tenía mucha más cantidad.<br /><br />-Nos cogieron dentro del supermercado.-Comenzó a contar su historia.-Vimos como se llevaban a Sergio. Lo arrastraban por la calle, parecía muerto. Estábamos realmente asustados. Nos llevaron a uno de los chalets cercanos. La piscina estaba llena de cadáveres, había muchísima sangre.- El recuerdo de lo que les sucedió le provocada temblores.- No nos dijeron nada. Nos desnudaron y comenzaron a hacernos cortes con varias navajas. Después de eso nos colgaron de unos ganchos y nos introdujeron en la piscina. La sangre y los cuerpos nos golpeaban por todos lados. No sé cuánto tiempo nos tuvieron allí metidos. Ambos nos desmayamos por el olor y el dolor producido por los cortes. Cuando despertamos estábamos tirados en el fondo de la piscina sobre todos los cadáveres. No había nadie. Nos vestimos y salimos corriendo. Estábamos convencidos de huir. No queríamos volver y ser un peligro para vosotros. Recordamos lo que nos contó Merche la noche que nos encontraron. Lo que habían vivido con la madre de Elena. Pero cuando saltamos el muro os oímos al otro lado y vimos que estabais en peligro. No pudimos evitar ayudaros.<br /><br />El silencio reinó durante mucho tiempo. Estábamos tratando de digerir esa horrible historia. Íbamos a perder a dos miembros de la familia.<br /><br />-Cof, cof.-Igor recuperó el sentido un momento.-Dejadnos... ir.-Dijo sin casi fuerzas.-Dejadnos... ir.<br /><br />-Estábamos planeando marcharnos esta noche.-Continuó Bea.-Pero cuando he ido a despertarle estaba así.<br /><br />La decisión estaba clara pero era difícil de llevar a cabo. Las hermanas se negaban a dejarles solos en el exterior pero a la vez sabían que allí serian un peligro mayor para nosotros. Además sería peor tener que matarlos a sangre fría. Tras un par de horas, en las que Igor se recuperó un poco y ya se mantenía en pie, Bea tomó la decisión y habló con su familia.<br /><br />Dejamos a las cuatro hermanas y a su madre un rato a solas. Todas lloraban y se abrazaban. Igor se despidió de todas y Gonzalo y yo le ayudamos a salir a la calle.<br /><br />-Tampoco es que nos hayamos conocido mucho.-Comenzó a decir mientras miraba el cielo estrellado.-Pero sois muy buena gente. Creo que nos habríamos llevado muy bien.<br /><br />-No lo dudes.-Dijo Gonzalo.<br /><br />Yo no pude decir nada. Desde que empezó esta mierda he tenido que dejar a mucha gente atrás, he tenido que matar a demasiada gente. La rabia y la impotencia me consumían y no me dejaban hablar. Recordé a mis padres y sentí mucha desesperanza. No sabía nada de ellos desde hace mucho tiempo. Tampoco sabía la suerte de mi hermana. Me sentí egoísta y cobarde por no haber insistido más e ir a buscarles quisieran o no. no pude evitar derramar algunas lágrimas. Gonzalo me miró. Después de diez años, como cuñados, sabia reconocer mi estado de ánimo. No dijo nada. Igor se preguntó que tal estaría su Madre. Vivía en Madrid y tampoco sabía nada de ella desde que había estallado la infección. Nos encontramos todos pensando en ese momento en la gente que conocíamos y en nuestros familiares, en la suerte que habrían corrido esos días.<br /><br />La familia de Merche salió por la puerta del supermercado. No lloraban pero estaban tremendamente tristes. Bea se acercó a nosotros. Abrazó a Gonzalo y después a mí.<br /><br />-Cuida de Merche.-Me dijo al oído.- Espero que os vaya bien.<br /><br />Tras un rato de nuevos abrazos y alguna lágrima más. Igor y Bea se perdieron en la oscuridad. Cuando casi no les veíamos comenzaron a correr, se dirigieron hacia el pueblo del que habíamos huido. Por la carretera, no querían ocultarse, ya no.<br /><br />Nadie pudo dormir más aquella noche.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-24838248747175717692011-11-24T19:15:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.905+01:00ENTRADA 58Martes 22 Noviembre. 11.15 Horas.<br /><br />Tras la tardía cena que nos dimos, nos quedamos todos durmiendo. Hace un par de horas que me he despertado. Aún están casi todos descansando. Aproveché para salir al exterior y comprobar la situación. Un resplandeciente sol brillaba en lo alto. Una ligera neblina cubría el suelo del monte. El olor a quemado aún dominaba el ambiente. Desde el establo podía ver las enormes columnas de humo que se elevaban amenazantes en múltiples puntos de la sierra. El sonido de los aviones había cesado, hace unas cuatro horas que pasó el último avión. Encendí la radio que le quité a un soldado. Crepitaba constantemente y de vez en cuando se oían lo que parecían voces. Las interferencias eran abundantes y fui incapaz de descifrar lo que decían.<br /><br />Subí un poco más. Aún quedaban unos cincuenta metros para estar en la parte más alta del monte. Una enorme antena de repetición lo coronaba. Poco quedaba de su forma original. Varios trozos se repartían por el suelo y la parte alta estaba retorcida hacia abajo. <br /><br />Cuando llegué el espectáculo que se extendía ante mí era increíble. Desde mi posición se veían cuatro pueblos. Bueno, lo que quedaba de cada uno de ellos. Donde antes se extendían cientos de casas y carreteras ahora sólo había escombros, chatarra, cenizas y decenas de cráteres producidos por las bombas. Muchos de ellos aún tenían varios incendios en diversos puntos. Me pareció ver, en una explanada, una fortificación militar. Cientos de bloques de arena formando muros, garitas móviles, camiones verdes y tiendas de campaña enormes totalmente abandonados. "Quizá podemos hacernos con un Humvee" Pensé, pero en un momento se me fue de la cabeza. "Muy listo, ¿y cómo pretendes pasar por las carreteras destruidas?" Mi propia mente se contradecía a sí misma. "Podríamos ir por los caminos forestales." "¿Te los conoces? porque yo no." Una pequeña conversación se formó en mi cabeza. Estaba claro que no era buena idea pero estábamos lejos de La Pedriza. El viaje a pie sería muy duro.<br /><br />-¿Borja?-Una vocecilla me habló mientras una pequeña manita me tiraba del abrigo.- ¿Qué te pasa?<br /><br />Elena se encontraba a mi lado, resoplando por la carrera que se había dado para llegar a mi lado. Merche, Yuko, Boni y ella habían subido detrás de mí unos minutos después de que yo saliera del establo. Las perritas correteaban por el monte. Merche se acercó a mí y me dio un beso. <br /><br />-¿Estás bien? - Preguntó<br /><br />-Sí. Bueno, lo bien que se puede estar en esta situación.-Respondí mientras cogía a la niña en brazos.- Es alucinante lo que pasó ayer.<br /><br />-Es una mierda.-Respondió Merche mirando el espectáculo que se extendía frente a nosotros.- Todo esto es un asco.<br /><br />Nos quedamos un rato allí los tres mirando lo que quedaba de la sierra de Madrid. Las perras, ajenas a todo, correteaban detrás de un ratoncillo de campo.<br /><br />-¿Les habéis dado de comer? - Pregunté refiriéndome a ellas.<br /><br />-Sí. Ahora mismo.-Respondió Merche.- Elena les ha dado un poco de carne.<br /><br />-Se la han comido toda.-Dijo la pequeña.- Yuko me ha mordido el dedo.-Dijo sonriendo mientras me enseñaba su pequeño dedo índice.<br /><br />-Ay, ¿y te ha hecho daño? - Le pregunté achuchándola.<br /><br />-No.-Respondió entre carcajadas.<br /><br />Los tres nos estuvimos riendo un buen rato. La niña estaba alegre y nos contagió un poco. Estoy convencido de que sabe lo qué pasa en el mundo pero no pierde la inocencia ni las ganas de reír y jugar. Es un rayo de esperanza para nosotros.<br /><br />-Pues sí que estáis animados esta mañana.-La voz de Ana, la hermana mayor, sonó a nuestro lado.<br /><br />Ella y Gonzalo subían hacia nosotros. El sol de esa mañana era tremendamente agradable y en lo alto del monte, a pesar del ambiente creado por el humo de los incendios, la sensación sobre nuestras caras era cálida. Un pequeño viento frío nos encogió a todos pero por un momento se llevó con él el penetrante olor de la destrucción que nos rodeaba. Por un momento sentimos un olor fresco, vivo.<br /><br />-Vamos al establo.-Les dije a todos.-Tenemos que ponernos en marcha.<br /><br />Por un momento todos me miraron con cara de suplica. "Un rato más, por favor" decían todas las caras. Les sonreí a todos y comencé a bajar hacia el establo. Al llegar vi a la madre de Merche en la puerta, desperezándose.<br /><br />-Buenos días.-Me dijo.<br /><br />-Buenas, ¿has descansado?<br /><br />-Más o menos.-Respondió<br /><br />Bea e Igor salieron del establo. Ambos con unas tremendas caras de sueño.<br /><br />-Jo, que buen día hace.-Dijo Bea.<br /><br />-No os relajéis mucho que dentro de un rato tenemos que comenzar el viaje.-Les dije.<br /><br />-¿Dónde están mis hermanas? - Preguntó Bea.<br /><br />-Allí arriba. - Respondí señalando hacia los restos de la antena. - Tomando el sol y viendo el espectáculo.<br /><br />Los tres se dirigieron hacia arriba. Yo entré en el establo y comencé a recoger las cosas que teníamos. No era mucho pero no podíamos permitirnos perder nada. Guardamos en varias bolsas los trozos de carne del ternero. Por lo menos hoy podríamos comer y cenar tranquilamente. Gonzalo y yo pudimos hacernos con seis raciones de combate y tres paquetes de pan galleta. Eso nos daba comida para todos durante dos días si las racionábamos bien. Entre los principales y los acompañamientos lo podríamos estirar. Aún nos quedaban cinco botellas de agua de litro y un par de cantimploras casi llenas.<br /><br />Volví a salir. Encendí de nuevo la radio y los mismos sonidos surgían del altavoz. Parecía gente hablando pero era incomprensible lo que decían. Ya bajaban todos hacia el establo.<br /><br />-¿Hacia dónde está el supermercado? - Pregunté en general.<br /><br />-Pues si la carretera está en aquella dirección,-respondió Bea pensativa-debería estar bajando por aquella finca.-Dijo señalando una tapia de cemento que se situaba a unos ochenta metros de nosotros.<br /><br />-Creo que deberíamos intentar ir allí.-Comenté al grupo.-La comida escasea y el agua será un problema en breve. Con suerte aún estará en pie. ¿Estaba en las afueras del pueblo, no?<br /><br />-Sí. Más bien lejos.-Respondió Igor.-No creo que lo hayan bombardeado.<br /><br />-Bien.-Dije.-Haced lo que necesitéis y preparaos. No quiero estar a la intemperie por la noche. Tendremos unas siete horas de luz.<br /><br />Todos se metieron en el establo y cogieron sus mochilas y las bolsas que habíamos rescatado de la casa antes de abandonarla a toda prisa. Gonzalo, Merche y yo llevábamos los G36, Ana, la hermana mayor, y Bea llevaban las escopetas. Igor no se sentía cómodo llevando un arma así que se hizo con uno de los cuchillos desbrozadores. La madre de Merche prefirió no llevar nada.<br /><br />El descenso del monte fue de lo más tranquilo. Ya no nos preocupamos por las minas y fuimos saltando de finca en finca. En una de ellas tuvimos que salir todos corriendo y saltar lo más rápido que pudimos a la colindante. Un toro bravo se lanzó sobre nosotros. Menos mal que estaba lejos y Elena nos aviso a todos. "Una vaca negra viene corriendo" Dijo la pequeña apretando la mano de Merche. Un buen susto pero no pudimos evitar reírnos todos. Sobre todo cuando Gonzalo se quedó enganchado en el muro de piedra al tratar de saltarlo haciendo una voltereta y cayendo de bruces como una torpe marioneta. "Eso me pasa por hacer el payaso" Dijo levantándose.<br /><br />Aprovechando el momento saqué el mapa y el GPS. Los satélites no funcionaban pero la brújula estaba operativa.<br /><br />-Tenemos que ir hacia aquí.-Dije señalando en el mapa el pueblo cercano al supermercado.- Hay que bajar hacia allí.-Señalé la diagonal que cruzaba la finca de la que acabábamos de huir indicado por la flecha de la brújula.<br /><br />-Bajemos por aquí,-Dijo Igor-hasta que pasemos la finca del toro y nos metemos en la siguiente.<br /><br />Nos levantamos todos y continuamos caminando. La finca era bastante grande. Por fin encontramos un pequeño camino de tierra que bajaba hacia la carretera. <br /><br />-¿Vamos por aquí? -Pregunto Ana.<br /><br />-Sí.-Respondió Gonzalo.-Yo creo que desde este camino cogemos la pequeña urbanización de chalets que hay cerca del supermercado.<br /><br />La tranquilidad del ambiente era tal que nos decidimos por bajar a través de ese camino. Antes de enfilarlo nos metimos en una pequeña casa derruida y abandonada hace años. Preparamos un poco de la carne del ternero que teníamos guardada y comimos. Descansamos un par de horas antes de continuar. El sol se fue ocultando tras algunas nubes.<br /><br />-Parece que va a llover.-Dijo la madre de Merche.<br /><br />-Vamos a darnos prisa.-Ordené al grupo.-No sería bueno que la lluvia nos pille en el exterior.<br /><br />Nos colocamos de nuevo el material y apretamos el paso mientras bajábamos por el camino de tierra. Tras una hora de caminata los tejados de los chalets comenzaron a asomar por encima de los arboles. La destrucción no había llegado a esa zona. Se parecía mucho a la que habíamos abandonado el día anterior. Una pequeña colonia de unas doce casas. Todas abandonadas, todas cerradas. Por un momento dudamos en quedarnos allí o continuar.<br /><br />-Se ve el supermercado desde aquí.-Dijo Bea desde la entrada a la colonia.<br /><br />Decidimos continuar. El supermercado se encontraba a escasos doscientos metros de nosotros. En su parking descansaban varios coches, casi todos destrozados o abandonados con sus puertas abiertas. Los cristales del edificio habían desaparecido. Supusimos que por las explosiones de ayer aunque no lo podíamos afirmar con certeza. Teníamos que tener en mente que era posible que ya hubieran asaltado el lugar y no quedase nada. Incluso que tuviéramos que enfrentarnos a alguien allí dentro.<br /><br />La entrada al supermercado estaba bloqueada por una barricada. Las puertas correderas se encontraban abiertas. Aunque eso hubiera dado igual, los cristales estaban tirados por los suelos hechos pedazos. Gonzalo, Merche, Bea y yo saltamos la barricada. Los demás se quedaron parapetados tras unos contenedores cercanos cubriendo la salida y la entrada al parking.<br /><br />Merche y yo comprobamos la planta principal. Gonzalo y Bea subieron a la zona de oficinas. Los estantes de comida estaban desordenados, miles de cajas tiradas por los suelos explicaban que ese lugar había sufrido varios saqueos. La estampa nos recordaba tremendamente a la del Mercadona. Un escalofrío nos recorrió el cuerpo cuando recordamos el ataque que sufrimos el día que fuimos a por comida. Por un momento nos quedamos mirando hacia la puerta principal. Nos quedamos pensativos pero recordamos que la situación era distinta. Fuera teníamos gente que nos avisaría en caso de problemas. Continuamos andando por los pasillos buscando los de comida envasada y las sopas preparadas. Al girar hacia la derecha dimos con un estante elevado donde descansaban tres garrafas de cinco litros de agua. Sin dudarlo escale por los estantes bajos y se las fui pasando a Merche que las iba dejando a sus pies.<br /><br />Un fuerte golpe en el piso superior nos puso en guardia. Estuvimos unos segundos esperando nuevos ruidos pero el silencio dominó el lugar. <br /><br />-¿Qué hacemos? - Preguntó Merche. El temor a que Gonzalo y Bea se hubieran encontrado con problemas crecía en nuestro interior.<br /><br />-No sé. - Respondí.<br /><br />Mi mente se debatía entre conseguir comida, por lo menos algunas latas para sobrevivir unos días, o subir a comprobar si estaban bien. Un nuevo golpe, más fuerte que el anterior, se escuchó de nuevo. Tras él, varios golpes más.<br /><br />-Joder.-Grité y ambos salimos corriendo hacia las escaleras.<br /><br />Cuando llegamos al piso de arriba nos paramos en seco. El lugar estaba oscuro. No había ventanas y un extenso pasillo se abría ante nosotros. Nuevos golpes surgieron al fondo, en la parte más alejada de nuestra posición.<br /><br />-¿Gonzalo? -Dijo Merche en un tono poco elevado.<br /><br />No obtuvimos respuesta. El silencio se hizo de nuevo. Tras unos segundos, los golpes comenzaron de nuevo.<br /><br />-Mierda.- Dije por lo bajo.- ¿Gonzalo? - Grite más alto tratando de superar el volumen de los golpes. Éstos volvieron a apagarse. Un susurro sonó al fondo.<br /><br />Nos pareció más un gemido que una voz normal. Nos temíamos lo peor. De nuevo los golpes comenzaron a sonar.<br /><br />-No hay más remedio.- Le dije a Merche mientras me colocaba el G36 en posición de disparo.<br /><br />Avanzamos lentamente hacia el origen de los golpes. Poco a poco se iban escuchando más intensamente. Nos encontrábamos enfrente de una puerta blanca cerrada. Un pequeño cartel impreso en un folio verde nos informaba de que tras ella se encontraba el comedor.<br /><br />-A la de tres.-Le dije a Merche.- Yo le doy una patada a la puerta y tu iluminas con la linterna.<br /><br />Merche asintió. "Un, dos, TRES..." Y la puerta se abrió. Nos quedamos atónitos. Gonzalo nos miraba con cara de asombro con decenas de chocolatinas entre los brazos. Bea estaba detrás de él, con una bolsa de plástico llena de Coca Colas y Fantas.<br /><br />-¿Pero qué coño? - Le dije. - ¿Qué cojones hacíais?<br /><br />-Joder, que hay dos maquinas expendedoras aquí y las estábamos rompiendo para sacar la comida y la bebida. - Respondió Gonzalo como si fuera obvio.<br /><br />-Serás mamón.-Le dijo Merche.- ¿No nos has oído llamarte?<br /><br />-No.-Respondió.- Me ha parecido oír algo pero no le he dado importancia porque no se repetía. Bea estaba dando patadas a la máquina y no le di importancia.<br /><br />-Mierda. Que susto nos habéis dado.-Le dije.<br /><br />Bajamos los cuatro a la planta principal. Cogimos las garrafas de agua y algunas sopas y latas que aún quedaban. "Vuelvo a dar gracias a la gente que no valora ésta comida" Dije en silencio. Bea salió para avisar a los demás de que entraran. El supermercado estaba totalmente vacío. Pudimos pasar la noche allí sin problemas.<br /><br />Mientras Ana madre preparaba los últimos trozos de ternero con la inestimable ayuda de Elena. Habíamos encontrado un par de barbacoas de un solo uso y estaban encendiendo el carbón. Los demás nos dedicamos a hacer un inventario de todo lo que teníamos. Tres G36 con ocho cargadores, dos escopetas con unos treinta cartuchos y varios cuchillos. Con las prisas al salir de la casa nos dejamos el rifle de caza y una caja completa de cartuchos para las escopetas. Seis raciones de combate, tres paquetes de pan galleta, ocho latas de comida preparada y seis sobres de sopa es lo que habíamos conseguido reunir. Estábamos a unos quince kilómetros de la entrada a La Pedriza. El parque era tremendamente grande y yo tenía un papel con las coordenadas de posición del punto seguro pero el GPS no había funcionado correctamente desde que lo encontré. Las señales de los satélites eran demasiado débiles y al poner la posición se perdían en el proceso de encontrar la mejor ruta.<br /><br />Nos pusimos todos a cenar alrededor de un par de linternas y los restos de la barbacoa para darnos calor. Tras la cena, estuvimos hablando tranquilamente de las cosas que echábamos de menos o que nos gustaría poder volver a hacer. Pasamos un buen rato entre risas y lágrimas.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-77995266938294202132011-11-24T19:05:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.921+01:00ENTRADA 57Lunes 21 Noviembre. 20.00 Horas.<br /><br />La relativa tranquilidad que reinó a lo largo de la mañana se vio violentamente turbada a partir de las ocho de la tarde. Tras contados disparos y pocos viajes de los helicópteros, la situación cambió drásticamente. Una tremenda explosión en el muro nos sacó a todos de nuestro descanso. Los cristales de toda la casa en las ventanas, mesas y espejos se destrozaron en mil pedazos. Cuando nos asomamos para comprobar qué había pasado, una tremenda columna de humo sobre una luminosa base rojiza creció amenazante por encima de los árboles. Los disparos se tornaron más frecuentes. Gritos, chillidos e incluso aullidos dominaron el ambiente en menos de diez minutos. <br /><br />-¿Qué ha pasado? - Preguntó Ana, la hermana mayor, detrás de nosotros.<br /><br />-Ni idea. - Respondí.- Parece que han destruido el muro y los combates son más fuertes.<br /><br />-Están demasiado cerca.-Apuntó Gonzalo.<br /><br />-Deberíamos pensar en escondernos o salir de aquí lo antes posible.-Sugirió Merche.<br /><br />Los sonidos de combates se fueron aproximando hacia nosotros. Lo curioso es que se escucharon disparos desde muchos puntos. El sonido de helicópteros comenzó a resonar tras el monte situado a nuestras espaldas. En poco menos de cinco minutos, tres Apaches aparecieron sobre las copas de los arboles que lo coronaban. Comenzaron a descargar sus misiles y ametralladoras antes de llegar a su objetivo. Una poderosa ráfaga de gran calibre pasó sobre la casa que teníamos enfrente. El impresionante efecto de destrucción de la pesada munición destrozó los muros y el tejado como si fueran de mantequilla.<br /><br />En pocos minutos tuvimos sobre nosotros tres helicópteros descargando su artillería a discreción en dirección al pueblo. Tres camiones del ejército de tierra llegaron a toda velocidad por la carretera esquivando hábilmente todos los coches abandonados. Tras varias maniobras, casi suicidas y en pocos metros, colocaron los cajones hacia el lugar del conflicto. Una decena de soldados salieron de los tres vehículos. Me parecieron muy pocos para venir en tres camiones. Rápidamente, se colocaron en posiciones defensivas, lanzaron cientos de bengalas hacia el pueblo y comenzaron a disparar hacia esa dirección. Enormes focos, instalados sobre los camiones iluminaban la zona. El día se hizo en la noche gracias a toda esta iluminación.<br /><br />-Joder. ¿Qué hacemos? - Preguntó Gonzalo. - Están en la entrada de la urbanización, por ahí no podemos salir.<br /><br />-Vamos a tener que huir por el campo. - Respondí.<br /><br />No terminé la frase cuando uno de los helicópteros explotó en el aire. Nos quedamos alucinados. En el tiempo que habíamos sobrevivido, los infectados no habían usado armas de fuego pero, para nuestra desgracia, en ese momento muchos de ellos estaban armados con los fusiles de asalto y lanzagranadas que los soldados habían llevado consigo para limpiar el pueblo unos días antes.<br /><br />-Dios.-Gritó la madre de Merche.<br /><br />Por la carretera aparecieron varios soldados del ejército. Trataban de huir del pueblo, siguiendo un orden militar, avanzando y disparando. Su objetivo era llegar hasta los camiones pero pocos lo consiguieron. Muchos se quedaron por el camino, abatidos por disparos y granadas que provenían del pueblo. En pocos segundos una horda de infectados invadió la carretera. Los destellos eran incontables, pareciera como si se hubieran hecho con bastante armamento. En un movimiento, totalmente anárquico, multitud de infectados armados con palos se lanzaron por delante de los que disparaban para llegar hasta los soldados. Muchos cayeron muertos por fuego "amigo". Pero eso no pareció importarle a ninguno de ellos. Los disparos no cesaron aún cuando decenas de ellos avanzaban para atacar al ejército en una violenta batalla cuerpo a cuerpo. Esta anarquía dio a los soldados una pequeña ventaja contra las primeras líneas que llegaban a ellos. La gran mayoría estaban gravemente heridos y, a pesar de sus caras ansiosas por matar a uno de esos soldados, corrían o andaban torpemente y sus fuerzas les abandonaban poco a poco haciéndoles blanco fácil para los disparos a quemarropa contra sus cabezas. Pero esta ventaja no duró mucho. La munición escaseaba y los enemigos eran muy numerosos.<br /><br />Asistí, de nuevo, al resultado de una decisión brutal y desesperada por contener la infección. Los camiones arrancaron y huyeron sin recoger a las tropas. El desconcierto y terror reinó entre los pocos soldados que aún quedaban con vida. Muchos de ellos corrieron detrás de los camiones pero no lograron alcanzarlos. Cuando los vehículos estuvieron fuera de alcance comenzó el dantesco espectáculo. Los helicópteros descargaron todo lo que les quedaba de artillería sobre la multitud alcanzando tanto a soldados como a infectados. Varias explosiones destrozaron decenas de cuerpos que desaparecieron inmersos en bolas de fuego y escombros. Fue horrible. Los gritos de dolor, las peticiones de auxilio no dejaron de oírse durante interminables minutos. Tres nuevas pasadas de los helicópteros ametrallando violentamente sobre los montones de cuerpos dejaron un silencio sepulcral en la zona. En pocos minutos el humo se dispersó dejando varias piras de cuerpos en llamas al lado de arbustos y árboles, que prendieron rápidamente, mostrando el resultado final. Decenas de cuerpos descansaban destrozados sobre el asfalto. Algunos infectados, aún vivos, reían doloridos y se arrastraban, vomitando sangre y dejando restos a su paso, unos metros antes de caer definitivamente muertos.<br /><br />Los tres helicópteros permanecieron unos minutos más en el lugar. Cuando abandonaron la zona salimos de la casa. Nos preparamos para abandonarla mientras sucedía todo aquello.<br /><br />-Vamos a tratar de conseguir unos fusiles de asalto.-Le dije a Gonzalo.<br /><br />-Sí.-Respondió.-Me parece buena idea.<br /><br />-Mirad de paso si tienen raciones de combate.-Nos dijo Merche mientras los demás se preparaban para salir en dirección a las fincas que se situaban en la parte trasera de la casa.<br /><br />Era algo arriesgado pero ya no teníamos casi comida y después de asistir a ese espectáculo nos pareció que no estábamos demasiado bien armados.<br /><br />Nos acercamos a los montones de cuerpos donde descansaban casi todos los militares. Pudimos coger tres G36 aún operativos. La gran parte de las armas estaban destrozadas. También nos hicimos con varios cargadores, un GPS, una radio, un mapa militar de la zona, varias bengalas y un poco de comida. Cuando me dispuse a registrar a uno de los soldados, el cual había perdido las piernas en el ataque, su radio chascó.<br /><br />-Halcón Alpha 1 para Nido.- Una voz metálica resonó al otro lado.-Bombas montadas, 50 kilómetros para objetivo. 5 minutos para contención.<br /><br />-¡¡¡Gonzalo!!! - Grité. - ¡¡¡Tenemos que salir de aquí!!!<br /><br />Gonzalo me miró extrañado mientras cogía un par de raciones de combate más.<br /><br />-¿Qué pasa? - Preguntó.<br /><br />-¡¡Creo que van a bombardear la zona!! - Grité mientras corría hacia los demás.-¡¡Rápido!! - Le hice gestos para que me siguiera.<br /><br />Ambos corrimos lo más rápido posible. El grupo ya había comenzado a avanzar por una de las fincas. Igor y Bea avanzaban poco a poco con un rodillo metálico por delante de ellos. Era la manera más "segura" que habíamos encontrado para comprobar si había minas en las fincas más alejadas del pueblo. El sonido de aviones en el horizonte retumbó en mis oídos.<br /><br />-¡¡Corred!! - Les grité a todos desde varios metros. <br /><br />En ese momento todos se quedaron mirándonos. Pero no había tiempo para explicaciones. Cuando llegamos a su lado comenzamos a empujarles, a pedirles que corrieran lo más posible. Cogí a Elena entre mis brazos a la carrera, llevaba con ella el bolso con Yuko dentro, la pobre perrita gimoteaba asustada. Comenzó una carrera frenética a lo largo de las despejadas fincas. Subiendo el monte que lindaba con el pueblo. Desesperados buscamos un lugar a cubierto. Piedras, montones de arboles, lo que fuera. Los motores de los aviones se oían cada vez más fuertes. Los destellos de sus balizas de posición situadas en las alas se comenzaron a ver a lo lejos. Por fin, tras varios metros, encontramos un enorme montón de rocas. Nos metimos entre ellas. Los aviones pasaron por encima nuestro descargando tras sí sus enormes bombas. Los silbidos en el aire eran siniestros. Recordé la multitud de documentales sobre la Segunda Guerra Mundial que había visto. El sonido en vivo de las bombas cayendo desde lo alto era, de lejos, muchísimo más aterrador que el que se oía en la televisión. El suelo tembló violentamente en nuestros pies. Tuvimos que taparnos los oídos. Las explosiones fueron tremendamente violentas. Hasta nuestra posición llegaban restos de casas, coches, piedras, escombros. Incluso bolas de fuego y restos de metralla. La destrucción que nos rodeó en ese momento era inenarrable. Las palabras se quedan muy cortas para describir el calor, los incendios, los destrozos, todo tipo de material volando por los aires cientos de metros incluso me atrevería a decir que kilómetros. La sensación de vivir un terremoto constante. Los arboles cayendo, partiéndose, perdiendo sus ramas. La tierra moviéndose constantemente, las grietas apareciendo en el suelo. El cielo desapareció tras la cortina creada por el humo, el olor a quemado, las cenizas volando por nuestro alrededor dificultando la respiración.<br /><br />Tras varios minutos a cubierto decidimos salir. Nos quedamos todos mirando, atónitos, hacia el lugar donde antes se levantaba el pueblo. Desde nuestra posición elevada vimos el resultado del ataque. El pueblo había casi desaparecido. Era una visión terrible. Un manto oscuro cubría todo el suelo. Manchado de vez en cuando por colores rojizos. Era increíble que estuviéramos vimos. Los incendios iluminaban la noche.<br /><br />-Dios.- Las voces de las chicas a nuestras espaldas rompían a llorar.<br /><br />Estaban asistiendo a la total destrucción del pueblo que las había visto crecer. La casa en la que tantos años habían vivido desapareció en pocos segundos. Ya sólo les quedaban recuerdos. Nada material.<br /><br />-Tenemos que encontrar un lugar donde ocultarnos.-Comenté.-Hace mucho frío y no podemos quedarnos por aquí. <br /><br />Poco a poco conseguimos sacar a cada una de las chicas de su trance. Subimos más arriba para poder situarnos y comprobar si el GPS que teníamos conseguía señal. Al llegar a la cima comprobamos que la escena se repitió en los pueblos que se veían desde allí. Cientos de incendios iluminaban la oscuridad. Por encima de las demás colinas resplandores palpitantes crecían tras ellas.<br /><br />Nos acercamos a un pequeño establo situado en lo alto. A pesar del olor a restos de vaca nos metimos en él y tratamos de descansar lo que quedaba de noche. Hace un momento asistimos a un brutal combate. En pocas horas vimos lo frágil que es la vida y el poco valor que se le da. Vimos como más de cien personas, infectados o no, morían violentamente en pocos minutos.<br /><br />A lo largo de la noche, el sonido de los grandes bombarderos no dejó de sonar. Pasaron una y otra vez por la sierra de Madrid. Los sonidos de explosiones y los silbidos de las bombas cayendo se oyeron durante horas. Por muy lejos que estuvieran, la tensión y el miedo no nos abandonaba. La contención de la infección se había transformado en destrucción.<br /><br />Dormir fue imposible. Me quedé toda la noche mirando el mapa que habíamos encontrado y comprobando el GPS. Las señales de los satélites eran muy débiles pero funcionaban. La pantalla verde con los números en negro mostraba simplemente las coordenadas de situación y una pequeña brújula. Afortunadamente el mapa tenía marcadas las coordenadas de cada pueblo así como los puntos cardinales. No debería ser difícil llegar a La Pedriza gracias a nuestra orientación pero la situación tras los bombardeos no sería muy alentadora con lo que tendríamos que esquivar los puntos poblados y las carreteras. Si el GPS no funcionase, con la brújula podríamos saber, más o menos, la posición de nuestro objetivo.<br /><br />Pasaron un par de horas. Oímos un ruido en el exterior. Gonzalo y yo nos preparamos para salir mientras Merche e Igor se colocaban para defender la posición desde dentro. Con las linternas de los fusiles encendidas salimos fuera. El ambiente seguía muy cargado de humo y cenizas. El ruido sonó en la parte trasera del establo. Parecía que alguien estaba golpeando la pared. Giramos la esquina del establo.<br /><br />-¡¡Quieto!! - Le grité a una sombra que se acurrucaba en la oscuridad.<br /><br />Para nuestra tranquilidad resultó ser un pequeño ternero. No lo dudamos ni un minuto. Le disparamos a la cabeza un par de veces y lo metimos dentro. Conteniendo las arcadas lo despedazamos en partes para poder comer. Después de lo que hemos estado viviendo fue curiosos que hacer eso nos produjera tanto asco y reparo. Encendimos una pequeña hoguera con la paja del establo y preparamos algo de carne para comer. Estábamos en plena noche comiendo en un establo pero no nos importaba. Después de la locura vivida y de las carreras que tuvimos que dar, estábamos todos exhaustos. Poder disfrutar de algo de carne fresca nos resultó tremendamente agradable. Además, podríamos reservar las pocas raciones que sustrajimos a los cadáveres de los soldados para un momento más oportuno.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-6956729779186872612011-11-21T15:47:00.002+01:002012-11-03T00:42:17.917+01:00ENTRADA 56Hoy por fin ha salido un poco el sol y los paneles solares consiguieron obtener un poco de energía. Llevábamos dos días sin luz. La comida congelada está a punto de terminarse. Pero no podemos salir de aquí. No por el momento. El sábado volvieron los helicópteros del ejército. No fueron sólo los Apache, también llegó un Chinook, un helicóptero de transporte de tropas y material. Desde unos treinta metros de altura descolgó varias cuerdas y las tropas salieron de su interior. No debían ser más de una veintena de soldados. Tras dejarlos en el suelo, los cinco helicópteros abandonaron la zona rápidamente. A la media hora comenzaron los disparos y las explosiones. Primero cerca del muro por el que saltamos para huir del pueblo. Poco a poco se fueron alejando en un compás rítmico y organizado. A las tres horas, dos Apaches aparecieron tras el monte y sobrevolaron una zona del pueblo descargando su artillería. Así durante todo el día. De vez en cuando, varios pequeños helicóptero biplaza, seguramente de reconocimiento, sobrevolaban toda la zona. Tras ellos el Chinook descargaba cajas de munición y abastecimiento.<br /><br />Lo preocupante del asunto es que, desde nuestra posición, los ecos de disparos y explosiones no venían sólo del pueblo del que huimos. Tras el monte, más allá de las fincas que nos rodeaban, en la dirección en que la carretera se perdía. Toda la sierra de Madrid ha sido un hervidero de disparos acompasados, explosiones y helicópteros yendo y viniendo durante horas.<br /><br />Daba la sensación de que lo poco que quedaba del ejército había sido desplegado para acabar con los restos de los pueblos clausurados. Sobre todo después de lo sucedido hace unos días cuando explotó la casa y acabamos con las criaturas.<br /><br />La noche del sábado al domingo pasó tranquilamente. La actividad era mucho menor pero la noche estaba tremendamente iluminada. Cientos de incendios decoraban los horizontes por encima de las copas de los árboles. En la mañana del domingo se repitió el mismo acto que tuvo lugar el día anterior. Helicópteros, disparos y explosiones se sucedieron a lo largo del día. Pudimos ver cómo un Chinook izaba varias camillas tras desplegar algunos soldados más. Para desgracia de los militares allí destinados, los reemplazos eran menores en número que los evacuados. Estaba claro que no tendrían mucho futuro en el caso de tener que alargar su estancia más de lo necesario.<br /><br />A lo largo de esta mañana los disparos han sido más contados. Los helicópteros han sobrevolado la zona menos veces y sólo para llevarse heridos y lanzar material. Ya no hay más soldados para realizar reemplazos.<br /><br />Por nuestra parte, estamos bastante preocupados. Cuanto más tardemos en llegar a La Pedriza, más peligroso será. A pesar de tener bastante ropa de abrigo, el frio está siendo cada día más intenso y sin comida puede ser realmente peligroso no recuperar las calorías que nuestros cuerpos necesiten.<br /><br />Sinceramente, estos días de "tranquilidad" también son de agradecer. Merche y yo nos estamos recuperando muy bien de la herida de bala que recibimos cada uno. Los demás están descansando. Creemos que lo más sensato será salir de noche atravesando fincas. Esperemos que los campos de minas sólo se sitúen en las cercanías del muro.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-6219828268552004082011-11-18T20:43:00.001+01:002012-11-03T00:42:17.914+01:00ENTRADA 55Seguimos en la casa de las afueras del pueblo. Tras tres días evaluando el tiempo, la situación, lo que nos rodea. Hemos decidido que las cosas no están cómo para arriesgarnos a salir. Llueve abundantemente y el frio es cada vez más intenso. Tenemos comida congelada para unos cuatro días más.<br /><br />Esta mañana, varios helicópteros han pasado sobre nosotros. Han estado sobrevolando el pueblo, en especial la zona donde estaba la casa que saltó por los aires ayer. Hemos oído, en varias ocasiones, las ametralladoras de los pájaros metálicos descargar continuamente sobre diversos puntos. Pensamos que están acabando con los infectados. Es una buena noticia. Continuar sabiendo que dejamos a nuestras espaldas una docena de infectados no es muy agradable.<br /><br />Estamos aprovechando para descansar lo más posible. La suerte ha estado de nuestra parte y en los maleteros de los armarios de la casa hemos encontrado varios abrigos, algunos monos de ski, mantas y diversa ropa de abrigo. Podremos ir bien equipados para llegar hasta La Pedriza. <br /><br />Hay que dar gracias a los cazadores. En esta zona hay bastante caza y por lo tanto muchos de los residentes se dedican a ella en las temporadas. Tenemos dos cajas de veinticinco cartuchos y dos escopetas, un rifle de caza mayor con una veintena de balas, un arco con media docena de flechas y varios cuchillos. He perdido el G36, me lo dejé en la habitación donde descansaba para recuperarme de mi herida. Merche se ha quedado sin balas para la pistola. Tendremos que apañarnos con lo que tenemos que, afortunadamente, no es poco.<br /><br />El mayor problema al que nos vamos a enfrentar es la comida. No nos queda ninguna lata de alta caducidad. Tenemos localizados dos supermercados en el camino. Espero que tengamos suerte y encontremos algo que llevarnos a la boca. El agua de momento no es problema.<br /><br />Nuestras heridas evolucionan bien. El tobillo esta casi curado. La herida se recupera después de soltarse un par de puntos y sangrar un poco. Merche está muy bien, su herida esta casi cerrada.<br /><br /> No me puedo creer que estemos descansando.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-50971750553288475482011-11-18T16:13:00.001+01:002012-11-03T00:42:17.910+01:00ENTRADA 5415 Noviembre<br /><br />-Estoy alucinando.-María no salía de su asombro.-Hace 8 días que te han disparado y la recuperación está yendo tremendamente bien.<br /><br />-De todos modos lo he pasado muy mal.-Respondí, recostado en la cama.-Me desmayé enseguida y no recuerdo nada de lo que pasó.<br /><br />-El tema de la diabetes ha agravado tu reacción a la herida-me informó Maria. Me lo imaginaba-con la pérdida de sangre tu glucosa bajó rápidamente y el desmayo fue inevitable.<br /><br />Merche dormía a nuestro lado. María me contó, por encima, lo que había pasado esos días. Merche también se recuperaba bastante bien de su herida. Afortunadamente fue muy limpia y salvo por el dolor del momento, no acabó siendo tan aparatosa como la mía. En mi caso, teniendo en cuenta que tenía el tobillo machacado y las múltiples heridillas de la pierna, lo raro era que estuviese en ese momento despierto. Las buenas noticias eran que, al haberme despertado y encontrarme mejor, podía tomarme los antibióticos en pastillas. No quedaba ni uno sólo de los inyectables. El Guardia Civil había muerto. Maria, incluso, me pidió perdón por haber dudado en dejarme atrás cuando el agente apareció tras una esquina. <br /><br />Pero también tenía malas noticias. En estos ocho días la reserva de comida comenzó a escasear. Como mucho habría para un par de días más. Hacía tres que Sergio, Igor y Bea habían salido en busca de comida y todavía no se sabía nada de ellos. Muchos se temían lo peor. Los gritos, gruñidos e incluso aullidos en la lejanía no invitaban a pensar que los tres estuvieran a salvo. El desaliento era general sobre todo entre la familia de Merche.<br /><br />Gonzalo entró por la puerta. Se acercó a mí y me contó que había actualizado el blog con lo sucedido el día de mi disparo. Al parecer algunos supervivientes habían intentado ponerse en contacto con otras personas sanas y habían encontrado en la página una pequeña luz de esperanza para sus desesperadísimas situaciones. También completó la información que me estaba dando Maria.<br /><br />-Las cosas no van muy bien.-Comenzó.-Como ya te ha dicho ella. Igor y Bea han desaparecido, no sabemos nada desde que salieron a buscar comida junto al amigo de Ana madre.-Así solía referirse a la madre de las chicas, al llamarse igual ella y la hermana mayor.-Ante ayer salí con Alberto a buscarlos pero no dimos con ellos. Nos encontramos a una de esas criaturas.-Le miré intranquilo.-Estaba muerta, no te preocupes. Creo que era a la que disparaste en la iglesia. Tenía un brazo y un pie arrancados. Por cómo estaba destrozada seguramente la otra criatura la mató.<br /><br />"Madre mía" Pensé mientras escuchaba a Gonzalo. Por un lado sentía alivio. Ya no había dos criaturas en la calle, solo una (que supiéramos). Pero por otro, haber perdido a Igor y a Bea me preocupaba muchísimo.<br /><br />-Conseguimos algunas barritas energéticas de un gimnasio. También polvo para hacer batidos de proteínas.-Continuó.-Ayer por la mañana un helicóptero del ejército pasó sobre el pueblo. Se paró en el lugar donde están los restos de la lucha del otro día.<br /><br />Estuvo un buen rato contándome cosas. Un poco en desorden, no se acordaba de todo. Desde cómo Igor y él encontraron las ambulancias, a cómo acabamos en esta casa. Desde cómo se enfrentaron a dos infectados que había en una de las casas colindantes, a cómo han estado buscando comida.<br /><br />-Hay algunas cosas más-decía- pero no son muy relevantes. Lo único que me preocupa es que los ruidos y gritos han crecido desde nuestra huida. No son de criaturas, son humanos. Por las noches hay mucho alboroto y de vez en cuando vemos siluetas en la oscuridad. Parece que nos están buscando.<br /><br />-Joder,-respondí- eso no nos da más tiempo para quedarnos aquí parados.<br /><br />-¡¡¡Ayuda!!! - Alguien gritó en el piso de abajo.<br /><br />Alberto había entrado corriendo en casa, con Sergio apoyado en el hombro, mientras tiraba de él para dejarlo en uno de los sillones del salón. Estaba muy mal herido. Mostraba varios golpes y cortes en todo el cuerpo.<br /><br />-¿Qué ha pasado? - Pregunté cuando por fin terminé de bajar los escalones. Sentía algo de debilidad todavía.<br /><br />-Hace tres días, cuando estábamos buscando comida-comenzó su relato-llegamos hasta el supermercado. Me quedé en la entrada vigilando mientras Igor y Bea entraban a buscar entre los restos. Tras media hora de búsqueda, salieron con un par de mochilas llenas de cosas, algunas caducadas, otras en mejor estado. Cuando nos preparamos para irnos cayó sobre nosotros una lluvia de piedras. Una de ellas alcanzó a Igor en la cabeza y cayó noqueado. Bea tiró de él hacia dentro del supermercado y se ocultaron detrás de una de las cajas. Yo no tuve tiempo de reaccionar y, mientras me giraba buscando el origen del ataque, sufrí un tremendo placaje que hizo que me golpeara la cabeza contra el suelo. Lo siguiente que recuerdo es que me estaban arrastrando por el suelo mientras veía como el supermercado era pasto de las llamas. No sé qué habrá sido de Igor y Bea.<br /><br />-Mierda.-Dijo Gonzalo.- Habría que contárselo a las chicas.<br /><br />-Me encerraron en el sótano de una de las casas cercanas. Me han torturado-comenzó a llorar-, me han mutilado- nos enseñó la mano derecha, le faltaban tres dedos-, me preguntaban si había más gente sana en el pueblo. Si no les entendí mal, nosotros somos los últimos. Ya han cazado a casi todos los supervivientes y, los que no han caído en sus manos, han muerto a manos de las criaturas que nos atacaron. <br /><br />-Espera un momento.-Le interrumpí, comencé a preocuparme seriamente.-Si te estaban torturando para sacarte dónde estábamos... ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has escapado?<br /><br />Su cara se tornó de angustia y las lágrimas afloraban más abundantes de sus ojos.<br /><br />-¡¡Mierda!! No me jodas, joder.-Sabía perfectamente la respuesta.-¡¡Tenemos que irnos de aquí!!<br /><br />En poco más de veinte minutos, una muchedumbre, de unas trece personas, se acercó por una de las calles. Gritando, chillando, aullando de ansiedad y excitación. La idea de tener carne "fresca" debía ser tremendamente ansiada por todos ellos. Armados con palos, hachas y palas estaban totalmente eufóricos.<br /><br />-Lo siento.-Dijo Sergio llorando.-Lo siento, lo siento...<br /><br />Gonzalo subió corriendo al piso de arriba para avisar a las chicas. En pocos segundos, los pasos se oyeron agitados encima de nuestras cabezas. Comenzaron a recoger las cosas lo más rápido que pudieron. <br /><br />La turba se paró frente a la puerta metálica que separaba el pequeño jardín de la carretera. Comenzaron a golpear con fuerza los paneles metálicos. Arrojaron piedras contra las ventanas de la casa.<br /><br />-¡¡Salid!!-Gritó uno de ellos.-Salid malditos cabrones.<br /><br />Estaban todos totalmente desencajados, fuera de sí, tremendamente ansiosos y excitados.<br /><br />-¿Qué hacemos? - Preguntó Merche.<br /><br />Trataba de pensar con rapidez pero no se me ocurría nada. Teníamos unas trece personas fuera. <br /><br />-¿Y si les matamos disparándoles con las armas?-Propuso Gonzalo.<br /><br />-Seria una buena idea pero no sabemos si habrá más.-Respondí-Quedarnos sin balas teniendo todavía mucho camino por delante no creo que sea bueno.<br /><br />En ese momento se escuchó un disparo desde el salón. Alberto se había apostado en una de las ventanas y descargó su escopeta contra los dos infectados que ya habían pasado por encima de la verja para acceder al pequeño jardín delantero. Ambos cayeron de bruces contra el césped. Uno de ellos estaba totalmente inmóvil. El disparo le voló la mitad de la cabeza dibujando un curioso grafiti en el lado interior del panel metálico. El segundo invasor recibió el disparo en uno de sus muslos. Un tremendo desgarro permitía distinguir el hueso y los restos de musculo cubiertos por los jirones que formaba lo que antes eran los pantalones. Aún con esa herida, se levantó y comenzó a andar, trastabillando, hacia la ventana desde la cual recibió el impacto.<br /><br />-Mierda.-Gritó Alberto. Trataba de recargar la escopeta pero el temblor de sus manos no le permitía atinar a meter el cartucho en la boca de la recámara.<br /><br />Tres infectados más saltaron al interior de la pequeña parcela. Sergio, aun conmocionado por su traición, lanzó un grito desesperado y salió por la puerta, armado con un espetón para chimenea. El primer infectado, sobre el que trató de lanzar su ataque, se quedó mirándole perplejo con una cara que mostraba un sentimiento doble. Por una parte la sorpresa de verse atacado y por otra la excitación de tener frente a él una presa. Sergio lanzó un golpe por encima de su cabeza trazando un arco tratando de clavarle el pincho en la cabeza. Por un momento pensé que lo iba a conseguir pero los otros dos infectados se lanzaron sobre él como unas bestias. Uno de ellos le quitó el espetón y se lo clavo con furia en el estomago. Un grito de dolor salió, acompañado de vómitos de sangre, de la boca de Sergio. Los tres infectados gritaron de alegría. Ver la sangre fresca de una víctima fue como un intenso orgasmo para ellos.<br /><br />-¡¡Sergio!!-Gritó Alberto desde la ventana.<br /><br />Entre dos de los atacantes levantaron a Sergio y lo lanzaron al otro lado de la verja. Los chillidos y gritos de júbilo se oyeron por encima de la angustia de Sergio. Una moto sierra arrancó tras varios intentos. El sonido de los acelerones nos puso la piel de gallina. Un grito de histeria sonó mientras las cadenas de la maquina sesgaban las piernas de Sergio. Varios de los atacantes se hicieron con sus trofeos y saltaban con ellos en la mano mientras la sangre salpicaba sobre el grupo.<br /><br />Uno de los atacantes trató de entrar en la casa. Por muy poco, la madre de Merche y su hermana Ana, cerraron la puerta sobre la cara del infectado que comenzó a reír al ver que su nariz se colocó en una posición anti natural sangrando abundantemente.<br /><br />-Joder, ja ja ja, esto duele de cojones.-Gritó mientras daba saltos por el césped.<br /><br />Lo peor comenzó a llegar. Con una catapulta, bastante rudimentaria, comenzaron a lanzar fardos de paja incendiada contra la casa. La mayoría se estrellaba contra la fachada pero dos de ellos entraron por las ventanas del piso superior. En pocos minutos, un abundante humo negro comenzó a bajar por las escaleras.<br /><br />-Tenemos que salir de aquí.-Gritó Gonzalo.-Por la puerta trasera, rápido.<br /><br />Merche, sus hermanas y Elena corrieron hacia la cocina para salir por la puerta trasera. Esta daba a un jardín más amplio. Al fondo, un muro de metro y medio coronado por una verja metálica separaba la parcela de la carretera.<br /><br />-¡Buh!-Una cabeza asomó por los cristales destrozados del salón. Y, sin darle tiempo a reaccionar, cuatro brazos se llevaron a Alberto fuera de la casa.<br /><br />Un último disparo sonó en el jardín delantero. Los gritos de Alberto se fueron apagando.<br /><br />-No...No... Hijos de... puta.-Su voz sonaba entrecortada. El dolor no le permitía hablar con fluidez.<br /><br />Me asomé por una ventana pequeña situada en el lateral de la puerta principal. Uno de los infectados había puesto el espetón en una de las hogueras formadas por los fardos de paja. Tras unos minutos este estaba al rojo vivo. Con la punta fue quemando poco a poco la cara de Alberto. Primero los ojos, la nariz, las orejas, la lengua... Desfigurado, Alberto cayó al suelo. Dos de los infectados le cogieron por las piernas y lo arrastraron hasta los restos de un fardo que chasqueaba fieramente. Le quitaron los pantalones y metieron sus piernas en el fuego. Los gritos de dolor eran espantosos. No le dejaron moverse y poco a poco fueron introduciendo el cuerpo de Alberto en la hoguera hasta que solo quedó la cabeza fuera. En pocos minutos el cuerpo entero estaba en llamas. Alberto se desmayó o, más probable, murió tras maldecir a sus atacantes. <br /><br />-¡¡María!! - Grité desde las escaleras hacia el piso de arriba.-Vamos, tenemos que irnos.<br /><br />No recibí respuesta. Me temía lo peor. El piso superior estaba casi en llamas por completo y Maria aún estaba en la habitación principal. Comenzamos a subir Gonzalo y yo. No habíamos llegado ni a la mitad de la escalera cuando una bola de fuego salió corriendo de una de las habitaciones. Se echó sobre nosotros pero la esquivamos por muy poco. Los chillidos penetraban en nuestros oídos. La antorcha humana bajó las escaleras y se lanzó por una de las ventanas del salón. Nos quedamos mirando por un momento hacia el salón. En poco tiempo estábamos perdiendo a casi todos los miembros del grupo.<br /><br />-Voy a por la mochila que tenia María.-Dijo Gonzalo.-Creo que la dejó en el baño y tiene bastante material que cogimos de las ambulancias.<br /><br />-Yo voy bajando y cogiendo a las chicas.-Era consciente de que, en mi estado, tardaría un poco en llegar hasta el muro y en saltarlo.<br /><br />Gonzalo subió rápidamente. El baño estaba frente a la escalera. El fuego se extendía por las habitaciones rápidamente pero aun no había alcanzado ese lugar. Cuando acabé de bajar las escaleras un fenómeno tremendamente peligroso tuvo lugar en el piso superior. El fuego se "recogió" sobre sí mismo, entrando en una habitación, cuando consumió todo el oxigeno una tremenda onda expansiva ardiente tomó todo el techo del piso superior pendiendo todo a su paso.<br /><br />-¡¡Gonzalo!! - Grité. <br /><br />Me lancé al suelo, al lado de la escalera, justo en el momento en que el fuego se extendió por el piso inferior. El calor y el humo transformaron la casa al completo en un infierno. Me arrastré hacia la cocina y conseguí salir de la casa. Un fogonazo me siguió. Comencé a escuchar un silbido rápido en la cocina. "Dios, los tubos del gas" Dentro de la cocina se estaba preparando una tremenda explosión. Las tomas de gas habían saltado por el calor y se estaba acumulando rápidamente. Me levanté, cojeé lo más rápido que pude.<br /><br />-¡¡Borja!! ¡¡Cuidado!! - Una voz me gritó por encima de mi cabeza.<br /><br />Gonzalo se había metido en el baño justo antes de la brutal expansión del incendio. Abrió la pequeña ventana que había y se lanzó desde ella al jardín. Por poco no le esquivé y casi me cayó encima. Lo siento por él pero si eso llega a pasar, a saber que habría pasado con mi herida. <br /><br />-¿Estás bien? - Le pregunté<br /><br />-Sí, menos mal que te has quitado-respondió- si llego a caer encima tuyo la liamos.<br /><br />Nos ayudamos mutuamente a levantarnos. Las chicas nos hacían señas desde el otro lado del muro. Primero pasé yo, ayudado por Gonzalo desde dentro y por Merche desde fuera. Cuando pasé, Merche y Ana ayudaron a Gonzalo a pasar. Una tremenda explosión tuvo lugar en la casa justo cuando nos echamos todos al suelo. La casa voló por los aires. Escuchamos varios gritos de dolor al otro lado a los que se unieron otros de júbilo.<br /><br />-Tenemos que saltar el muro antes de que se den cuenta de que estamos aquí.-Dijo Merche.<br /><br />Ahora sólo quedábamos siete personas y dos perros.<br /><br />-¿Qué hacemos con Igor y Bea? - Preguntó la madre de Merche preocupada.<br /><br />-Cuando estemos a salvo lo decidiremos.- Respondió Ana, la hermana mayor.<br /><br />Los siete nos dirigimos a la gasolinera. Cerca de ella pasaba parte del muro y podíamos unas unos cuantos bidones que había pegados al él para saltarlo con más facilidad. Llegamos al sitio elegido y comenzamos a movernos para saltar rápidamente y con orden.<br /><br />-Mierda, no llegamos.-Dijo Gonzalo. <br /><br />Él era el más alto de todos y aún tenía casi metro y medio por encima.<br /><br />-¿Qué hacemos? -Todos tratábamos de pensar lo más rápido posible.<br /><br />-¡¡Gonzalo!! - Una voz conocida sonó por encima del muro. - Coge esto.<br /><br />Igor asomaba por el otro lado del muro. Nos estaba tendiendo una escalerilla de cuerda. La alegría fue incontenible. Ver que ambos estaban vivos y a salvo resultó ser la mejor noticia del día.<br /><br />-Daos prisa.- Insistió Bea.-Los infectados se están moviendo buscando supervivientes.<br /><br />Se encontraba en un lateral desde donde vigilaba la casa de la que veníamos. Los infectados la estaban rodeando.<br /><br />Lo más rápido que pudimos fuimos pasando uno a uno al otro lado del imponente muro. Cuando terminamos de pasar, nos quedamos unos segundos tomando aire.<br /><br />-Venid. -Dijo Bea.-Hay una casa aquí cerca donde podemos ocultarnos un rato hasta que veamos que está todo tranquilo.<br /><br />A unos quinientos metros del muro, esquivando coches, camiones, motos y muchos restos, se encontraba la entrada a una pequeña urbanización. Un cartel de madera, colgado de uno de los pilares que franqueaban el paso, ponía "Sin esperanza más allá". Ocho casas formaban el pequeño reducto. Todas y cada una de ellas cerradas a cal y canto. Totalmente abandonadas. No nos gustaba quedarnos tan cerca del pueblo pero estábamos agotados. Además, mi herida, se había abierto. "Menos mal que según María me curo bien" pensé mientras apretaba la mano contra mi pecho. Sentí un ligero mareo.<br /><br />-Hay carne congelada aquí dentro.-Dijo Laura saliendo de uno de los garajes.<br /><br />-Es muy raro que todo funcione en estas casas.-Gonzalo hablaba extrañado.<br /><br />Los cables del tendido eléctrico estaban destrozados. Varios postes descansaban a lo largo de la carretera y en el campo.<br /><br />-Mira el techo.-Le dije.<br /><br />Cinco paneles solares descansaban sobre el tejado de la casa. Seguramente, dentro del garaje, habría un acumulador de energía. No debería tener mucha potencia. Hacía tres días que no salía el sol.<br /><br />Nos metimos todos en el garaje. La madre encendió, con algunas ramas, una pequeña hoguera en la chimenea de la casa. Con el tremendo incendio que tenía lugar a pocos metros, el fuego de una chimenea seguramente no llamaría mucho la atención. Preparamos varios trozos de carne y comimos tranquilamente. Mañana haríamos el recuento de material.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-76449557653978254832011-11-15T16:14:00.003+01:002012-11-03T00:42:17.920+01:00ENTRADA 53Martes 8 Noviembre<br /><br />Merche se lanzó sobre mí. Con la fuerza de su abrazo nos ladeamos unos centímetros hacia la izquierda. Recuerdo una incómoda sensación de quemazón en mi pecho derecho, a medio palmo de mi clavícula. Sentí como el peso de Merche, impulsado por la fuerza de la bala, caía sobre mí haciéndonos caer contra el suelo. La quemazón de mi pecho se fue transformando poco a poco en un desagradable escozor, mil veces peor que el producido por el alcohol etílico cuando te limpias con él una buena herida abierta. Después de eso, mientras miraba la cara de Merche, cubierta por las lágrimas, moviendo la boca y mirándome desesperada, un intenso calor comenzó a recorrerme el tronco hacia la espalda. Noté como mis pantalones se iban humedeciendo, con el templado liquido de lo que seguramente sería mi orina. El dolor del tobillo se había pasado. Por un momento pensé que ni siquiera estaba allí, no sentía nada, absolutamente nada salvo escozor.<br /><br />Miré, dejando caer los ojos a un lado, hacia Gonzalo e Igor. Difuminados en un cuadro gris. Vi como desaparecieron sin más. Deje caer mi cabeza hacia el lado contrario. Buscaba algo, aún no se el qué. Noté un ligero apretón en mi mano derecha. No conseguía controlar mis ojos. Traté de mirar pero frente a mí solo distinguía una silueta, deformada y borrosa, fui incapaz de reconocerla.<br /><br />Noté un ligero meneo sobre mis hombros. Por un momento, unas decimas de segundo, el mundo volvió a tener forma, la más bonita del universo, pero lloraba desconsoladamente. "No llores, Merche" quise decir. Ni siquiera sé si mis labios se movieron. <br /><br />Un saborcillo amargo comenzó a escalar por mi garganta. Como si me hubiera bebido un trago de coca cola pero en dirección contraria, cientos de burbujillas se agolparon en mi laringe. Sentí que me ahogaba y una convulsión de mis pulmones me despejó por un momento el conducto. Noté como mi cara se llenó de pequeñas gotitas. En mis ojos, estas se mezclaron con mis lágrimas formando una película viscosa y opaca.<br /><br />"No te preocupes, te quiero pequeña" ¿me habría oído? No sentía mis labios. Y ella no dejaba de llorar.<br /><br />Poco a poco noté como la oscuridad iba apareciendo por el rabillo de cada uno de mis ojos. Un túnel negro apareció ante mí. Mi visión se iba centrando en una pequeña luz, situada frente a mí. En pocos segundos el mundo se apagó. Mi cerebro se apagó.Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-54164582294437071212011-11-14T22:12:00.000+01:002012-11-03T00:42:17.912+01:00ENTRADA 52Martes 8 Noviembre. La Huida (Gonzalo)<br /><br />El puto Guardia Civil había huido cuando las criaturas nos atacaron en la calle. Tras acabar con ellas, mientras continuábamos el camino, más lentos porque Borja estaba con el tobillo malherido, apareció tras una esquina y trató de quitárselo de en medio. El desconcierto reinó en el grupo cuando el Guardia Civil trató de anular a Borja haciendo ver a los demás que, en su estado, sería un problema. Podrían llegar ellos hasta el refugio sin él. No entiendo cómo la gente es tan influenciable, sobre todo por una persona que ante un problema no ha dudado en abandonar al grupo por su propia seguridad. Pero lo cierto era que algunos de ellos miraron a Borja con recelo, tragándose cada una de las palabras que salían por la boca de aquel capullo vestido de verde.<br /><br />La imagen pasó a cámara lenta ante mis ojos. El Guardia Civil sacó su pistola. En una decima de segundo apretó el gatillo y una bala salió del cañón dirigiéndose con fuerza hacia el pecho de Borja. Merche, que estaba ayudando a Borja a andar, se puso delante de él. La bala le entró por el hombro. El movimiento hizo que ambos se ladearan y al salir la bala, a la altura de la clavícula, ésta se alojo en el pulmón derecho de Borja. Ambos cayeron al suelo. Un pequeño charco de sangre comenzó a formarse a su alrededor. El puto Civil se quedó atontado mirando la escena. Seguramente no se esperaba eso.<br /><br />-¡¡Hijo de puta!! - Ana, la hermana mayor de Merche, se lanzó hacia el Guardia Civil.<br /><br />Este reaccionó le apuntó con la pistola.<br /><br />-Quieta, quieta.-Dijo chulamente.-No quiero tener que disparar de nuevo. Necesitamos las balas.<br /><br />La situación se tornó terriblemente tensa. La familia estábamos realmente enfurecidos, incapaces de hacer algo pero pensando rápidamente buscando una salida.<br /><br />-Para empezar.-Continuó el bastardo.-Tú y tú, me vais a dar toda la comida.-Apuntó a Ana, la madre de las hermanas, y a Laura.-Y cuidadito con hacer tonterías.-Se dirigió hacia Igor.-Tira la escopeta, ahora.<br /><br />Igor arrojó la escopeta al suelo con rabia. ¿Qué coño podíamos hacer?<br /><br />-Vais a darme todas las armas.- Pretendía abandonarnos a todos los que teníamos algo que ver con Merche y Borja.-Vosotros-se dirigió a los amigos de la madre de las hermanas y a la veterinaria-podéis venir conmigo, pero haréis todo lo que yo diga. Yo soy la ley aquí. <br /><br />Viéndole actuar cada vez estaba más convencido de que había perdido la cabeza. Tenía la cara desencajada, los ojos abiertos como platos y gotas de sudor le recorrían todo el rostro.<br /><br />-No hacía falta dispararles.-Dijo la veterinaria. Maria se había acercado a Borja y a Merche y estaba comprobando su estado.<br /><br />Ambos respiraban. Borja se había desmayado. Imaginé que su cuerpo no pudo aguantar tanto dolor a la vez. Merche estaba consciente y lloraba. Preguntaba por el estado de Borja y se dolía del hombro. Su herida era limpia. La bala atravesó de lado a lado su cuerpecito pero no había tocado ningún órgano o arteria vital. Borja estaba peor. La veterinaria pensaba que la bala había sido frenada por el cuerpo de Merche y se había quedado alojada muy cerca de un pulmón, seguramente lo habría alcanzado pero no podía asegurarlo, aunque las pompas de sangre que salían de la boca de Borja con cada expiración no dejaban lugar a dudas. <br /><br />-Déjales.-Ordenó el Guardia Civil a la veterinaria.-Vente conmigo, tendrás más oportunidades. Yo te protegeré.-Su mirada se tornó lasciva.<br /><br />Tiramos, todos, las armas al suelo. El agente estaba fuera de sí. Los que hace un momento habían casi aceptado su invitación, ahora le miraban con miedo y culpa. Haber pensado en unirse a semejante elemento demostraba un gran error por su parte, posiblemente morirían antes de llegar a La Pedriza. Abandonados o a manos de aquel chiflado.<br /><br />-Yo me largo.-Dijo mientras se preparaba para coger las mochilas.-Venid si queréis, desgraciados.<br /><br />En ese momento se colgó todas las mochilas en los hombros. Al tratar de colocarse la última, todas las que se había colgado al hombro de la mano con la que sujetaba la pistola se le cayeron y la golpearon, haciéndole perder el objetivo al que apuntaba. Igor, un amigo de la madre de las hermanas y yo nos lanzamos sobre él. Trató de recomponerse pero fue tarde para él. Igor le había golpeado en el estomago. Cuando se arqueó, Sergio le lanzó una tremenda patada contra la cara. El Guardia Civil saltó hacia atrás, cayendo de culo. Aproveché ese momento para recoger el bate de baseball que tenía en el camino hacia el Guardia Civil. Con la fuerza que me dio la carrerilla que llevaba solté un tremendo golpe contra su cabeza. Un enorme hueco se abrió en su frontal mientras restos de cerebro salían por los aires. El cuerpo quedó sentado, dejando caer más trozos de cerebro sobre su regazo junto a chorros de sangre.<br /><br />-¡¡Tengo que operarle ya!! - Gritó la veterinaria.- Si no le saco la bala, comenzara a infectarse y eso es muy serio.<br /><br />Igor y yo salimos corriendo hacia la gasolinera. Estaba a poca distancia del grupo, unos cuarenta metros, y queríamos tratar de conseguir un coche para bajar a Borja a la clínica. Cuando llegamos a la esquina vimos algo muy interesante. Un par de ambulancias descansaban en la cuneta. Nos acercamos a ellas, rompimos los cristales de la cabina de conducción para abrir la parte trasera. Pudimos comprobar, para nuestro respiro, que ambas tenían todo el material.<br /><br />-Ve a por ellos.-Me dijo Igor.-Yo voy preparando todo.<br /><br />Corrí hacia el grupo. Merche estaba de pie. La veterinaria le había curado allí mismo. Había limpiado la herida, desinfectado y cosido. Llevaba un cabestrillo hecho con vendas y una camiseta vieja. Los demás habían puesto a Borja sobre la tapa de un contenedor, acolchada con ropa.<br /><br />-Vamos, hay dos ambulancias aquí al lado.-Les dije a todos.-No hace falta que vayamos a la clínica.<br /><br />Cuando llegamos a las ambulancias, Igor había dispuesto la gran mayoría de las cosas necesarias. Preparó suero, puso sobre una bandeja de metal los utensilios y tenía dispuesto un kit de transfusiones.<br /><br />Tras cuatro horas dentro de la ambulancia, por fin, Maria asomó por la puerta.<br /><br />-Ya está.-Dijo aliviada.-Le he sacado la bala y los restos de hueso astillado. No ha perdido demasiada sangre, afortunadamente, y con el suero que hay de momento creo que valdrá. De todos modos estad preparados por si hay que hacerle una transfusión.<br /><br />-¿Qué tal esta? -Pregunté.<br /><br />-Bueno.-Respondió.-Esta sedado, las constantes son buenas y el haberse desmayado ha ayudado a operarle, porque no había anestesia. Deberíamos descansar aquí. <br /><br />Nos acercamos a la urbanización de chalets que había al lado de la gasolinera. Tiramos una de las puertas abajo y nos metimos todos en la casa. Dejamos a Borja y a Merche en la habitación grande, con el sistema de monitorización y los sueros. María dispuso mucho material en la habitación para limpiarle la herida y cambiar los vendajes.<br /><br />-Tenemos pocos antibióticos inyectables.-Nos informó.-Tengo que intentar que despierte lo antes posible.<br /><br />Nos repartimos las habitaciones y el salón. Decidimos dormir aquella noche en esa casa. Ha sido un día tremendamente duro.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-16065516820856180932011-11-14T13:30:00.002+01:002012-11-03T00:42:17.901+01:00ENTRADA 51Martes 8 Noviembre. La huída.<br /><br />En la mañana del martes sucedió todo. La situación se complicaba por momentos. Tras la reunión que tuvimos, durante la noche, con todos los que decidieron continuar con nosotros, en la cual decidimos el camino que seguiríamos para llegar hasta La Pedriza, el caos se desató en la iglesia.<br /><br />Resultó que el cura y el chaval, con síndrome de Down, que vivía con él ayudándole en los oficios, habían ocultado que, durante una de las salidas para encontrar comida, habían sido atacados por una de las criaturas que vimos Gonzalo y yo hace unos días. El resultado fue que ambos sufrieron algunas heridas en el cuerpo por las cuales, el monstruo, dejó caer sangre de sus orificios de la caja torácica. Seguramente para tratar de tener una conexión con los pocos supervivientes que quedasen, introduciendo en su escondite unos "topos" que los hicieran salir en el momento oportuno. Y así fue.<br /><br />Comenzamos escuchando los gritos de dolor del pobre chaval. Este se retorcía en la sacristía mientras su cuerpo mutaba violentamente. El cura, por su parte, estaba sufriendo el cambio de forma más pausada, pero los instintos asesinos habían comenzado a brotar rápidamente. Con el otro superviviente que decidió quedarse con él, embriagado por su discurso de que llegaría la ayuda divida si se mantenía en la fe y siendo paciente, había hecho un tremendo mosaico de sangre y vísceras que escurrían por las paredes, el techo y se acumulaban en el eje central de la sala en una masa irreconocible de extremidades, cabeza y carne destrozada.<br /><br />En el momento en que uno de los Guardias Civiles entró para tratar de pararle, el nuevo mutante se abalanzó sobre él. En vano, el joven de la Benemérita, trató de librase de la fuerte presa que había sufrido en su pierna derecha. La criatura, que anteriormente era el joven enfermo y que apenas llegaba al uno sesenta de altura, había crecido hasta casi superar los dos metros y medio. Se puso sobre sus piernas y levantó, volviéndolo boca abajo, al joven al cual tenía fuertemente agarrado a la altura del tobillo. La fuerza del agarre era tal que los huesos de la pierna comenzaban a crujir mientras se iban rompiendo en mil pedazos. La sangre comenzó a resbalar entre los dedos de la criatura.<br /><br />-Socorro, ayudadme.-Gritó el Guardia Civil mientras se revolvía, colgado con la cabeza hacia el suelo.<br /><br />No nos dio tiempo a ninguno de los presentes a reaccionar. Justo cuando apuntamos con nuestras armas a la bestia, ésta, agarró a su presa del cuello y, tirando de la pierna apresada a la vez, le dio la vuelta, dejando su pierna izquierda, aún pegada a su cuerpo, colgando. Con fuerza, nos lanzó la pierna derecha del Guardia Civil. En ese momento de locura, mientras esquivábamos la extremidad que volaba sobre nosotros, la criatura dio un salto y salió por el ventanal que tenía a su espalda a unos tres metros de altura, atravesándolo mientras una lluvia de cientos de cristales caía sobre nosotros. Un tremendo grito, increíblemente agudo, que nos dejó medio sordos, nos sacó de nuestro estupor. El cura se lanzó sobre nosotros, totalmente enajenado, con un cáliz de plata ensangrentado en la mano. Pedro, el dueño del bar, no tuvo tiempo de reaccionar y recibió un monstruoso golpe con el cáliz en la cabeza. La sangre comenzó a manar por la tremenda brecha que se había abierto a lo largo de su frente. Cayó al suelo, como si se tratara de un enorme muñeco de felpa, con el cura encima de él propinándole multitud de golpes por la cabeza y el pecho.<br /><br />-Que alguien le pare.-Gritó una voz a nuestras espaldas.<br /><br />En ese momento conseguimos reaccionar. Con el bate de baseball, que tenía en la mano, lancé un golpe contra la cabeza del cura. Éste se tambaleó y cayó al lado de Pedro, que ya estaba muerto, pero se recuperó rápidamente. Un disparo sonó en la sala dejándonos a todos sordos. El otro Guardia Civil había sacado su pistola y disparó a bocajarro contra la cabeza del cura antes de que se levantara del suelo.<br /><br />-Dios.-Casi ninguno de los presentes estaban acostumbrados a esto.<br /><br />-Tenemos que darnos prisa.-Traté de sacar a todos de su aturdimiento por el momento vivido.-El otro se ha marchado y no sabemos si atraerá a las demás criaturas.-Salí de la sala tratando de empujar a los que allí estaban.-Vamos, vamos. Coged todo lo que sea extremadamente necesario, nada de llevar peso de más.<br /><br />Corrí hacia el aula de catequesis. Merche y Elena ya tenían casi todo preparado para salir. Las dos perritas estaban dentro de las mochilas, muy asustadas.<br /><br />-¿Qué ha pasado? - Me preguntó Merche cuando entré.<br /><br />-El cura y el monaguillo, o lo que fuera ese chaval.-Respondí sin mirarla mientras recogía lo poco que quedaba.-Resulta que estaban infectados. El chaval se ha convertido en uno de esos bichos que vimos el otro día. Ha salido huyendo, no sé a dónde.<br /><br />-Joder.-Dijo Merche.-Hemos oído los golpes y el disparo y nos hemos puesto a recogerlo todo. No es que hayamos sacado muchas cosas de las que traíamos pero tal y como están las cosas...<br /><br />Un rugido cortó la conversación. Seguido de otros cuatro más.<br /><br />-Mierda.-Maldije.-Ya están aquí.<br /><br />Efectivamente. Ya no eran cuatro, sino cinco criaturas las que estaban fuera de la iglesia. Aún tenían restos del Guardia Civil que comían ansiosamente. <br /><br />-¿Qué coño hacemos ahora? - Una voz gritó en el descansillo de la entrada.<br /><br />Dos de las criaturas se lanzaron contra nosotros. La primera de ellas embistió con fuerza contra la puerta de madera, casi rompiéndola. La otra saltó al tejado. Reconocí a esta como el chaval que había huido hace un momento.<br /><br />-¡¡Gonzalo!! - Grité.-¡¡¡Vigilad la sacristía!!! Uno de ellos va a entrar por allí.<br /><br />Tarde. La bestia había saltado dentro de la iglesia a través del ventanal que había roto para salir. Escuchamos los primeros disparos y chillidos. Cogí la escopeta. Salí al descansillo. Justo en ese momento, una nueva embestida contra la puerta la dejó hecha astillas. La criatura del exterior se quedó mirándome. Era imponente. Se levantó sobre sus piernas, apoyando las manos sobre el marco de la puerta destrozada, y lanzó hacia mí un increíble gruñido. El sonido era inaguantable y el olor peor aún, si era posible. Le miré, estaba claro que tenía que tomar la iniciativa. Si me atacaba no podría defenderme. Disparé la escopeta, accionando los dos gatillos a la vez, apuntando hacia una de las piernas. Su pie saltó por los aires y el monstruo cayó de bruces contra el suelo. Empezó a gruñir con furia, sin apartar la mirada de mí.<br /><br />-Merche.-Grité.-Salid de ahí ahora mismo. Id hacia la salida del jardín.<br /><br />Realmente, lo que llamaba jardín, era la parte de la parcela de la iglesia que hace años hizo las veces de cementerio del pueblo, ahora cubierta por el manto verde del césped. Este tenía dos verjas de salida y era nuestra única oportunidad. Merche y Elena salieron corriendo del aula hacia la zona de culto. La criatura estaba incorporándose sobre el muñón ensangrentado. Cargué la escopeta rápidamente, mientras reculaba, siguiendo los pasos de las chicas. Un nuevo disparo hizo que el brazo derecho cayera al suelo, acompañado por un tremendo chorro de sangre. Aún así, la criatura, seguía avanzando, inmutable ante las heridas que había sufrido. Volví a recargar. Esta vez disparé contra su cabeza pero, aparte de varios agujeros y chorros de sangre, no tuvo el efecto deseado. Por fin llegué a la puerta de la zona de culto. La cerramos como pudimos entre tres personas mientras los demás traían bancos y sillas para atrancarla.<br /><br />-Joder, joder.-Gritó Ana, la hermana de Merche.- ¿Dónde están mamá y Laura?<br /><br />-Mierda, estaban en el baño de la sala de catequesis.-Gritó Bea, la otra hermana.-Abrid, hay que ir a por ellas.<br /><br />Trató de abrirse paso entre nosotros para quitar la barricada. Igor y Gonzalo la cogieron y apartaron de la zona, tratando de hacerla entrar en razón y tranquilizarla. Tuvimos un momento de duda, quedándonos todos parados, sin hacer nada. Menos mal, sintiéndolo mucho por Javier, que la lucha contra la otra criatura llegó a la zona de culto. Desde la sacristía vimos como Javier volaba, literalmente, atravesando toda la zona hasta llegar a la pared de enfrente con tan mala suerte de quedar empalado contra las falsas antorchas de metal. Ésta le atravesó la zona lumbar saliendo por la clavícula izquierda. El pobre no murió en el acto, estuvo alrededor de quince minutos chillando y llorando mientras trataba de bajarse, sin éxito.<br /><br />-Hay que aislar al otro.-Gritamos todos casi al unísono.-Vamos, vamos.<br /><br />Nos lanzamos Merche, Gonzalo, Igor y yo hacia la puerta de la sacristía. La criatura comenzó a asomar la cabeza. Entre Gonzalo e Igor cerraron la puerta contra su cabeza, dejándola atrapada. La bestia se revolvió con fuerza y en un par de ocasiones casi consiguió quitarse a los dos de la puerta.<br /><br />-¡¡Aguantad!! - Chilló Merche mientras preparaba la pistola.<br /><br />Se acercó a la cabeza, apoyó el cañón en uno de los ojos y disparó cinco veces. La bestia comenzó a gemir tratando de meter la cabeza dentro de la habitación, tratando de huir. Aproveché uno de sus movimientos para incrustarle la escopeta en la boca y soltar los dos disparos a la vez. Los restos de su cabeza volaron hacia adentro de la sacristía, uniéndose a los pedazos del cuerpo asesinado anteriormente allí dentro. El resto del cuerpo cayó al suelo, inmóvil. <br /><br />-¿Está muerto? - Preguntó Ana, la hermana de Merche.<br /><br />-Eso parece.-Contestó Gonzalo.<br /><br />-¿A qué coño esperáis? -Gritó Merche a todos los presentes.-Hay que salir de aquí.<br /><br />Todos se quedaron un momento mirando a Merche. Tras unos segundos, por fin reaccionaron y comenzaron a salir por la puerta que daba al antiguo cementerio.<br /><br />-¿Qué hacemos con tu madre? - Pregunté.<br /><br />-Creo que desde la sacristía me ha parecido ver un ventanuco que daba a ese baño.- Me dijo mientras pasaba por encima del cadáver de la criatura muerta.<br /><br />Efectivamente, un pequeño ventanuco asomaba en un lateral de la pequeña habitación. Merche cogió una de las sillas rápidamente y se subió a ella llamando a su madre. Se quedó un momento paralizada sobre la silla.<br /><br />-¿Qué pasa? -Pregunté temiéndome lo peor.<br /><br />-No hay nadie.-Respondió mientras se giraba hacia mí.-Han salido por la ventana que da al patio delantero.-Su voz tenía un tono entre aliviado y preocupado.<br /><br />-Vámonos entonces.-Le dije.-Ahora las buscamos.<br /><br />Cuando salimos de la sacristía, la barricada estaba comenzando a ceder. Solo faltaban dos personas por abandonar el lugar. Merche y yo corrimos hacia ellos y por fin conseguimos salir todos de allí. Al cerrar la puerta metálica escuchamos como una última embestida destrozó la barricada de bancos y sillas. El eco de un gruñido comenzó a resonar en el interior de la iglesia.<br /><br />-Merche, Elena, Ana, Bea y los amigos de vuestra madre.-Comencé a organizar el grupo.<br /><br />-Somos Sergio y Alberto.-Me dijo uno de ellos.<br /><br />-Encantado.-Respondí sin darle demasiado importancia.-Vosotros formáis el grupo dos. Merche con la pistola, Bea y Ana con los machetes desbrozadores, y vosotros con vuestras escopetas. Avanzareis cuando nosotros tomemos posiciones y veamos el camino despejado.<br /><br />El grupo comenzó a prepararse. Merche cargó las últimas balas que le quedaban para la pistola. Los dos hombres prepararon sus cananas de cartuchos y las escopetas. Bea y Ana se ajustaron los seguros de los machetes a las muñecas. Cada uno de ellos llevaba una mochila, salvo Merche que además llevaba el bolso donde iba Boni. Elena iría al lado de Merche, con el bolso de Yuko y una pequeña mochila con cosas para ella.<br /><br />-Gonzalo, Igor, el Guardia Civil y la veterinaria.-Dije dirigiéndome a los que quedábamos.<br /><br />-Me llamo María.-Dijo ella.<br /><br />-Yo soy Iván.-Continuó el Guardia Civil, un poco reacio a seguir órdenes.<br /><br />-Vale.-Dije.-Nosotros saldremos primero. De dos en dos y uno cubriendo la retaguardia.-Miré el armamento que llevábamos. Le entregué la escopeta y los cartuchos que me quedaban a Igor. Gonzalo llevaba una escopeta que había encontrado en la casa de la familia de Merche, algo corto de cartuchos. El Guardia Civil tenía dos Berettas y la veterinaria llevaba el maltrecho bate de baseball. Yo me coloqué el G36 que llevaba a la espalda.-Saldremos en dirección a la gasolinera. Nos iremos cubriendo con los coches y los restos que haya por el camino. Saltos cortos, de no más de cinco metros.-Gonzalo me miraba y se reía. Sabía perfectamente de donde había sacado esa idea.<br /><br />-¿De dónde te has sacado eso? - Preguntó un escéptico Guardia Civil.- ¿Has estado en el ejército?<br /><br />-Para nada.-Respondí.-He jugado durante varios años al Airsoft y en el club en el que estábamos - continué señalando a Gonzalo- teníamos varios ex-militares que nos enseñaron varias cosas básicas.<br /><br />El Guardia Civil se quedó perplejo, imagino que verse dirigido por unos novatos no le gustaba en absoluto pero era lo que había.<br /><br />-¿Podemos continuar? - Le dije irónico.-No hay tiempo para estar en contra.<br /><br />-Sigue.-Respondió.<br /><br />-Si nos encontramos con las criaturas. El grupo dos tiene que correr lo más posible. Ampliaremos los saltos a diez metros. El grupo uno tratará de contenerlos hasta que el dos este a salvo.-Continué.-Si nos vemos muy apurados, nos atrincheraremos en una de las casas del camino.<br /><br />El plan era simple. Llegar lo más rápido posible a la gasolinera que había en la salida del pueblo. Saltar el muro y continuar hacia La Pedriza. Simple pero peligroso. Sobre todo por lo que teníamos en la calle.<br /><br />En poco tiempo abrimos la verja del lado derecho. El camino estaba despejado. Salí con Gonzalo y nos colocamos en un par de coches que había en dirección hacia la calle principal, donde supuestamente estaban las criaturas. Seguíamos escuchando los gruñidos dentro de la iglesia. Eso daba tres enemigos potenciales de momento.<br /><br />Igor y María salieron detrás de nosotros y se situaron en el comienzo de la calle que llevaba a la gasolinera. Iván, el Guardia Civil, se quedó en la verja. Daría paso al grupo dos para salir.<br /><br />-Todo despejado.-Le dije a Gonzalo.<br /><br />-Ya pueden salir.-Le dijo a su vez a Iván.<br /><br />Merche salió la primera con Elena a su lado. Corrió hacia la calle que vigilaban Igor y María. Tras ella, Bea y Ana se situaron a unos metros de la posición que había tomado. Sergio y Alberto, los últimos en salir, corrieron y cambiaron la posición con Igor y Maria que avanzaron un poco para apoyarnos. Ya estábamos colocados en el orden de avance.<br /><br />-Vale.-Dije.-Vamos allá.-Le hice un gesto a Merche para que comenzaran a avanzar.<br /><br />Merche y Elena corrieron unos cinco metros hasta llegar a un muro derruido. Cuando llegaron a él, sus hermanas hicieron el mismo proceso. Cuando encontraron cobertura, los dos amigos de la madre continuaron la cadena.<br /><br />Gonzalo y yo avanzamos hasta la posición de Igor y Maria. Cuando llegamos a ellos, estos, avanzaron por la calle hasta una posición a cubierto por delante del grupo dos. El Guardia Civil corrió y se situó entre ambas parejas.<br /><br />De momento la cosa iba muy bien. Habíamos conseguido avanzar unos cien metros. La sensación de ver la Iglesia desde esa distancia producía un ligero alivio. <br /><br />Por fin llevamos a la curva que tomaba la calle que acababa en la gasolinera. Nos quedaba algo menos de un kilometro para llegar a nuestro objetivo. Continuamos con el plan de avance. El grupo dos avanzaba primero, buscando coberturas, mientras el grupo uno les cubría.<br /><br />-Vamos bien.-Me comentó Gonzalo mientras miraba hacia las chicas que avanzaban poco a poco pero sin pausa.<br /><br />-Hasta ahora.-Le respondí.<br /><br />En la curva que acabamos de dejar, unos sesenta metros atrás, aparecieron las siluetas que tratábamos de esquivar. Dos de las criaturas nos habían seguido y nos ganaban terreno.<br /><br />-Mierda.-Dijo Gonzalo.<br /><br />-Tranquilo.-Le dije.-Nos quedamos aquí y les pillamos por la espalda.-Le comencé a hacer señas al Guardia Civil pero este pasaba de mí.-Hijo de puta.<br /><br />El muy capullo había visto a las criaturas y comenzó a correr sin esperar a nadie. "Tonto el último" Debió de pensar. Afortunadamente, todos los demás se ceñían al plan y se habían ocultado lo mejor que habían podido. Lo malo para él es que ambas criaturas le habían tomado por la presa a conseguir.<br /><br />-Prepárate.-Le pedí a Gonzalo.-Cuando nos pasen les acribillamos a saco las piernas.<br /><br />-Vale.<br /><br />Nos preparamos. Vi como Igor y Maria se ocultaban y se preparaban para disparar. En pocos segundos las dos criaturas llegaron a nuestra altura.<br /><br />-¡¡Ahora!!-Grité.<br /><br />Gonzalo y yo salimos de nuestro escondrijo y comenzamos a disparar sobre el mismo objetivo, la bestia de la derecha. Mal hecho por nuestra parte. Gonzalo descargó los dos cartuchos sobre el costado izquierdo de la criatura. Mientras recargaba, yo, por mi parte, disparaba, rítmicamente, sobre las piernas tratando de hacerla caer. La bestia se revolvía con cada impacto. Una nueva descarga de la escopeta, por parte de Gonzalo, sobre el mismo costado hizo que la criatura por fin cayera. Recargué el fusil de asalto. Mientras se mantenía en el suelo, retorciéndose, no sé si de dolor o de rabia, me acerqué a ella. Por un momento me quedé mirando esa impresionante mutación. La carne del cuerpo tenía un color amarillento, realmente enfermizo. Arrugada y reseca en muchísimas partes, donde multitud de costras se formaban dando la sensación de estar contaminada de Lepra. La sangre manaba abundantemente de las heridas que le habíamos infringido. El espesor, el color rojo oscuro, casi negro, mostraba un sistema sanguíneo falto de agua, totalmente deshidratado. Los enormes globos oculares, totalmente al descubierto, me miraban enrojecidos. Cientos de venillas reventadas transformaban el color blanco en un rojizo pastoso que resaltaba unas pupilas totalmente dilatadas las cuales ocultaban el color que anteriormente hubiera tenido el iris, dejando un enorme círculo negro en el centro de los ojos cubierto por una finísima película blanquecina. Era espeluznante a la vez que hipnótico el hecho de observarla. La repulsión se trasformaba en una morbosa curiosidad. Su cuerpo, deformado, mostraba la piel totalmente pegada a unos huesos que habían tratado de salir hacia afuera. Tenía muchas heridas producidas por sus costillas, las cuales habían conseguido asomar una pequeña parte, rajando la piel y los músculos, dejando a la vista un conjunto de puntos blanquecinos casi alineados a lo largo del tronco. Un enorme corazón palpitaba en el interior. Podía verlo perfectamente a través de algunos agujeros. Estos se hinchaban al compás de sus latidos, dejando ver, en algunos casos, pompas de carne, formadas por el musculo de la vida cuando trataba de salir por alguno de los huecos.<br /><br />Cuando la criatura me agarró del tobillo, salí de mi trance de golpe. La imagen del Guardia Civil que cayó en manos de una en ellas, zarandeado hasta que finalmente fue partido por la mitad como un pedazo de pan, invadió mi mente. Reacciones por instinto y descargué una larga ráfaga con el fusil de asalto sobre los agujeros por los que el corazón asomaba de vez en cuando. Al recibir los impactos, la bestia me aferró, con mucha más fuerza, el tobillo. Me dio la sensación de que en cualquier momento me lo arrancaría. No pude contenerme y comencé a gritar por el dolor. Un tremendo espasmo de muerte de la criatura hizo que mi cuerpo golpeara el suelo con fuerza. "Joder, me voy a quedar sin pie" Pensé en ese momento cuando el dolor pasó a ser una calambre continuo. En ese momento una descarga de la escopeta separó la garra del brazo de la bestia, haciendo que me soltara. Tenía un enorme cardenal en el tobillo, mis vasos sanguíneos superficiales habían reventado por la presión. El hueso no estaba roto pero un enorme bulto comenzaba a crecer alrededor de mi tobillo. La inflamación era terriblemente dolorosa. Cuando me incorporé vi a Gonzalo acercándose a mí.<br /><br />-Tío, lo siento.-Me dijo mientras se reclinaba para ayudarme a levantarme.<br /><br />-Joder, ¿por qué? si me has salvado.-Respondí agradecido.<br /><br />-Si bueno...-Dijo. <br /><br />Entonces comprendí sus palabras. Al disparar la escopeta para destrozar la muñeca de la bestia para que me soltara. Muchos perdigones de cada cartucho acabaron dentro de mi pierna. Tenía una decena de agujeros por los que salían pequeños hilillos de sangre. No había reparado en ellos. El dolor del tobillo era mucho más intenso.<br /><br />-Mierda.-Es lo único que pude decir. Tampoco podía quejarme. Estaba vivo, todavía.-¿Dónde está el otro bicho?-Pregunté.<br /><br />-Pues han tenido mejor suerte que nosotros.-Me respondió Gonzalo señalando hacia los demás integrantes del grupo.<br /><br />Estaban todos en pie. Al parecer, Igor y María habían llamado la atención de la bestia. Cuando pasó a su lado. Maria le asestó un golpe con el bate en una de sus rotulas, destrozándola. Cuando cayó, hincando la rodilla en el suelo, Igor disparó la escopeta contra ella. Esta retrocedió un par de metros. Pero lo más alucinante fue que, mientras Igor recargaba la escopeta, un coche embistió con fuerza a la bestia antes de que se recuperara, estampándola contra un muro y destrozándole las piernas y parte del tronco. Sus entrañas se esparcieron por la acera y cayó muerta sobre el capó del coche. Atontadas y medio idas por el impacto, la madre de Merche y Laura salieron del coche. Bastante magulladas pero sanas y salvas. Durante el ataque a la iglesia habían conseguido escapar por la ventana del baño. Escondiéndose entre los matorrales que rodeaban la iglesia. Salieron del recinto y se metieron en el primer coche abandonado que encontraron. La fortuna quiso que este coche tuviera las llaves puestas y algo de gasolina. Arrancaron y, trastabillando sobre miles de escombros, se alejaron del lugar. Cuando pararon, nos vieron pasar por la calle perpendicular a la que estaban, a unos cien metros de ellas. Pensaron en bajarse e ir corriendo, pero en ese momento vieron como las bestias se lanzaban sobre nosotros. Callejeando llegaron hasta el grupo y, viendo el panorama, la madre decidió estrellar el coche para matar a la criatura que tenía a unos metros enfrente de ellas.<br /><br />Merche se acercó a mí corriendo. Tomamos un momento de descanso. Me puso sobre el tobillo una pomada antiinflamatoria y me lo vendó fuertemente. El dolor era intenso. Mientras, la veterinaria, me iba sacando los balines de la pierna poco a poco. Según sacaba uno, Merche me ponía yodo. Cuando acabaron me vendaron toda la pierna.<br /><br />-Tomate esto.-Me dijo Merche mientras me tendía un Ibuprofeno y dos pastillas de antibióticos.<br /><br />-Ya tocaba.-Le dije con una sonrisa.-Llegaba tiempo sin sufrir heridas.<br /><br />-Mira que eres bobo.-Me dijo, devolviéndome la sonrisa mientras recogía el botiquín.<br /><br />Tras atenderme, se dirigió, con Maria, hacia su madre y su hermana pequeña para curarles las magulladuras y pequeños cortes.<br /><br />-Si no recuerdo mal-oí a Igor a mí lado-aún hay dos criaturas por ahí.<br /><br />-Sí.-Respondió Gonzalo.- Deberíamos continuar, no nos queda mucho para llegar a la gasolinera.<br /><br />Tenían toda la razón. De momento habíamos tenido bastante suerte. El ataque de la iglesia se había llevado varias vidas y este casi me cuesta la mía, además de la de la madre de Merche y su hermana. Esa decisión, aunque acertada, fue muy peligrosa. Podrían haber muerto dentro del coche.<br /><br />Un nuevo rugido lejano nos puso a todos en guardia.<br /><br />-Vámonos de aquí ya.-Grité mientras me incorporaba.<br /><br />El tobillo me molestaba bastante y no podía correr. De hecho, andaba ralentizando a los demás. Una risa malévola y despectiva se oyó desde una esquina.<br /><br />-Puf, deberíamos dejarle aquí.-El Guardia Civil habló, saliendo de su escondrijo.-Es y será un problema. Sera mejor que me hagáis casi y lleve yo el mando. El no tiene ni idea y está muerto.<br /><br />Un desconcierto reinó en el grupo. Miré al Guardia Civil con ira. Desde que salimos de la iglesia supe que no le gustaba nada recibir órdenes. El se veía como el único con capaz de mandar y dirigir el grupo. Los amigos de la madre de Merche me miraron. En sus caras pude ver que estaban de acuerdo con el agente de la Benemérita. La veterinaria dudaba, pero su balanza interior se iba decantando por la misma opinión.<br /><br />-¿Estáis gilipollas? -Merche explotó.- Si no es por nosotros aun estaríais en la iglesia esperando a que esas cosas os mataran. Él os está dando una oportunidad.-Se dirigió hacia el Guardia Civil con ira en sus ojos.- Además, ¡¡tú nos has abandonado en cuanto has visto el peligro!!<br /><br />-Que le den por culo.-Gritó el Guardia.-No pienso cargar con un herido. Iremos a La Pedriza y buscaremos ese refugio. Pero sin él.-Y me disparó.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-55782574648927326222011-11-07T21:21:00.001+01:002012-11-03T00:42:17.913+01:00ENTRADA 50Me está resultado muy complicado actualizar el blog estos días. Tener que ir a la casa de enfrente es un problema. La señal WIFI es imposible de usar, la antena del router está rota y no debe funcionar correctamente. Las lluvias están siendo cada vez más potentes. El frio en la iglesia es más difícil de combatir cada día. Pero lo que más me preocupa son unas criaturas que hemos visto rondando por la zona. Gonzalo me ha contado que no es la primera vez que aparecen, aunque ninguna de las veces anteriores las había visto tan de cerca. Las llamo criaturas por llamarlas de alguna manera. Está claro que eran humanoides, más que nada porque la cabeza era, todavía, reconocible.<br /><br />Pudimos contarlos, eran cuatro. A pesar de los rasgos humanos de la cabeza, andaban casi a cuatro patas. La columna vertebral estaba exageradamente desarrollada, el más pequeño debía de medir unos dos metros. Se arqueaban sobre sí mismos, incapaces de mantenerse sobre las dos piernas unos minutos. Éstas mantenían su longitud natural pero los muslos mostraban unos músculos increíblemente desarrollados, al igual que los gemelos. Los pies habían tomado forma curva y andan casi de puntillas. Uno de ellos saltó hasta un tejado de una casa de dos pisos casi sin despeinarse. Los brazos los tenían medio pegados al cuerpo, parecía que les costaba moverlos pero, cuando lo hacían, demostraban una fuerza abrumadora. La caja torácica era lo más alucinante. Las costillas estaban expandidas hacia afuera. Algunas sobresalían por tremendos agujeros en la piel. La sangre, totalmente seca, decoraba la zona pectoral de cada una de las criaturas. Tuvo que ser algo muy doloroso. Algunos huecos dejaban entre ver los órganos internos. Eran realmente asquerosos. Respiraban bruscamente, inspiraban fuertemente por la nariz y lo soltaban, junto a cantidad de babas, por la boca, con unos suspiros que resultaban dolorosos. Sus ojos eran de ese maldito color rojizo. Dentro de profundas cuencas, sin parpados, se distinguían los globos oculares al completo.<br /><br />Se comunicaban por gruñidos. Parecía como si hubieran vuelto a la edad de piedra. Escasamente vestidos, la piel estaba podrida por casi todo el cuerpo. Habían estado más de dos horas fuera, buscando comida. Cuando un gato apareció en una esquina, se volvieron absolutamente locos. Se pelearon entre ellos por tratar de cazarlo. El pobre animal trató de huir subiéndose a un árbol, plantado en un hueco de la acera, pero una tremenda embestida contra el tronco hizo que cayera de nuevo y no tuvo más oportunidad. Dos de las criaturas se lanzaron sobre él, tirando cada uno en una dirección, lo partieron en dos y comenzaron a comérselo. Tras unos minutos más de gruñidos y peleas, las cuatro salieron corriendo, atraídos por unos gritos que se escucharon en el monte cercano.<br /><br />Tras comprobar que las criaturas habían desaparecido Merche y yo reunimos a todos en la sacristía. Era una zona pequeña pero, por eso mismo, era la más cálida de la iglesia. Les íbamos a contar nuestras intenciones.<br /><br />-Veréis.-Comencé a hablar.-Como a muchos de vosotros, a nosotros, todo esto nos pilló por sorpresa. La diferencia puede ser que, Merche y yo, hemos vivido, posiblemente, el inicio de este tremendo caos. Pero la evolución de los problemas, todos y cada uno de nosotros, nos la hemos encontrado en la puerta de casa.<br /><br />Mi intención era contarles lo que ya sabían pero sin darles a conocer el origen de toda esta mierda que nos rodeaba. Pensaba que ya no venía al caso contar que, nosotros, hemos vivido los ataques de estos infectados mucho antes que otras personas. Tenía la extraña sensación de que, si la gente se enteraba, nos tratarían de forma distinta. Si bien es cierto que, como sabrá cualquier persona que haya podido seguir este diario, es un secreto a voces todo lo que nos ha pasado.<br /><br />-Sabemos de un lugar, cerca de aquí-continué-donde nos aseguran seguridad, comida, camas y las comodidades necesarias para afrontar todo este caos.<br /><br />-¿Cómo sabes eso?-Preguntó uno de los vecinos.<br /><br />-Gracias a lo poco que ha estado funcionando internet estos días.-Contesté.-Tratando de investigar sobre lo que estaba pasando, encontré información de puntos seguros "extra"-simulé las comillas con las manos- donde se está alojando a los supervivientes de cada zona.<br /><br />Las caras no eran de mucha credibilidad. De hecho parecían bastante escépticas. <br />Pensé que era totalmente normal después de lo vivido con los militares en el pueblo.<br /><br />-Sabed que estos puntos que hemos encontrado son privados.-Traté de convencerles.-No tienen nada que ver con los militares.<br /><br />En este punto caí en que tendría que inventarme una manera de hacerles creer que podrían entrar una vez nos encontrásemos ante a sus puertas. Por norma general la gente piensa que "privado" es lo mismo que "pagar" con lo que no creerían que pudieran entrar en los puntos sin tener que dar algo a cambio. La siguiente pregunta lo confirmó.<br /><br />-Pero, si son empresas privadas ¿algo pedirán a cambio de nuestra seguridad, no?-Una voz sonó al fondo.<br /><br />-No os preocupéis.-Respondí.-Podemos llevar algunas cosas de valor con nosotros. <br /><br />Pero, por lo que he leído, lo que piden a cambio es que podamos funcionar como mano de obra. Necesitan gente para mantener en pie esos lugares. Así que con tratar de parecer necesarios, podremos quedarnos con ellos.<br /><br />Creo que la excusa de los "oficios" ayudó. El murmullo fue general. <br /><br />-Por ejemplo.-Pensé que poner algunos ejemplos sería de utilidad.-La madre de Merche trabajaba en un jardín de infancia. Seguro que agradecen que haya personas que se encarguen de los pequeños.- Primer ejemplo.- Bea e Igor han trabajado con los cuerpos anti incendios de la comunidad, eso será muy útil seguramente. Pensad qué se os da bien y engrandecedlo para que sea algo necesario.<br /><br />Por fin las caras de escepticismo habían desaparecido. Pensar en poder formar parte, de nuevo, de una comunidad supuso un rayo de esperanza para los allí presentes. <br /><br />Decidimos dejarles en la sala para que deliberaran sus opciones. <br /><br />-Que quede clara una cosa.-Concluí antes de abandonarla.-Nosotros.-Dije haciendo un gesto sobre Merche, Elena y yo.-Nos vamos lo antes posible, con o sin vosotros. No obligo a nadie a venir, sólo creo que esto es una buena oportunidad. Mejor que quedarse aquí esperando la salvación, la muerte o lo que sea que creáis que estáis esperando. <br /><br />Salimos los tres de la habitación. Noté que Merche estaba un poco triste, seguramente por la forma tan tajante que tuve de cerrar la charla sin incluir a su familia.<br /><br />-Sabes que aún no nos han confirmado que vayan a venir, ¿no?-Le pregunté<br /><br />-Sí, lo sé.-Respondió visiblemente afligida.<br /><br />-También sabes que no es viable quedarse aquí esperando.-Continué.-Antes de que llegáramos casi no tenían comida y no salían en su busca. Además...<br /><br />-Ya basta.-Me gritó.-Lo sé todo, no hace falta que me digas lo que ya conozco.<br /><br />Cogió a Elena y me dejó allí. Pensé en que quizás me habría pasado. Nos había costado mucho llegar hasta allí y, seguramente, la idea de continuar sin su familia era algo que la dolía demasiado como para pensar en ella. Me quedé unos minutos allí de pie. Antes de que la gente saliera de la sala me fui detrás de Merche. Ambas se habían metido en la habitación donde estaban las camas. Elena jugaba con las perritas mientras Merche la miraba.<br /><br />-Merche.-Dije por lo bajo mientras me sentaba a su lado.-Lo siento. Sé que la situación no es como para...<br /><br />En ese momento me abrazó y me besó.<br /><br />-Cállate.-Me dijo, abrazada a mí.- Tienes toda la razón pero ya sabes lo que pienso en estos casos.<br /><br />Elena se vino con nosotros, junto a las perritas, que la seguían. Nos quedamos los cinco allí un buen rato. <br /><br />-No dejaré que os pase nada a ninguna.-Les prometí.-Llegaremos al punto seguro y estaremos a salvo.<br /><br />En ese momento, Ana, la hermana mayor, entró en la sala, seguida de toda la familia.<br /><br />-Merche.-Dijo.-No te preocupes por nosotros. No nos vamos a quedar aquí.<br />Toda la familia confirmó que vendría con nosotros. Cuatro vecinos entraron unos minutos después.<br /><br />-No sabemos a qué nos enfrentaremos allí fuera.-Dijo uno de ellos.-Pero seguro que no es mucho peor que estar aquí esperando a morir.<br /><br />Dos de ellos eran guardias civiles, habían sido destinados al pueblo en los primeros controles policiales cuando la infección comenzó a extenderse. Cuando los militares atacaron no quisieron abandonarlo. Decidieron ayudar, en la medida de lo posible, a la gente atrapada.<br /><br />Otros dos eran amigos de la madre de Merche. Uno de ellos solía cazar antes de la infección. Facilitó varias armas a sus amigos. Al comienzo del contagio eran siete personas pero cayeron bajo el fuego de los militares cuando trataron de abandonar el pueblo.<br /><br />Tres personas más confirmaron su adhesión al grupo. Ninguno veía futuro en el horizonte pero no querían morir sin haber intentado, por todos los medios, tratar de sobrevivir. El cura del pueblo y dos personas más decidieron quedarse en la iglesia. "Dios proveerá" Fueron sus palabras.<br /><br />Los tres eran vecinos del pueblo. Uno de ellos era el dueño de los establos donde la familia de Merche tenía a la yegua. Otra era una de las veterinarias de la clínica a donde llevábamos a las perritas. El tercero era el dueño de uno de los bares del pueblo, conocido de toda la vida por la familia de Merche.<br /><br />Finalmente éramos dieciséis personas. Teníamos siete escopetas, dos rifles y tres pistolas. Sin contar con la comida para los que se quedaban, conseguimos reunir lo suficiente para alimentarnos durante unos cinco días, quizás siete si lo racionábamos bien. <br /><br />Aún no hemos decidido cuándo saldremos de aquí, pero no esperaremos mucho. No nos rendiremos, es más, pido a todos los supervivientes que no se rindan. Por muy pequeña que sea la luz de la esperanza, no debemos dejar que se apague.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-302452018079099202011-11-06T00:57:00.001+01:002012-11-03T00:42:17.907+01:00ENTRADA 49Al fin hemos llegado a nuestro primer objetivo. Después de varios días de viaje, en los que casi perdemos la vida en numerosas ocasiones, estamos con la familia de Merche. La situación en el pueblo es muy extraña. Por lo que nos cuenta su madre, los militares tomaron el lugar con la misma intención con la que tomaron Alpedrete. Llegaron un día, el veintinueve de Septiembre cree recordar, montaron un campamento y pasaron por el pueblo con altavoces en los Humvees. Avisaron a todos de que era la única oportunidad que tendrían de salir de allí y ser llevados a un punto seguro. Lo que sucedió después fue aterrador. Se realizó una limpieza. Análisis de sangre en masa fueron decidiendo el destino de cada una de las personas del pueblo. Los “negativos” volvían a sus casas hasta nuevo aviso. Los “positivos” eran subidos en camiones del ejército, con todas sus pertenencias, y llevados a un lugar del cual nadie sabe nada. Días después de su llegada, las tropas desaparecieron. De vez en cuando volvían y realizaban una nueva limpieza, llevándose con ellos a nuevos “positivos”. Así fue la vida en el pueblo durante tres semanas. Llegando la sexta visita del ejército, se desató el caos. Personas armadas emboscaron los transportes. Hartas de sufrir los abusos y controles sin ningún tipo de explicación. Una batalla campal se desató en la entrada del pueblo. Tras varias horas de combate, los militares decidieron retirarse y tomar una solución más drástica. En un par de horas varios helicópteros Apache aparecieron tras el monte y bombardearon la zona. Camiones de transporte llegaron con toneladas de hormigón con las que montaron barricadas en todas las carreteras y caminos de salida. Cientos de soldados minaron los campos colindantes. Varios carteles fueron colgados en todo el perímetro. “Pueblo Clausurado. Madrid. Nº7895. Nivel Alpha de Contención”. Durante unas semanas, toda persona que trataba de huir del pueblo, bien saltando el muro, bien por los campos, caía bajo el fuego de los militares o por las explosiones de las minas. De repente, los militares abandonaron la zona definitivamente. Muchos trataron de abandonar el pueblo. Otros se quedaron, a la espera.<br /><br />Gonzalo y Ana llegaron el día veintitrés de Septiembre. Por lo que nos han contado, la situación en la zona no parecía muy peligrosa, pero las noticias de focos de violencia en varios puntos de la comunidad hicieron que tomaran la decisión de pasar unos días en casa de la familia. Gonzalo pensó en poner un mensaje en la pared, por si acaso. Esos días se convirtieron en semanas, hasta hoy.<br /><br />Somos un total de diecinueve personas. La madre y las hermanas de Merche; Ana, Bea y Laura; Gonzalo e Igor; varios vecinos; Elena, Merche y yo. Contábamos con varias armas, tanto de fuego como de cuerpo a cuerpo. También contábamos con palas, mazas, picos y demás material de construcción que podíamos usar como armas contundentes. El mayor problema es la comida. Nosotros hemos llegado con apenas veinte latas de comida, algunas botellas de agua, sobres de sopa y poco más. El grupo tendría comida para una semana, como mucho.<br /><br />¿Qué ha pasado estos dos días, entre que llegamos a la entrada del pueblo y encontramos a la familia de Merche?<br /><br />Tras meternos en la casa de la finca, una tremenda tormenta de granizo se desató sobre nosotros. Unas bolas del tamaño de pelotas de tenis caían con una fuerza destructora impresionante. El BMW quedó increíblemente dañado. El capó delantero acabó cediendo a los impactos, quedando totalmente agujereado. Las bolas de granizo comenzaron a golpear directamente contra el motor, destrozándolo en pocos minutos. Era completamente imposible salir a la calle en esa situación. La casa estaba abandonada. No había nada de nada. Dando una vuelta por las habitaciones encontré un cartel de “se vende”, bastante viejo. La crisis había llevado a mucha gente a vender sus casas, pero los compradores eran escasos.<br /><br />Montamos el campamento en el salón. Con algunos troncos que encontramos en el sótano encendimos la chimenea. Se agradeció muchísimo el calor que desprendía y el olor era tremendamente agradable. Las chicas se quedaron dormidas en seguida. El ambiente que se había creado era tan cómodo que, por un momento, nos sentimos tan relajados que nos olvidamos por completo de lo que estábamos viviendo en el exterior.<br /><br />Por la mañana comprobamos el estado de nuestro vehículo. Evidentemente, después de la tormenta, estaba totalmente destrozado y era imposible arrancarlo. Tocaría andar.<br />Sacamos todo lo que teníamos en el maletero y preparamos cinco mochilas con lo que seleccionamos. Nos cambiamos, poniéndonos ropa limpia y tirando la que llevábamos puesta. Comprobamos las armas y la munición. <br /><br />Pasado el mediodía salimos de la casa. Fuimos por la carretera. Varios coches destrozados a los lados, estampados contra los muros y arboles, dejaban evidencia de la cantidad de accidentes ocurridos en la zona. Otros tantos simplemente abandonados, poblaban la carretera. Tomamos la última curva antes de llegar al pueblo. La visión de un enorme muro de hormigón apareció frente a nosotros. No se parecía en absoluto al que vimos en Guadarrama. Este parecía el muro de un getho de la segunda guerra mundial, o, poniendo un ejemplo más actual, se asemejaba al muro de la vergüenza Israelí. Sin puertas, sin controles. Simplemente cinco metros de <br />hormigón.<br /><br />-¿Cómo vamos a pasar? – Preguntó Merche.<br /><br />La verdad es que no me lo planteaba. El muro llegaba hasta los laterales de la carretera, juntándose con los levantados, en piedra, de las fincas. Con entrar en una finca y bordear el muro sería suficiente. <br /><br />-¿Estás loco? – Me gritó Merche cuando me dispuse a saltar el muro de piedra. – Mira ese cartel.<br /><br />-Mierda.-Respondí.<br /><br />A unos metros del muro, un cartel verde con letras blancas descansaba en el suelo. “Área de Peligro. Campo Minado”. <br /><br />-Menos mal que lo has visto.-Le agradecí a Merche.-Vamos a buscar una manera de cruzar.<br /><br />Eché un vistazo al campo. Estaba completamente removido. Varios agujeros dejaban constancia de la existencia de las minas. Zapatillas, zapatos, pantalones, camisetas. El color rojizo de la sangre reseca acompañaba todo tipo de ropa dispersa por el campo. Creí ver varios miembros amputados en diversos lugares. No tenía ganas de confirmarlo, así que dejé de mirar.<br /><br />-Merche, Borja.-La vocecilla de Elena sonó tratando de llamarnos la atención.-Mirad.<br /><br />La pequeña señalaba una cuerda que colgaba del muro en el lado contrario de la carretera. Un gancho de hierro la sujetaba contra la parte alta.<br /><br />-Creo que podemos usarla.-Dije.-Esperad aquí.<br /><br />Me quité las dos mochilas que llevaba, me puse unos guantes y comprobé la cuerda. Di varios tirones. Aguantó. Me colgué, dejando todo mi peso suspendido en el aire. Aguantó.<br /><br />-Bien. Parece que aguanta.-Le dije a Merche.-Voy a subir. Miro lo que hay al otro lado y te cuento.<br /><br />Comencé a escalar por el muro. Cinco metros no son muchos pero una cuerda ayuda bastante. Al llegar a lo alto me crucé en el muro, como si montara un caballo. Solo había cuerda en ese lado. Seguramente, la persona o personas que la usaron, se subieron todos, uno tras otro. Cuando estuvieron todos, colgaron la cuerda del otro lado y bajaron.<br /><br />-Merche.-Grité.- Tenéis que subir las dos y esperar aquí arriba. Cuando estemos todos aquí, cambiamos la cuerda de lado y bajamos. Ata las mochilas a la cuerda, las subo, para tirarlas al otro lado y después subís vosotras.<br /><br />-Vale.-Respondió Merche desde abajo.<br /><br />Mientras Merche ataba las cinco mochilas a la cuerda, miré a mí alrededor. El pueblo daba la sensación de estar abandonado. Una tremenda fila de coches se agolpaba al otro lado, casi todos con las puertas abiertas. Algunas manchas de sangre decoraban el asfalto. Varios pasos, en los muros de las fincas, daban a entender que, en su huida, la gente había tirando las piedras. Otros tantos agujeros mostraban el caos desatado por múltiples explosiones de minas mientras la gente trataba de salir atravesando los campos. En las cunetas se podían distinguir varios cuerpos sin vida, posiblemente de personas que se arrastraron hasta allí tras sufrir heridas mortales por las explosiones.<br /><br />-Borja.-La voz de Merche me sacó de mi abstracción.- ¿A qué esperas?<br /><br />No me había dado cuenta de que Merche llevaba un rato tirando de la cuerda, tratando de avisarme de que ya podía recogerla. Subí las mochilas y las lancé, una a una, al otro lado. Cuando acabé, volví a pasarle la cuerda a Merche.<br /><br />-Ata el bolso de Boni.-Le dije.- Me lo subo y me lo pongo a la espalda.<br /><br />Merche metió a Boni en el bolso que teníamos para llevarla en caso de urgencia. Cerró la cremallera y lo ató a la cuerda. La perra estaba nerviosa pero no se movía demasiado. Cuando la tuve en mis manos, abrí un poco la cremallera y la acaricié. Dejé caer la cuerda de nuevo. Era el turno de Elena. Merche ató la cuerda a su cinturita y le dijo que se sujetara con las manos a ella. Poco a poco la subí.<br /><br />-Ponte como yo, pequeña.-Le dije cuando estuvo conmigo.- Sujétate con las manos al muro y no te muevas, ¿vale?<br /><br />-Vale.-Respondió la niña.<br /><br />Ya solo quedaban Merche y Yuko. La perrita se revolvía en el bolso. No le gustaba nada estar encerrada y se agobiaba enseguida. Merche se ató la cuerda a la cintura y tiró para hacerme saber que estaba preparada. Llegó a nuestro lado. Se agarró al muro.<br /><br />-No te desates.-Le dije.- Vas directa para abajo.- Le sonreí.<br /><br />-Vale.-Respondió.- Cuanto antes pueda sacar a Yuko, antes deja de hacerme daño.<br /><br />La descolgué por el otro lado. Cuando llegó al otro lado, se desató y sacó a la perrita del bolso. Esta se sacudió y por fin se relajó un poco. Subí la cuerda y realicé el mismo proceso con Elena.<br /><br />En pocos minutos estábamos todos al otro lado. Comenzamos a avanzar entre los coches. Varios cadáveres asomaban por las ventanillas de algunos de ellos. Los muertos por las minas iban en aumento según nos acercábamos al pueblo. Malheridos, trataron de volver a sus casas.<br /><br />Comenzó a llover. La lluvia era tremendamente fina y abundante. En pocos segundos estábamos totalmente empapados. Por fin, entramos en el pueblo.<br /><br />-¿Por dónde vamos? – Le pregunté a Merche. -¿Cuál será el mejor camino?<br /><br />-Yo creo que por las urbanizaciones nuevas. Cogemos mi casa por detrás.<br /><br />Subimos las cuestas de camino al centro del pueblo que atravesaban las nuevas urbanizaciones de chalets. Estábamos en un pueblo fantasma. Ni siquiera teníamos la sensación de estar siendo observados. El único presentimiento que teníamos era el de la nada. No había nada ni nadie. La vida se había marchado de aquel lugar. <br /><br />Miles de cascotes, escombros y fragmentos de edificios se agolpaban por todos lados. La destrucción era la nota predominante bajo la lluvia. El agua inundaba las decenas de boquetes que había en el suelo. Ropa, muebles, juguetes y cantidad de objetos personales se encontraban aquí y allí. Desperdigados por todos lados. En ese momento no teníamos ni idea de lo que había pasado en aquel lugar.<br /><br />-Espero que estén bien.-Pensó Merche en voz alta.<br /><br />-No te preocupes.-Respondí, sin creerme casi mis palabras.<br /><br />En treinta minutos llegamos cerca de la casa de Merche. La zona estaba igual o peor que la que acabábamos de pasar. Decenas de cuerpos se encontraban desperdigados por todos lados. Los cascotes y escombros eran mucho más numerosos. La preocupación invadió la cara de Merche. Aceleramos el paso.<br /><br />Cuando llegamos a la zona de chalets, donde vivía la familia de Merche, el espectáculo no era demasiado alentador. El chalet estaba medio derruido. Uno de los muros laterales había caído y dejaba ver las habitaciones del piso superior. Merche dejó sus mochilas en el suelo y corrió hacia la casa. Entró por un agujero abierto en el garaje. Elena y yo nos quedamos fuera con las perras. En el descansillo, al resguardo de la lluvia.<br /><br />-No hay nadie.-Merche salió de la casa. La lluvia no disimulaba sus lágrimas.<br /><br />Se sentó a mi lado. Ya no podía contenerse. Rompió a llorar. La lluvia comenzaba a amainar. Las nubes nos abandonaban poco a poco, dejando un cielo grisáceo sobre nosotros. Dentro de poco la noche llegaría.<br /><br />-¿Merche?-Una voz familiar sonó al otro lado de lo que quedaba de verja.-¡¡¡Merche, eres tú!!!- Se transformó en un grito de emoción incontrolable.<br /><br />Tras el muro derruido apareció la hermana mayor de Merche, Ana. Había vuelto a la casa para ver si podía recuperar algunas mantas. Estaban todos refugiados en la iglesia. Uno de los pocos edificios que quedaban en pie casi entero. Merche no podía más. Se lanzó sobre su hermana y la abrazó con fuerza. La verdad es que encontrarnos con ella supuso un alivio increíble. Un poco de felicidad nos venía bien.<br />Nos llevó junto a los demás. La fortuna quiso que nos encontráramos todos y estuviéramos más o menos bien. Algunos de los vecinos tenían heridas producidas por los ataques de los militares. Afortunadamente no estaban muy graves. Habían conseguido sobrevivir encerrándose en la iglesia.<br /><br />Merche se quedó toda la noche hablando con su familia. Yo caí rendido en uno de los colchones que tenían en el aula de catequesis. Habían conseguido varios braseros antiguos donde metían las ascuas de las pequeñas hogueras que encendían. Estaba todo iluminado con velas.<br /><br />Cuando llegó la mañana. Merche estaba dormida a mi lado, junto a Elena. Acaban de quedarse dormidas. Estuve hablando con Gonzalo. Le pregunté por la situación. Lo que más me interesaba era su opinión de los vecinos, ¿eran de fiar? Casi todos eran amigos de Ana, la madre de Merche. Así que debíamos suponer que sí podíamos confiar en ellos. Tras una larguísima conversación, en la que le puse al día de lo que habíamos vivido, me comentó las posibilidades que habían surgido para tratar de continuar con vida. Desde ir a la finca de un conocido hasta encerrarse en una nave del polígono industrial.<br /><br />Le pregunté si había electricidad en alguna casa.<br /><br />-Sí.-Respondió.-En la casa de enfrente hay luz e internet. Pero ten cuidado. De vez en cuando hay cortos por culpa del agua.<br /><br />Me contó que usaban esa casa para cargar las baterías de grupos eléctricos, que uno de los vecinos trajo de su taller. Algunos se habían quemado por culpa de subidas de tensión pero los que funcionaban producían la energía suficiente para tener calor de vez en cuando y poder calentar agua.<br /><br />De momento estamos descansando. Mañana por la mañana les contaremos lo del punto seguro de La Pedriza. Nosotros estamos convencidos de llegar a él. Y queremos que vengan con nosotros.Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-83608550495674180322011-11-03T16:24:00.002+01:002012-11-03T00:41:44.830+01:00ENTRADA 48Un fuerte estruendo nos ha despertado a todos por la mañana. Luis Javier y yo hemos salido al jardín para comprobar la procedencia del sonido. El origen estaba en Villalba. Una enorme columna de humo se elevaba, imponente, sobre las copas de los árboles. Tenía toda la pinta de que el Planetocio estaba ardiendo por completo. Nuevos estruendos nos han confirmado que los depósitos de combustible de la gasolinera o los generadores, que el ejército usaba para proporcionar luz al centro comercial, estaban volando por los aires. Las explosiones se sucedían constantemente, acompañadas de un resplandor anaranjado y crecientes columnas de humo negro.<br /><br />Estábamos bastante preocupados. No teníamos ni idea de hacia dónde se dirigían los infectados. Nuestra huida fue tan frenética que no nos paramos a comprobar si nos seguían, sobre todo los dos que corrieron detrás nuestro. Pensábamos que, poniendo tierra de por medio, debíamos haberlos despistado. Pero era inevitable sentir el temor de estar siendo observados en ese momento.<br /><br />Volvimos a entrar en el garaje. Merche estaba preparando las últimas mochilas. Elena jugaba con las perras en el salón. Luis Javier aprovechó para lavarse un poco. Yo traté de entrar en alguna página de noticias pero no funcionaba casi ninguna de ellas. Las pocas que tenían información estaban tremendamente desactualizadas. Me parece increíble que aún pueda conectarme a internet. Los teléfonos siguen dando señales pero cada vez con más cantidad de ruido y es imposible contactar con alguien.<br /><br />Al medio día comimos algo y planeamos cómo íbamos a continuar. La mejor opción era tomar el camino más directo desde nuestra posición. Si por un casual nos encontrábamos con algún obstáculo que no nos permita continuar en el coche, iríamos andando. Teníamos localizados varios lugares donde poder parar en caso de ser necesario.<br /><br />Con el Humvee en la puerta, estábamos convencidos de que ese iba a ser el vehículo que usaríamos, pero Luis Javier nos dio la mala noticia. El depósito estaba casi seco, no llegaríamos muy lejos, por lo que el BMW se convirtió en nuestro medio de transporte.<br /><br />A media tarde habíamos terminado de cargar todo el material en el maletero del todoterreno. Entre todos, quitamos las ramas que lo cubrían y Merche se preparó para arrancarlo.<br /><br />-¡¡Señor Laita!! - Una voz conocida sonó en el exterior de la parcela, al otro lado de la valla de la casa. - Salga de ahí, maldito.<br /><br />-Coño.- Dijo Luis Javier.- Es el Coronel.<br /><br />Nos acercamos a la valla y, apartando las enredaderas que estaban creciendo junto a las arizonicas, nos abrimos un hueco por el que mirar. Efectivamente, era el Coronel. Estaba en la torreta de un Humvee, acompañado de otros cuatro soldados. Un segundo Humvee se situaba a la derecha de la casa, dentro de la urbanización, con otros cinco hombres, casi todos civiles. En la entrada de la colonia, un camión militar esperaba con una docena de civiles. Todos estaban tremendamente agotados, con las ropas sucias. Algunos tenían vendas en la cabeza o los brazos. Multitud de manchas de sangre en la ropa, acartonada, dejaban patente que todos y cada uno de ellos habían salido del centro comercial.<br /><br />-Sé que no me lo ha contado todo.-Gritó el Coronel.-Usted sólo, con su familia, sin rumbo y no queriendo ayuda de los militares. No es una historia muy creíble.-Su tono era tremendamente amenazador.-Sus putos laboratorios seguro que tenían algún as en la manga para un caso como este. ¿Por qué vacunar a sus empleados y dejarlos morir en la calle? No me lo creo.-Hizo una pausa.-¡¡¡Señor Laita!!! Salga aquí.<br /><br />Nosotros preocupándonos por los infectados y ahora teníamos en nuestras puertas a un Coronel, totalmente cabreado, que quería obligarme a contarle todo lo que sabía. Estoy seguro de que si se enteraba de que existía un punto seguro, especial, en la pedriza, no dudaría en atacarlo, aunque fueran pocos para hacerlo.<br /><br />-¿Qué hacemos?- Preguntó Merche.<br /><br />-Ten cuidado con la decisión que tomes.-Dijo Luis Javier detrás de ella.-Ese tío ha ejecutado a cantidad de gente solo por sospechar que podrían ser un problema. Es un peligro, se muestra muy amable pero es un auténtico hijo de puta.<br /><br />-Me lo dices o me lo cuentas.-Respondí.- Empiezo a pensar que, el muy cabron, nos dejó escapar para poder seguirnos. Todo era puro teatro.<br /><br />-No me obligue a mandar a mis hombres.-El Coronel comenzaba a inquietarse.-Si entramos no daremos cuartel. Con mantenerle vivo a usted me vale pero, si salen ahora, no mataré a nadie.<br /><br />-¿Y si le matamos? - Propuso Luis Javier.- Es tan fácil como dispararle desde aquí.<br /><br />-No creo que sea buena idea.-Respondió Merche.-Todos los demás se nos echarán encima. Sin nadie que les mande, harían lo que quisieran y seguramente nos matarían.<br /><br />La situación era bastante delicada. Si salíamos, acabaríamos todos prisioneros de ese maldito Coronel. Sin la seguridad de continuar con vida si se le cruzaban los cables. No podríamos ir a casa de la familia de Merche. Tampoco nos dejarían entrar en el punto seguro, provocando un enfrentamiento entre los defensores y estos atacantes, poniéndonos a nosotros de por medio. Acabaría muy mal. <br /><br />-Contad cuantos tíos armados hay fuera.-Les dije a Merche y a Luis Javier.-Todos los que serian peligrosos en caso de salir. Elena.- Continué, dirigiéndome a la pequeña.- Coge a Boni y a Yuko y metete en el coche, en el asiento trasero. Túmbate en el suelo y tapate con una de las mantas que hay en el maletero, ¿vale?<br /><br />-¿Qué pretendes? - Me preguntó Merche. - No sé quien me da más miedo.- Sonreía. Sabía que mis ideas eran tremendas, pero, hasta ese momento, nos habían sacado de varios apuros.<br /><br />-Básicamente, vamos a salir cagando leches de aquí.-Comencé a contarles el plan.-Voy a darle conversación a ese cretino. Cuando sepáis cuantos hay, meteos en el coche.-Me dirigí a Luis Javier.- He visto que tienes dos granadas, ¿no?<br /><br />-Sí.-Respondió.- Y varias bengalas.<br /><br />-Genial. Cuando sepamos cuantos hay ahí fuera.-Continué.-Vamos a hacerle creer que salimos. En ese momento, cuando la puerta automática comience a abrirse, quiero que lances las granadas. Una contra el Humvee del Coronel y otra contra el que está a la derecha.-Me dirigí a Merche.-Tu lanza las bengalas hacia la entrada, para asustar a los del camión. Creo que son casi todos civiles. No nos harán nada si están asustados.<br /><br />-Joder, menudo plan.-La cara de Luis Javier era un poema.-Estas como una puta cabra.<br /><br />-Es posible.-Dije sonriendo.-Pero no pienso rendirme a ese soplapollas.-Continué contándoles el plan.-Una vez que salgamos, tenemos que ir, lo más rápido posible, hacia el cementerio. Si tenemos problemas, nos metemos en el campo sin dudarlo, aunque haya que llevarse por delante alguna puerta metálica. Si nos siguen, trataremos de darles esquinazo. Dispararemos solo si es necesario. ¿De acuerdo? -Pregunté. Necesitaba que me confirmaran que me seguirían en esa locura de plan.<br /><br />-Por supuesto.-Dijo Merche sin dudar.<br /><br />-No creo que haya muchas más opciones.-Respondió Luis Javier.- Así que, vamos a darles duro.<br /><br />-Bien. Merche, tu conduces.-Le dije sonriendo.<br /><br />-Vale.<br /><br />Merche y Luis Javier se pegaron a la valla, comenzaron a contar.<br /><br />-Coronel.-Comencé el espectáculo.-Tiene que prometerme que no nos hará nada. Tengo la sensación de que usted no es muy fiable.<br /><br />-Maldito idiota.-Gritó en respuesta.- Valore su situación y piense dos veces sus palabras. Le he dicho que no les mataré si salen, tirando las armas. Tiene mucho que contarme.<br /><br />-No le entregaré las armas, Coronel.-Tenía que ponerle nervioso.- No permitiré que nos deje desarmados. ¿Nos defenderá en caso de ser atacados? No seremos sus prisioneros. Debería tratarnos bien.<br /><br />-¿Pero qué demonios está diciendo? - Estaba consiguiendo mi objetivo.- Me interesa usted.<br /><br />-Verá. Sé donde podemos estar seguros. Pero todos. - Continué. - Hay un lugar donde nos acogerán. Comida, camas, agua. Todo lo que necesitamos para sobrevivir.<br /><br />-Buen chico. - Dijo. - Salgan ahora mismo, entreguen las armas y valoraremos su situación.<br /><br />-Coronel. Creo que no me ha oído.- Respondí.- No le voy a entregar las armas. Ustedes vienen con nosotros, no al revés. Mandamos nosotros.<br /><br />Merche y Luis Javier pasaron a mi lado.<br /><br />-He contado dos a la derecha.- Dijo Merche.-Otros dos con el Coronel.<br /><br />-Hay uno en la entrada.-Completó Luis Javier.-Confirmo lo que ha dicho ella.<br /><br />-Eso nos da un total de unos cinco peligrosos.-Comenté.-Ok, id al coche. Vamos a empezar.<br /><br />Cuando los dos estuvieron dentro del BMW, continúe la conversación.<br /><br />-Coronel. Espero que tenga en cuenta mis peticiones.- Trataba de liarle.- Si confirma que nos dejará con vida y hará lo que yo le pida, saldremos enseguida. <br /><br />-Maldito.- Le notaba dubitativo. - De acuerdo, salga aquí y llegaremos a un acuerdo. Pero no trate de engañarme. Les mataré a todos si me la juega.<br /><br />"Perfecto" Pensé. El Coronel ordenó a los dos soldados de su Humvee que se prepararán para nuestra salida. Ambos se colgaron el G36 al hombro y se acercaron a la puerta. Los otros se prepararon. Uno de ellos apuntaba hacia la entrada, los otros no se movieron. Seguramente debido al cansancio. <br /><br />-Muy bien.-Informé.- Vamos a salir.<br /><br />Me acerqué a la puerta y apreté el botón de apertura. Ésta comenzó a abrirse lentamente. Corrí hacia el coche. Cogí el G36 y un bate. Luis Javier tenía las granadas preparadas. Merche encendió una de las bengalas.<br /><br />-¡¡Ahora!! - Grité.<br /><br />Ambos lanzaron, a la vez, la granada y la bengala respectivamente. Merche arrancó el coche y pisó el acelerador. Bajé la ventanilla y saqué parte del cuerpo, con el bate de baseball en la mano. La puerta terminó de abrirse.<br /><br />-Malditos desgraciados.-Gritó el Coronel.<br /><br />La granada explotó a su derecha. Se golpeó la cabeza contra una de las placas de metal que hacían de protección en la torreta haciéndole caer en el interior del vehículo. Uno de los soldados salió despedido y chocó contra el lateral del Humvee, cayendo muerto al lado de la rueda.<br /><br />El factor sorpresa había funcionado. Luis Javier lanzó la segunda granada contra el otro vehículo. Los cinco ocupantes se echaron al suelo. La explosión se llevó por delante a dos de ellos, que perdieron parte de sus extremidades y se retorcían en el suelo. Los otros tres quedaron atontados. Cuando llegamos a la entrada de la parcela, los dos soldados que se habían acercado, estaban desorientados. No se esperaban ese ataque. Uno de ellos miraba hacia el Humvee del Coronel. El otro trataba de hacerse con el G36 de su espalda. Al pasar a su lado, le golpeé, con toda la fuerza que pude, en la cabeza. Su cuello se retorció de tal manera que acabó roto, giró sobre sí mismo y cayó al suelo fulminado. El primero saltó hacia atrás, golpeándose con el muro y quedó sentado en la acera, con una asombrosa cara de pánico.<br /><br />-Vamos.-Grité.-Salgamos de aquí.<br /><br />Merche salió a la carretera a toda velocidad. Los ocupantes del camión habían saltado de él, aterrados. Corrían en todas direcciones buscando un lugar donde ocultarse. Cuando pasamos a su lado, Luis Javier, lanzó una ráfaga, con su G36, al aire para acojonarlos un poco más.<br /><br />Enfilamos la carretera, la rotonda se situaba frente de nosotros, totalmente despejada. <br /><br />-Nos están siguiendo.- Dijo Merche mirando por el retrovisor.<br /><br />Efectivamente, los dos Humvees salieron de la urbanización tras un tremendo derrape. Desde las torretas, dos soldados, disparaban sus fusiles de asalto. En uno de ellos, el Coronel gesticulaba con odio.<br /><br />-Elena, agáchate y no se te ocurra levantarte.-Ordenó Merche a la pequeña.<br /><br />-Toma, ponte esto.-Luis Javier le tendía su casco a Merche.-Lo he ajustado al máximo, es de kevlar. Si atraviesa algún disparo el cristal, esto lo parará.<br /><br />Era una magnífica idea. Merche tenía que conducir y no podía preocuparse de esconderse de los disparos. Llegamos a la rotonda. La cogimos a toda velocidad, casi acabamos por la salida que no era de la inercia. Uno de los Humvees perseguidores la cogió en dirección contraria, imagino que tratando de cortarnos el paso. No sin problemas, Merche retomó el control y consiguió dirigirnos por la carretera que debíamos coger.<br /><br />- Dispara por tu ventana a esos cabrones. -Grité.<br /><br />Luis Javier comenzó a disparar por su ventana contra el vehículo que teníamos casi en paralelo. El soldado que iba en la torreta cayó de la torreta al interior del Humvee, le había conseguido acertar a pesar del movimiento. Un segundo soldado asomó y comenzó a disparar.<br /><br />-Mierda.-Gritó metiéndose en el coche.<br /><br />Le habían alcanzado en el brazo. Eso provocó que soltara el G36, no pudo sostenerlo. Le habían desgarrado los músculos y se le escapó de las manos.<br /><br />-¡¡Agarraos!!-Nos advirtió Merche.<br /><br />Tuvo que meterse por el campo adyacente a la carretera. Varios coches accidentados cortaban el paso, haciendo imposible continuar por ella. Tras esquivarlos, dando varios tumbos y saltos, consiguió volver al asfalto. Uno de los Humvees perseguidores salió por el lado contrario y al volver a la carretera se situó en paralelo a nosotros. La imagen me recordó muchísimo a la persecución que vivimos cuando salimos de Guadarrama. El soldado que conducía el vehículo trataba de echarnos de la carretera. El segundo Humvee se situó a nuestras espaldas, empujándonos.<br /><br />-Joder.-Merche estaba esforzándose al máximo.-La cosa esta jodida.<br /><br />-Aguanta.-Grité.<br /><br />Me asomé de la misma manera que en la primera persecución y descargué varios disparos contra el vehículo que teníamos al lado. No conseguí acertarle a ninguno de sus ocupantes, pero nos valió para que se despegaran de nosotros y se situaran a nuestra espalda, junto al otro perseguidor.<br /><br />Subimos la carretera, estábamos llegando a la siguiente rotonda. Merche bajó un poco la velocidad. La curva que debíamos tomar era mucho más pronunciada y estaba muy mal peraltada. Antes del caos, vimos cantidad de coches de chavales que volcaban en esa rotonda por cogerla demasiado deprisa.<br /><br />-Pero qué coño.-Dijo Merche.<br /><br />Un enorme tráiler apareció a nuestra derecha, iba a toda velocidad, daba la sensación de que trataba de cortarnos el paso en la rotonda.<br /><br />-Acelera.-Le dije a Merche.- Aunque sea por dirección contraria.<br /><br />Merche dio un tremendo acelerón y pasamos por delante del tráiler, dejándolo atrás, por unos milímetros. Este se llevó por delante uno de los Humvees, convirtiéndolo en un amasijo de hierros y sangre. Había destrozado, literalmente, a todos los ocupantes. El tráiler volcó, deslizándose por encima de la rotonda y quedó cruzado en la carretera. Pudimos oír como el otro Humvee se estrellaba contra el contenedor de carga. Merche paró en seco. Necesitaba darse un momento para tranquilizarse y retomar el control.<br /><br />Unas siluetas conocidas salieron de la cabina, tambaleándose. Eran las personas que nos atacaron en Guadarrama.<br /><br />-Joder, son los tíos que había en la colina mientras nos atacaban en el polideportivo.-Merche los reconoció.<br /><br />Ambos salieron torpemente, con escopetas en las manos. Uno de ellos cayó al suelo tras escucharse un disparo de pistola. Al otro lado, el Coronel y otro soldado, únicos supervivientes del accidente, habían salido de su vehículo y dispararon contra ellos. El hombre que quedó en pie levantó su escopeta y disparó. Un gritó sonó al otro lado y un golpe contra el contenedor de carga confirmó que había alcanzado a uno de nuestros perseguidores.<br /><br />En ese momento la radio de Luis Javier sonó.<br /><br />-Soldado Reguera, soldado Reguera.-Era la maldita voz del Coronel.- Ayúdeme. Mátelos y venga a ayudarme. Estoy herido.<br /><br />Un nuevo disparo sonó. La comunicación se cortó.<br /><br />-Maldito.-Le dije a Luis Javier.- Tu le has llevado hasta nosotros.<br /><br />Trató de sacar la pistola pero le lancé un puñetazo sobre la herida del brazo. Cogí su pistola y le apunté.<br /><br />-Debería matarte aquí mismo.-Le amenacé, lleno de rabia.<br /><br />-No por favor.-Suplicó.- Sólo cumplía órdenes.<br /><br />Abrí la puerta y salí del coche. El hombre del tráiler me vio y trató de dispararme. No había recargado la escopeta. Rápidamente trato de hacerlo. Sin dudarlo, le dispare seis tiros con la pistola. Cayó hacia nuestro lado, muerto.<br /><br />-Sal del coche, cabronazo.-Le dije a Luis Javier mientras tiraba de él.<br /><br />Le dejé en el suelo. Le observé.<br /><br />-Da gracias por haberme ayudado a escapar.-Le amenacé.- Y por llevarme con Merche. Pero aquí se acaba tu camino con nosotros.<br /><br />Le apunté con la pistola y le disparé. Un grito de dolor salió de su boca. Le destrocé el pie derecho de un disparo.<br /><br />-No te voy a matar.-Le dije.-Pero no te lo voy a poner fácil.<br /><br />Le quité los dos cargadores de g36 que llevaba, la ración de comida y el botiquín. Me subí al coche y Merche arrancó. Le pedí a Merche que parara antes de llegar al pueblo. Debíamos descansar antes de enfrentarnos a una zona poblada. Sin saber qué íbamos a encontrarnos no sería demasiado inteligente estar cansados y sin recargar las armas. <br /><br />Entramos en una de las últimas fincas antes de entrar en el pueblo. La casa estaba a unos treinta metros de la entrada, rodeada de arboles. No nos costó mucho. Montamos un pequeño campamento. Elena se durmió enseguida, estaba realmente agotada. La pobre recibió un pisotón de Luis Javier. Seguramente no se había dado cuenta ya que estaba en el suelo tapada. Las perritas estaban algo nerviosas e igualmente cansadas.<br /><br />Menuda mierda de mundo. No solo nos tenemos que preocupar por unos locos homicidas. Los infectados son peligrosos, pero, estos días, los sanos han sido, de lejos, mucho más peligrosos. Da igual. Todos son enemigos.Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-67682246101948276022011-11-02T01:20:00.006+01:002012-11-03T00:41:44.816+01:00ENTRADA 4731 de Octubre – Borja – Garaje.<br /><br />A las cuatro de la mañana las alarmas comenzaron a sonar por todo el centro comercial. Salí de la sala tres de cine, que me habían asignado para dormir, y la locura estaba totalmente desatada en el exterior. Soldados corriendo de aquí para allá, civiles gritando, llorando, buscando un lugar donde ocultarse. Un grupo de hombres bajando corriendo a la intendencia para exigir un arma y poder defenderse. El ataque había comenzado.<br /><br />Me terminé de vestir a toda prisa, había dormido con parte del uniforme puesto, así que solo me faltaban las botas y la camisola. Al volver al descansillo, comencé a escuchar los primeros disparos. Me asomé a la cristalera que hay detrás de las taquillas del cine. Menudo espectáculo, enormes focos de luz iluminaban la noche. Pude ver muchísimas personas corriendo en dirección al centro comercial. Armadas con palos, palas, bates, azadas, picos e incluso espadas. Parecían poseídas, rastros rojizos se movían locamente por las zonas oscuras. Desde las barricadas que rodeaban el edificio, multitud de destellos bailaban rápidamente, intercambiando posiciones, disparando a discreción contra todo lo que estuviera al otro lado. Comenzaron a llover los cócteles Molotov por encima de las barricadas. Cientos de botellas estallaban sobre los soldados y civiles que las defendían. Una rompió sobre un civil, armado con un G36, prendió rápidamente, éste comenzó a revolverse y sus disparos se dirigieron contra tres soldados que había apostados a su lado, matándolos a todos. Varias antorchas humanas corrían a lo largo de la línea de defensa, gritando, buscando ayuda. Algunos soldados, directamente, disparaban sobre ellos, otros los echaban al suelo y trataban de apagarlos. El caos se apoderó del lugar.<br /><br />Comenzaron a sonar los disparos de las tremendas MGs de los Humvees. Disparaban rápidamente, sin descanso. Un soldado comenzó a gritar a otro, que estaba apostado en una de ellas, realizando ráfagas continuas, sin descanso. Trataba de decirle que dejara descansar unos segundos la pesada ametralladora, pero el artillero estaba enajenado. En poco tiempo, el cañón estaba al rojo vivo y poco después explotó, llevándose por delante la cabeza del militar apostado en la torreta y atravesando, con cientos de fragmentos metálicos, el cuerpo del otro soldado que trataba de salvarle. El vehículo comenzó a arder.<br /><br />En pocos minutos, miles de infectados estaban encima de las barricadas. Comenzaron encarnizados combates cuerpo a cuerpo. Disparos a quemarropa de los soldados, con los que conseguían quitarse de encima a los primeros atacantes, pero que no evitaban que otros tantos se lanzaran sobre ellos. Muchos habían calado las bayonetas, enormes cuchillos de combate, en los cañones de los fusiles y con ellas atravesaban, incansablemente, cabezas, cuerpos, piernas. Pero no era suficiente. Los infectados se multiplicaban, por cada uno que mataban, aparecían cuatro más.<br /><br />Bajé rápidamente, en el camino me encontré con el soldado Reguera.<br /><br />-¿Dónde está García? – Le pregunté<br /><br />-Fuera, con los otros.-Me dijo.<br /><br />-Mierda, tenemos que irnos de aquí.-Grité-¿Donde están las llaves de los Humvees?<br />-En la intendencia.<br /><br />Ambos corrimos hacia el local. Varias personas se agolpaban en la puerta mientras se repartían los pocos G36 que quedaban y se racionaban los cargadores. La locura estaba totalmente desatada fuera. Los miembros del destacamento medico no paraban. Soldados heridos se agolpaban en los pasillos, varios cuerpos tapados con sabanas se apiñaban al fondo de uno de los locales.<br /><br />-Dame las llaves de un Humvee.-Le grité a uno de los soldados.-Rápido.<br /><br />El pobre muchacho no daba a basto. Los civiles le estaban quitando de las manos los cargadores que estaba tratando de guardar para los militares. Un disparo sonó a nuestras espaldas.<br /><br />-Todos quietos.-La voz del Coronel resonó en el local.-La munición se entregará con prioridad a los soldados. Los civiles que ya estén armados salgan a la calle a defender la posición. Los demás, bajen al garaje.<br /><br />-No pienso morir aquí, maldito cabron.-Gritó un hombre.-Me llevo a mi familia ahora mismo y no me lo vas a impedir.<br /><br />Se dispuso a disparar al Coronel, pero su cabeza saltó por los aires antes de poder hacerlo. Un policía militar, que estaba al fondo del local, sacó su pistola y no dudo un segundo en apretar el gatillo.<br /><br />-Por favor.-Comenzó a hablar el policía militar.-No conseguiremos nada matándonos aquí dentro. Si queremos tener alguna posibilidad debemos combatir fuera.<br /><br />Varios hombres salieron corriendo a la calle con los fusiles, otros subieron con sus familias.<br /><br />-Necesito las llaves de un Humvee, debo ir a por mi familia.-Le dije al Coronel.<br /><br />-Cójalas, pero no creo que llegue muy lejos.-Dijo.-Vamos a morir todos aquí.<br /><br />Me entregaron unas llaves. Los disparos comenzaron a sonar dentro del centro comercial.<br /><br />-Nos replegamos, la situación fuera es insostenible.-Gritó un soldado desde las puertas.-Bajad los cierres. Rápido.<br /><br />Cinco horas de descanso. Los golpes en las puertas eran cada vez más brutales. Algunas personas comenzaban a perder la cabeza, aterrados por el sonido de las persianas metálicas. Subí al piso de arriba para mirar por el ventanal. La visión del campo de batalla era aterradora. Cientos de cuerpos cubrían la zona. En su gran mayoría eran infectados pero también había bastantes militares y civiles. Al fondo, varios infectados se divertían torturando a los heridos y capturados. Arrancando brazos, clavándoles estacas en los miembros. Era horrible.<br /><br />-Aún no han entrado por los garajes. Las cuestas están despejadas.-Me dijo el soldado Reguera.<br /><br />-¿Cómo te llamas?-Le pregunté.-Se me hace raro llamarte “soldado Reguera”, preferiría llamarte por tu nombre de pila.<br /><br />-Luis Javier.-Respondió.-Imagino que entre nosotros no hace falta guardar la compostura militar.<br /><br />-Yo me llamo Borja.-Le extendí la mano.-Encantado.<br /><br />-Lo mismo digo.<br /><br />-¿García?-Pregunté.<br /><br />-Se ha quedado fuera.-Dijo entristecido.-Era un buen amigo.<br /><br />-Lo siento.-Dije sinceramente.-Pero nos vamos de aquí, ahora.<br /><br />Bajé las escaleras rápidamente. Los soldados habían levantado varias barreras en los pasillos para tratar de ralentizar la entrada en el centro comercial. Algunos bajaban al garaje, cargados con cajas de material.<br /><br />-Según creo, vamos a intentar abandonar el lugar, todos a la vez.-Me comentó Luis Javier.<br /><br />Menuda locura. Por lo menos serian unos treinta Humvees saliendo al mismo tiempo, uno detrás de otro. Los primeros lo tendrían fácil, pero los últimos. Cientos de infectados se lanzarían sobre ellos. Teníamos que salir antes que nadie.<br /><br />-¿Cuál es el Humvee de estas llaves?-Le pregunté enseñándole el llavero.<br /><br />-Aquel.<br /><br />Corrimos hacia un Humvee que había aparcado al fondo del garaje. Nos cruzamos con varias personas que trataban de hacer saltar los cristales de los vehículos. Los disparos comenzaron a sonar en las escaleras. Los infectados habían entrado en el centro comercial. Varios civiles y soldados aparecieron, corriendo despavoridos, en el garaje. La situación se volvió descontrolada. Los soldados disparaban a los civiles que trataban de entrar en sus Humvees. Por fin llegamos al nuestro. <br /><br />-Espera, no te montes hasta que no confirmes que no nos mira nadie.-Le dije a Luis Javier.-Cuando entres, agáchate y cierra la puerta.<br /><br />-Vale.<br /><br />-¡¡Ahora!!-Grité.<br /><br />Nos metimos los dos en el vehículo y cerramos las puertas. En ese momento, los primeros infectados comenzaban a entrar en el garaje. Los disparos se hicieron más numerosos. Gritos, llantos, carreras.<br /><br />-Vamos, vamos, vamos.-Me gritó Luis Javier.<br /><br />Le di las llaves y arrancó el vehículo. Un infectado se lanzó contra nosotros. Comenzó a golpear como loco el cristal. Estaba empapado de sangre por todo el cuerpo. Su cara era aterradora. Cargué el G36, levanté la tapa de la trampilla del techo, me asomé y le disparé a bocajarro en la cabeza. Luis Javier dio un acelerón y comenzamos a esquivar coches, Humvees y personas. Otro infectado saltó al techo del vehículo, trató de golpearme pero pude esquivarle. Le disparé y cayó al suelo. Se levantó casi al instante y comenzó a perseguirnos.<br /><br />-Más rápido.-Le dije a Luis Javier.<br /><br />Conseguimos enfilar la entrada y subimos la cuesta que llevaba al exterior. Cuatro infectados nos seguían. Varias explosiones sonaron en el garaje. Volví a salir por la trampilla. Apunté a los infectados. Conseguí acertarle a dos de ellos en la cabeza, cayeron redondos al suelo. Los otros dos nos siguieron durante unos metros más, hasta que conseguimos dejarlos atrás. <br /><br />La visión del centro comercial era abrumadora. Un incendio se había desatado en una de las puertas principales y absorbía rápidamente todo lo que tenía alrededor. La gran cantidad de material que usaron para las barricadas era un increíble combustible que lo alimentaba sin cesar. Cientos de cuerpos se agolpaban por todos lados. Los chillidos se oían aún estando a varios metros del lugar. Miles de infectados trataban de entrar en el edificio, empujándose unos a otros. De vez en cuando salían algunos grupos, empujando a personas violentamente. Habían conseguido su botín y comenzaban a disfrutarlo. No quiero imaginarme las depravaciones que les estarían haciendo a todas aquellas personas.<br /><br />-A la izquierda, a la izquierda.-Le grité a Luis Javier mientras golpeaba el techo del Humvee.<br /><br />Cogimos el puente que pasa por encima de la A6. Vi la enorme muralla de coches que había levantada en la autopista. Las imagenes de días pasados me venían a la cabeza.<br /><br />Continuamos a toda velocidad. Afortunadamente el camino estaba despejado y en pocos minutos llegamos a la rotonda de Navacerrada.<br /><br />-Gira a la derecha y después otra vez a la derecha, en aquel desvió.-Le dije, dirigiéndole hacia la urbanización.<br /><br />Por fin aparcamos en la puerta de la casa que usábamos como campamento. El X5 no estaba allí, ni me pareció verlo en la entrada de la casa. “Merche ya se ha ido” Pensé.<br /><br />Entré en la casa. Las puertas estaban cerradas. Golpee la principal, no tuve respuesta. Me acerqué al garaje y golpee suavemente la puerta de metal.<br /><br />-Merche.-Dije en bajo.-Merche, soy yo.<br /><br />-¿Borja?-Una voz muy familiar sonó a mi derecha.-¡¡¡¡¡Borja!!!!<br /><br />Merche se abalanzó sobre mí. Había salido por la puerta trasera, con la pistola en la mano, para sorprender a la persona que estaba tratando de entrar.<br /><br />-¿Estás bien?- Me preguntó mientras me abrazaba y me besaba.<br /><br />-Sí, sí.-Respondí.-Pero tenemos que irnos de aquí pronto. Ahora te cuento.<br /><br />-Hola.-Dijo Luis Javier.<br /><br />Merche se puso nerviosa y le apuntó con la pistola.<br /><br />-No te preocupes.-Le dije.-Podemos confiar en él, de momento. Se llama Luis Javier, es uno de los soldados del sitio del que vengo.<br /><br />No estaba muy tranquila, pero bajó la pistola. Entramos los tres al garaje. Elena se lanzó sobre mí y las perras me recibieron con la alegría que las caracteriza. <br /><br />Mientras comíamos algo, le conté a Merche todo lo sucedido. Ella me contó que el coche estaba en la parte de atrás de la casa, oculto.<br /><br />-¿Qué hora es? – Pregunté. Estaba totalmente desorientado en el tiempo.<br /><br />-Son las nueve de la noche.-Respondió Merche.<br /><br />-Descansemos. Mañana veremos cómo lo hacemos.<br /><br />Estaba totalmente reventado, no podía con mi alma y quería descansar. Esperaba que no nos hubiera seguido nadie, pero me empezaba a encontrar muy débil. <br /><br />Ya es día uno de Noviembre. He estado varias horas escribiendo lo que tengo en el cuaderno y colocándolo en el blog, junto a los mensajes de Merche. Demasiadas cosas han pasado. Vamos a continuar descansando y mañana nos iremos. Volvemos a estar en marcha, todos juntos.Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-65658186738167195062011-11-01T22:52:00.001+01:002012-11-03T00:41:44.813+01:00ENTRADA 4631 de Octubre – Merche – Garaje.<br /><br />Borja, seguimos en el garaje, te estamos esperando, por favor. Espero que estés bien y no te haya pasado nada grave. Elena está totalmente recuperada, juega mucho con las perritas y ha cogido algunos juguetes del cuarto del niño. Dice que no le gustan mucho porque son de chico, quiere una Barbie. Qué pequeña es. Hace un momento me ha dicho que te echa de menos y quiere que vuelvas pronto. Ha vuelto a preguntar por sus padres, pero me ha dado la sensación de que lo ha hecho sin demasiadas ganas.<br /><br />No nos hemos movido de aquí, nos hemos dado una ducha en el baño que hay al lado del garaje. He calentado agua en las ollas que he encontrado en la cocina y ha sido muy agradable sentir el agua caliente.<br /><br />Lo tenemos todo preparado para irnos pero pienso aguantar aquí lo más posible.<br /><br />Me he conectado a la web de los laboratorios donde trabajabas, sigue sin funcionar. Tenía la esperanza de encontrar alguna pista, de preguntar a alguien donde podrían haberte llevado los militares. También busqué en Google “puntos donde llevan a la población civil, Madrid” pero no he obtenido ningún resultado.<br /><br />Nos mantenemos ocultas, no me encuentro con ganas de enfrentarme a ningún problema. El que tenemos ahora mismo con tu desaparición es más que suficiente para mí.<br /><br />Voy a preparar algo de comer, esta noche vuelvo a escribir. Un beso muy grande cariño, te quiero.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-88079280463305928062011-11-01T22:40:00.001+01:002012-11-03T00:41:44.836+01:00ENTRADA 4530 de Octubre – Borja – Punto Seguro.<br /><br />Debían de ser las seis de la mañana cuando dos policías militares entraron en el calabozo temporal y se llevaron al anciano que hablaba solo. No se resistió en absoluto, es más, sonreía abiertamente mientras miraba a los dos enormes personajes que le llevaban en volandas. Traté de preguntar a dónde se lo llevaban pero la única respuesta que tuve fue un fuerte empujón por parte de uno de ellos.<br /><br />Al cabo de dos horas, de la misma manera que antes, los dos policías abrieron la puerta, cogieron al soldado, que continuaba en una esquina agazapado, y se lo llevaron sin más. Me quedé solo en aquel calabozo, que antes era un local de entretenimiento para niños. Por la tarde, aburrido de esperar mi turno, comencé a estudiar el lugar, esperaba poder encontrar alguna manera de salir de allí. Las dos puertas estaban cerradas, no eran muy robustas, de hecho, me recordaron a la puerta del supermercado de Guadarrama, aquella que conseguí abrir de una patada. Pero estaba claro que, si hacia lo mismo, una tromba de soldados saltaría sobre mí sin dudarlo. O mucho peor, alguno de gatillo fácil me metería unas cuantas balas en el cuerpo.<br /><br />En una de las paredes vi una toma de aire, pensé que podría escabullirme por allí, como en las películas. Quizás tuviera suerte y saliera al garaje o a alguna toma de aire del exterior. O quizás me pasaría horas dando vueltas, arrastrándome, para quedarme atrapado en cualquier recodo.<br /><br />-Señor.-Sonó una voz a mis espaldas.-Deje de mirar la toma del aire y haga el favor de acompañarme.<br /><br />Parecía como si se hubiera dado cuenta de mis planes. Una sonrisilla salía de su boca, seguramente pensando en lo tonto de mi plan para escapar.<br /><br />-¿Dónde me lleva? –Pregunté.<br /><br />-El Coronel ha regresado y quiere hablar con usted.- Me respondió el soldado.<br /><br />Vaya, me tenía que volver a enfrentar a ese viejo militar. Nuestro primer encuentro fue como el de dos chiquillos que se pelean por tener la razón. Yo queriendo salir de allí y el obligándome a quedarme. Su despacho se situaba en la planta de los cines. En el descansillo de las salas habían montado unas cuantas mesas, separadas por paneles de madera. Al parecer, las salas de los cines las usaban como barracones. Habían quitado las sillas, que usaban en el exterior como parte de las barricadas, para poner los camastros.<br /><br />-Siéntese, por favor.-Me invitó el Coronel.-Hoy hablaremos tranquilamente. Perdone por desaparecer ayer con prisas y meterle en el calabozo.<br /><br />-No pasa nada.-Respondí sarcásticamente.-He tenido buena compañía.<br /><br />-Sí, bueno.-Continuó, tras mirarme un momento.-A pesar de ser pocos, aquí también hay problemas.<br /><br />-No puedo imaginar los problemas que pueden dar un soldado asustado y un viejo chalado que habla solo.-Creo que me pasé.<br /><br />Tras un momento de silencio, continuó hablando.<br /><br />-Verá, la verdad es que ha sido un error encerrarle. Tenemos orden de proteger a los civiles sanos, sobre todo si encontrábamos civiles de nivel uno, como su caso. Aunque no sé para qué.-Sus frases terminaban a bajo volumen.<br /><br />-¿Civil de nivel uno?-Pregunté extrañado.<br /><br />-Sí, aquellos civiles vacunados, hayan trabajado o no para los laboratorios.-Respondió.-Nos ordenaron llevarlos a todos a Madrid, al aeropuerto de Barajas, para una evacuación masiva. Existe un punto seguro donde no ha llegado la infección. <br /><br />-¿Un lugar sin infectados?-Pregunté sorprendido.<br /><br />-Sí, realmente hay varios puntos, pero a Europa se le ha asignado un en concreto. Cada continente tiene asignado uno; América se divide en dos, Estados Unidos y Canadá tienen asignado Hawái, Sur América tiene asignado Las Islas Maldivas; África, Madagascar; Asia y Australia, Tasmania. Nosotros, los europeos, tenemos asignadas las Islas Azores.<br /><br />-Son todo islas pequeñas.-Comenté extrañado.<br /><br />-Efectivamente, son islas con una capacidad para unas doscientas mil o trescientas mil personas.-Respondió el Coronel.- ¿Cuántos humanos sanos cree que hemos conseguido encontrar sólo en España?<br /><br />-Si no recuerdo mal, hace días vi en la televisión que la población mundial se había reducido en un ochenta por ciento.-Respondí con los datos que había visto en la CNN antes de salir de casa.-Contando a los infectados.<br /><br />-¿De cuándo son esos datos? –Preguntó.- ¿De hace semanas?<br /><br />-Sí, de antes de que tuviera que abandonar mi casa por un incendio.<br /><br />-Sepa que están obsoletos.-Dijo, visiblemente cabreado, levantándose de su silla.-Sepa usted que, suponiendo que sean todos, la cifra de supervivientes sanos que hemos conseguido rescatar en España no llega a los treinta y cinco mil.- Se dirigió a un mapa de la península que había en la pared.<br /><br />-¿Cómo? – Pregunté alucinado.- Si somos más de cuarenta y cinco millones de personas<br /><br />-Efectivamente. – Continuó, poniendo la mano sobre el centro de España – La infección ha afectado a millones de personas. Seguramente no sea fiable, pero sus laboratorios estiman que, ahora mismo, habrá unos quince millones de personas infectadas, vivas, en España. Los millones que le faltan, todos muertos.<br /><br />Me estaba poniendo malísimo, las nauseas me estaban invadiendo. Más de veinte millones de personas habían muerto en apenas dos meses.<br /><br />-Entiendo su malestar.-El Coronel me miró fijamente.- Esta infección ha sido lo peor que le ha pasado a la humanidad en miles de años.<br /><br />¿Lo peor? Esto está mucho más allá de eso.<br /><br />-Además.-Continuó hablando.-La guerra esta diezmándonos más todavía si cabe. La tenemos totalmente perdida.<br /><br />-¿Guerra?-Pregunté extrañado.<br /><br />-Sí, ¿cómo llamaría usted a lo que hacemos para defendernos de los infectados?-Preguntó irritado, volvió a sentarse en su silla, con la mano sobre en la frente.-Ellos avanzan, nosotros nos defendemos. En ocasiones hemos conseguido avanzar pero sólo para poder escapar por otra vía. La única manera de ganarles es acabando con todos y cada uno ellos. Y de gracias de que no les guste usar armas de fuego. Aún así, no creo que lo logremos.<br /><br />Los datos se agolpaban en mi cabeza, tenía una sensación de deja vi. Esta conversación se parecía demasiado a la que tuve, con el doctor Montero, en los laboratorios, el día en que nos vacunaron. <br /><br />-Pero bueno, dejémoslo aquí.-Su gesto cambió.- Explíqueme qué hacia usted en Alpedrete. Cuénteme cómo ha sobrevivido hasta ahora.-Le noté tremendamente intrigado.<br /><br />Le conté todo lo que nos paso a lo largo de estos dos meses, desde el inicio, en mi nuevo trabajo, hasta el momento en que conocimos a Manuel y a su familia. La lucha con los supervivientes en Guadarrama y nuestra llegada a Alpedrete. Omití algunos detalles, no demasiados. <br /><br />-¿Entonces, ha dejado a su mujer y una niña en aquella urbanización? – Preguntó asombrado.<br /><br />-Sí, verá, no me fio demasiado de los militares.-Respondí.-Sobre todo después de lo que vimos en el instituto.<br /><br />-Ya.-Dijo, apenado.- Pero son ordenes. Se estableció un foco de contagio en el pueblo, estábamos desbordados. La orden llegó de la OTAN, o lo que queda de ella. “No queremos arriesgar los puntos seguros” Me dijo el Teniente Coronel.<br /><br />-Pero, ¿todo el pueblo? ¿Así, sin más?-Le pregunté, ahora era yo el cabreado.- ¿Usted habría puesto en peligro a su familia si hubiera visto eso, si estuviera en mi lugar?<br /><br />-No lo creo… - Dijo por lo bajo.<br /><br />-Verá, si me permite, quisiera ir a por ellas.-Trataba de convencerle. Realmente no tenía intención de volver pero debía hacer que lo pareciera.-Volveremos todos aquí y nos puede llevar donde usted quiera.<br /><br />-No sé si debiera.-Pensó.-Sepa que tenemos a cientos de miles de infectados a tan solo cinco kilómetros.<br /><br />-¿Qué? – Me levanté de golpe.- Más razón para dejarme ir, no puede pretender que las deje abandonadas. <br /><br />Dudó por un momento. Estaba claro que estaba frente a una persona que ya no sabía qué hacer ni qué decisión tomar. Me dio la sensación de que aquel hombre se estaba rindiendo.<br /><br />-Está bien, pero le acompañaran dos de mis hombres.-Dijo, haciéndole un gesto al soldado que estaba en la entrada al cubículo.-Llame al cabo Iniesta y al soldado Reguera.<br /><br />-Muchas gracias.-Dije realmente aliviado y siendo totalmente sincero.- Se lo agradezco de veras. <br /><br />-Baje al local que hay al lado de donde estaba la tienda de videojuegos, allí hemos establecido la sección de intendencia.-Se levantó de la silla, con un papel en la mano.- Entregue este papel, le darán un arma, un uniforme y el material necesario.-Me dio una palmada en la espalda.-Traiga sana y salva a su familia.<br /><br />Cuando llegué al local, dos soldados me esperaban en la puerta. Sus parches indicaban que eran el cabo Iniesta y el soldado Reguera. Ambos eran de la BriPac, brigada paracaidista de España.<br /><br />-Buenas.-Les dije.- Así que ustedes son mi escolta.<br /><br />-Cabo Iniesta a su servicio.- Se plantó delante de mí, saludándome con gesto militar.<br /><br />-Soldado Reguera.- Dijo secamente el más joven.<br /><br />No sabía si sentirme seguro o contrariado. Mi intención no era volver allí pero con estos dos escoltándome sería difícil darles esquinazo.<br /><br />-Bueno, el coronel me ha dicho que nos dejará salir mañana por la mañana.-Dije.- <br /><br />Descansad y mañana a las siete nos vemos en las escaleras mecánicas que llevan al garaje.<br /><br />Entré en la intendencia. Me dieron un uniforme del ejército de tierra español, sin distintivos, con despuntes en el lugar donde irían los galones y el parche del nombre. Se notaba que los habían arrancado, me habían dado el uniforme de un muerto. <br />También un chaleco de combate, completamente equipado; un G36, con tres cargadores y un casco.<br /><br />-¿Sabes dónde puedo conectarme a internet? – Le pregunté a uno de los soldados de la intendencia.<br /><br />-¿Cómo? – Preguntó sorprendido.- Aquí no hay internet. ¿Dónde cree que estamos? – Se rió sonoramente.<br /><br />-Pero en todos los locales hay tomas de teléfono y datafonos, tiene que haber internet.<br /><br />-Aquí no funciona nada, la luz sale de unos generadores, que tenemos, en varios camiones aparcados en el garaje.-Respondió otro soldado.<br /><br />Joder, no puedo conectarme para decirle a Merche que vamos para allá.Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2696876704400119283.post-4695561114750707012011-11-01T22:25:00.000+01:002012-11-03T00:41:44.791+01:00ENTRADA 4430 de Octubre - Merche - Garaje.<br /><br />Por la mañana he salido a la calle con la esperanza de ver a Borja en la carretera. Me he acercado a la salida de la urbanización. Todo estaba tranquilo. Ninguna señal.<br /><br />Cuando he vuelto a la casa, con Elena, he visto en el suelo, enfrente de la entrada del garaje, un pañuelo. Era el que usaba Borja cuando íbamos en moto. Cuando lo he cogido, unas llaves de un coche se han caído. Por fin habíamos encontrado un vehículo para continuar el viaje. “Mierda”. Teníamos medio de transporte pero no estábamos todos. Parece que la suerte nos ha tenido que abandonar un poco. Después de salir con vida varias veces, tenemos que sufrir.<br /><br />No tengo ni idea de a donde se lo habrán llevado. Una cosa está clara, han tenido que ir hacia Villalba. Alpedrete es una zona muerta y “vallada” con enormes muros artificiales creados con montones de coches.<br /><br />Me he acercado a la casa en donde pillaron los soldados a Borja. En la entrada había un X5, bajo la puerta automática del garaje. Seguramente ese era el coche que había conseguido. Abrí el todoterreno con la llave, la introduje en el contacto y lo encendí. Bajé hasta nuestro campamento con el vehículo y lo metí en el jardín de la casa. Le pedí ayuda a Elena para cortar la mayor cantidad posible de ramas de los árboles y arbustos que tenemos alrededor. Con ellos hemos tapado el coche, dejando un pequeño hueco por donde meter las cosas en el maletero. Hemos recogido y guardado cosas que no utilizamos, pero que necesitamos como mantas, comida de reserva, ropa.<br />Elena ha estado todo el día viendo películas Disney. Por la tarde me ha preguntado por Borja. Le he dicho que volvería pronto, pero ha puesto la misma cara que puso cuando le dijimos que sus padres se habían ido a buscar ayuda, cuando realmente estaban muertos al fondo del pasillo.<br /><br />No me gusta escribir en este tipo de páginas, la sigo solo por el hecho de esperar que Borja pueda leerla y sepa que estamos todavía aquí. Alargaré lo más que pueda la estancia en el garaje de esta casa de Alpedrete. Tengo la sensación de que si nos vamos, estoy dando a Borja por perdido.<br /><br />Si lees esto que sepas que te quiero y te estoy esperando.Unknownnoreply@blogger.com0